La costumbre de las fiestas de fin de año nos ha llevado, por décadas, a desear “felicidad y próspero año nuevo”.
Sin embargo, en el México de 2020 y en el gobierno de López Obrador la felicidad y la prosperidad para el año venidero no sólo están lejos sino que parecen imposibles.
¿Por qué?
Por razones elementales; porque se imponen tanto la tercas realidad como el aplastante sentido común.
Es decir, que no existe una sola razón para creer, suponer o imaginar que el presidente López Obrador y su gobierno cambiarán las reglas del juego.
Y si esas reglas del juego continúan como hasta ahora, los resultados no tienen por qué ser distintos.
Decía Albert Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes”.
Por qué serían mejores la economía, la inseguridad, el desempleo, la violencia, el número de muertes violentas, la inversión externa, la creación de empleos y la felicidad de los mexicanos, si el presidente Obrador sigue obstinado en las mismas políticas fallidas.
Para que cambie la crisis política, económica y social que se vive en México y para regresar a un Estado de derecho y a un clima de gobernabilidad que garantice la estabilidad política, económica y social, tendrían que cambiar todas las políticas y las decisiones propuestas por el presidente López Obrador.
Así lo explicó el propio Albert Einstein: “La sociedad avanza al ritmo de nuestros pensamientos… y si queremos cambiar la sociedad, primero debemos cambiar nuestra forma de pensar”.
¿Cambiará el Presidente Obrador su forma de pensar?
Imposible; todos saben que el mandatario mexicano es un hombre necio que no entiende ni atiende más allá de sus ocurrencias y sus imaginarias facultades mesiánicas.
Pero también para ello tenía respuesta uno de los más grandes en el campo de la ciencia y el sentido común.
“La diferencia entre la necedad y el talento es que el segundo –el talento–, es limitado”, decía Albert Einstein.
Y, en efecto, el presidente mexicano es un político y líder social no sólo necio, sino ignorante, analfabeta y de una gran limitación para ver y entender que la realidad supera todas sus necedades.
¿Por qué sería distinta la suerte política, económica y social de México en 2020, con un presidente necio, ciego y sordo a la realidad?
Por eso, podemos asegurar que 2020 será el peor año de la historia y que el de López Obrador será el peor gobierno que se recuerde, frente a la aplastante realidad de que AMLO no cambiará su política económica, que no revertirá la destrucción del NAIM; que no mudará sus ocurrencias en materia de seguridad, que no dejará de tirar el dinero público para mantener a los holgazanes “ninis”, aún a costa de destruir el sistema de salud… y que no cejará de perseguir a los críticos y a quienes disienten de sus ocurrencias.
Así, el crecimiento económico seguirá siendo negativo, el desempleo será mayor, la violencia y el crimen se elevarán y el número de muertes será históricos y mucho mayores a los 40 mil registradas en 2019.
El año 2020 será recordado como el año de la gran crisis y como el año del fracaso de López Obrador; presidente que culpará de todos sus fracasos a los astros, a sus antecesores, a sus críticos, a los elementos naturales y, al final, a quién sabe qué fuerzas obscuras.
Por eso, más que “feliz año 2020” debiéramos decir: “¡sálvese quien pueda!”.
Se los dije.
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