Ni Santa Anna vendió la mitad de México ni la Malinche fue una traidora: cinco mitos de la historia
A pesar del desenlace heroico o desastroso que puedan tener, distintas historias del pasado nacional y prehispánico no cuentan con evidencia clara que compruebe su veracidad
“La historia la escriben los vencedores”, pronunció el escritor George Orwell, haciendo referencia a que los relatos conocidos como verdad muchas veces carecen de objetividad. Esta situación es frecuente en la construcción narrativa de distintos países, en donde muchos intereses participan activamente.
La historia de México, por ejemplo, está plagada de mitos y leyendas. Algunos de ellos fueron producto intencionado de grupos de poder, mientras que otros forman parte de una tradición oral que no se sustenta en evidencia.
Así pues, se dice que el expresidente Santa Anna vendió la mitad de México, que la Malinche fue una traidora, que el penacho resguardado en Viena pertenece a Moctezuma II, que este gobernante mexica fue un cobarde ante la llegada de Hernán Cortés y los españoles y que Juan Escutia se lanzó a una barranca envuelto en la bandera de México.
Sin embargo, estos eventos carecen de evidencia que los respalde, por lo que es imposible asegurar que forman parte indiscutible de la historia del país.
Santa Anna, el villano de la historia
Antonio López de Santa Anna, nacido el 21 de febrero de 1794, fue presidente de México once veces, en un periodo de 25 años. Sin necesidad recurrir a golpes de estado o revueltas armadas, el general convenció a los ciudadanos de mantenerlo en el poder.
No obstante, en la memoria colectiva de los mexicanos, este personaje se considera el culpable de haber vendido la mitad del país.
En tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado en febrero de 1848, Estados Unidos obligó al presidente interino Manuel de la Peña y Peña a ceder al país vecino los estados norteños de México. Posteriormente, en mayo de ese mismo año, el Congreso aprobó la cesión acordada en dicho documento, cuando José Joaquín Herrera acababa de asumir la presidencia.
Si bien Santa Anna vendió la Mesilla, territorio con una extensión relativamente pequeña, no se le puede atribuir la pérdida de Nuevo México, la Alta California, Texas y la parte de Tamaulipas que estaba entre los ríos Nueces y Bravo.
“En resumen, el caso de Santa Anna es solamente uno de los ejemplos de cómo un personaje histórico se tornó en un mito negativo. Su aura encarna todos los vicios y defectos posibles de un político y en México se convirtió en uno de los símbolos de la traición; opuestos a él están los protagonistas de la historia que destacaron por sus virtudes”, refiere la investigadora alemana Ute Seydel.
La malinche no era mexica: por lo tanto, no traicionó a su pueblo
Malitzin o la “Malinche” fue una mujer clave en el sometimiento de los pueblos mesoamericanos bajo el yugo español. Sin embargo, los relatos históricos la ubican como una villana que traicionó a los mexicas para ayudar a Hernán Cortés y sus aliados a “conquistar” el territorio que actualmente se conoce como México.
De acuerdo con Bernal Díaz del Castillo, doña Marina, nombre cristiano que le dieron los españoles, era hija de los caciques de Painala, cerca de Coatzacoalcos. Cuando su padre murió, la joven fue dada a unos indios de Xicalango, quienes a su vez la entregaron a indígenas de Tabasco y, posteriormente, estos la cedieron a Cortés a su paso por el lugar.
Para los españoles, Malitzin resultó una pieza determinante, pues al hablar distintos idiomas se podía comunicar con Moctezuma en náhuatl y traducirlo a maya, a fin de que Jerónimo de Aguilar, aquel naúfrago que había llegado a las costas de Yucatán, comunicara el mensaje en castellano a Hernán Cortés.
En palabras de Bernal Díaz: “...fue tan excelente mujer y buena lengua [...] la traía siempre Cortés consigo y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda Nueva España”, indica el escritor.
Moctezuma no fue un cobarde
A Moctezuma Xocoyotzin se le considera un cobarde por haberse “rendido” ante Hernán Cortés. De acuerdo con el historiador Guilhem Olivier, el emperador mexica emprendió batallas claves para tratar de evitar el arribo de los españoles a la capital.
“Después de medir el poder de los recién llegados, al influir sobre los mayas para que atacaran a los españoles en Cintla, el rey mexica adoptó varias estrategias para contrarrestar su progresión hacia su capital”, explica el experto en un artículo de Notihistoria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Aunado a esto, señala que Moctezuma confesó que algunas de sus tropas se encontraban en los alrededores de Cholula, cuando se desató la batalla sangrienta que dejó centenares de víctimas.
“Es necesario romper con este cliché —el cual sea dicho de paso es humillante y calumnioso para los antiguos mexicanos—, y analizar nuevamente los testimonios según los cuales los mexicas sí se defendieron y que muestran que Moctezuma II no fue el soberano asustado y cobarde que abandonó su imperio sin pelear con los extranjeros”, refrendó el escritor.
El penacho de Moctezuma
Es conocido que el penacho resguardado en Viena perteneció a Moctezuma II, sin embargo, este hecho carece de sustento en la historia mexicana.
La primera vez que se menciona es en 1596, en el inventario de la sucesión hereditaria de Fernando II de Tirol, sobrino de Carlos V. Después se sabe que fue trasladado a Viena en el siglo XIX, donde permanece desde entonces.
“Definitivamente, el penacho no era de Moctezuma. Era de un sacerdote”, aseguró a la agencia EFE Christian Schicklgruber, director del Weltmuseum de Viena, el museo etnográfico que custodia una pieza tan delicada que, aseguran, no está en condiciones de ser trasladada, como reclama el gobierno mexicano.
El experto afirma que, según los códices históricos, “Moctezuma nunca llevó un penacho como ese”.
Así pues, no hay evidencia histórica que sustente la presunta pertenencia de dicha pieza al emperador mexica.
El salto de Juan Escutia envuelto en la bandera
En la madrugada del 12 de septiembre de 1947 los cañones estadounidenses comenzaron a bombardear el Castillo de Chapultepec. La defensa del sitio estaba a cargo del general Nicolás Bravo, eran 800 soldados con los que contaba México contra 7,000 soldados de Estados Unidos.
Previo a que llegaran los estadounidenses, Bravo dio la orden de que los cadetes menores debían retirarse, pero no todos lo hicieron. Cuando los soldados norteamericanos lograron llegar al Castillo, al ascender del lado oeste, se encontraron con soldados y cadetes, quienes los enfrentaron.
Como otros episodios de la historia mexicana, este evento ha sido cuestionado por múltiples investigadores.
Pese a que se presume que seis “niños héroes” defendieron el castillo con su vida, el salto al vacío de Juan Escutia envuelto en la bandera de México no fue real. Durante el sexenio de José López Portillo, el lábaro patrio fue devuelto al país, pues todo este tiempo estuvo resguardado por los estadounidenses.
Un hecho sustentado es que muchos menores de edad estudiaban en el Colegio Militar, sin embargo, no todos los niños héroes eran tan jóvenes.
Francisco Márquez tenía 12 años al momento de su muerte, Vicente Suárez 14, Fernando Montes de Oca y Agustín Melgar 18, Juan de la Barrera 19 y Juan Escutia 20. Por lo que muchos expertos cuestionan que a estos personajes se les llame “niños”.
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