Las palabras y las imágenes
La escritora Sara Rosenberg reflexiona desde España sobre el asesinato de Gadafi.
Sara Rosenberg | Para Kaos en la Red | 25-10-2011 a las 5:20 | 619 lecturas | 2 comentarios
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1.- Las palabras y las imágenes.
Un hombre es apaleado mientras un grupo ruidoso lo rodea y graba con sus teléfonos móviles la atroz agonía y los estertores del torturado que cuelga de una reja de lo que parece ser una ventana.
Fue la primera imagen que pude ver de esos que llamaban “rebeldes” libios, en el mes de marzo de 2011. Una imagen que no daba lugar a ninguna duda sobre quienes eran. Era barbarie y no rebeldía. Y es una imagen que desgraciadamente no he podido borrar.
La palabra rebelde también pasó en ese momento a vivir en la cueva de las palabras robadas y denigradas por los medios.
Qué rebeldes podían sentir satisfacción con la tortura, me pregunté. Quienes eran esos rebeldes con teléfonos móviles reunidos y celebrando el dolor de un ser humano. No había lugar a dudas.
Aún no había mucha información sobre el CNT, pero aquí un sector de la “izquierda” salía a la calle en famélicas manifestaciones diciendo “Ni Otan, ni Gadafi”, que es como decir mejor me quedo en casa porque no quiero comprometer mi cómodo lugar de ciudadano de una potencia imperial, no quiero dejar de ser parte de esa “civilización” colonizadora, eurocéntrica y pirata que he sido siempre. Y para no decirlo, me sitúo en la crítica a los regímenes “no perfectos”, sin analizar procesos sino revoluciones en abstracto, carácter de gobernantes en lugar de formas de gobierno y por fin apoyo con mi silencio y mi complicidad los negocios del capital financiero militar de la Otan.
Lástima. La llamada “izquierda europea” -salvo honorables casos que todos conocemos, el PCE, Red roja, PCPE- hizo una pirueta macabra, descubrió que Gadafi no era el revolucionario ideal que ellos necesitaban para abrir la boca contra el genocidio de un pueblo, y apoyó a la Otan a través de un discurso ultra izquierdista que sólo puede conmover a los más puros de los puros, aquellos que son incapaces de entender las contradicciones de cada proceso, y que me llevó a ampararme en esa vieja tesis marxista para comprender lo que estaba pasando: el modo de existencia determina la conciencia. Y se cumplía una vez más.
Sí, en la España otanista –el ordenador siempre me corrige y pone onanista- el discurso perverso de la pureza y la moralidad cubrió los debates políticos, con la vieja artimaña de la casquería sentimental. Lamentable. Comprensible, porque todavía se defiende ese abstracto “estado del bienestar democrático” que es el del burro con la zanahoria delante, y que depende del saqueo imperial (Repsol, Sacyr, Endesa, Telefónica, etc., etc.) a los pueblos del mundo que no gozan del “bienestar europeo”, que no quieren “democracia a la europea” y que luchan por su soberanía y por una democracia directa, participativa y socialista.
Olvidadas las más elementales pautas científicas –o racionales al menos- de un análisis político, compartieron la construcción del monstruo Gadafi, tan necesario para permanecer callados frente a las atrocidades que la Otan y sus mercenarios locales –muchos de ellos adiestrados en Guantánamo- estaban cometiendo en nombre de la “rebeldía”.
El guión se fue cumpliendo paso a paso. Y cada vez que los medios utilizan la palabra “rebeldes” por ellos acuñada desde el primer día, siento ganas de vomitar. Y vuelve la imagen inicial del hombre torturado mientras los otros graban y destrozan su cuerpo a patadas. Qué tiempos estos, diría mi abuela, una superviviente de los pogromos zaristas.
Es verdad, la guerra es cruel, se mata y se muere. Pero la tortura en directo y la alegría por esa tortura creaba una distancia insalvable entre la palabra que los medios utilizaban con insistencia y lo que se veía con toda claridad.
La palabra rebeldía es hermosa. Difícil de ejercitar, difícil de mantener, difícil de comprender y de asumir como el rasgo propiamente humano y puerta del conocimiento y de la vida que se elige. Rebelarse contra esta podredumbre capitalista es lo único que cualquier persona honesta puede y debe hacer.
Pero el grado de perversión de la imagen del hombre asesinado por la jauría “rebelde”, destrozaba la palabra y me recordaba la frase de Rosa Luxemburgo: “O socialismo o barbarie”, como si se anticipara a su asesinato, como si ya supiera lo fría que estaban las aguas del río adonde fue lanzado su cadáver.
Socialismo, otra palabra desgraciadamente robada y que es necesario recuperar. Porque lo que aquí se llama socialismo es neoliberalismo y neocolonialismo; barbarie. Preguntémonos por el inmenso gasto militar español en las guerras neo-coloniales, en la ampliación de las bases militares, en el apoyo incondicional a las tropelías de la OTAN, mientras todos nuestros derechos básicos son recortados y lo serán todavía más.
La imagen del hombre colgado, apaleado, desollado, y grabado fue el anuncio de lo que hicieron con el pueblo libio y hoy con el asesinato del coronel Gadafi. No se han cansado de mostrar esa pornográfica imagen de su rostro ensangrentado, para expandir el terror, el terrorismo de los estados miembros de esa mafia financiero militar que se llama Otan.
Lamentablemente, desde las asambleas del 15m tampoco fue posible consensuar una condena a los bombardeos de la Otan, ni una condena al genocidio del pueblo libio. Es algo en lo que seguimos trabajando. Informando, debatiendo y tratando de crear un movimiento de solidaridad internacional capaz de emanciparse de las mentiras mediáticas y la manipulación constante.
2. Mirando al sur.
En Argentina la dictadura nos robó –entre otras muchas cosas importantes- la palabra proceso. A veces todavía la gente la usa en lugar de la palabra dictadura, porque los militares llamaron al golpe militar “proceso de reorganización nacional”.
Más allá de las almas nobles que se dedican a purificar -hegeliana y platónicamente- las contradicciones propias de los procesos revolucionarios en nombre de una revolución que de tan pura se ha quedado paralítica en algún cajón de sus escritorios, la historia avanza con los claroscuros que le son propios, a un ritmo lento pero seguro, con cambios concretos en América Latina y en el mundo.
Porque los procesos de liberación y de emancipación son contradictorios, difíciles, llenos de meandros, de luces y de sombras, e incluso de errores, pero si algo no puede olvidarse es que de todo eso surge también su riqueza, la experiencia de reformular, corregir y seguir avanzando en la lucha antiimperialista. Porque ninguna revolución se hace en un día y es un proceso permanente.
Y las revoluciones, o procesos de reforma social que están teniendo lugar en los países de nuestra América, requieren saber mirar y querer ver.
Hay una dirección clara y por supuesto muchas contradicciones, -porque salvo en Cuba- en todos los países del Alba el poder económico está siendo todavía disputado a las viejas oligarquías, que se resisten a la intervención del estado nacional o plurinacional, y buscan apoyos en su viejo aliado imperialista. No sería raro teniendo en cuenta el guión aplicado en Libia y a punto de aplicarse en Siria, (ojala no), que frente a las nacionalizaciones de nuestros recursos naturales y estratégicos, surjan “grupos de rebeldes” financiados por las grandes corporaciones que en nombre de la “democracia” intenten desestabilizar a gobiernos elegidos y reelegidos por las mayorías. Es fácil destruir, lo difícil es construir el sueño martiano de libertad y justicia para todos.
Pero el camino emprendido es irreversible, porque los países que fueron arrasados por el imperialismo y donde el genocidio fue moneda corriente, han aprendido y tienen una memoria activa. Los pueblos han iniciado su proceso (palabra gratamente recuperada) de emancipación. Estamos en camino hacia una cada vez mayor organización política. Hay una justicia distributiva que garantiza la educación, la salud, la vivienda y el trabajo a las grandes masas populares que durante siglos fueron explotadas y marginadas. Esta política de reformas y de justicia social está siendo posible gracias a la nacionalización de los sectores económicos estratégicos , gracias a la creación de un gran frente latinoamericano de defensa contra las constantes incursiones políticas y militares del imperio americano y europeo, gracias a la creación de un banco latinoamericano, en fin, gracias al camino emprendido para la unidad continental por la que lucharon Bolívar, San Martín y Martí antes que nosotros.
Y este gran frente latinoamericano que se va consolidando, es y será atacado una y otra vez por los mismos intereses que han masacrado al pueblo libio, con la complicidad terrible de muchos intelectuales que no alzaron su voz de condena sino que callaron y por lo tanto otorgaron.
¿Pero cómo se ha podido caer en una postura así? ¿Como es posible que aquellos que tienen posibilidad de hacerse oír, sólo hayan dicho sandeces, y hayan sido un eco monstruoso de la Otan?
Son preguntas que deberemos hacernos, y preguntas que nos permitirán ubicar también quienes están a favor de la emancipación y contra el imperialismo y quienes no estarán en esta lucha, que será larga y cruenta, sin duda.
El imperio necesita gobiernos dóciles, estados débiles, políticos obedientes y corruptos, confusión de ideas, repetición del guión de la “protección a civiles” con bombas de uranio, para poder seguir expoliando las riquezas naturales o geoestratégicas que necesita.
Ningún proceso de cambio es puro ni lineal, por supuesto, y se desarrolla poco a poco un nuevo discurso y otra forma de entender el estado y la justicia social. Y son estas conquistas las que tenemos que defender de la estrategia imperial que potencia constantemente golpes de estado, desestabilización de gobiernos electos por amplias mayorías, penetración y corrupción de los movimientos sociales, financiación de grupos terroristas, bloqueos, intervención y sanciones infames cada vez que un gobierno como es el caso de Venezuela, decide libre y soberanamente cómo llevar adelante su revolución.
Ahora mismo, en Bolivia, se ha elegido por voto universal, en unas elecciones limpias y masivas, a los jueces que formarán el nuevo poder judicial de la nación. Un hecho revolucionario que acaba con la lacra de uno de los poderes más corruptos por su propio carácter vitalicio y de clase. Al mismo tiempo, la marcha de los indígenas amazónicos que cuestionan la construcción de la carretera se dirige a La Paz. Los medios mintieron como siempre y desvirtuaron las constantes propuestas de diálogo que el gobierno de Evo Morales ofrecía para resolver el conflicto. Al menos es curioso que esta marcha haya coincidido con una elección tan importante como la que comentaba, y que le quita de las manos el poder judicial a la vieja oligarquía. Los medios trataron de crear un clima de violencia, campañas “ecológicas” e “indigenistas” rápidamente diseñadas. Niños muertos que nunca existieron. Sin embargo, si hay hoy en el mundo un gobierno democrático y dialogante ese es el gobierno boliviano. Y hoy, y a pesar de los intentos de la oposición para desestabilizar el país y crear conflictos, el presidente Morales ha dialogado una vez más con los indígenas y han llegado a acuerdos.
Y si hablo del caso Bolivia como modelo de diálogo político horizontal y democrático, es también para recordar que el ALBA propuso con toda claridad y contundencia una mesa de diálogo entre los sectores en pugna en Libia, antes de los bombardeos de la OTAN. Que el coronel Gadafi también lo propuso en varias ocasiones para evitar una guerra. Pero la oposición Libia, los “rebeldes” armados y financiados por la Otan, ya estaban cumpliendo el guión del terror, el guión de la guerra imperial, el guión de la destrucción y el reparto del país. Basta leer cómo la Europa “democrática” discute ahora este reparto. Basta escuchar las palabras de Sarkozy, diciendo que quien más invirtió en la destrucción más pastel quiere. O a Obama celebrando las virtudes de los drones y sus socios europeos que han hecho bien el trabajo sucio. ¿Qué democracias pueden exportar estos señores y cómo se atreven a hablar en nombre de la democracia, cuando las ciudades de Estados unidos y de Europa están llenas de gente del pueblo pidiendo a gritos un cambio y una verdadera democracia, que no sea la dictadura de los mercados a los que ellos representan?
Sólo agregar que también el ALBA propuso una salida pacífica y dialogada a la caliente situación de Siria. Y tampoco la oposición siria ha aceptado una mesa de diálogo, sino que con el texto ya escrito, pide ayuda a las potencias europeas para derrocar al gobierno.
Escribo bajo los efectos del dolor por los muertos en estas guerras que podrían haberse evitado. Pero la guerra es el terrible negocio de este sistema perverso. Con el asesinato del coronel Gadafi, se han arrasado los más elementales principios de la decencia y de las leyes internacionales. Y los pueblos, esos si rebeldes de verdad, algún día juzgarán a los genocidas mercaderes de la OTAN .
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