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jueves, 21 de noviembre de 2013

Exhortaciones de Al Yilani

Exhortaciones de Al Yilani


Exhortaciones del ‘Maestro del Oriente’ (como Abû Madian lo fue del Occidente e Ibn Arabî de ambos mundos).


15/06/2000 - Autor: Al Yilani - Fuente: Verde Islam 14



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Morabito.

Al-Yilani

“¡Gentes de la tierra, del Oriente y el Occidente!
¡Gentes que habitáis el cielo!
Soy algo que no conocéis: un fruto sin cáscara.
Entre mí y vosotros,
entre mí y la creación,
existe la distancia que separa al cielo de la tierra.
No me comparéis a nadie,
ni a nadie lo comparéis conmigo.”


Su nombre era Muhyid-Din Abu Muhámmad Abdul-Qadir (Abdelqader) ibn Abi Salih Gendi-Dost al-Yilani, y dio su nombre a una de las táriqas más célebres y extendidas del Islam, la Qadiría.

Nació en el 470/1077- 8 en una aldea de Yilán., región al sur del Mar Caspio, en Persia. Murió en Bagdad en el año 561/1166. No obstante, sus seguidores quisieron hacer de él un sharif descendiente de al-Hasan, nieto de Muhámmad, la salat de Allah sobre él y la paz, por línea paterna pero, entre otras cosas, el nombre persa de su padre desmiente la posibilidad de un origen árabe.

A la edad de dieciocho años abandonó su país natal instalándose en Bagdad, donde profundizó en sus estudios junto a los mejores maestros de su tiempo. Siguió los cursos de filología que impartía Tabreizi y los de hadiz enseñados por as-Sarray; sin embargo, la ciencia a la que dedicó mayor atención fue el fiqh, y especialmente, la versión hambalí. Esta materia le fue enseñada por sus representantes más cualificados, al-Aquíl y el qadí al-Mujarrimí. Este último lo inició en el sufismo, pero sería su encuentro con el sheij ad-Dabas, el vendedor de siropi, el impacto más fuerte de su vida. Una sola mirada de su maestro lo transformaría radicalmente. Durante veinticinco años erró por desiertos, habitando en cementerios y cuevas, deambulando entre ruinas. Durante este largo período, en el que se dedicó sólo a las prácticas sufis más exigentes, era conocido como el Maynún, el loco, o el Maydub, el arrebatado. Sufría continuas inmersiones en la contemplación de la Unidad de Allah, perdiendo el sentido físico de las cosas. Cuenta una anécdota que en cierta ocasión estuvo a punto de ser enterrado en vida durante uno de esos trances a causa de la extenuación que le produjo su intensidad.

A la edad de cincuenta años, una poderosa voz interior lo empuja de nuevo hacia Bagdad, donde ha de cumplir una misión: enseñar a las gentes el camino de vuelta a Allah. Gran conocedor de la lengua árabe (no escribe en persa), la magia de sus palabras le procuran un numeroso auditorio; su enorme poder disuasivo atrae a multitudes y sus discípulos empiezan a contarse por miles. Seis años después de su primera manifestación pública, le fueron entregados los locales escolares de su viejo maestro el qadi al-Mujarrimi. Él los amplió gracias a las donaciones de sus seguidores, convirtiéndolos en grandes centros de enseñanza.

Fue muftí, profesor de ciencias coránicas, de hadiz y de fiqh, pero sobre todo siguió siendo durante toda su vida un magnífico orador. Su reputación no tardó en extenderse por todo el mundo musulmán, atrayendo progresivamente un mayor número de discípulos. Miles de judíos y cristianos abrazaron el Islam ante él. Criticó duramente a los califas y poderosos de su época, que no se atrevieron a atentar contra él por temor a su gran celebridad. Su escuela en Bagdad fue mantenida tras él por su hijo Abd al-Wahhab, y después por sus descendientes.

Su tumba, sobre la que el sultán Sulaymán edificó un mausoleo, en el 1535, de una gran belleza arquitectónica, sigue siendo en la actualidad un destacado lugar de peregrinación y tabárruk.

Sheij Mawlay Abd al-Qádir al-Yilani dejó escritas bastantes obras, entre las que cabe destacar “al-Ghunia”, excelente tratado de fiqh hambalí. Alguno de los mayores doctores del hambalismo fueron detractores del sufismo o severos críticos. Efectivamente, el hambalismo es tenido por una de las escuelas del Islam más exigentes y duras; sin embargo, precisamente su rigor y seriedad ha sido determinante para que en su seno surgieran algunas de las personalidades sufis más brillantes, como el caso de al-Yilani. No se trata de una contradicción, sino de la necesaria dimensión interna del madzhad hambalí. Otras dos de las obras del Sheij son la recopilación de sus discursos públicos o “Exhortaciones”, que realizaba generalmente los yumua (viernes) en su madrasa: “al-Fath ar-Rabbani y Futuh al-Gháyb”.

Su estilo directo, evitando la terminología sufi, y sus exhortaciones simples son testimonio de que sus discursos eran pronunciados ante un gran auditorio muy diverso.

Pero lo más interesante de Mawlana Abdelqader es su leyenda. El Sheij ha entrado en la Historia del Islam rodeado de una aureola misteriosa y mítica. Su vida es relatada como una sucesión ininterrumpida de prodigios, presentimientos y milagros (karamát); y él mismo, en un poema, habla de sus poderes ocultos, de como podía encender fuego a distancia y resucitar a los muertos, de reducir a polvo las montañas y de secar las aguas de los mares. Desde su infancia todo anunciaba lo elevado de su rango espiritual: se cuenta cómo de niño, en Ramadán, se negaba a beber la leche de su madre, y a partir de ahí lo inconcebible y lo desmesurado son su cotidianidad; caminaba sobre el agua, se transportaba por el aire, nada había imposible para él.

La leyenda fue complicándose y ramificándose, y numerosos volúmenes fueron escritos relatando la azarosa vida del Sheij sin descuidar nunca el aspecto maravilloso. Muchos han criticado esta literatura considerándola inapropiada. Efectivamente, su vida así contada no es ‘edificante’; nos habla de un personaje que no puede servir de ‘modelo’ a los demás hombres. Pero sin duda tiene la virtud de situar en la vida humana la presencia inefable de lo misterioso, de situar en lo cotidiano la incomprensible Majestad (Yalal) de Allah.

Sidi Abdelqader al-Yilani encarna el ideal de la wilaya con la que el hombre deja sus limitaciones y llega a englobar en sí las posibilidades de la Existencia entera agigantándose con el Islam.

Exhortación 1

Cuando mueras a la creación, cuando te extingas buscando a Allah, se te dirá: “Allah se apiade de ti, y te mate también a tu pasión”. Y cuando mueras a tu pasión, se te dirá: “Allah se apiade de ti, y te mate también a tu voluntad y a tu deseo”. Y cuando mueras a tu voluntad, se te dirá: “Allah se apiade de ti, y te haga vivir una vida tras la que no haya muerte, y te enriquezca con una prosperidad tras la que no haya pobreza, y te obsequie constantemente con dones tras los que no haya privación, y te haga descansar en un alivio tras el que no haya sufrimiento, y te haga disfrutar de un placer tras el que no haya miseria, y te conceda un saber tras el que no haya ignorancia, y te bendiga con una paz tras la que no haya miedo, y te haga feliz y no conozcas la desgracia, y te ensalce y no te humille, y te acerque a Sí y no te aleje, y te eleve y no te rebaje, y te ensalce y no te desprecie, y te purifique y no te contamine”.

Ojalá en ti se cumplan los deseos, y se realicen en ti los mejores augurios. Serás entonces azufre rojo, y apenas se te verá. Y serás único, y no tendrás semejante. Y serás singular, y nadie te acompañará. Serás un ‘sin igual’, y no tendrás en tu especie quien te sustituya. Serás uno con el Uno y múltiple con el Múltiple. Y serás ocultamiento en el Ocultamiento, el secreto del Secreto. Entonces, serás el heredero de cada profeta, de cada sincero y de cada mensajero.

Tú cerrarás el círculo de la intimidad con Allah y serás su sello. Tú serás el que libere de tribulaciones y por ti descargarán las nubes su lluvia. Por ti germinarán las semillas y crecerán las plantas. Por ti serán alejadas las desgracias y las calamidades de los hombres. Serás la crema del país y de las gentes. Hacia ti emprenderán pies y manos a buscar tu bendición y tu auxilio, y ante ti se arrodillará la existencia, y serás servido.

Todo ello con el permiso del Creador de todas las cosas en todos los casos, el ensalzado en todas las lenguas...

Exhortación 2

El corazón de la Gente de Allah es limpio, es puro, porque ha hecho olvido de todo lo creado. Es un Corazón que sólo sabe recordar a Allah: ante él han caído todos los velos y ya nada lo engaña. Es un Corazón que ha destruído todos los ídolos posibles, los ha fulminado con la agudeza de su percepción. Es un Corazón de hombres, no de niños; de hombres que son capaces de beber de la fuente última. La Gente de Allah, el Qáwn, olvida por completo el mundo en los instantes en que recuerda al-Ájira, el Mundo de Allah. Ellos olvidan lo que para vosotros es lo más importante, vuestras preocupaciones son para ellos espejismos propios de criaturas inmaduras; para ellos sólo tiene trascendencia lo que hay junto Allah. Vuestros anhelos, vuestras esperanzas, vuestras frustraciones, ellos las ven como sombras perecederas.

No podéis ver al Qáwm, ni podéis reconocerlos; demasiado ocupados estáis en vuestras cosas, y vuestras cosas os hacen atender al-Ájira y todo lo que viene después de la muerte. No tenéis pudor, habéis abandonado el Adab; no os sonrojáis ante Allah con sonrojo que es vida, ruborizaos ante Allah, que vuestra sangre se mueva, circule por vuestras venas. Dad el color de la sangre a vuestras mejillas pálidas. Pero no sois corteses ante Allah, no se os enciende la sangre cuando lo recordáis.

Acepta el consejo de tu hermano mú’min, ningún motivo tienes para contradecir sus palabras. Él ve por ti cuando te ciegas, y te avisa. Nabíullah, la salat de Allah sobre él y la paz, dijo: “El mú’min es espejo para el mú’min”. El mú’min es sincero, muestra a su hermano cosas que éste no puede ver: le hace distinguir entre lo hermoso y lo feo, le enseña sus obligaciones y sus deberes. ¡Subhana quien ha depositado en mi Corazón consejos para las criaturas y ha hecho que en transmitirlos esté todo mi afán!. Yo distribuyo consejos, y nada quiero a cambio. Lo que yo pueda querer está junto a Allah y sólo Él puede dármelo. No deseo nada de vuestro mundo, no soy su esclavo, ni tan siquiera soy esclavo de lo que hay junto a Allah, yo sólo soy esclavo de Allah. Sólo reconozco y me someto a aquél que me rige desde dentro, que es el Señor Verdadero, mi Fuente, mi Creador, el Uno-Único, el Antiguo.

Él ha dispuesto que mi alegría esté en que vosotros triunféis, y ha colocado mi tristeza en vuestro fracaso. Cuando veo el rostro de un discípulo mío que ha llegado a algo a través de mí, entonces estoy satisfecho esa es mi comida, mi bebida, mi ropa y mi alegría. Pienso entonces, Al-hamdulillah, que alguien así ha salido de entre mis manos. Yo no quiero vuestra comida, ni vuestra bebida, ni vuestra ropa, ni vuestra alegría. Yo quiero vuestro triunfo junto a Allah.

Yaa Ghulam, te quiero a ti, no a mí mismo; trasfórmate tú, no esperes que lo haga yo. Yo ya he cruzado, tú me has hecho volver. Agárrate a mí y pasarás deprisa.

Gentes, no seáis arrogantes con Allah, ni tan siquiera lo seáis entre vosotros, no lo seáis ante ninguna criatura. Con vosotros mismos es con quien tenéis que mediros. Sed arrogantes con vosotros mismos: al principio, erais una gota de esperma, y al final seréis un montón de polvo que hoyarán los pies de cualquiera. No seáis de quienes son guiados por la ambición ni de los cazados por vientos que van y vienen. No acudáis a las puertas de los poderosos esperando sus migajas. Es Allah quien escribe vuestro destino, no los reyes ni los sabios. Acudid a Allah. No os humilléis ante nadie, no os merece la pena. Es Shaytán quien quiere humillarte, no Allah.

Exhortación 3

Muere a la Creación con el permiso de Allah. Y muere a tu pasión con la orden de Allah. Y muere a tu voluntad con la acción de Allah. Sólo entonces valdrás para ser un recipiente del Saber.

El signo de que has muerto a la creación es tu independencia respecto a las criaturas: dejarás de agitarte entre ellas y no te importará lo que tengan entre manos. El signo de que has muerto a tu pasión es tu liberación de la cadena de las causas y los efectos: la riqueza y la pobreza, la vida y la muerte, lo bello y lo feo, te serán indiferentes. Entonces nada te inquietará, y nada te doblegará. Habrás confiado tu ser a Allah, y lo mismo que Él se encargó de proporcionártelo cuando aún no existías, Él te sostendrá cuando se lo devuelvas. Y, así, Allah estará a tu principio y a tu final.

El signo de que has muerto a tu voluntad es que debes elegir: no tendrás intereses, dejarás atrás tus necesidades y perderás todas tus metas. No querrás entonces más que lo que Allah quiera, y la Voluntad de Allah fluirá por ti. Tendrás calma en el devenir, tu cuerpo se relajará y tu corazón dejará de latir: tu pecho respirará libremente y tu rostro resplandecerá. Serás rico entonces, porque todas las cosas te pertenecerán, pero tú no pertenecerás a nada. La Mano del Poder te moverá y la Lengua de la Eternidad sin Principio reclamará tu presencia, y te enseñará el Señor de Todos los Hombres: te revestirá con sus luces, te adornará con todos sus secretos, y te sentará el primero entre los primeros.

Por siempre seguirás roto. Serás como un recipiente que no puede contener nada, sino que lo derrama todo por sus grietas, y tu bien alcanzará a todas las criaturas. Y por ello mismo estarás siempre limpio: nada podrido podrá alojarse en ti. Se dirá entonces que en ti reside la Voluntad de Allah, y se te atribuirán prodigios impensables. Sí; serás de aquellos a los que el Corán llama “los de corazón roto”: “Yo estoy junto a los que han roto sus corazones por Mí”.

Allah estará junto a ti cuando hayas roto tu corazón y dentro no quede nada: entonces, Allah volverá a hacerte, y depositará en ti una Voluntad Infinita. Y tú volverás a morir en esa Voluntad Infinita, para que Él de nuevo te reconstruya con otra Voluntad que no tiene nombre. Y volverás a morir en esa Voluntad que no tiene nombre, y Él te rehará con otra, y así hasta que se cumpla tu plazo y se produzca el encuentro. Esto es lo que significan las palabras: “Yo estoy junto a los que han roto sus corazones por Mí”. También Él dijo: “El hombre no deja de acercárseme hasta que lo amo”.

Recopilación y traducción Abd al Rahmán Muhámmad Maanán

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