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jueves, 21 de noviembre de 2013

La creencia y nuestro trato con el medio ambiente

La creencia y nuestro trato con el medio ambiente


Veo... Dondequiera que mire veo ciudadanos contaminando, comunidades deteriorando y naciones explotando la Tierra


21/11/2013 - Autor: Ayse Meva Nur - Fuente: Revista Cascada



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Todo lo que Dios creó en este mundo y más allá de él está en perfecto orden y equilibrio.

Veo... Dondequiera que mire veo ciudadanos contaminando, comunidades deteriorando y naciones explotando la Tierra. Los veo utilizando mal y abusando de este lugar sagrado, como si fuera suyo.

No recuerdan que esta tierra es la misma tierra que el primer hombre y la primera mujer llamaron hogar. Es la misma tierra que innumerables Profetas, Santos y eruditos llamaron hogar. Es la misma tierra que mis antepasados otomanos llamaron hogar. Es la misma tierra que la población aborigen, los nativos de mi país, llamaron hogar.

Puedo ver la tierra disminuir ante mis ojos. Me duele el corazón ante la incertidumbre de lo que se aproxima.

¿Qué les hemos dejado a las generaciones futuras? ¿Qué hemos hecho? ¿En qué hemos convertido la tierra?

La limpieza Divina

Todo lo que Dios creó en este mundo y más allá de él está en perfecto orden y equilibrio, porque Él es el Más Poderoso y Sabio. Por tanto, Él no puede ser responsable de la situación caótica del mundo actual.

Esta tierra es como un hotel, como una casa de huéspedes que está continuamente llenándose y vaciándose a causa de la vida y la muerte. A pesar de estas constantes entradas y salidas, este hotel permanece totalmente puro y limpio. No hay en él nada innecesario, nada existe que no tenga algún beneficio o propósito, y no hay ninguna cosa que, debido al azar, esté fuera de lugar.

Si no fuera por esta evidente limpieza, en un corto período de tiempo miles de especies de animales y plantas se habrían asfixiado sobre la tierra. El orden de Dios aparece allí donde llega el ojo.

Las especies carnívoras de animales limpian los mares recogiendo los cadáveres de otras criaturas marinas que mueren cada día por millones, evitando así que el mar se contamine.

Las hormigas recogen los cadáveres de las criaturas diminutas y las pequeñas partículas y fragmentos de otros seres, eliminando así los residuos inútiles.

Las moscas eliminan las sustancias tóxicas y microorganismos invisibles para el ojo humano que son responsables de las enfermedades, lo cual impide la propagación de muchos males contagiosos.

La orden divina es obedecida por todo en todas partes, desde la limpieza de los párpados del ojo hasta el cepillado de las alas de las moscas.1

Por tanto, hay magnificencia y armonía en cada creación, en todos los rincones del mundo. Las variaciones de la belleza desplegadas en una miríada de colores y formas son tan maravillosas que la imaginación ha de reconocer su incapacidad cuando trata de imaginar algo más bello.

Es una pena que a este maravilloso mundo, que Dios ha concedido a los seres humanos para que éstos lo observen y estudien gratuitamente, no se le preste más atención que la que se concede a un montón de chatarra.

«Cuán deplorable e inútilmente hemos tratado las llanuras y los lugares residenciales, transformándolos en desiertos y montañas ruinosas. Cuán lamentable y trágicamente hemos tratado a los mares y ríos que hemos contaminado. Una vez más, cuán deplorable e inútilmente hemos tratado al aire y al agua, a los campos, bosques y jardines, que hemos hecho estériles para cualquier forma de vida. En verdad, al transformar este mundo similar al paraíso en un infierno, ¡cuán deplorable e inútilmente nos hemos tratado a nosotros mismos!»2

En nuestro afán de «progreso» y «desarrollo» hemos perdido de vista el carácter finito y delicado de nuestro mundo, y el lugar que ocupa la humanidad en él. Así que cuando los seres humanos mejoren la condición de este mundo cuyo orden han destruido y contaminado, cuando restauren su belleza y equilibrio anteriores, sólo entonces podrán vivir una vida más sana y feliz.

Los Guardianes de la Tierra

El origen de los problemas globales del medio ambiente se encuentra en el deliberado rechazo humano de las leyes físicas que rigen la evolución del medio ambiente y en una persistente desobediencia a las leyes espirituales de Dios.

«Haz el bien a los demás pues Dios te ha hecho el bien a ti (por medio de Su Gracia pura). No busques la corrupción y el daño en la Tierra...» (El Corán, 28:77)

El Corán y las enseñanzas del Profeta contienen instrucciones para ayudar a la humanidad a preservar su medio ambiente. En el Corán, Dios dice: «Él es Aquel Que os ha designado como vicerregentes sobre la Tierra» (6:165). A través de este versículo se hace evidente que los seres humanos tienen un lugar especial en el plan de Dios. Más que amigos de la Tierra, son sus guardianes.

El Profeta siguió este versículo de la mejor manera como guardián de la tierra. Él fue «pionero del medio ambiente» al vivir con una filosofía existencial que asume el vínculo fundamental y la interdependencia que existe entre todos los elementos naturales, sabiendo que, en el caso de que los seres humanos abusen de un solo elemento, el mundo natural en su conjunto sufrirá las consecuencias directas.

Por ejemplo, el Profeta señaló los inmensos beneficios que hay en la plantación de árboles, indicando, además, que esto habrá de durar hasta el Día del Juicio. Él dijo: «Si llega la Hora y alguno de vosotros tiene en su mano un brote de palmera para plantar, puede plantarlo antes de que llegue la Hora, entonces debe hacerlo y será recompensado por esa acción».3

Además, el Profeta recomendó y advirtió que las sombras donde la gente puede descansar y los espacios bajo los árboles frutales no deben ser ensuciados. También hizo hincapié en que no se debe escupir en las vías y lugares de culto 4 y en que cualquier objeto que pueda lesionar a las personas debe ser retirado de las carreteras y puesto a un lado.5 El cumplimiento de todos estos principios es esencial y atañe a todas las personas, garantizando así un medio ambiente sano, protegido y limpio.

El Corán también enfatiza el no dañar a otros seres vivos de la tierra. Dios declara: «No hay criatura viva que se mueva sobre la Tierra, ni ave que vuele con sus dos alas que no forme comunidades como las vuestras.». (6:38)

Las estadísticas más recientes muestran que cada año se extinguen más de 60.000 especies de animales, desaparecen más de 4 millones de hectáreas de bosques, se pierden alrededor de 1,8 millones de litros de agua, y las industrias vierten en el medio ambiente unos 10 millones de toneladas de sustancias químicas tóxicas.6 Se trata de cantidades masivas de desechos que han causado la destrucción del hombre sobre sí mismo.

La devastación ambiental que invade a este planeta es, pues, una consecuencia directa de estas leyes naturales que se han violado. Estas estadísticas muestran las consecuencias de una transgresión que nos afecta también a nosotros.

Otomanos: Los sultanes compasivos

La época otomana fue un período durante el cual se puso un énfasis enorme en la regulación y protección medioambiental, hasta el punto de que la transgresión en este ámbito tenía consecuencias legalmente punibles. No existía tolerancia hacia cualquier mal uso del medio ambiente.

Podemos observar el valor, la importancia y el respeto del medio ambiente que tenía el mundo islámico durante el siglo XV, en la actitud del gran sultán otomano Mehmet II «el Conquistador». En su testamento se lee:

«Yo, el conquistador de Estambul, el humilde siervo Fatih Sultan Mehmet, dono 136 tiendas que personalmente y por derecho propio poseo en el barrio de Taslik, en Estambul, con las siguientes condiciones:

He designado a dos personas de cada calle de Estambul para que se les entreguen los beneficios obtenidos de estas tiendas. Estas personas recorrerán las calles a determinadas horas del día con un cubo en sus manos conteniendo cal y polvo de carbón. Con esta mezcla cubrirán cualquier escupitajo encontrado en la calle y se les pagarán 20 akçe (moneda otomana) por día.

Además, he designado a 10 cirujanos, 10 médicos y 3 enfermeras, para que recorran las calles de Estambul ciertos días de cada mes, llamen a la puerta de todos y cada uno de los ciudadanos y comprueben si hay alguna persona enferma en ese hogar. Si los hay, deberán ser tratados. Si no es posible tratarlos en ese momento, los enfermos habrán de ser trasladados a Darülaceze (residencias de ancianos/hospitales) y ser tratados allí.

Además, las familias de los soldados que han caído mártires y las personas pobres de Estambul serán alimentadas en el comedor de beneficencia que he edificado. Sin embargo, aquellos que no puedan acudir personalmente a comer o a recoger allí su comida, esta les será proporcionada a través de un servicio alternativo. Su comida será enviada a sus hogares en discretos contenedores después de la puesta del sol, con objeto de que no sean vistos por la gente.»7

Otro documento real con respecto al cuidado del medio ambiente proviene del sultán Süleyman el Magnífico, en el siglo XVI, y se titula Nisan-i Humayun. Algunos puntos importantes a tener en cuenta en este documento son:

«Todas las casas, tiendas, y sus alrededores han de limpiarse y mantenerse limpios. Los responsables deben preocuparse de que los ciudadanos recojan la basura y encargarse ellos mismos de limpiar su propia basura.

Los propietarios de carruajes no deben molestar a los residentes locales dejando a sus animales cerca de las casas o patios. Han de recoger y eliminar los excrementos de sus animales llevándolos a lugares apropiados fuera de la ciudad. A las personas se les prohíbe abandonar los cadáveres de caballos, ovejas, etc., en las calles. Los que se nieguen a cumplir con esta norma deben ser castigados públicamente.

El agua usada que contiene detergente y jabón no debe ser arrojada a la calle. Ninguna persona tiene derecho de impedir que estas normas sean implementadas y dicha implementación se controlará muy de cerca por los organismos encargados de hacer cumplir la ley.»8

Es evidente que en los documentos reales, como los mencionados anteriormente, los líderes mostraron una gran sensibilidad y tomaron las precauciones necesarias para implementar los asuntos relativos a la protección del bienestar espiritual y físico de las personas y a la limpieza de los lugares públicos.

Los derechos de los animales son un tema contemporáneo que se dio a conocer hace muy poco tiempo. Por desgracia, en la sociedad actual, muchos gobiernos todavía están luchando en la defensa de los derechos humanos, pero se esfuerzan mucho menos en defender los derechos de los animales.

Los sultanes otomanos pusieron en marcha medidas legales sobre la protección y el tratamiento de los animales. Así, la atención y el tratamiento adecuado de los animales quedaron asegurados con medidas legales y no se dejó el tema a juicio del propio individuo.

El Imperio Otomano era conocido por sus vakif, o fundaciones, que en principio se establecieron para satisfacer las necesidades de ciertos grupos de personas dentro de la sociedad, y que más tarde se convirtieron en una parte integral del estilo de vida otomano. El más interesante de estos vakif fue el dedicado a los animales. Estas instituciones eran lugares donde las personas generosas donaban ciertas cantidades de dinero a panaderías y carnicerías para que pudieran proporcionar pan y carne a los animales callejeros.

Por otra parte, los sultanes no sólo se encargaron del suministro de alimentos para los animales, sino que también se aseguraron de que, si estos enfermaban, hubiese hospitales especializados para que pudieran ser tratados y atendidos.

Ricaut, un empleado de la embajada británica de Estambul durante el período otomano, fallecido en 1700, dijo lo impresionado que estaba con el respeto y el valor que el pueblo otomano había otorgado a los animales y la importancia que habían mostrado hacia su alimentación y protección.

«No eran sólo las personas quienes comían en los comedores benéficos, sino también los gatos y los perros. En algunas ciudades, se levantaron edificios para gatos y se establecieron fundaciones para su alimentación, y los gastos fueron pagados con la asignación de los funcionarios a fin de atender las necesidades de estos animales.»9

Los aborígenes: la clave para la gestión de la Tierra

Hasta hace muy poco la raza humana, ya sea en pequeñas comunidades nativas autónomas o en vastos imperios, funcionaron instintivamente dentro de fronteras naturales, no trazadas. Cuando estas antiguas civilizaciones desaparecieron, el medio forestal y natural continuó con su crecimiento. No dejaron basura, contaminantes ni residuos.

Así, las tribus aborígenes de Australia se movieron alrededor de su territorio para rastrear la disponibilidad de recursos necesarios. Su respeto por la flora y la fauna nativas implicaba el uso de técnicas que aseguraban su supervivencia.

Ellos gestionaban activamente sus tierras a través de los tradicionales sistemas de quema de rastrojos heredados de sus antepasados. Los aborígenes quemaban para cazar, para renovar los pastizales, para hacer más transitable su tierra y poder así viajar fácilmente a través de ella, para limpiar la tierra de la contaminación espiritual que quedaba después de una muerte, para crear cortafuegos usados más adelante en la temporada de sequía, y con una serie de propósitos cuyo único objetivo era «traer la vida a la tierra».10

También sentían un profundo respeto por los animales de sus tierras ya que, por ejemplo, cuando sacrificaban a un canguro para poder comer tenían en cuenta si el número total de canguros en un área específica alcanzaba una determinada cantidad.

Así que, hasta entonces, no podían tocar a los canguros, incluso si eso significaba quedarse con hambre y buscar algo más para comer. Su respeto general hacia las plantas y animales de la tierra era algo profundamente sagrado, se sentían responsables de cuidar y transmitir su legado en buenas condiciones a las generaciones venideras.

Conclusión

Hoy, sin embargo, el hombre tiene mucho más que ofrecer al mundo, intelectual y tecnológicamente hablando, en comparación con el pasado. A pesar de su superioridad en áreas como la ciencia y la tecnología, el medio ambiente sigue luchando y sufriendo. ¿Quién tiene el control sobre quién? ¿Por qué las tribus, clanes e imperios del pasado, con sus limitados recursos, tenían más control sobre el medio ambiente, y por qué, hoy en día, con todos los avances tecnológicos, la gente sigue luchando?

Lamentablemente, la armonía que el Profeta promovió entre el hombre y su medio ambiente se ha perdido. Para enfrentar los efectos de la contaminación química causada por los desechos industriales, la contaminación visual causada por la basura arrojada, la contaminación acústica causada por los sonidos innecesarios, y la contaminación causada por el desbordamiento de pensamiento inútil y desorganizado de información, tal vez sea hora de que la comunidad mundial en su conjunto, independientemente de la fe o trasfondo de cada uno, siga las enseñanzas del Profeta y solucione sabiamente la crisis medio ambiental actual.

La solución fundamental a estas crisis reside en el respeto de la humanidad a las leyes físicas y en la aceptación de las leyes espirituales diseñadas por Dios.

Sólo entonces podrá existir verdadera salud, felicidad, y curación.

Notas

1. Nursi, Bediuzzaman Said. 2008. The Gleams, NJ: Tughra Books, pág. 429.

2. Gülen, Fethullah. 1996. «The Nature We Have Destroyed», The Fountain, Nº 15.

3. Hadiz Musnad.

4. Bujari, Vol. 1, Libro 8, Nº 406.

5. Muslim, Libro 004, Nº 1126.

6. Worldometers, «World Statistics updated in real time», http://www.worldometers.info

7. Özdemir, Ibrahim. «Osmanlı Toplumunda Çevre Anlayışı» Türkler, edt. H.C. Güzel y K. Çiçek, Ankara: Yeni Turkiye Yayınları, c. 10. http://www.ibrahimozdemir.com/Makaleler/Osmanl%C4%B1ToplumundaCevre.pdf, Accessed 21 de Mayo de 2009.

8. Ibíd.

9. Ibíd.

10. Northern Land Council: Caring for the country, «Land Management» http://www.nlc.org.au/html/care_fire.html.

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