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sábado, 1 de agosto de 2020

Los “otros muertos” de López Obrador

Los “otros muertos” de López Obrador

Cuando el denominado “exceso de mortalidad” se actualice al mes de julio nos estaremos acercando a la “realidad histórica”

Facundo Rosas / Ex Comisionado de la Policía Federal / El Heraldo de México
Facundo Rosas / Ex Comisionado de la Policía Federal / El Heraldo de México
Aunque el Presidente de la República trate de deslindarse de su responsabilidad sobre los 57 mil 30 homicidios dolosos que ha generado su estrategia de abrazos, no balazos en materia de seguridad, todo parece indicar que los que se acumulen al 30 de septiembre de 2024 serán recordados como los muertos de López Obrador.
Sin embargo y aunque derivado de causas diferentes, existe otra cifra de 71 mil 315 fallecidos registrados de marzo a junio del 2020 catalogados por el gobierno federal como exceso de mortalidad, en la cual se incluyen las 27 mil 769 personas que perdieron la vida por los efectos del COVID-19 con prueba confirmatoria y aquellos que murieron sin habérseles realizado prueba alguna pero registraron síntomas similares a los provocados por el letal virus y además presentaban comorbilidades como diabetes, hipertensión y obesidad, así como cáncer y males de tipo intestinal.
A esta cifra de personas fallecidas por razones de salud y no como consecuencia de la violencia generada por los grupos delictivos, bien se les podría denominar los otros muertos de López Obrador, ya que se registraron durante su administración y son responsabilidad de lo que haya hecho o dejado de hacer como jefe del Estado mexicano, que dicho sea de paso está integrado por su población, territorio e instituciones, entre ellas las de salud.
Para dejar en claro de donde proviene el denominado exceso de mortalidad, basta restar el número de fallecidos estimados por razones de salud durante un lapso, que en este caso fue de 130,763 entre marzo y junio a los 202 mil 77 que fue la cifra total de personas que perdieron la vida en el mismo periodo, en esta ocasión correspondientes a 20 de 32 entidades federativas.
De ese tamaño podría ser el efecto de tanta contradicción en los mensajes de las autoridades federales y de las entidades con más contagios y muertes por COVID-19, así como de los eufemismos y la falta de acuerdos para consolidar un semáforo epidemiológico que no esté sujeto a interpretaciones que favorezcan a los funcionarios, pero perjudiquen a la población, con saldos tan funestos como los antes descritos. 
Cuando el denominado exceso de mortalidad se actualice al mes de julio y se hayan incluido los datos de las 12 entidades restantes, nos estaremos acercando a la realidad histórica, esa que desde el inicio de la pandemia ha permanecido oculta detrás del modelo Centinela y de las decenas de gráficas mostradas durante las conferencias nocturnas, que de tanto verlas ya no dicen nada o, mejor dicho, dicen lo mismo.
Misma realidad que al no conocerse en su justa dimensión ha dificultado aplanar la curvadomar la pandemia y salir del encierro que ayer cumplió 4 meses de duración y que parece no tener fin.
Mas allá de que el confinamiento se extienda y las actividades económicas no se reinicien en el corto plazo, lo difícil va a ser volver a la normalidad, esa que no será igual sino más difícil en términos de salud, seguridad y economía; por lo pronto el saldo indica que a los muertos a causa de la violencia se han sumado los de la pandemia, esos que por más que se niegue terminarán siendo los otros muertos de López Obrador.

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