1984, de George Orwell, es una novela que no ha pasado de moda; al contrario, está vigente señaló Hernán Lara Zavala a más de 71 años de su aparición.
Este tipo de novela, continuó, lo que causa es horror. “No se disfruta; más bien lo que aporta, como tantas veces lo hace el arte, una advertencia sobre algo que está cerca del lector, que puede complicar su existencia, y como a los personajes, finalmente, nulificarlos”.
En opinión del novelista 1984 no es un texto de una lectura. Es un libro que vale la pena leer y releer, toda vez que muchos asuntos se van perdiendo en la medida que se avanza en la trama.
En efecto, aclaró el académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, desde tiempos inmemoriales, ha habido, intentos de predecir los derroteros de la humanidad. Por ejemplo, Thomas Moro en Utopía, al hablar acerca de cómo debería de ser la sociedad. Esa es una utopía. En contraste, los peligros o las amenazas que se ciernen sobre el mundo: esa es distopía.
Según Lara Zavala, en el siglo XX se plantearon dos grandes distopías en la literatura. “Una de Aldous Huxley en Un mundo feliz, aunque su postura no es crítica sino un momento en que se industrializa el mundo. Una de las cosas interesantes es cómo se utiliza la droga para aumentar el placer de los seres humanos. En eso fue tal vez donde más acertó: la droga, ahora que es un problema mundial. Todos recurren a ella, de algún modo, ya sea para acelerarse o desacelerarse”.
La otra es 1984 de George Orwell (pseudónimo de Eric Arthur Blair. Motihari, nacido en Bengala el 25 de junio de 1903) es único porque tuvo el valor y la perspicacia de asomarse a los sistemas totalitarios de su época, participar en la guerra civil española y denunciar esa manera de ejercer el poder.
En la época de la posverdad, el lector puede ver que en 1984 hay instancias de un gobierno encargadas de manipular la información, borrar todo lo que le resulte “malo”. Este tipo de peligros son los que Huxley denuncia y lo hace de una manera eficaz.
Al reflexionar acerca de las principales cuestiones que aborda Orwell, Lara Zavala refirió el papel de Big Brother, la consciencia que siempre está espiando. “Siempre hay alguien viéndote: qué haces, qué dices o escribes”.
Además, el amor físico está prohibido. “Para tener una relación, Winston Smith, el personaje central y Julia tienen que esconderse en la clandestinidad; y cuando los descubren, los torturan. Esa tortura los hace traicionarse uno al otro”.
En 1984 la mayoría de la población responde al nombre de proles, el pueblo. “Se les considera como seres despreciables, con poca o nula importancia. El partido dominante ha tenido el cuidado de colocar pantallas en todo el país para ejercer un estrecho seguimiento de todos y cada uno de los ciudadanos”.
“En ese país funcionan cuatro ministerios: el de La verdad que se ocupa de falsear las cosas. El de La paz, el de El amor y el de La abundancia. Contra lo que uno pudiera esperar por esos nombres, cada uno de esos ministerios desempeña el papel inverso a lo que anuncia. Su función es estrictamente coercitiva, inquisitorial.
Winston Smith, el protagonista, compra un cuaderno donde empieza a anotar sus dudas y pensamientos en relación con el mundo en que vive, pero lo tiene que hacer a escondidas, debido a que los libros, incluso cuadernos están prohibidos.
Tiene rasgos de héroe; pero es un héroe vencido, sometido por el sistema y traicionado. Él también traiciona a Julia. Así lo concibió Lara Zavala en otra reflexión a propósito de la utopía (“El último hombre sobre la Tierra” Revista de la Universidad, noviembre de 2018): “El protagonista de la novela, Winston Smith, hombre inteligente y sensible, que colabora con el ministerio de La verdad y se convierte en un disidente”.
¿Un Héroe derrotado? Es que su intento de rebelarse finalmente se frustra y no solo eso sino que tiene que traicionar a Julia, quien a su vez lo traiciona. Eso es terrible porque era el último vestigio de recuperación humana.
El conte4xto de la trama es asfixiante. “La guerra es la paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia fortalece. La sociedad de INGSOC, como la llama Orwell, tiene algunos principios sagrados: el newspeak (reducir el lenguaje a su más mínima expresión), el double think (el doble mensaje), y the mutation of the past (la alteración de los hechos del pasado)”.
Este libro hay que leerlo como un aviso de no permitir que nuestras vidas sean dominadas porque Orwell sufrió un poco en carne propia el sistema de espionaje en la Guerra Civil Española. Al final, todo lo que él pudo percibir y sentir se ha hecho realidad.
1984 nos pone sobre aviso frente a peligros de la sociedad. Como ciudadanos comunes, tenemos que ser sensible para no caer en este tipo de manipulaciones que, en general, utilizan los gobiernos. En Estados Unidos, quienes lean 1984 pueden darse cuenta hacia dónde pueden ir.
“El castigo que reciben los protagonistas de 1984, Winston Smith y Julia, no es la muerte ni el exilio sino algo mucho peor: la mutua traición de uno al otro lograda a partir de la tortura a la que los someten en el cuarto 101…
“Mientras Huxley imaginó una sociedad adormecida de felicidad e incapaz de reacción alguna, Orwell se planteó un mundo movido por el terror. ¿Cuál de estos mundos será, en efecto, el que habite el último hombre sobre la tierra?”.
Desde la perspectiva de Miguel Ángel Quemain, vivimos en una sociedad orweliana. “1984 nos dio un vocabulario para nombrar algo que está en la atmósfera pero que no tenía nombre”.
Se conocía el KGB (Comité para la Seguridad del Estado, siglas en ruso), el Stasi (apócope en alemán de Ministerio para la Seguridad del Estado de la RDA). Había mecanismos de espionaje, micrófonos ocultos, correspondencia violada, escuchas, “los orejas” que surgen en Europa a mediados de los años 20 y continúan hasta el final de la guerra. Después se renovará el panorama del espionaje con la censura del macartismo, abundó el conductor de Primer Movimiento, programa de Radio UNAM.
“Sin embargo, el mundo que muestra 1984 está presente en todos los órdenes de la vida cotidiana. Hay un poder que puede ir más allá de las posibilidades de adoctrinamiento y de domesticación, de anestesia y de hipnotismo en las sociedades contemporáneas.
“Incluso puede ser que el libro sea un peligro de autoritarismo, fenómeno que está presente a finales de la guerra, cuando Orwell escribe la novela, uno de los libros con más citas y referencias en todos los ámbitos de la vida”, aseguró.
En cuanto a la popularidad de la visión orwelliana, el también novelista precisó: hay que recordar que Orwell pensó no sólo en Europa sino en Estados Unidos donde surgirá uno de los poderes censores más fuertes: el macartismo, donde la censura pende sobre las obras y los autores. Los libros son perseguidos como en la Inquisición, y de pronto entran en el mundo de la subordinación al poder, en la persecución de los sistemas totalitarios.
Creo que ahí está el gran hallazgo de Orwell: “darnos las palabras precisas para definir un orden ambiguo, confuso, difícil de definir, cómo se presentó el mundo de su época”.
La lección es una manera de vernos a nosotros mismos, insistió Quemain. Es tremenda. Después del Big Brother, la posibilidad de vernos, localizarnos y saber qué pensamos, qué nos gusta consumir, en qué gastamos nuestro dinero, se ha cumplido. Todos los estándares de control han crecido de una manera inimaginable.
“Ese es el peligro y lo vemos con pasmosa frecuencia. Estamos expuestos a que las campañas racistas, homófobas, sexistas, hagan desaparecer personas, que los homosexuales sean perseguidos, que los mexicanos y latinos sean asesinados. Esa es la capacidad que tiene ese Gran ojo de no escuchar, de cegar la vida de quienes considera prescindibles”.
Por lo que se refiere a la cuestión anecdótica, Quemain informó que 1984 iba a llevar como título “El último hombre en Europa”, que puede ser el precedente al Hombre sin atributos de Robert Musil. No obstante vuelve a la esencia de la trama:
“Están divorciados los actos y las intenciones, marcados por el eje de la sospecha, lo cual es una de las experiencias más tristes a las que se enfrenta la humanidad. Creo que la desconfianza es como un cáncer. Cuando se piensa que alguien está en contra me parece que la posibilidad de relacionarse se acabó”.
En los personajes de 1984, comentó, “no hay heroicidad sino resistencia porque no hay proyecto de cambio sino de preservar la identidad, conservarse a sí mismo como una posibilidad de ser, ser quién sea. Creo que más bien habría resistencia porque esta avasallado. Esta inspiración de Orwell en Yevgueni Zamiatin, resulta interesante.
Respecto a la opinión de algunos críticos e historiadores literarios, quienes aseguran que 1984, es plagio, el autor de Reverso de la Palabra consideró que ambas novelas tienen semejanzas. “Se requiere de una amplia cultura para ver el mosaico. Hay una parte escrita en alemán, otra en italiano, lo mismo en francés e inglés.
“Ver la literatura como un flujo en un mismo río resulta difícil, porque finalmente son literaturas porque ese río pasa por distintas ciudades. Unas están en llamas, otras heladas, otra más son armónicas. Creo que ver a la literatura en sus efectos en ese crisol es complicado. Al fin y al cabo es lo mismo. La perspicacia de los editores de publicar obras tan importantes es lo que le da ese poder a la literatura”.
Finalmente, el periodista cultural aceptó recomendar esta obra a los lectores jóvenes: “Lo que muestra la obra es una diferencia entre los actos y las dimensiones. Es el desafío a la juventud; entender que no todo lo que vemos es todo lo que está pasando. El sentido de las cosas no tiene que ver con su literalidad. Creo que es el desafío de esta obra para los jóvenes: no todo lo que brilla es oro y no todos los discursos de cambio son revolucionarios.
“Hay discursos de cambio que son conservadores y hay conservadores que son el respaldo de la tradición. A lo que invita este libro es a especular cómo una sociedad es capaz de perfilarse hacia el futuro.
“Hay que darnos la oportunidad de preguntarnos: ¿Cuánto podré durar siendo como soy? ¿A dónde llegaré al paso que voy? ¿Por encima de quién tendré que pasar? ¿Quién es capaz de pasarme encima si sigo actuando como actúo? Esas son preguntas que Orwell se hace de una manera extraordinaria”.
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