Libia y Siria: hacia una tercera posición sin equidistancias
Debemos construir un nuevo discurso que intente abarcar a toda la izquierda anti imperialista sin caer en la "teoría de los dos demonios" ni en los tópicos reduccionistas de "buenos" y "malos.
El Gran Oriente Medio A esta altura de los trágicos acontecimientos que se suceden en ambos países (con no pocos paralelismos) se hace necesario construir un nuevo discurso que intente abarcar a toda la izquierda anti imperialista sin caer en la "teoría de los dos demonios" niveladora y equidistante, ni en los tópicos reduccionistas de "buenos" y "malos".
Los sucesos en Libia y en Siria son lo suficientemente complejos y heterogéneos que han logrado, a través de los medios de comunicación occidentales, dividir a la izquierda global y transformarla en un nuevo Reino de Taifas donde cada uno tiene su posición con resultados a veces lamentables que se sumergen de lleno en la complicidad criminal organizada de la OTAN, consciente o incoscientemente.
Todo grave suceso es complejo. Pero en este siglo XXI y en esta sociedad de la información y las nuevas tecnologías, su complejidad es aún mayor por una simple razón: ahora se contempla con descarada nitidez lo que ayer se manipulaba sin canales alternativos abiertos. Y los poderes no lo ocultan, sino que lo redefinen con una inmensa legión de repetidores y reproductores de hegemonía, cuya vanguardia está en los medios y el lenguaje eufemístico.
La idea es básica: si mostramos los dientes afilados con cierta nitidez, logramos así en la práctica reproducir una "mentalidad de dependencia" que tiene por objeto disuadir a los pueblos de toda lucha, de toda batalla por considerarla imposible a la hora de poner en la balanza las fuerzas en juego y considerar las condiciones objetivas de cambio.
Es preciso poner en este tablero de ajedrez piezas clave para abordar los mismos, sin olvidar el ansia genuina de los pueblos por su libertad pero denunciando a aquellos que sí parecen formar parte de este diseño y que casualmente integran la cúpula dirigente (CNT en Libia y ciertos grupos opositores en Siria). A menudo no debemos obviar que un análisis que vaya más allá de la superficie de los slogans y las consignas, demuestra que no es extraño encontrar y terminar afirmando que algunos sectores de la sociedad y el pueblo que se manifiestan genuinamente, sean instrumentos de un diseño perverso y maquiavélico en la región que bautizaron por vez primera en el año 2003 desde la Administración Bush como "El Gran Oriente Medio".
La Administración Obama se diferencia de la anterior en una característica fundamental: esta última es más compleja pero no menos mortífera. Posee una visión a largo plazo en la que su objetivo es mantener la hegemonía de USA sin competidores en el horizonte. En esta estrategia, China y Rusia son fundamentales y es a través de esta nueva guerra fría que se libran todas las batallas que hoy estamos contemplando con preocupación y estupor, cuando no con indignación y humana rabia.
Al respecto y con abundante información y datos, resulta revelador el artículo de Thierry Meyssan (Director de Red Voltaire) "El Plan de desestabilización contra Siria".
Una posible caída del régimen oficial en Libia no haría otra cosa que trasnformar a un país en una base del AFRICOM y dependiente de las grandes multinacionales occidentales (incluída una alianza estratégica con el sionismo). Lejos de las repeticiones tópicas de los medios occidentales masivos (y hasta algunos alternativos) que muestran a un Gadafi aliado del imperialismo, la realidad en Libia en estos últimos 3 años la desmiente taxativamente y demuestra que no ha dejado nunca de ser independiente y poner sus condiciones aunque sí se haya abierto a Occidente por cuestiones de pragmatismo político.
El hecho de que USA esté bombardeando Libia no se debe tanto a una cuestión relacionada con el petróleo (no tiene allí negocios, como sí Europa) como a su estrategia de batallar allí donde se encuentran invirtiendo ingentes cantidades de dinero tanto China como Rusia. En el caso de África, China lleva una delantera que aumenta considerablemente y esto es para Washington un gran problema a resolver para mantener por otros 100 años al Imperio y su hegemonía.
Por otro lado, una posible caída del régimen oficial en Siria no haría otra cosa que debilitar enormemente a la resistencia más lúcida e implacable contra el sionismo, la organización libanesa Hezbollá. Implicaría cerrar fronteras de comunicación tan importantes en cuestiones de armamento defensivo contra las incursiones de Israel en su territorio (2006). No solo acabaría con la resistencia palestina que se encuentra en Damasco protegida por el régimen, sino que acabaría con la retaguardia antisionista tan necesaria para el Líbano como para Palestina. Además se aislaría cada vez más a Irán que es clave en la región y aliada estratégica de Rusia.
El hecho de que USA realice maniobras en el Mar Negro y acuse al gobierno sirio de violencia contra su pueblo forma parte de la estrategia diseñada, junto al sionismo, para dividir la zona y asestar un golpe a Rusia (aliada estratégica de Siria y también clave en la región).
El papel de Turquía parece ser el de una traición anunciada que tiene más que ver con sus intereses en la OTAN y su historia otomana que con la escena conveniente y aplaudida en Davos entre un Erdogan implacable y dignificador contra un Simon Peres demasiado tranquilo, acaso vislumbrando el futuro.
Mientras todo esto sucede, la Flotilla de la Libertad II leva anclas y pone dirección a la costa de Gaza para demostrar a quienes terminan resignándose al pesimismo de la razón, que la esperanza y la batalla que se abandona es lo último y la única que se pierde.
Sectores del pueblo organizado acaso empiezan a escribir las primeras líneas de la Historia del siglo XXI. En ellas ya se puede ver emerger un contrapoder global implacable, digno, humano y que lleva en su seno las ansias de justicia universal y justicia social. En ellos debemos depositar nuestras mayores esperanzas.
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