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domingo, 19 de junio de 2011

¿Llegó el fin de la supremacía del dólar?

¿Llegó el fin de la supremacía del dólar?
Un mundo con tres monedas de reserva parece una posibilidad que se aleja del terreno de las hipótesis y se acerca al de la realidad.

...Quienes devoran los editoriales y las cartas de las secciones de finanzas de The Wall Street Journal , The Financial Times o The Economist habrán detectado, en semanas recientes, un interesante debate emergente: un debate entre banqueros y economistas respecto de cómo se verá nuestro mundo si el dólar estadounidense perdiera su peculiar status como la única divisa de reserva para el mundo y se convirtiera, en lugar de ello, simplemente en una de tres de tales, junto con el euro y el renminbi chino.

El debate se vio agitado de nuevo por un documento del Banco Mundial, publicado el 17 mayo, sobre importantes cambios en los balances económicos globales, al llegar a ser media docena de países en desarrollo (como Brasil, Indonesia, Corea del Sur e India) importantes impulsores del crecimiento económico global y al tener los intercambios financieros entre estos países al dólar como la divisa de último recurso, avanzando hacia un régimen de reservas en tres monedas. Como sugirió The Financial Times ese mismo día, la era de la supremacía del dólar está llegando a su fin.

Este debate recibió mayor empuje por una serie especial en The Wall Street Journal del 2 junio (10 artículos, nada menos) sobre el aumento del músculo financiero de China, sugiriendo que, con el constante aumento en el valor del yuan (renminbi) y los enormes superávits de capital de China, podría alcanzar la categoría de divisa de reserva más bien pronto que tarde.

Ciertamente recibirá más atención porque la agencia calificadora Moody advirtió el 2 junio que pronto podría degradar la calificación crediticia del gobierno de Estados Unidos si no pone en orden el colosal déficit del país.

Esto llevó, predecible pero triste-mente, al ataque republicano contra el gobierno de Barack Obama por no haber reducido el gasto federal, y a las acusaciones de los demócratas de que la mayor parte del déficit ha sido causada por las fallidas políticas de cobrar impuestos y gastar de los gobiernos republicanos.

Todo este debate es inútil y pasa por alto los puntos importantes: el crédito de Estados Unidos está muy cuestionado; una más baja calificación significaría más altas tasas de intereses y el país podría estar perdiendo su excepcionalidad y verse sujeto a las difíciles pruebas crediticias a las que deben someterse todas las demás naciones y divisas. No es un buen panorama.

Imaginemos. Vamos a permitirnos, por el momento, suspender la incredulidad de que se materialice realmente este mundo de tres divisas de reserva igualmente poderosas.

Uno puede fácilmente adquirir un dolor de cabeza leyendo los muchos artículos escritos por expertos que demuestran que el billete verde mantendrá su posición debido a la especial posición de poder que tiene Estados Unidos en el mundo, por el papel del dólar como un refugio para las tormentas globales, por el extraordinario prestigio de la Reserva Federal y otros argumentos similares.

Vamos también a suspender el juicio sobre la realmente estúpida situa-
ción en que se ha metido a sí misma la Unión Europea por sus políticas incoherentes respecto a las sorprendentes deficiencias fiscales de algunos de sus más incompetentes estados miembro.

Quizá vaya a emerger, como pien-
sa el Banco Mundial, más fuerte en 
el futuro debido a su poderío en el comercio global y en el sistema de manufactura.

O quizá podamos olvidarnos de todos los problemas (muchos de los cuales manejados cabalmente por Beijing) que enfrentan las posibilidades del renminbi para convertirse en una divisa de reserva global plenamente intercambiable.

Vamos a hacer de cuenta, tan sólo por la discusión, que para 2025 los gobiernos, los bancos nacionales, los bancos privados, los corredores de divisas, las corporaciones multinacionales, las compañías petroleras y los individuos privados habitan en un mundo de más de una divisa de reserva en el cual colocar sus propias reservas de efectivo. ¿Qué pasa entonces? Lo que sigue tiene que ser tentativo y teórico, pero tiene el legítimo propósito de pedir a los lectores que imaginen un mundo con tres divisas de reservas y cómo se vería.

La transición seguramente no carecería de turbulencias fiscales, pues no hay caso alguno en la historia en que el sistema interno pase de una estructura a otra con suavidad y sin ganadores ni perdedores. Incluso los considerados ganadores –el euro y el renminbi, con su nuevo y mejorado status – podrían resultar perdedores en alguna forma, al hacer frente a ciertas responsabilidades internacionales enfrentadas por el Banco de Inglaterra durante un siglo y por el Tesoro de los Estados Unidos y la Reserva Federal durante casi 70 años.

Los grandes ganadores serían los corredores, aquellos ágiles operadores sin corazón que no tienen ninguna 
lealtad nacional, pero que pasan ca-
da segundo del día buscando ventajas marginales. Casi han destruido cualquier racionalidad en los mercados de commodities (materias primas al granel, como la soja). Por ejemplo, uno realmente no compra futuros de cobre porque produzca alambre de cobre, sino que lo compra para venderlo al día siguiente con una utilidad del 15 por ciento). Ellos pueden operar en contra de una divisa nacional y pueden enviar los precios mundiales de los productos hacia arriba y hacia abajo en un grado alarmante. Vaya fiesta que tendrán cuando haya tres divisas globales de reserva con las cuales jugar.

Además, ¿no habrían los gerentes sensatos del fondo de riqueza soberana de Dubai querer menos dependencia de una sola divisa? ¿No lo querría así el fondo de jubilaciones de los empleados del Estado en Noruega? ¿Qué me dice de otro billonario ruso? ¿Por qué no ampliar la apuesta y distribuir los huevos en más de una canasta?

Después de todo, las tres economías más grandes del mundo para 2025 serán Estados Unidos, la Comunidad Europea y China. ¿Por qué habría una de ellas soportar la carga de tener la única divisa de reserva?

Sólo alrededor del 61 por ciento de las divisas extranjeras de reserva están denominadas en dólares, y es un porcentaje que disminuye cada año.

Si todo esto ocurre para 2025, o 10 años más tarde, las consecuencias para Estados Unidos serán colosales.

Quizá será un alivio no soportar la carga de la divisa de reserva, tambaleándose como un cansado Titán. Pero la transición vendrá con un costo.

Desaparecerán los días en que 
Estados Unidos podía simplemente 
encontrar la forma de salir de sus enorme deuda imprimiendo muchos más dólares, como ningún otro país podía hacer.

¿Y los demás? El resto del mundo para entonces tendría otras opciones, y las agencias calificadoras de crédito podrían seguir bajando la puntuación del país, convirtiéndolo en uno más, que tuviera que (horror de horrores) adoptar las mismas prácticas de limpieza respecto de impuestos, gastos y déficit que Alemania o Suiza.

Podríamos también esperar cambios mucho más volátiles en el valor del dólar a nivel internacional, como han estado experimentando los británicos desde 1950, con gran incertidumbre para las industrias exportadoras norteamericanas. De hecho, las compañías multinacionales estadounidenses podrían ser las más rápidas en adoptar el sistema de tres reservas de divisas porque ¿de qué otra manera podrían sobrevivir?

La clara incapacidad de los políti-cos estadounidenses para pensar 
estratégicamente bien podría acele-
rar este nuevo, inestable y quizá nada amigable (para los Estados Unidos) orden mundial.

En suma, estos más bien oscuros y técnicos artículos en la prensa financiera pueden tener mucho más significado para el futuro de nuestro planeta que todo lo que emocionadamente se dice sobre el último iPod. Pues este último simplemente es una herramienta administradora. Pero las divisas son lo que hace que el mundo gire.

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