Los Códigos de Los Atlantes, Egipcios y Mayas
7. LA TEORÍA DEL CICLO DE LAS MANCHAS SOLARES
Este capítulo también apareció en La profecía de Orión; de todos modos, repetiré aquí parte de él, porque es necesario para comprender la decodificación de importantes números.
Los mayas, como así también los antiguos egipcios, eran adoradores del Sol. Toda su cultura se basaba en él y tenían toda la razón para ello, ya que el Sol otorga no sólo la vida sino también la muerte.
Las manchas solares son sorprendentes. Son áreas relativamente frías en la superficie del Sol, que parecen oscuras sólo porque el resto de la superficie solar es más caliente y, por ende, más brillante que ellas. Dentro de una mancha, la temperatura es levemente inferior a los cuatro mil grados, muy alta sin duda, aunque lo suficientemente baja para hacer que aparente mayor oscuridad debido al contraste con el entorno.
Esta temperatura más baja es causada por el fuerte campo magnético solar, que aparentemente es diez mil veces más fuerte que el de los polos de la Tierra. Este magnetismo detiene los movimientos de ascenso que, en otras regiones del Sol, transportan energía a la superficie. El resultado es que el área donde está situada la mancha recibe menos energía y, por lo tanto, tiene una temperatura inferior.
Una mancha solar es un fenómeno temporal. Las más pequeñas duran desde unas pocas horas hasta algunos días. Las más grandes pueden durar desde semanas hasta meses; algunas son lo bastante grandes como para distinguirse a simple vista. Las manchas solares aparecen y desaparecen de acuerdo con un ritmo determinado. En el comienzo de su ciclo, aparecen en las inmediaciones de los "polos" del Sol; en el transcurso lo hacen más cerca del "ecuador", y más tarde -normalmente justo antes del final del ciclo- la mayoría de las manchas aparece alrededor de los polos. Pero los ciclos no ocurren con regularidad: presentan altibajos.
Las manchas se producen en parejas. Los miembros de un par poseen campos magnéticos opuestos, como si se tratara de una gigantesca "herradura" en la superficie del Sol (obviamente, éste no es el caso).
Figura 33.
Gráfico del número de manchas solares desde el año 1680.
En el interior del Sol existen fuertes corrientes eléctricas que producen campos magnéticos.
Sabemos mucho menos sobre los ciclos de las manchas solares que los atlantes. Ellos las estudiaron durante miles de años, aplicando una teoría ¡que ningún moderno experto solar conoce! Sobre la base de esta teoría pudieron predecir con exactitud el comportamiento del Sol.
Como puede usted ver en este libro, los mayas y los antiguos egipcios poseían un conocimiento extremadamente preciso respecto del tiempo que la Tierra demora en dar una vuelta alrededor del Sol. Contando con semejante precisión, uno no tendría problemas para calcular el tiempo que tarda una revolución de los campos magnéticos del Sol.
Una vez que uno conociera este dato, podría develar después de una larga investigación el ciclo de las manchas solares. Así lo hicieron ellos y así deberemos volver a hacerlo nosotros. El problema es que contamos con una cantidad limitada de datos y es posible que no sean suficientes para adquirir el conocimiento teórico necesario para volver a calcular la fecha del final anunciado.
De todos modos, comenzaré por mostrarle la forma en que los atlantes lo lograron.
Teoría del sacudimiento de la Tierra
Los astrónomos y los físicos todavía no cuentan con una explicación para el ciclo de las manchas solares, pero los sacerdotes que estudiaron las "combinaciones matemáticas celestes" descubrieron algunos fenómenos.
Después de muy largos períodos de observación, se dieron cuenta de que las manchas solares atravesaban el ecuador en un tiempo promedio de 26 días. Más hacia los polos, el tiempo promedio se alarga. Descubrieron también que el tiempo requerido por las manchas solares para desplazarse de un punto a otro varía con el ciclo. Cuando se produce un mínimo, las manchas se mueven más lentamente por el Sol; por el contrario, durante un máximo, lo hacen más rápido. A partir de sus observaciones, postularon una teoría.
El código principal fue redescubierto en 1989 por el investigador Maurice Cotterell, quien empleó números enteros para los campos magnéticos del Sol: 26 días para el ecuatorial y 37 para el polar.
A partir de esos números, Cotterell encontró un ciclo magnético de las manchas solares de 68.302 días con relación a la Tierra. Todo esto está descrito en su libro The Mayan Prophecies [Las profecías mayas]. Empleó diferenciales y un programa de computación al que denominó "diferenciación rotativa". Simplificando un poco, Cotterell usó una comparación, que se basaba en una indicación al azar de los campos magnéticos del Sol y la Tierra con un período intermedio de 87,4545 días.
La elección se debió a que los campos polares y ecuatoriales del Sol completan un ciclo común cada 87,4545 días y regresan al punto de partida. Cotterell equiparó cada ciclo común con un bit.
El resultado fue sensacional: había un claro ciclo rítmico en el largísimo impreso de la computadora. Es necesario hacer hincapié en que ¡ningún astrónomo conoce esta teoría! Por eso ninguna persona sobre la Tierra tiene conciencia de los catastróficos efectos de una oscilación completa del campo magnético del Sol. Insisto: ningún científico "oficial" conoce esta teoría. Por eso las advertencias de los mayas y de los antiguos egipcios deben ser tomadas con mucha seriedad.
¡El hecho de que estuvieran al tanto de esta teoría es estremecedor!
"¿Por qué?", preguntará usted.
Bueno, no existe una fórmula matemática simple para calcular este ciclo. Gracias a papiros de más de cinco mil años de antigüedad, sé que los antiguos egipcios fueron capaces de resolver problemas matemáticos extremadamente difíciles; creo que los mayas debieron haber tenido las mismas capacidades. El siguiente sólo es un ejemplo de un problema difícil que los antiguos egipcios pudieron solucionar: el cálculo del volumen y la superficie de una semiesfera.
Este problema aparece en el papiro de Rhind, que se encuentra en Moscú; su antigüedad aproximada se calcula en unos cinco mil años y fue copiado de documentos aún más antiguos. Cuando analicé el problema, me quedé sin aliento.
¡No era tan simple! Tuve que recurrir a mi libro de matemáticas espacial para resolverlo. Una vez consultado el libro, ¡necesité incluso dos horas para refrescar la memoria y comprender el cálculo!
Figura 34.
Las velocidades de los campos magnéticos del Sol: 26 días en el ecuador y 37 en los polos.
Ésta es una prueba muy importante de que los antiguos egipcios sabían mucho más de lo que los egiptólogos están dispuestos a admitir. Más aún, gracias al desciframiento del Códice Dresden y del zodíaco astronómico egipcio, encontré evidencias de que tanto los egipcios como los mayas conocían la teoría del ciclo magnético de las manchas solares.
Esto es clara prueba de que pudieron llevar a cabo la tarea, incontrastable demostración de que ambos tenían un origen similar y de que fueron brillantes matemáticos y astrónomos, superiores por lejos a los científicos contemporáneos. Un ejemplo de ello es el hecho de que el campo polar del Sol es invisible desde la Tierra y sólo los satélites que orbitan alrededor del Sol pueden registrarlo.
El gran misterio es: ¿cómo descubrieron los mayas la velocidad de este campo? ¡Y tengo muchas otras preguntas similares!
En la vida de ambas civilizaciones, el ciclo magnético de las manchas solares era central y ello no es difícil de creer cuando advertimos que una gigantesca tormenta de Sol, surgida de la culminación de un ciclo de manchas solares, cambiará los campos polares ele la Tierra. La catástrofe resultante matará a miles de millones de personas, tal vez a toda la humanidad, debido a que enormes terremotos destruirán las plantas de energía nuclear y la Tierra se transformará en una gigantesca esfera radioactiva.
Estos pensamientos por sí solos deberían hacernos conscientes de la urgencia de desenterrar el Laberinto, donde todo el conocimiento está sepultado.
Conocimiento perdido y códigos redescubiertos
Muchos problemas encontrarán su solución en las habitaciones secretas del Laberinto. El cálculo del ciclo magnético de las manchas solares no es sencillo y requiere conocimientos específicos acerca del movimiento de la Tierra alrededor del Sol, nociones de matemática integral y medición exacta del tiempo; lo extraño es que los antiguos científicos poseían todas estas habilidades, pero debían mantenerlas en secreto.
Sólo los sacerdotes iniciados en los textos sagrados poseían ese saber; para los otros, todo estaba envuelto en misterio. Esto no facilita nuestra tarea. Detrás de cada número o carácter se oculta un código determinado, cuya interpretación requiere extrema paciencia y tenacidad. Sin esas cualidades no se podrán descifrar los importantes mensajes codificados, dada su complejidad.
Por otra parte, es interesante saber que siempre trabajaban con los mismos "números sagrados".
"Continúa intentando", parece ser el mensaje.
Mientras no poseamos los datos del Laberinto, ésta es la única forma de encontrar las respuestas. Si volvemos a calcular y efectuamos otros cálculos matemáticos sobre el ciclo de las manchas solares, encontraremos muchos mensajes codificados muy interesantes.
Divida el ciclo teórico de las manchas solares de Cotterell por los períodos de giro de los campos magnéticos del Sol; de esa manera encontrará el número de ciclos que atraviesan los campos magnéticos en un ciclo de 68.302 días o 187 años:
68.302 + 26 = 2.627 68.302 + 37= 1.846
Al restar estas cifras, se encuentra el número de veces que el campo ecuatorial se pone a la par del campo polar:
2.627 - 1.846 = 781.
Este resultado nos permite llegar a diferentes relaciones.
Para calcular el momento en que un campo se pone a la par de otro, realice el siguiente cálculo sencillo:
2.627 + 781 =3,36363636 1.846 + 781 =2,36363636
La explicación es la siguiente: cuando el campo polar ha dado 2,3636 giros, el campo ecuatorial se coloca a la par.
Éste ha descrito un círculo completo más, o 360 grados. Esto se produce exactamente después de 87,4545 días, y coincide con el ciclo calculado por Cotterell. Resulta sorprendente que en ambos campos se produzca el número infinito 0,36363636.
Aquí se encuentra el origen de los 360 grados:
Cuando aprendí matemáticas no entendía por qué un círculo consiste en 360 grados y no 100. Al observar estas cifras, la propiedad se hizo clara: ¡ya que se origina en el cálculo del ciclo de las manchas solares!
Otra decodificación explicaba que los antiguos egipcios y los mayas calcularon la diferencia entre los grados que los campos recorrían (360) y la emplearon en el ciclo de precesión, que duró 25.920 años (25.920 = 72 x 360). ¡Esto prueba sin vacilar el origen de los 360 grados!
Después de un ciclo de 87,4545 días se produce una diferencia de 360 grados. Ocho de esos ciclos forman un "mini ciclo", según los cálculos de Cotterell. Un miniciclo da como resultado el siguiente número de grados: 360 x 8 = 2.880.
Esta cifra aparece en diferentes cálculos y es una parte esencial de los mismos. Aquí encontrará el origen de este número.
Empleando el valor de los tiempos respectivos entre los cataclismos precedentes y con la ayuda del número 2;880, ¡es posible calcular el ciclo sótico!
Más adelante, la serie infinita 0,3636363636 aparece varias veces en el Códice Dresden y se convertirá en un número de código crucial de Venus. También resulta que esta cifra se relaciona con cálculos aún más complejos.
Números de código multiplicados por 36 dan nuevas combinaciones que conducen a más revelaciones del Códice Dresden y del zodíaco egipcio.
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8. CATÁSTROFES, TORMENTAS SOLARES Y LA PRECESIÓN DEL ZODIACO
Este capítulo es enormemente importante porque muestra un indiscutible vínculo matemático entre el ciclo de las manchas solares y la precesión (corrimiento) del zodíaco. Hacia dónde nos conduce esto lo sabrá usted enseguida, pero primero observemos algunos breves cálculos matemáticos, no demasiado difíciles.
Ya los hice varias veces y no me produjeron un colapso mental, de modo que no debe asustarse. Encontrará varios números notables, que no pueden ser ignorados. Antes de comenzar necesitamos recordar que cada campo magnético del Sol posee una velocidad de órbita diferente. En los polos, la rotación es más lenta que en el ecuador: el campo ecuatorial rota sobre su eje en 26 días, y el polar, en 37.
Después de 87,4545 días, el campo ecuatorial, más veloz, se pone a la par del campo polar; durante ese período el primero ha viajado 3,363636 círculos, y el segundo, 2,363636. La diferencia es exactamente un círculo o 360 grados.
"No es tan difícil", me imagino que está pensando.
Entonces, podemos seguir adelante. Si leyó el capítulo relativo a la interpretación del código del zodíaco en La profecía de Orion, entonces sabrá que la Tierra se desplaza 3,33333 segundos en el zodíaco cada año.
Ahora habrá que multiplicar ese número por sí mismo:
3,33333 x 3,33333 =11,11111
Este es el promedio de duración de un ciclo de manchas solares. Cada once años, el ciclo asciende y desciende, va de un punto alto a uno bajo. Una vez más, no se trata de una coincidencia. En cálculos posteriores logré interpretar varios códigos con este número, lo que probó que mi investigación iba por el camino correcto.
Al multiplicar este significativo número por el número de ciclos de rotación de los campos magnéticos solares encontré los siguientes resultados sorprendentes, y quiero expresar precisamente eso, verdaderamente sorprendentes:
3,363636 x 11,11111 = 37,37373737 2,363636 x 11,11111 = 26,26262626
En realidad, los períodos de las rotaciones vuelven a aparecer, pero en sentido inverso si se comparan con el número de círculos recorridos; hay dos series infinitas de 37 y 26.
Los lectores a los que les gusten las matemáticas advertirán lo siguiente: esto significa que, si uno conoce el período del campo magnético del ecuador, ¡puede calcular la velocidad del campo polar mediante el cuadrado del número de la precesión! Y, por supuesto, podrá hacer lo mismo de la manera inversa.
Es una extraordinaria relación matemática, donde la coincidencia no existe.
Repito: no existe. Forma parte de un "Plan Maestro", un programa de computación muy sofisticado, que derrota al software más moderno por su belleza y complejidad. No es posible ignorarlo.
Simplemente trate de hacer algo así. Este es su punto de partida: incorporar los dos campos magnéticos del Sol, que son las piedras angulares para edificar el ciclo de las manchas solares, con su período promedio. Si le pidiera esto a un astrónomo, lo miraría con desesperación; no respondería la pregunta y, lo que es peor aún, no podría darle un modelo matemático, ¡porque no conoce las fórmulas que los mayas y los antiguos egipcios sí conocían! Estas series de complejos datos astronómicos son sorprendentes.
Prueban sin lugar a duda la inteligencia de quienes crearon aquellas teorías. Del mismo modo en que el descubrimiento de la piedra de Rosetta condujo al nacimiento de la egiptología, esta forma de decodificar provocará una revolución en el conocimiento de la antigüedad. Es un vínculo crucial para la existencia de nuestra civilización. En cierto modo, estos números pertenecen a la numerología esotérica. Como podemos observar, son números esenciales, que se pueden procesar para encontrar unidades básicas, y cuando éstas a su vez se procesen, ¡nos llevarán a los mismos números!
Los números relevantes son una metáfora del desastre catastrófico previamente calculado que asolará a la Tierra. Constituyen el fascinante clímax de una investigación acerca de las causas del corrimiento de los polos, el desplome de los cielos, la destrucción ele la Tierra, los animales y la gente.
Reunidos en un simbolismo esencial, su supuesta simplicidad oculta una enorme complejidad mitológica, religiosa, científica y matemática. Pero la cosa no se detiene aquí. Aparentemente, el descubrimiento de que el campo ecuatorial del Sol rota cada 26 días fue sencillo de hacer. Calcular la rotación del campo polar resultó mucho más difícil debido a su invisibilidad desde la Tierra; por esa razón ocultan el código secreto del campo polar en el número de la precesión.
La prueba es la siguiente:
11,11111 x 3,3333 = 37.037037037037
No es una coincidencia que aquí encontremos una serie infinita de 37.
Una vez más, se pueden descubrir otras relaciones entre el corrimiento del zodíaco y el magnetismo solar. Si lo logramos, obtendremos la prueba ele los anunciados y efectivamente acaecidos hechos que destruyeron la Atlántida y, al mismo tiempo, tendremos más evidencia de lo que va a suceder en el año 2012.
Los atlantes no ignoraban que un gigantesco cortocircuito en el Sol produce enormes erupciones. La onda electromagnética generada es tan poderosa que desintegrará el campo magnético de la Tierra. Una vez que esto se produzca, ¡el planeta comenzará a girar en dirección contraria, invirtiendo el orden en que vemos las constelaciones del zodíaco!
Con el propósito de describir este acontecimiento, los atlantes buscaron una relación matemática entre ambos fenómenos. Nosotros la revelaremos juntos usando el campo de rotación de los campos magnéticos del Sol: 26 y 37 días. Luego calcularemos el número de grados que cada campo recorre en un día.
Al dividir el número de grados de un círculo por esas cifras, obtenemos lo siguiente:
360-26= 13,84615385 360-37= 9,72972970
Dividamos ahora el ciclo de precesión por estos resultados:
25.920 + 13,84615385= 1.872 25.920 + 9,729723730 = 2.664
Observemos estos números con una mirada más atenta. El primero ya es significativo, puesto que 18.720 no sólo es un número muy importante entre los mayas, sino también ¡el período más corto del zodíaco egipcio!
Además, encontré estos números varias veces en mis cálculos. La exactitud de esta sencilla operación aclara todas las dudas pendientes, pero esto no es todo todavía. Posteriormente 2.664 será indicado como un número de código esencial en el Códice Dresden. Dicho de otro modo: podemos recuperar dos números de código maya ¡haciendo un cálculo sencillo con números provenientes del zodíaco egipcio!
Esto indica que deben tener el mismo origen. Al profundizar en este descubrimiento, pude decodificar otros datos importantes. La omnipresencia de los números simbólicos usados por los mayas y los egipcios no es fortuita sino que demuestra una extraña pero comprensible similitud. Los números son la síntesis de una civilización superior que se confrontó con el fin de su tiempo, dioses matemáticos que incorporaron inteligentemente sus mitos y sabiduría en una gran idea que se convirtió en una fuente de conocimiento científico perturbadoramente exacto.
Me quedé sin aliento. ¿Qué otros descubrimientos había por delante?
Hallar la precesión requiere conocer que existen dos puntos en un año donde el día y la noche son iguales: el 20 de marzo y el 22 de septiembre. Las investigaciones indican que los mayas y los egipcios lo sabían porque varios templos fueron construidos en el lugar en donde el Sol nacía en el horizonte, al comienzo de la primavera.
La solución del enigma que trato de revelar se encuentra allí.
El ciclo de precesión es una majestuosa maquinaria de extraordinaria complejidad; por eso el conocimiento del cosmos que poseían tuvo que ser enorme, y el de las matemáticas, asombroso. Sabían que transcurren 72 días antes de que el Sol se corra un grado sobre la eclíptica; y éste es un cálculo notablemente exacto, según los astrónomos contemporáneos. Únicamente una ciencia matemática y astronómica de grado muy avanzado puede generar semejante precisión.
Me hice las siguientes preguntas:
¿Era posible que códigos secretos se encontraran ocultos detrás de esos números?
¿Los sabios iniciaron esta codificación en los números encontrados arriba?
¿Habían codificado su tradición de manera tan brillante que únicamente quien estuviera dotado de una perspectiva científica podría reducir la compleja información matemática a un modelo comprensible?
Lleno de sobrecogimiento, comencé a hacer los cálculos y pronto fue evidente que mi intuición era correcta:
1.872 = 72 círculos de 26 días 2.664 = 72 círculos de 37 días
Estoy completamente seguro de que usted se sorprendió al observar el número 72.
Al multiplicarlo por el período de los campos magnéticos solares (polar y ecuatorial), da por resultado los números consignados, los cuales aparecen con tanta frecuencia que resulta imposible ignorarlos. Aquí tropezamos con la esencia y, sin lugar a la más mínima duda, es evidente que los egipcios deliberadamente incorporaron esas cifras en sus cálculos.
¿Por qué?
Un estudio profundo del texto de Albert Slosman sobre la catástrofe precedente me dio la respuesta a esta apremiante pregunta:
¡Aha-Men-Ptah se corrió 72 grados en el zodíaco después de la hecatombe!
Esta vinculación entrenúmeros básicos del ciclo de las manchas solares y el zodíaco había sido creada con una finalidad, pues ellos son la respuesta matemática (y, por ello, temiblemente realista) a visiones apocalípticas de erupciones volcánicas, enormes terremotos, eras glaciares y olas gigantescas.
"Qué solución brillante, qué lógica de otro mundo", me dije.
No me cansaba de pensar en esto. ¿Era un mensaje telepático a través de las nieblas del tiempo? Algo me decía que era así y había muchas cosas por encontrar detrás de esos números provenientes del pasado remoto. ¿Sería capaz de convocar esos recuerdos? ¿Podría descifrar con mayor amplitud los códigos que ocultaban estos mensajes olvidados?
Miré los números con un interés renovado y, después de un breve pero intensivo análisis, fui recompensado con el éxito (los lectores interesados en las matemáticas encontrarán la evidencia en la Parte V).
Reste el número del ciclo de las manchas solares (véase el capítulo anterior) a los valores calculados:
1.872 - 1.846 = 26
2.664 - 2.627 = 37
¿Qué hemos encontrado?
Una relación directa entre el magnetismo solar y el corrimiento del zodíaco. Se trata de una ciencia extremadamente desarrollada, que excede a la ciencia actual. Detrás de todo existe una mano servicial que trata de advertirnos y los responsables de ello fueron científicos asombrosamente inteligentes. Esta relación no es producto del azar sino que existe un vínculo directo entre los dramáticos períodos de tiempo que se producen en la Tierra.
Desde la década del setenta se sabe que el ciclo de precesión está estrechamente ligado con el comienzo y el fin de las eras glaciares. Los descubrimientos previamente mencionados son la evidencia de que los atlantes tenían un nivel de conocimiento más alto, ¡hace más de doce mil años!
Hallaron, al igual que los científicos actuales, que una variedad de causas produjo las eras glaciares y se enfrentaron con ello el 2 de febrero del año 21312 a.C; aquel día, la Tierra giró 72 grados y la Aha-Men-Ptah subtropical ("Primer Corazón de Dios") en pocas horas fue parcialmente cubierta por lo que en ese momento era el Polo Norte, tragedia a la que luego sucedió un maremoto.
Los sobrevivientes se reagruparon en la zona del continente que siguió siendo habitable y decidieron crear un centro astronómico, el "Círculo de Oro" y durante miles de años los mejores científicos estudiaron los cielos. En 10,000 a.C, los habitantes de la Atlántida estaban tan seguros de la correlación entre el campo magnético del Sol y los terribles sucesos que mencionamos antes, que decidieron comenzar a planear un éxodo, cuya preparación les llevó doscientos ocho años.
Mayas y egipcios, como descendientes de los legendarios atlantes, predicen una catástrofe similar, pero más violenta aún, para el 21 y 22 de diciembre de 2012.
¿Qué calcularon?
Después de doce mil años, ¡habrá una inversión gigantesca del campo magnético del Sol!
Cuando esto suceda, increíbles llamaradas escaparán de su superficie, cientos de miles de millones de partículas llegarán a los polos terráqueos y los "incendiarán". A causa de la corriente continua de electromagnetismo, el campo magnético de la Tierra se sobrecargará, se generarán fuerzas eléctricas desconocidas; y cuando los polos estén llenos de auroras provenientes de las partículas que caen, lo inevitable va a acontecer: el centro electromagnético más profundo de la Tierra se recargará y estallará.
Y entonces, ¡pum! ¡Se invertirá el campo magnético terrestre y nuestro planeta comenzará a girar en sentido contrario!
Del mismo modo que una dínamo que empieza a girar en sentido contrario, ¡el Polo Norte se convertirá en el Polo Sur y viceversa! ¡Y nuestra civilización entera será destruida!
Llego a la conclusión de que en la Atlántida se descubrieron varias relaciones muy perturbadoras entre el magnetismo solar y el corrimiento del zodíaco. Los científicos modernos saben que el mismo fenómeno pondrá a la Tierra en un terrible riesgo.
Por esa razón, ignorar tales mensajes equivale a un suicidio, ya que, si no se toman precauciones urgentes, casi todos morirán en el transcurso de esos acontecimientos y, sobre todo, los sobrevivientes no contarán con computadoras ni máquinas en las cuales confiar para recoger los pedazos y rearmar la vida tal como la conocemos.
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9. EL ORDEN EN LOS CAÓTICOS CAMPOS MAGNÉTICOS DEL SOL
El magnetismo es el poder más extraño y menos comprendido del universo. Su radiación es observable en todas partes, incluso en los lugares más aislados del espacio inconmensurable.
Todo el mundo sabe que la aguja de una brújula funciona como si un poder misterioso la tironeara hacia un determinado lugar. Para muchos, se trata de un hecho incomprensible y tal vez atemorizante. Cuando jugarnos con dos imanes, vemos también que suceden cosas que sólo en parte podemos explicarnos. Los polos similares se rechazan y los contrarios se atraen.
Si colocamos algunos filamentos de hierro alrededor de un imán, aparecerán muchas clases de líneas que ilustran los campos de fuerza. Más aún, todos saben que una dínamo crea electricidad cuando los imanes que se encuentran en el interior giran. Estoy seguro de que hasta aquí usted ha podido seguir la argumentación sin ningún problema; muchos de nosotros hemos jugado con imanes y hemos visto su enigmático poder.
A partir de ahora las cosas se complican un poco más. Sólo unos pocos de mis lectores estarán enterados de que en el universo se encuentran imanes de grandes dimensiones: grandes sistemas estelares que colapsan y encuentran un violento fin en feroces convulsiones. Son los denominados "quásares". En mi libro Una nueva dimensión del espacio tiempo, podrá usted hallar una explicación, pero no necesita ir tan lejos para encontrar visiones apocalípticas relacionadas con el magnetismo.
Cósmicamente cerca, aunque a miles de millones de kilómetros de distancia, se encuentra rotando un gigantesco campo magnético. Probablemente alce la vista con asombro, pues no se trata de algo fácil de entender.
¿Qué podrá ser? ¿Es un pulsar o una estrella que colapso? No, por supuesto que no.
Pero, entonces, ¿qué es?
La respuesta es: ¡nuestro Sol!
Muchos de los lectores se sorprenderán y formularán las siguientes preguntas:
"¿Nuestro Sol tiene un campo magnético colosal? ¿Cómo es posible? ¡Creí que era débil! ¿Qué es lo que quiere decir exactamente?".
Bien, estimado lector, todo depende de la definición que adoptemos.
Según los científicos, el campo magnético de la Tierra tampoco es tan fuerte, pero, cuando pensamos en esto con más detenimiento, llegamos a la conclusión de que este punto de partida es erróneo. De hecho, cuando medimos la fuerza del campo magnético de nuestro planeta, no nos impresiona demasiado, pero si en cambio observamos su tamaño total llegamos a cifras sorprendentes y nos damos cuenta de que es una estructura colosal.
El Sol tiene dos campos magnéticos igualmente aterradores; sin embargo, los astrónomos no lo comprenden así y le prestan muy escasa atención a esto, haciéndonos creer que "desde el punto de vista cósmico, el campo magnético solar es muy débil".
Esto es sin duda una gran tontería. Si nos acercamos más al Sol con un teleobjetivo, veremos un inmenso campo magnético en rotación. Y si observáramos el campo del ecuador desde una nave espacial, nos abrumaría la imagen que se generaría en nuestra retina: ¡el campo ecuatorial del Sol gira sobre su propio eje a la increíble velocidad de siete mil kilómetros por hora! Y arrastra junto consigo abigarradas masas de materia.
Es un trompo gigante, ardiente, y las llamas solares atormentan su superficie. Si proyectáramos la Tierra en una pequeña llama solar, sólo la detectaríamos como un alfilercito en medio de toda esa violencia.
¡Los poderes magnéticos del Sol no parecen ser de este mundo!
El magnetismo y el ciclo de las manchas solares
Hace miles de años, los predecesores de los egipcios y de los mayas descubrieron los poderes del magnetismo solar. Sabían que oscuros acontecimientos se ocultaban detrás del fenómeno.
Una mayor investigación ayudó a los antiguos científicos a descubrir que el campo de rotación solar se devana como un ovillo, como una lucha entre poderes contrarios. Por un lado, la gravedad trata de unir toda materia, mientras, por otro, los poderes magnéticos luchan contra ella. Durante once años, estos poderes opuestos logran equilibrarse entre sí y conviven pacíficamente.
Sin embargo, cuando comienza a producirse inestabilidad, las fuerzas se liberan de una manera potente, impresionantes llamas atormentan la superficie del Sol en el pico más alto del ciclo de las manchas solares.
Éste fue el primer elemento de la investigación. Más aún, los antiguos científicos vieron que la velocidad del campo ecuatorial solar se elevaba a veintisiete o veintiocho días, visto desde la Tierra.
En el propio Sol era de veintiséis días, pero, dado que la Tierra gira a su alrededor, aparentemente es de veintisiete o veintiocho días.
Figura 35.
A un promedio de 11.500 años, los polos terráqueos se invierten,
lo que significa que el Polo Norte se convierte en el Sur.
Ningún científico de la Tierra conoce en la actualidad por qué sucede esto
ni tampoco posee indicios acerca del poder enormemente destructivo de este cambio.
Sin embargo, en un tiempo remoto, la Tierra estuvo gobernada por una civilización altamente desarrollada,
que reveló los secretos escondidos en el corrimiento de los polos.
Ahora nos toca a nosotros volver a descubrir ese conocimiento.
¿Cómo pudieron determinarlo? Sencillamente mediante el conocimiento de las matemáticas y la velocidad de las manchas solares.
Cuando un máximo solar se encuentra cerca, aparecen superficies más oscuras en el Sol. Allí, el campo magnético resulta perturbado, lo que hace que esas áreas sean algo más frías que el entorno.
La temperatura más baja hace que parezcan más oscuras que el resto de la superficie; de esa manera los antiguos científicos pudieron seguir con facilidad la velocidad de esas "regiones oscuras". Con esto se apuntaron una segunda victoria en el camino hacia un mayor conocimiento, pues su tarea era encontrar una relación matemática entre esos hechos cósmicos y las catástrofes que cíclicamente afligían a la Tierra.
Aún más que eso, buscaban calcular con anticipación la siguiente calamidad, pero ¿cómo? ¿Cuál era el trasfondo físico de las traumáticas erupciones que amenazaban a la Tierra cada tantos milenios?
Cuando observaron el Sol, lo que vieron fue un conjunto caótico de manchas, erupciones, llamas, campos magnéticos, superficies interconectadas, etc. ¿Por dónde empezar? Su conocimiento de la física era muy limitado, sólo contaban con algunos conceptos básicos y no tenían noción de que el Sol era una enorme estufa nuclear, activada con energía de fusión. Por otro lado, eran excelentes en matemática; con este instrumento tenían que encontrar una solución.
Ya habían resuelto gran cantidad de problemas: las fases de la Luna y las estaciones, entre otros.
Fueron capaces, por ejemplo, de explicar los eclipses solares por la posición geométrica de la Tierra, el Sol y la Luna, que, en un determinado momento, se ubican en la misma línea; esto se debe a la regularidad con la que dichos cuerpos giran unos alrededor de los otros trazando trayectorias definidas. Las cosas ocurrían porque existían modelos científicos.
Pero ¿qué sucedía con aquellos eventos repentinos en el Sol? ¿Cuál era el encadenamiento causal que se ocultaba detrás de ellos?
Empleando la lógica, dedujeron que los terremotos eran el resultado de la acumulación de tensiones en la corteza terrestre. Por supuesto, su conocimiento sobre el tema tenía muchas lagunas, pero creyeron que se podría aplicar al Sol. En algún lugar debía existir una causa natural que, suficientemente investigada, podía ser descripta con exactitud con ayuda de la matemática.
Esta fe se convirtió en una fuerza directriz: cada erupción descomunal del Sol era producida por un hecho augural. Sin embargo, no ignoraban que debían describir una red más compleja de influencias, íntimamente correlacionadas: una tarea totalmente imposible. Más aún, se producía una interacción continua entre las numerosas y diferentes partes: una multitud de fuerzas y campos. ¿Cómo podían encontrar algo útil allí?
Lo que veían era inconmensurables poderes magnéticos que luchaban y se mezclaban en desorden en una bola de rayos, tormentas y truenos solares, algo semejante a una visión apocalíptica de la cuenta regresiva del Juicio Final. ¿Dónde podrían encontrar la lógica, la proposición que describiera todo eso? La presión de las autoridades, a pesar de todo, era enorme.
Si bien podían comprender sólo una parte de la totalidad, detrás tenía que existir un mecanismo superior, algo que gobernase a todas las demás cosas y con cuya ayuda tal vez pudieran predecir el violento futuro del Sol y sus repercusiones en la Tierra.
Como resultado, aquellos antiguos Einstein comenzaron a imaginar un campo magnético cambiante alrededor del Sol, un orden geométrico que, una vez que alcanzase una fase crucial, generaría un oscuro "cortocircuito". El campo enloquecería y luego moriría de muerte violenta en una descomunal tormenta solar. Y poco después esto haría que el campo magnético de la Tierra se invirtiese, provocando una gigantesca catástrofe para todos los seres vivientes. Los sumos sacerdotes se dieron cuenta de que el futuro pendía de un hilo tan frágil como la Tierra ante la estallante violencia del Sol.
Por ende, tenían que encontrar la respuesta a esta pregunta imperativa: ¿cuándo cambiará el campo de rotación deí Sol el ciclo de la vida y la muerte en la Tierra?
La búsqueda de la primera teoría del caos
Después de haber estudiado durante miles de años el ciclo de las manchas solares, extrajeron algunas conclusiones importantes.
Dedujeron lo siguiente:
La velocidad de las manchas solares aumenta un poco una vez que se ha alcanzado el punto más alto del ciclo, por lo que debe existir una relación entre la velocidad del campo magnético y el propio ciclo de las manchas solares.
El promedio de velocidad del campo ecuatorial del Sol asciende a 26 días (considerado desde la Tierra, entre 27 y 28 días).
A mayores latitudes, el promedio disminuye gradualmente: a 35 grados del ecuador, llega a 26,5 días y a los 45 grados es aún menor, 26,9 días. Por encima de estas latitudes es bastante difícil determinar la velocidad porque ¿allí casi no se producen manchas solares! Entonces les era imposible medir velocidades menores.
Después de alrededor de 3.840 y 7.680 años se produjeron explosiones solares grandes aunque no destructivas.
Los teóricos tenían que resolver este problema, pero ¿qué debían buscar? ¿Qué extraño fenómeno constituía la base de esto?
Era de máxima importancia saber cuándo y bajo qué circunstancias el Sol volvería a estallar. Más aún, debían mostrar que no implicaba la etapa final sino la creación de un nuevo Sol. Su poder debía ser tan grande que anulara todas las demás manifestaciones visibles.
Figura 36.
En los templos de la Atlántida,
buscaron diligentemente los secretos de los corrimientos polares.
La respuesta condujo a una gran revolución en los albores de la física.
Los antiguos científicos sospecharon que el Sol sostiene su masa empleando la inmensa presión de gas y fuerzas electromagnéticas de sus humeantes entrañas, pues de lo contrario se desplomaría. Eso era bastante claro. Más aún, a menor escala era posible observar una rápida desorganización, como turbulencia y explosiones; sin embargo, las manchas solares permanecían estables, girando constantemente, imperturbables ante el caos que las circundaba.
Dicho de otro modo: se encontraban en un estado de caos estable. En el ínterin, los sumos sacerdotes pudieron resolver ecuaciones lineales. Mas ¿cómo se puede describir la estabilidad en un todo caótico? ¿Cómo era posible que el caos fuera generado por un comportamiento regular?
Era un problema inmenso.
En el científicamente incomparable laberinto de esta civilización altamente desarrollada trabajaban teóricos brillantes que comenzaron a encontrar su camino en este caos. Matemáticos y físicos buscaron la correlación entre todos los diferentes tipos de anomalías que pueden verse en la Tierra. Observaron el desorden de la atmósfera, la turbulencia marina y otros elementos irregulares de la naturaleza.
Partiendo de este desorden fueron capaces de crear fórmulas matemáticas que describieran pautas complicadas. La búsqueda fue exitosa. Vieron ritmos en las olas de los ríos, que competían entre sí, olas que se absorbían mutuamente, separando superficies y capas fronterizas.
Vieron turbulencias y series de vórtices, y entendieron que se trataba de irregularidades dentro de una corriente continua pues, a pesar de sus patrones caóticos, los ríos continuaban fluyendo.
Cuanto más alto, más lento
Al observar el Sol vieron los mismos patrones caóticos que habían visto en los ríos: una corriente lineal que se volvía turbulenta.
¡Allí estaba la solución del enigma que durante tanto tiempo habían tratado de resolver! Por eso, comenzaron a pensar con mayor ahínco aún en él cambio de velocidad del Sol.
Sin ninguna duda, este cambio era la prueba de que el Sol no era sólido como la Tierra, en la que todos los puntos de la superficie rotan a la misma velocidad; debía existir una esfera que giraba en el centro del Sol y que arrastraba consigo las capas de nubes circundantes. La fuerza llega al máximo en el centro del Sol, donde la velocidad de rotación es consecuentemente más rápida.
Cuanto más arriba del centro, menor es el efecto.
Con tales pautas de turbulencia y de vórtices, esta conclusión es, de hecho, bastante fácil de comprender. Por lo tanto, en un sentido general, este descubrimiento debió ser de una importancia decisiva, un avance fundamental en su pensamiento y en su búsqueda de orden en el caos. Habían aprendido que los sistemas simples, como un río, podían mostrar un comportamiento complejo y que eran leyes simples las que gobernaban sistemas complejos.
Gradualmente, advirtieron que el caos, archivado en un ropero durante mucho tiempo porque parecía demasiado caprichoso, ofrecía un camino nuevo para resolver antiguos hechos. Había llegado entonces el momento de que ellos hicieran sus presuposiciones en la búsqueda de cosas que no podían ver. Sus mejores teóricos sabían que, cuanto más arriba observaban, menor era la velocidad del Sol.
También se habían dado cuenta de que, a mitad de camino entre el ecuador y la parte más alta del Sol, las manchas desaparecían bruscamente y ¡ya no era posible verlas!
"¿De qué forma evoluciona la velocidad?", se preguntaron.
Fue la peor crisis con la que se hubieran enfrentado y torturó los límites de su conocimiento de la naturaleza y de lo que percibían como sobrenatural.
Las ideas permanecieron girando en sus cabezas.
¿Qué fuerza hacía que el Sol se lentificara en sus polos?
¿Y hasta qué punto disminuía la velocidad?
¿Existía una correlación con los eventos acaecidos en la Tierra precedentemente?
Con renovado coraje comenzaron a hacer cálculos. La velocidad promedio del campo ecuatorial del Sol ascendía a 26 días; esto lo sabían, pero ¿cuál era la del campo más alto, que no podían ver? Sobre la base de la tasa de descenso de velocidad que conocían, en todo caso tenía que ser de más de 30 días.
Cuánto más, sólo podían conjeturarlo.
Por eso pusieron a trabajar en este enigma a los mejores matemáticos. Tal vez hasta podrían hallar una correlación con la futura súper tormenta. El hecho es que un matemático brillante había encontrado una posible relación entre los campos magnéticos del Sol y de la Tierra. Era probable que una simple comparación pudiera describirla, pero ¡antes había que conocer la velocidad de rotación del campo más alto!
Para mí, continúa siendo un enigma la forma en que finalmente resolvieron este problema, pero en el próximo capítulo quedará claro que lo lograron.
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10. DESCIFRAMIENTO DEL CÓDICE DRESDEN Y DEL ZODÍACO EGIPCIO
Al final de este libro usted hallará el desciframiento de las partes más importantes del Códice Dresden y del zodíaco egipcio. Venus representaba el papel más importante en los códigos mayas, que describen el movimiento de Venus durante incontables ciclos. Más aún, existe una correlación entre cinco años de Venus y ocho años terrestres; según los mayas, eran equivalentes.
Los investigadores reconocen este hecho, pero hasta ahora no han podido ir más allá de sugerir algunas similitudes. Yo me preguntaba qué sucedería si tomáramos este punto de vista al pie de la letra. En vez de algunas vagas semejanzas, ¿aparecerían números más precisos? Ya había podido descifrar los códigos primarios de la civilización de la Atlántida, que se relacionaban con los números de Venus.
¿Ocultarían algo? ¿Podían ayudarme a completar la decodificación largamente buscada?
Asombrosamente, en cuanto me puse a trabajar, ¡avancé más rápido de lo que jamás me hubiera imaginado! Con la velocidad de un relámpago descifré códigos milenarios. La pantalla de la calculadora me mostró números muy exactos vinculados con la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Y quiero decir exactos: ¡de hasta cuatro decimales!
Esto significa que hace diez mil años llegaron a un grado tal de precisión que casi no encontramos errores en comparación con nuestras operaciones. ¡Hasta ese punto eran precisos sus cálculos! Cuando se avanza en el desciframiento, sólo se puede concluir que fueron capaces de calcular aún con más exactitud que nosotros. ¡Es imposible llegar a una conclusión más extraordinaria!
Está destinada a derribar de sus pedestales a todos los astrónomos y matemáticos, pero sobre eso hablaré más adelante, en un capítulo aparte.
Estos cálculos son la base del desciframiento del Códice Dresden; de no haberlos descubierto, éste habría sido un caso perdido. Ateniéndonos a la misma lógica de pensamiento, es posible encontrar una increíble cantidad de códigos. Los matemáticos los disfrutarán enormemente. A los lectores que carezcan de inclinación por las matemáticas, les anticipo que el código principal - el que domina todo - se refiere al ciclo de las manchas solares.
Después de un cálculo extremadamente largo llegarán a descubrirlo. Es difícil calcular cuánto tiempo les tomó a los mayas diseñar esta fenomenal y sobresaliente obra maestra de la astronomía: ¡es tan brillante y complicada a la vez!
Para los egipcios, el cambio del zodíaco era el punto central de su sistema de pensamiento. A primera vista, parece que ese tema se relacionara con algo totalmente diferente. Dije "parece" porque, luego de estudiar intensamente el ciclo de las manchas solares, enseguida sospeché que había sido conocido por ambas civilizaciones.
Lo más notable es la forma como descubrí la clave de este enigma.
Los egipcios les asignaron a las distintas eras del zodíaco un período de tiempo diferente; comencé a investigar en esto de forma sistemática. Al cabo de un año de trabajo intenso, conseguí descifrar los primeros códigos simples. Aunque avanzaba rápido con el trabajo, me llevaría cerca de dos años terminarlo. Deberíamos tener en mente que todavía quedan cientos de códigos egipcios y mayas esperando que alguien los revele. Pero, bueno, es imposible hacer todo al mismo tiempo.
Los descubrimientos que había hecho hasta entonces eran, en una palabra, escandalosos. Los códigos mayas y el zodíaco egipcio eran, ambos, las joyas de la corona del dominio matemático y astronómico, joyas de oro puro, con soberbios diamantes de la más alta calidad engarzados.
Cuando se ve el trabajo preliminar que sustenta estos códigos, es imposible negarlo.
El Códice Dresden
La figura 37 abajo, muestra la parte del Códice Dresden que me permitió revelar el secreto maya más importante. Durante algún tiempo busqué este código, pero vino a parar a mis manos por casualidad.
Una tarde me encontraba en casa de Gino. Nuestro descubrimiento del Laberinto en Egipto había aparecido en los diarios y a raíz de ello el Observatorio de Hove se había comunicado con Gino para que diera un curso de arqueo-astronomía; también se mencionaba que Antoon Vollemaere, un especialista en los mayas, daría allí un curso sobre éstos.
De inmediato, algo empezó a resonarme en el cerebro y lo llamé por teléfono, le envié información y, después de algunas conversaciones telefónicas, fijamos una cita.
Resultó que Vollemaere había investigado sobre los mayas a lo largo de más de diez años. Me confirmó que eran astrónomos altamente desarrollados y que su saber es muy subestimado, con lo que no pude más que estar de acuerdo.
Un par de horas después, yo estaba convencido de que este contacto me proporcionaría datos muy útiles. Pocos días más tarde encontré el Códice Dresden en mi buzón, conjuntamente con una explicación y todas las interpretaciones que Vollemaere había hecho. Con suma curiosidad, comencé a leer los papeles, los que a primera vista me parecieron dificilísimos.
Contenían una gran cantidad de cifras de Venus y dibujos de dioses mayas; analicé con mucha atención veinte de las setenta y cuatro páginas del manuscrito. Casi me estalló la cabeza con la información que había en él. Seguramente me llevaría años calcular todos los números que estaban detrás de los códigos, por lo que resolví concentrarme en la página que copié aquí como figura 37.
Allí se encontraba el número que le hizo sospechar a Cotterell que los mayas conocían el ciclo de las manchas solares que él había descubierto. La figura está dividida en dos partes:
a la izquierda, puede verse el método maya de calcular con sus "jeroglíficos"
a la derecha están los números transformados a nuestra escala denaria
Figura 37.
El Códice Dresden con sus importantísimos números.
Los códigos descifrados, ¡apuntan a una ciencia mucho más avanzada que la nuestra!
Estudié todo detalladamente. Estaba completamente convencido de que los mayas conocían nuestra escala denaria y de que la emplearon, pero muy pocos tenían acceso a ella. Únicamente los sacerdotes podían usar esa escala para calcular en secreto la posición de los planetas y el ciclo de las manchas solares. De esa forma pudieron despistar a miles de investigadores, pero ¡no a mí!
Ahora bien, ¿por dónde empezar?
¿Detrás de qué números se ocultaban los secretos perdidos durante tanto tiempo?
La escala denaria secreta
Aquí es necesario hacer una advertencia sumamente importante. Los mayas no usaban la escala de la misma forma que nosotros, sino que los números estaban indicados por líneas y puntos.
El 0 se anotaba como una especie de ojo. Para escribir del 1 al 4 empleaban puntos; una línea para el 5 y una línea con un punto arriba para el número 6, etc. Al observar el siguiente gráfico, lo entenderá de inmediato, porque es muy lógico, pero -y ahora viene el gran "pero"-, para números superiores a 20, los mayas empleaban múltiplos de 20, a los que llamaban "uinales".
El número 40 se indicaba con dos uinales, el 100 con cinco uinales, y así sucesivamente. Desde el número 260 hablaban de "tonamalaü". Entonces 300 es igual a un tonama-latl más dos uinales. Para números más altos hay otros nombres diferentes.
Bien, ahora tratemos de descifrar de la misma forma como lo hicimos en los capítulos previos, usando esta escala.
Después de mucho tiempo, ¡tendrá que admitir que es un caso sin solución! Por más esfuerzos que haga, no llegará a ningún lugar.
Figura 38.
Los números mayas.
Y, para su asombro, los matemáticos también ¡tendrán que admitir que es absolutamente imposible descifrar sobre la base de semejante notación!
Esto acarreará, sin duda, consecuencias de largo alcance. A partir de esto, podemos decir que los mayas, además de ésta, conocieron nuestra escala denaria y también la usaron.
No existe otra conclusión posible y los científicos deberán resistir otro golpe en la mandíbula y reconocer de forma definitiva que los mayas eran mucho más inteligentes de lo que se pensó hasta hoy.
El súper código descifrado
La intuición me decía que existía una enorme serie de códigos ocultos detrás de estos dos grandes números, 1.366.560 y 1.364.360.
Sólo era cuestión de hallarlos. No me dejé asustar por esto porque en el ínterin había acumulado mucha experiencia en la interpretación de códigos: tenía que haber algo simple que me llevara a solucionar una decodificación complicada.
Resté un número a otro y vi que el resultado era:
2.200 (1.366.560 - 1.364.360 = 2.200).
El mismo número permanecía arriba aunque precedido por un signo menos; en su sistema de pensamiento, esto significaba que se trataba de un indicio importante. Siguiendo esta pista, dividí ambos números por 2.200. A] principio, el resultado no me decía demasiado, pero después pude colocarlo fácilmente en el todo.
Luego, decidí dividir por 2.200 el número que Cotterell había encontrado para el ciclo largo de manchas solares:
1.366.040 + 2.200 = 620,92727
Al instante, mi corazón empezó a latir más rápido y me corrió un sudor frío, pues yo había visto ese número en mis cálculos previos. Es idéntico a un valor importante del ciclo de las manchas solares que usted podrá encontrar en la parte final del libro. Después de hallar este código, descubrir el segundo era como soplar y hacer botellas.
Al número mayor divídalo por 2.200:
1.365.560 + 2.200 = 621,163636
Réstele el número anterior y obtendrá 0,2363636.
Al multiplicarlo por 10, ¡concuerda exactamente con el número de círculos que el campo polar del Sol necesita para completar un ciclo: 2,363636! Y es una razón suficiente para arquear las cejas.
Comencé mi asombroso viaje de descubrimiento con renovada energía. Los hechos más sorprendentes aparecieron en rápida sucesión. Horas más tarde, estaba absolutamente sorprendido de mis propios hallazgos y no podía irme a dormir. Decidí continuar trabajando toda la noche, y resultó la más fructífera de mi investigación de los secretos mayas.
En una serie continua de desciframientos, pude interpretar el Códice Dresden. Me sentía tan conmocionado que más de una vez tuve dificultades para proseguir. Con frecuencia, detrás de un solo número había varios códigos adicionales ocultos, pero eso lo comprendí después de llevar adelante cientos de cálculos que no dieron ningún resultado satisfactorio.
Y luego, en el instante en que hallé el eslabón, se produjo una rápida revelación. Este enorme avance en el desciframiento prueba que los códigos mayas eran mucho más complicados y sorprendentes de lo que los científicos admiten en la actualidad. Se nos revelan códigos que son increíblemente perturbadores, pero también majestuosamente bellos.
Es evidente que nuestro conocimiento del Códice Dresden es parcial y confuso y que todavía sabemos muy poco de todo el resto de las cosas que los mayas sabían. Esto nos da una lección: nuestro conocimiento es sencillamente un redescubrimiento de antiguos valores. Pero el hecho más perturbador es que el Códice Dresden tiene que ver con el ciclo de las manchas solares, ¡del que hasta ahora nuestros actuales astrónomos no saben nada!
El panorama que mi desciframiento de estos códigos genera muestra una sombría visión de acontecimientos que dejarán a muy pocos seres humanos con vida. Nuestra existencia y la continuidad de la humanidad dependen de que se descubran estos secretos. A la mayoría de la gente, los desciframientos les parecerán excesivamente complicados, pero con toda seguridad comprenderán sus asombrosas revelaciones.
En las tesis científicas, un desciframiento auténtico debe contener algo más que una corazonada; tiene que ser convincente y debe estar refrendado por sólidos principios. Además, el conjunto debe seguir una cierta línea de razonamiento previsible. Los matemáticos sienten el mayor de los respetos por las teorías que están desarrolladas sobre bases estrictamente matemáticas; bueno, este desciframiento cumple con este requisito; Contiene resultados y comparaciones que posibilitan seguir el proceso de decodificación.
Cualquiera que sepa sumar, restar, dividir y multiplicar puede confirmarlo. No es necesario hacer operaciones más complicadas. Los números prueban que los mayas conocían y empleaban la escala denaria y quienquiera que estudie con atención la decodificación debe admitirlo. Así llegamos a una teoría bella e indestructible, simple y al mismo tiempo mágicamente elegante.
Estas propiedades adicionales revolucionarán por completo el mundo científico y, por lo tanto, serán ampliamente aceptadas.
La prueba perturbadora
Sin duda alguna, el Códice Dresden es perturbador. De acuerdo con nuestra actual línea de razonamiento, no es posible que los mayas hayan conocido la teoría del ciclo de las manchas solares.
No eran lo suficientemente inteligentes para hacerlo, o al menos eso dicen los investigadores modernos. Pero no me estoy expresando correctamente. Los astrónomos de hoy sí son suficientemente inteligentes ¡y sin embargo desconocen esta teoría! Fue un astrónomo aficionado, Cotterell, quien la halló. Con la ayuda de un cálculo integral no demasiado difícil llegó a una solución sensacional en sus comparaciones sobre el ciclo.
Cuando encontró un número claramente similar en sus extensos cálculos sobre el Códice Dresden, inició la búsqueda y, después de años de investigación, recogió algunas pruebas de que los mayas debían conocer el ciclo de manchas solares que él descubrió. Así y todo, Cotterell no pudo extraer hechos decisivos; ahora yo ofrezco la prueba largamente buscada.
Ningún matemático ni astrónomo puede hacerla a un costado, tan convincente es. Insto a todo el mundo a aceptar esta prueba perturbadora lo más pronto posible, pues sólo entonces podremos comenzar las operaciones de supervivencia necesarias para asegurar la existencia de la humanidad.
Para delinear el ciclo de las manchas solares se necesitan dos datos básicos importantes; ellos son las órbitas de los campos magnéticos. En el ecuador, la órbita es de alrededor de 26 días y, en los polos, de 37. La órbita del campo del ecuador se puede calcular sobre la base de las manchas solares, Si se sigue la velocidad de una mancha desde un lugar hasta que retorna a él, se contarán 26 días.
Por supuesto, para esto es necesario conocer la órbita de la Tierra alrededor del Sol, como así también dominar la geometría espacial.
Cuando hablé acerca de esto con el profesor Callebaut, de la Universidad de Amberes (una autoridad mundialmente reconocida en el tema de las manchas solares), me dijo que él no era irreverente respecto de estos antiguos científicos y admitió que era posible que hubieran conocido esta teoría; también dijo que desconocía la teoría de los ciclos de las manchas solares, pero que le parecía bastante prometedora.
Después de que él la hubiera estudiado, mantuvimos la siguiente conversación, durante la cual percibí algo que me hizo prestar oído atento. Todo fue fácil de comprender hasta que, de improviso, apareció algo muy perturbador:
¿Cómo hicieron para averiguar la órbita del campo polar?
CALLEBAUT: —Comprendo que hayan podido determinar la órbita del campo ecuatorial, pero ¡es imposible que hayan conocido la órbita de los campos polares! ¡Para eso se necesita un satélite y ellos no lo tenían!
GERYL: —¿Qué quiere decir?
C: —Las manchas solares no aparecen hasta que están cerca del ecuador y no ocurren en regiones que están más arriba. Por lo tanto, ¡es imposible determinar la órbita del Sol a mayores latitudes! Peor aún, ¡desde la Tierra ni siquiera se pueden ver los campos polares del Sol!
G: —¿Existe otra posibilidad para determinar la velocidad de los campos polares?
C: —Que yo sepa, no. Le enviaré un artículo que escribí junto con dos colegas rusos, que sustenta la teoría del ciclo de las manchas solares. Tal vez le sirva de ayuda.
Dos días después encontré en el buzón el artículo, que llevaba un título difícil:
"Variaciones a Largo Plazo de las Oscilaciones Torsionales del Sol", publicado en Solar Physics 170, 1977; sus autores eran el profesor Dirk K. Callebaut, Valentine I. Makarov y Andrey G. Tlatov.
Lo leí más de una vez.
Los autores investigaron las manchas solares a diferentes grados de latitud desde el año 1915 hasta el año 1990. Demostraban que las manchas solares en el ecuador tardan aproximadamente 25,75 días en dar una vuelta completa alrededor del Sol, Si nos alejamos del ecuador, esta rotación se hace un poco más lenta.
A los 40 grados de latitud tarda aproximadamente 26,6 días; desde los 45 en adelante asciende a 27 días (el campo se mueve a razón de 13.33 grados por día), Para grados de latitud mayores los profesores no tenían ninguna información porque en esas regiones las manchas casi no se ven o no aparecen. ¡Era sencillamente imposible para ellos determinar la velocidad decreciente de rotación del Sol!
Y repito: ¡los investigadores más importantes del ciclo de las manchas solares son absolutamente incapaces de medir desde la Tierra la velocidad decreciente de la órbita de declinación del Sol en las regiones más altas!
Figura 39.
El gráfico muestra los límites de visibilidad de las manchas solares.
Estas aparecen a 45 grados del ecuador.
Por encima de esta latitud, ¡no son visibles!
¿Cómo conocieron los mayas la velocidad de órbita del campo polar del Sol,
que es completamente invisible desde la Tierra?
Más que asombrado
Yo estaba más que sorprendido: estaba absolutamente pasmado. Ésta era una dificultad en la que ni siquiera había pensado.
Cotterell había construido su teoría tomando como base la información suministrada por un satélite en órbita alrededor del Sol, que medía la velocidad orbital de los campos polares, pero los mayas no poseían equipos similares a un satélite y, por lo tanto, el profesor Callebaut había señalado correctamente:
"¿Cómo supieron los mayas que un campo polar necesita 37 días para dar la vuelta alrededor del Sol?".
¿Calcularon esto "hacia atrás" con la ayuda de su teoría? En aquellos días ¿el Sol se encontraba en otro lugar, de modo que podían ver el movimiento de los campos polares? ¿O bien existían otros factores? Probablemente, nunca se hallará la respuesta, pero es un diez mil por ciento seguro que lo sabían, pues así lo revela el Códice Dresden.
Lo único que necesitamos es conjeturar cómo lo hicieron.
No debería excluirse el cálculo "hacia atrás" con la ayuda de la teoría. Cuando estudiamos las manchas solares a lo largo de miles de años, obtenemos cifras astronómicas exactas. Deberíamos determinar en ese nivel únicamente el máximo y el mínimo del ciclo. Y, como se desprende del artículo del profesor Callebaut, en el ecuador el campo se mueve con más rapidez una vez que el ciclo de las manchas solares alcanza su punto más alto; no se necesita una computadora para afirmar esto, sólo basta con que sigamos atentamente las manchas solares.
Toda la cultura maya demuestra que ellos así lo hicieron. Todos los números, calendarios y edificaciones están basados en el ciclo de las manchas solares de 68.302 días, para el cual eligieron el número de código 68.328. Sólo a los sacerdotes les estaba permitido conocer los números verdaderos. Los no iniciados fueron mantenidos en la oscuridad... hasta el momento en que tropecé con su fórmula de cálculo y pude revelar los números secretos.
Esta perturbadora teoría es la respuesta indubitable al mayor interrogante astronómico y matemático de todos los tiempos.
Los astrónomos deben investigar de manera urgente el ciclo de las manchas solares con ayuda de la teoría de Cotterell. Una vez que lo hagan, al igual que los mayas y los antiguos egipcios deberían ser capaces de volver a calcular la fecha fatal. Entonces tendremos no sólo la certeza de lo que nos aguarda, sino que también podremos adoptar las medidas necesarias para el rescate de la humanidad.
La fecha fatal que los mayas nos proporcionaron debe ser tomada con extremada seriedad. Además de haber trabajado con números sagrados enteros, conocían con exactitud el número que no le estaba permitido conocer a nadie. Si uno comprende este punto de vista, entonces tiene éxito en la decodificación. Sabemos y comprendemos que trabajaban con números esenciales, pero más importante aún es la explicación de los números.
Para descifrar el Códice Dresden, tuve que emplear el número 27, pero afortunadamente ya había encontrado su origen con anterioridad.
Sirio, la Gran Pirámide y el número 27
Yo ya había tropezado con el número 27 en varios cálculos, pero al comienzo eso carecía de sentido para mí. Y sin embargo, para los maestros de los números y las medidas cada número tiene un significado.
Durante más de un año me devané los sesos con el número 27 y no le encontraba pies ni cabeza. Luego me pareció muy lógico pero, cuando no se sabe, se busca enloquecidamente. Por fin, encontré la solución en El Atlas del Universo, de Patrick Moore.
Allí decía lo siguiente:
"Ningún grupo de manchas solares puede ser observado durante más de dos semanas sin un intervalo, porque el Sol gira sobre su eje. En consecuencia, un grupo de manchas se traslada desde un lado del disco solar al límite opuesto, un 'cruce' que en total dura 13,5 días en el ecuador del Sol. Luego, los grupos permanecen invisibles 13,5 días en la parte posterior del Sol, después de lo cual regresan al lugar del que partieron".
Aparentemente aquí hay un error, porque 13,5 x 2 = 27 y no 26.
Pero, como la Tierra se mueve alrededor del Sol a una velocidad de 29,8 km por segundo, vista desde nuestro planeta la rotación del Sol sobre su eje parece durar 27 días. ¡Ahí estaba! Al descubrirlo, avancé un paso hacia la revelación del mayor enigma de la astronomía de la antigüedad: el número 27 estaba oculto en varios cálculos relativos al ciclo de las manchas solares.
Si ignoramos esto, sencillamente no podemos imaginar ese número, pero, cuando encontramos el vínculo, con mucha rapidez se produce un estallido de relaciones posibles, simplemente porque ahora estamos un ciento por ciento seguros de que se puede emplear este número para descifrar. Comprenderán mi frustración, pues perdí más de un año intentando comprender esto. *
* Para los interesados en las matemáticas, véase el Apéndice.
El pasado, pisado, pero detrás de todo esto había un significado. Los antiguos científicos no hicieron estas cosas de manera antojadiza; cada número importante oculta varios datos. No mucho después, en casa de Gino leí un libro cuyos autores habían medido las pirámides y las habían reproducido con un software de construcción.
¡Uno de los ángulos más frecuentes parecía ser de 27 grados!
Sobre esta base, tenía que ser posible recuperar los códigos. Sólo los esenciales, eso estaba claro.
Pero ¿dónde debía buscarlos? Luego, la coincidencia me lo indicó. Leí en un viejo libro que Sirio forma un ángulo de 27 grados con la Estrella Polar (tanta coincidencia no era posible). Sirio, por supuesto, era una estrella sumamente importante para los egipcios y, como el mensaje era decodificar, me puse a investigar de inmediato. Tenía que ser algo sencillo. Las pirámides están allí como un homenaje a las víctimas de la catástrofe y debía de haber una relación con esto.
Al final de este capítulo, le mostraré la prueba matemática que encontré.
Conclusiones
Las pirámides de Gizeh forman un soberbio complejo arqueo-astronómico. Las esquinas son códigos ocultos que conducen a la solución del enigma de la civilización egipcia. Para ello, se necesita conocer el período entre las dos catástrofes y, a partir de allí, se pueden recuperar todos los números egipcios importantes.
Siguiendo un razonamiento lógico es posible calcular una cosa tomando como base otra, lo que demuestra una relación innegable entre los mayas y los egipcios. Conocían el secreto de la Atlántida, como así también su forma de calcular lo que ocurrirá en 2012.
Los números se pueden recuperar de muchas maneras, lo cual prueba la notable brillantez del programa de software que poseían. Las computadoras modernas no habrían podido elaborarlo mejor. Deben haber trabajado mucho tiempo en él.
El ángulo de 27 grados revela una pista oculta que nos conduce a Sirio (estrella enormemente importante para los egipcios). Después de 1.461 años comenzó un nuevo ciclo sótico. El ángulo entre Sirio y la Estrella Polar es de 27 grados. Más aún, Sirio difiere 27 grados en la declinación de su posición real.
Las manchas solares aparecen a 45 grados de latitud del ecuador. En el ecuador las manchas necesitan alrededor de 27 días para hacer un giro completo en torno al Sol. Al final del libro, usted podrá ver que el número 27 aparece muchas más veces.
La decodificación del ciclo de las manchas solares maya es de importancia esencial! Juega un papel principal en muchos cálculos; por esa razón quise mostrarle cómo llegué finalmente a hacerlo. Gracias a este descubrimiento, pude develar correlaciones más profundas. Lo que hasta aquí he señalado sobre este número, también puedo hacerlo con otro: 576.
Venus y el enigma del número 576
Gino, con quien descubrí el Laberinto, me llamó por teléfono una tarde y le conté los problemas que tenía para resolver el código de Venus:
—Todavía no entiendo cómo pudieron calcular exactamente el período sinódico de Venus.
—Ah —respondió—, no es tan difícil. Durante un largo período, Venus es visible con claridad. Cuando se encuentra al este del Sol, a la noche se lo ve sobre el Oeste. Se convierte entonces en una estrella vespertina. Es tan brillante que atrae la atención de todos. En cambio, cuando se encuentra al oeste del Sol, es una estrella matutina, apenas visible en verano, pero que en noviembre, diciembre y enero atrae la mirada.
—No lo sabía. Me alegro de que me lo hayas contado, pero ¿qué tiene que ver eso con la órbita de Venus?
—Venus aparece 263 días como estrella matutina y 263 como estrella vespertina. Durante 50 días no es visible y desaparece 8 días detrás del Sol.
—Aguarda un minuto. No vayas tan rápido. Todavía no lo anoté.
—Repito: durante 263 días es una estrella matutina, y durante otros 263, una estrella vespertina.
—Eso suma 526 días en total, ¿verdad, Gino?
—Correcto, y entonces no se la puede ver durante 50 días.
Rápidamente sumé esta cifra a la anterior.
—Pero ¡esto suma 576 días! —exclamé con un grito.
—¡Tienes razón! ¿Por qué no lo pensé antes?
—¡Este misterioso número del zodíaco está allí para señalar el código de Venus!
—Sin duda, y explica muchas cosas a la vez.
Salté de alegría: la conversación nos había llevado muy, muy lejos en nuestra investigación.
Probablemente sin esta sencilla información, yo nunca hubiera podido tener éxito en el desciframiento del códice maya y tampoco habría hallado jamás la correlación entre este número y el programa computacional del cataclismo precedente. Como usted seguramente recordará, había una diferencia de 576 días entre el valor calculado del período de la órbita de Venus y el de la Tierra. Esta notable diferencia me puso en la senda de una investigación más profunda de esta línea.
Voy a repasar los puntos una vez más:
El número 576 representa a Venus y fue empleado como número de código en el zodíaco egipcio. Podía haberlo demostrado en mi libro anterior, pero en aquel momento no conocía ti significado de este número. Desde un punto de vista matemático, esto prueba la correspondencia entre el corrimiento del zodíaco y Venus.
Transcurridos 584 días, Venus se coloca nuevamente en el mismo lugar del cielo donde se oculta tras el Sol durante ocho días. La serie numérica es clara. Muestra la relación entre Venus y el Sol. En su libro The Mayan Prophecies, Cotterell encontró algunas. Yo no sólo las confirmé, sino que además encontré otras. Había que ubicar más datos; era sólo cuestión de buscar. ¡Y entonces los encontré! Al usar el número 576 pude descifrar importantes códigos tanto del Códice Dresden como del zodíaco egipcio.
Con la ayuda de Venus, probé que los mayas manejaban números astronómicos increíblemente exactos. Esto es trascendental, ¡porque su precisión es mayor que la nuestra! Incluso, pude probar con ello el origen del número 0,6666 (576 + 864 = 0,6666).
Cuando observamos con más atención las dos catástrofes precedentes, referidas en el Capítulo 6, vemos el número 576 en dos oportunidades. Esto se relaciona con el zodíaco. Después de la catástrofe de 21312 a.C, la Tierra permaneció 576 años en el signo de Acuario; antes de la catástrofe de 9792 a.C. permaneció 576 años en el signo de Leo. ¡El número de código de Venus demostró en más de una oportunidad que tiene una enorme importancia para este planeta!
La diferencia entre la órbita sinódica real de Venus, 583,92, y 576 es 7,92. Éste es un número de código de diferentes cálculos, pero cientos de veces mayor. Esto me ubicó en la senda del desciframiento del Códice Dresden.
Los mayas y los egipcios empleaban tres vueltas calendarías; al multiplicarlas por 576 se obtiene 1.728, que es un número esencial para calcular decodificaciones relativas al ciclo de precesión. Fue uno de los primeros códigos que encontré y que me llevaron a explicar el corrimiento del zodíaco.
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11. CARACTERÍSTICAS COMUNES DEL CÓDICE DRESDEN Y DEL ZODÍACO EGIPCIO
Luego de estudiar cuidadosamente todos los mensajes codificados, algunas similitudes concitaron mi atención.
Descubrí que los números mayas podían utilizarse para descifrar antiguos códigos egipcios y viceversa, pero más sensacional fue el hecho de que, luego de consolidar todos los números codificados, un desciframiento le sucedió al otro. ¡No pude sino concluir que estas obras de arte de la antigüedad se complementaban maravillosamente y formaban un todo!
Las dos características más sorprendentes de estas obras maestras astronómicas primordiales tienen que ver con el planeta Venus y el ciclo de las manchas solares, hecho que queda demostrado cuando retrocedemos a los acontecimientos de hace casi doce mil años. Según la tradición maya, un nuevo sol aparece en el cielo al comienzo de cada era, por eso les pusieron los nombres a estas eras según los eventos que ocurrieron bajo cada uno de los sucesivos soles, que fueron el Sol de Agua, el Sol de Terremoto, el Sol de Huracán y el Sol de Fuego.
La primera era terminó a causa del agua, en la que todos perecieron, con excepción de unos pocos elegidos, y la denominaron "Apachiohualizltl" o "Sol de inundación". Algunos afirman que sólo una pareja pudo escapar de la muerte, otros dicen que fueron siete las parejas que lograron salvar su vida y que volvieron a poblar la Tierra luego de las continuas lluvias.
Luego, en la era del Sol de Terremoto, la Tierra se hizo pedazos cuando se partió en muchos lugares; muchas de las montañas existentes se derrumbaron, mientras que surgieron nuevas cadenas montañosas, así como de la nada. Una horrible tormenta extramundana le puso fin a la era del Sol de Huracán. Y finalmente, luego de una inundación de sangre y fuego causada por el Sol de Fuego, los sobrevivientes murieron de hambre.
En estas cuatro eras, los incendios, terremotos, huracanes y devoradoras inundaciones cubrieron nuestro planeta y extinguieron nuestra raza.
El más importante de los elementos comunes a estas calamidades globales es la responsabilidad del Sol en la destrucción de la Tierra. Los mayas estaban convencidos de esto y, por lo tanto, basaron sus creencias en ello.
En comparación, el libro sagrado de los budistas también se refiere a "ciclos mundiales":
"Cuando hubo pasado un largo período desde que cesaron las lluvias, apareció un segundo sol. Mientras tanto, el mundo se envolvió en oscuridad".
El uso del Sol como un indicador de sucesivos períodos que colapsaron en una destrucción masiva nos aclara mucho las cosas. Sin lugar a duda, lo que nos están diciendo es que un cambio exterior de nuestra fuente de luz y energía le puso fin a cada ciclo.
Antiguos mitos y matemáticas obsesivas
Ahora, nosotros también tenemos a mano evidencia matemática para llegar a esta conclusión. Los mayas conocían la fórmula del ciclo de las manchas solares y, con la ayuda de esta teoría, pudieron hacer sus cálculos sobre el comportamiento de nuestro Sol. Mucho antes de que aconteciera, sabían si ocurriría una intensa actividad solar.
A partir de la intensidad esperada podían calcular si tendría alguna consecuencia para la Tierra. Su dedicación a los números era bastante obsesiva, porque sabían que muchos de los secretos de la naturaleza podían explicarse con su uso. Tenían la convicción de que, cuando los números originales de los acontecimientos se comprendieran correctamente, también sería posible calcular con éxito el momento en que estos hechos ocurrirían.
Empleando el mismo patrón de pensamiento, pude seguirles su inteligente juego numérico. Los mayas pensaban racionalmente a su manera y convertían todo en lo que serían los "números sagrados". En sus procesos de pensamiento, los mismos números lo explicaban todo. Ellos conocían los valores exactos, pero los ocultaban detrás de una serie de códigos.
De ahí en adelante, con la ayuda de sus números sagrados, tanto los mayas como los egipcios pudieron recuperar los números correctos; por eso debemos considerar exactos sus cálculos y antiguos mitos. Ellos sabían cosas que nosotros todavía ignoramos. La fecha que calcularon para el fin del Quinto Sol es innegablemente correcta, aunque su ciencia pueda resultarnos demasiado increíble.
Por lo tanto, deberíamos considerar con suma seriedad su profecía sobre el fin de los tiempos.
La perla de los códigos mayas fue el llamado "recorrido calendario largo" o "cuenta larga". Empezó miles de años atrás, en la Era de los Dioses, el 4 Ahau 8 Cumkun, o sea, el 11 de agosto de3114 a.C, y finalizará al cabo de 1.872.000 días, cuando el mundo se destruya en el año Katun Ahau 13, es decir, el 21 de diciembre de 2012 d.C.
Este sistema codificado demuestra que podían calcular ciclos largos y también que tenían la capacidad de predecir ciclos de destrucción y posterior creación. Desde el principio, literalmente contaron los días hasta el fatídico final. Nosotros ya sabemos que tenían una increíble precisión y que su cuenta regresiva es un sistema codificado. Según el sistema codificado de los mayas, un ciclo de manchas solares es igual a 68.328 días; más aún, un año solar maya dura 365 días.
Cuando calculamos el período de un ciclo de manchas solares utilizando estos datos, arribamos a la cifra de 187,2 años, y un múltiplo de ese número, 1.872.000, nos conduce a la cuenta regresiva de la destrucción del mundo en el año 2012 d.C.
¿Por qué? Porque desde el principio de su recorrido calendario largo debe haber 27,4 ciclos de manchas solares para llegar al fin.
¿Es posible que lo que estaban mostrando aquí es que se produciría una inversión, de manera brutal e inesperada, en medio de un ciclo? Este interrogante y miles más me perseguían constantemente.
Cuando escribí mi primer libro, aún no había logrado descifrar el código final, pero ahora, al cabo de tres años y después de haber estudiado durante muchos meses cientos de miles de bits del ciclo de las manchas solares, estoy en condiciones de responder a la pregunta anterior. El fin llegará como un ladrón en medio de la noche, en el punto máximo de un gran ciclo de manchas solares. Podrá leer al respecto en uno de los capítulos siguientes.
Los códigos que ya mencioné clarifican el hecho de que los mayas sabían que la inversión del campo magnético del Sol se produciría al final de un gran ciclo de manchas solares.
La manera más fácil de imaginar su "cuenta sagrada" es imaginar una calculadora que cuenta fuerzas magnéticas entrelazadas, una y otra vez. Y justo cuando se alcanza el punto crucial, la calculadora se destruye en un fogonazo gigantesco. Por ahora, las colosales fuerzas que le pondrán fin a nuestra civilización ya se han acumulado en el Sol, y en los años restantes sólo se sumará una fracción de las fuerzas que están acumuladas.
Los aztecas - posteriores a los mayas - también tenían conciencia de la inminente destrucción de la Tierra; sin embargo, en su período el método para calcular el fin cayó en el olvido. Debido a la falta de información esencial, ellos hacían sacrificios humanos en la creencia de que al llevar a cabo estos rituales estarían en condiciones de posponer la catástrofe que se avecinaba, alimentando al dios sol Tonatiuh con la sangre de sus prisioneros sacrificados.
Representaban a Tonatiuh con cara arrugada y una lengua ávida que mostraba su apetito de corazones y de sangre. Al alimentarlo con regularidad creían que podían mantenerlo vivo. Esta misma convicción - que podían aplacar al dios Sol mediante el sacrificio - fue compartida por todas las grandes civilizaciones de Mesoamérica.
Dichas creencias eran contrarias a los conocimientos de los mayas, quienes habían calculado la fecha del fin del mundo a producirse en la era del Quinto Sol. Toda su cultura y todos sus números sagrados giraban alrededor de este evento.
Al utilizar la teoría del ciclo de las manchas solares, calcularon el momento en que una intensa explosión de energía proveniente del Sol repentinamente acabaría con las civilizaciones de la Tierra.
La relación con Venus
Venus, el segundo planeta de nuestro sistema solar, está relacionado con todo esto. ¿Cómo? ¿Qué relación lógica podría existir entre los acontecimientos que marcan el final y Venus?
El culto llamado "de Venus" duró el mismo tiempo que una civilización técnicamente adelantada, pero no identificada. Se ha perdido gran cantidad de información, aunque pueden inferirse muchas cosas con un pensamiento lógico y algunos trabajos de investigación. Todas las naciones de América Central le adscriben una enorme importancia a este planeta, al igual que los egipcios, quienes entendían que Venus era una "estrella matutina", pero también "vespertina".
Al decodificar su zodíaco, podemos hallar el número 576, que simboliza a Venus. Este número nos permite descifrar una asombrosa serie de cosas, las cuales nos fueron legadas como una inconmensurable herencia que, en su gran mayoría, se ha perdido en la bruma de los tiempos.
Así, pues, hace muchísimo tiempo ocurrieron acontecimientos que relacionaron a Venus con perturbaciones anteriores producidas en el Sol.
Pero,
¿Qué misteriosos hechos pudieron haber sido?
¿Qué fue tan milagroso que produjo semejante conmoción en la mente de los sacerdotes?
¿Por qué incluían cierta especie de relación con Venus en su ciencia astronómica predictiva?
¿Qué terribles recuerdos de la destructiva ola gigante pudieron estar vinculados con esto?
La solución tenía que hacerse evidente en alguna parte; entonces, empecé a pensar con lógica, tratando de reconstruir eventos de miles de años atrás. Se sabe que Venus tiene una espesa capa de nubes; ¿tal vez esto tenía algo que ver?
Durante la catástrofe anterior, el Sol lanzó innumerables cantidades de partículas electromagnéticas, y las auroras encendieron nuestra atmósfera. ¡Eso es! Al igual que la de la Tierra, ¡la atmósfera de Venus también se encendió!
Sólo que los efectos en Venus fueron más intensos, debido a su proximidad con el Sol, y las partículas que lo encendieron estaban mucho más concentradas que las que llegaron a la Tiara. Antiguas escrituras afirman que un "segundo sol" apareció en los cielos estrellados. Pero había más todavía. Cuando la tormenta solar llegó a Venus, su poder no había disminuido; desde las capas atmosféricas superiores de Venus sustancias gaseosas fueron arrancadas y encendidas por una especie de "luz de bengala celestial", formando una cola de cometa magníficamente iluminada.
Hay escrituras mexicanas muy antiguas que describen este fenómeno. Dicen que, primero, Quetzalcóatl - un cuerpo celestial parecido a una serpiente - atacó al Sol, y luego éste se negó a aparecer durante algunos días. Al mundo le robaron la luz. Una innumerable cantidad de seres halló la muerte mientras este desastre se abatía sobre la Tierra.
Entonces, el cuerpo con forma de serpiente se transformó en una estrella; apareció por primera vez en el Este, manteniendo el nombre de Quetzalcóatl, que es la denominación del planeta ahora conocido como Venus.
En la obra de Velikovsky Worlds in Collision [Mundos en colisión] se puede leer lo siguiente:
"Entonces, apareció una gran estrella; se llamaba Quetzalcóatl. El cielo, para mostrar su ira, hizo perecer a una enorme cantidad de personas, quienes murieron de hambre y pestilencia".
Más adelante se lee:
"Fue entonces cuando la gente volvió a calcular los días, las noches y las horas".
Resulta bastante peculiar que el tiempo se mida desde el momento de la aparición del lucero del alba. Tlahuizcalpantecutli o "estrella matutina" apareció por primera vez justo después de que la Tierra fuera barrida por una ola gigantesca y experimentara convulsiones.
Del siguiente texto de Worlds in Collision puede deducirse el hecho de que la presencia de Venus en el cielo llamó la atención de todos. Esto prueba que una tormenta solar puede cambiar enormemente la faz de un planeta como Venus, que parecía una monstruosa serpiente.
"Esta serpiente está adornada con plumas, de ahí que se llamará Quetzalcóatl. Podemos verla aparecer en el momento en que el mundo empieza a resurgir del caos del gran cataclismo mundial".
El plumaje del cuerpo de serpiente representaba las llamas encendidas al rojo.
El nacimiento del lucero del alba fue un motivo sumamente popular en las leyendas de las naciones tanto orientales como occidentales. Una y otra vez la imagen aparece de la misma manera. Una estrella radiante interrumpía el movimiento visible del Sol y se convertía en una estrella matutina/vespertina, provocando un incendio mundial.
En Babilonia, esta estrella matutina/vespertina se llamó Ishtar o "Estrella de los lamentos".
Lo que sigue pertenece a Langdon, en Sumerian and Babylonian Psalms [Salmos sumerios y babilónicos), 1909:
Porque hago que los cielos tiemblen y la tierra se sacuda,
por el brillo que ilumina el cielo,
por las llamas de fuego que caen como lluvia sobre el país hostil, soy Ishtar.
Ishtar soy, por la luz que asciende en el cielo,
Ishtar, la reina celestial yo soy, debido a la luz que asciende en el cielo.
Ésa es mi fama.
Conquisto las montañas por completo.
Ésa es mi fama.
En la Polinesia, hasta no hace mucho tiempo, sacrificaban personas en honor de Venus, la estrella matutina.
Del mismo modo, se ofrendaban niños y niñas al lucero del alba árabe, la reina celestial "al-Uzza", hasta los tiempos modernos. Una fe semejante en los poderes destructivos de este planeta no pudo haberse inventado sin razón aparente. Esta "segunda estrella" hizo que la Tierra se inclinara, la acosó con el fuego, azuzó los vientos hasta hacerlos alcanzar velocidades destructivas e hizo subir el nivel de las aguas a alturas catastróficas.
En resumen, Venus era una imagen muy vivida que permaneció en las mentes de aquellos que sobrevivieron a la catástrofe. ¡Por eso los atlantes y sus descendientes convirtieron los números de Venus en códigos y los incluyeron en sus cálculos! Después del Sol, Venus fue el cuerpo celeste que más atrajo la vista de los humanos en el cielo estrellado de esos días.
Cuando ocurra la catástrofe venidera, Venus volverá a brillar y será un penoso recordatorio de mitos pertenecientes a casi todas las naciones del mundo.
El descubrimiento del vínculo entre Venus y la catástrofe explica irrefutablemente gran cantidad de cosas. Confirma de una manera lógica mis hallazgos relacionados con el zodíaco egipcio, el Libro Egipcio de los Muertos y el Códice Dresden de los mayas, y de él también puede deducirse la complejidad de los calendarios mayas.
Los que crearon esos avanzados calendarios mayas habían descubierto un medio de integrar el movimiento de Venus con las órbitas de otros planetas. Aparentemente, por estos cálculos, los mayas tenían conciencia del hecho de que Venus necesitaba un promedio de 583,92 días para reaparecer en el mismo lugar. Con la ayuda de estos números especiales pude descifrar el Códice Dresden.
A esto hay que agregarle otro hecho formidable, y es que ellos también habían entretejido su año sagrado - el Tzolkin de 260 días - con el movimiento de Venus. Sucesivas investigaciones aclararon que el número 260 era esencial en la teoría del ciclo de las manchas solares.
De hecho, aquí buscamos relaciones matemáticas entre Venus y el ciclo de las manchas solares, pero éstas no son las únicas relaciones que existen. Venus también hace movimientos retrógrados, dibujando curvas en el cielo.
En el año 2012, Venus hará una curva perfecta encima de Orión, y ésa es una de las razones por las que mi libro anterior se titula La profecía de Odón. Sin embargo, un dato peculiar es que este movimiento retrógrado de Venus está mencionado en el Libro de los Muertos, como el código de la inversión del campo magnético de la Tierra. Pero los antiguos egipcios no fueron los únicos que se apoyaron en este hecho.
Dorsey, en su libro The Pawnee Mythology [La mitología de los indios pawnees], afirma lo siguiente:
Los mayores nos cuentan que la estrella matutina dijo que, cuando la Luna
se tornara roja, la gente se enteraría delfín del mundo por venir.
Más aún, la estrella matutina dijo que, en el principio de todas las cosas,
ella puso la Estrella Polar en el Norte, y que en el principio de todas las
cosas permitía que la Estrella del Sur se acercara un poco más, de vez en
cuando, para observar a la Estrella Polar y ver si todavía permanecía allí.
De ser así, la Estrella del Sur debía regresar a su lugar.
La Estrella Polar será la que dará la orden para terminar todas las cosas, y
la del Sur la ejecutará. Cuando llegue el fin de los tiempos, nuevas estrellas
volverán a caer encima de la Tierra.
En la historia de los indios pawnees reconocemos el movimiento retrógrado de Venus, que sigue un círculo completo.
Por lo tanto, pensaban que Venus era capaz de invertir la posición de los polos Sur y Norte haciendo esta curva planetaria. De manera similar a muchas otras naciones, los pawnees creían que la futura destrucción depende del planeta Venus y que, al final, los polos Norte y Sur cambiarán de lugar. A juzgar por sus acciones, queda claro que tomaban este tema muy seriamente.
Cuando Venus salía con un brillo muy fuerte, o cuando veían un cometa en el cielo, sacrificaban a un ser humano y lo hacían de la siguiente manera: el cabello de una niña que había sido tomada prisionera era teñido de rojo por su guardián. También él teñía su rostro y cabello de rojo, y llevaba en su cabeza un tocado de doce plumas de águila con forma de abanico, porque era así como el lucero del alba se les aparecía en sus visiones.
Cuatro estacas oficiaban de andamiaje y eran colocadas en las direcciones del viento. Entonces, mediante las estacas le ordenaban a la estrella matutina que permaneciera en lo alto "para que tú puedas transportar siempre los cielos".
En el momento en que aparecía la estrella matutina, dos hombres daban un paso adelante portando palos en llamas. Los hombres cortaban el pecho de la niña y le arrancaban el corazón, y después colocaban haces de palos ardiendo hacia el Noreste, Noroeste, Sudeste y Sudoeste, sobre el andamiaje, para incendiarlo.
Dado que ahora conocemos la relación entre Venus y el cataclismo mundial de casi doce mil años atrás, el significado de estas ceremonias se torna más claro.
Venus es un vínculo entre los mortales giros que golpearon a la Tierra antes y los que la volverán a golpear; las direcciones del viento se invertirán y un período de oscuridad atormentará los cielos.
Figura 40.
En 9792 a.C., año de la catástrofe anterior,
Venus hizo un giro planetario retrógrado detrás de Géminis,
encima de Orion.
Figura 41.
En 2012, Venus hará un giro planetario retrógrado en forma de curva encima de Orion,
presagiando una inversión de los polos en la Tierra.
A partir de entonces, Venus anunciará una nueva era.
Mediante antiguas escrituras y el resto del remanente astronómico de los antiguos egipcios y mayas, se puede recuperar una parte importante de datos elementales. Las relaciones matemáticas prueban los viejos mitos, y éstos, a su vez, nos demuestran qué es lo que sucedió. Pude llegar a la conclusión de que la hipótesis en la que trabajaba era dolorosamente exacta.
Los antiguos egipcios y mayas comparten características comunes relacionadas con la catástrofe que nos golpeará:
Los códigos mayas fundamentalmente se refieren a Venus. En el zodíaco egipcio, el número de Venus está oculto y se utiliza muchas veces. El desciframiento lo muestra claramente. En mi libro anterior, Gino y yo descubrimos que Venus brinda el código principal para la inversión del campo magnético del Sol. En 9792 a.C, año de la catástrofe anterior, Venus hizo un giro planetario durante varios meses detrás de Géminis, sobre el lado izquierdo encima de Orión. En el año 2012, Venus hará un movimiento similar, pero esta vez exactamente encima de Orión, y la Tierra comenzará a girar hacia el otro lado, después de invertirse los polos. Este descubrimiento demuestra que no se trata de una coincidencia, sino más bien de un brillante procesamiento de códigos comunes.
Ambas civilizaciones incorporaron el ciclo de las manchas solares en sus cálculos. En los de los egipcios, esto era más difícil de descifrar que en los de los mayas. El zodíaco y las eras de precesión eran más importantes para los egipcios. Luego de investigar durante mucho tiempo, al fin logré comprobar que la teoría del ciclo de las manchas solares estaba oculta en su zodíaco astronómico. Los cálculos que lo convencerán en cuanto a la forma de codificación que tuvieron los egipcios se encuentran al final de este libro,
Antes de descifrar el ciclo de manchas solares que está oculto en el Códice Dresden, se debe disponer de todos los desciframientos egipcios esenciales. Éstos comprueban el origen de los códigos. El ciclo de manchas solares se relaciona con los campos magnéticos del Sol y las tormentas solares, mientras que el zodíaco egipcio revela sus consecuencias en la Tierra.
Un posterior desciframiento expone que la precesión del zodíaco también está oculta en el ciclo de manchas solares de los mayas. Cuando el campo magnético del Sol cambia, la influencia en la Tierra es catastrófica. Como ya sabe por mi libro anterior, ¡la Tierra fue a parar a otra era del zodíaco después de cada cataclismo! Y con eso, nuestro círculo de evidencia se completa.
Conclusión
En el año 2012 d.C, el campo magnético del Sol cambiará. Una catastrófica tormenta solar azotará la Tierra.
Como resultado, sus polos magnéticos se invertirán, y luego la rotación del planeta también se invertirá. Más aún, la Tierra será catapultada a otra erjj. El código de Venus se relaciona con este momento. Durante varios meses, Venus hará un aparente movimiento retrógrado encima de Orion.
Con sus cálculos anteriores y su inteligente codificación de este acontecimiento, los mayas y antiguos egipcios demostraron sus adelantados conocimientos.
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12. 666 - EL NÚMERO DE LA BESTIA I
En su libro The Supergods - They Came on a Mission to Save Mankind [Los Superdioses - Ellos Vinieron con la Misión de Salvar la Humanidad], Maurice Cotterell somete al templo de Palenque a una severa inspección.
Formula innumerables preguntas, como:
¿Por qué el templo tiene nueve pisos, pero sólo cinco escaleras? Hubiera sido mucho más fácil hacer escaleras más cortas.
¿Por qué la segunda escalera tenía veintidós escalones?
¿Por qué el templo tenía seiscientas veinte inscripciones?
Sobre la base de su familiaridad con el ciclo de las manchas solares, empezó a investigar el templo de una nueva manera y, luego de un estudio muy profundo, halló una unidad lógica.
El templo con sus accesorios fue construido de tal modo que, por curiosidad, formuláramos preguntas, y así nos entregaría mensajes codificados, todos los cuales apuntan al ciclo de las manchas solares. Hasta aquí, ésta es una evidencia lógica de su teoría anterior, que proponía que el ciclo de las manchas solares no sólo era universalmente válido, sino también conocido por los mayas del modo como él lo había calculado. Sin embargo, posteriores investigaciones produjeron un resultado inesperado y sensacional.
Inicialmente había reconstruido una serie numérica. Por ejemplo, descubrió cinco objetos, luego encontró cinco signos dobles, cinco signos de objetos que mostraban el número 3, y así sucesivamente, hasta cinco signos de objetos con el número 9 como básico. La lista estaba completa, salvo por el hecho de que faltaban los tres objetos para el número 6: 666, el número de la Bestia.
Esto lo intrigó sobremanera, pero no podía hallar una solución. La Biblia contiene una extraña historia que se refiere a este número, y predice que vendrá un Apocalipsis y la destrucción total. Nadie sabe a qué alude, porque parece muy extraña y misteriosa.
El Capítulo 13 del Apocalipsis nos cuenta sobre una bestia que surge del mar; tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre su cabeza se puede leer el siguiente mensaje:
"He aquí la sabiduría; que aquel que tiene el conocimiento cuente el número de la Bestia, pues es la cifra de un hombre, y su número es 666".
Casi todos conocen este número y saben que está relacionado con el fin de los tiempos.
Se han escrito series completas de libros acerca de él, con todo tipo de posibles interpretaciones. A la fecha, nadie ha logrado hallar claves plausibles sobre qué significa. Intrigado, leí este capítulo una y otra vez. No sabemos mucho acerca de esta parte de la Biblia, cómo llegó a nosotros ni quién la escribió. Todo lo que sabemos es que esta historia del Apocalipsis fue escrita por un judío cristiano llamado Juan.
El significado de la palabra "apocalipsis" es 'revelación'. El Libro de las Revelaciones fue escrito entre los años 56 y 95 d.C, en la isla de Patmos, en las cercanías de Turquía. En su prefacio, Juan dice que Dios le entregó la revelación por intermedio de un ángel.
Transcribo el texto:
"Y vi un ángel que habló en voz alta: '¿Quién es merecedor de abrir el libro?'. Y ningún hombre del Cielo o de la Tierra pudo abrirlo; mucho menos echarle una ojeada".
Sin embargo, no hubo una barrera para Juan. Él tuvo permiso para mirarlo, aunque no tuvo que leerlo, pues vio cómo todo sucedía delante de sus ojos. La historia se pone en verdad interesante con la apertura del sexto sello; se refiere al pulso del universo.
Según Juan, "las estrellas cayeron sobre la Tierra" y "el cielo se comportó como un papiro que se enrolla".
Antes de que se abriera el séptimo sello, hubo un breve silencio y un cambio en la cronología. Como en una película, Juan fue transportado en el tiempo hacia delante y atrás, entre el cielo y la tierra. Los "siervos" de Dios, los 144.000 miembros de las doce tribus de Israel, fueron marcados en su frente con un "sello"; esto los protegería durante el pronunciamiento del Juicio Final.
Después de la apertura del séptimo sello, hay una demora por alguna razón.
Juan nos dice lo siguiente:
"Hubo un silencio en el cielo, de aproximadamente media hora".
Luego, empieza toda una serie de acontecimientos surrealistas.
Primero se presentaron sucesivamente siete trompetas, que representaban el número de los sellos abiertos. Con el primer sonido de la trompeta, la Tierra es bombardeada con granizo y fuego, mezclados con sangre; arde un tercio del planeta. La segunda trompeta cambia un tercio de los océanos por sangre; un tercio de la vida orgánica es barrida y un tercio de todos los barcos es destruido.
Junto con el sonido de la tercera trompeta cae una "estrella" sobre la Tierra, envenenando un tercio de los ríos y lagos. La cuarta trompeta anuncia la extinción parcial de la luz del Sol y la Luna. La quinta abre un abismo en la tierra, de donde surgen extraños animales con cabezas humanas. Con el sonido de la sexta trompeta, son liberados cuatro ángeles, que conducen una caballería de dos millones; tienen coloridos escudos y caballos con cabeza de león.
Mediante varias plagas, un tercio de la humanidad perecerá. Durante esta matanza, según Juan, el resto de los seres humanos se niega a entregar a sus dioses, hechos de oro y plata, los cuales "no pueden ver ni oír ni hablar".*
* Para los matemáticos, véase el Apéndice.
Nuevamente, hay un interludio antes del sonido de la séptima trompeta. Durante este período, Juan recibe un papiro de un ángel, que es conocido en "la tierra y en el mar", quien le ordena comerlo.
Tendrá un sabor dulce en la boca, pero amargo en el estómago, según le asegura el ángel. La lección moral es que los frutos del materialismo no valen la pena, sino que constituyen una amarga píldora para digerir. Por lo tanto, a Juan le entregaron una vara de medición y le pidieron que midiera el Templo de Dios y contara la cantidad de feligreses.
Más aún, le dijeron que dos testigos, simbolizados por dos árboles de olivo y dos lámparas, lanzarían sus profecías sobre la Tierra durante 1.260 días, junto con las plagas y el cambio del agua por sangre. Sin embargo, serían derrotados por la Bestia del abismo.
Entonces, siguen las famosas palabras:
"He aquí la sabiduría; que aquel que tiene el conocimiento cuente el número de la Bestia, pues es la cifra de un hombre, y su número 666".
Antes de ahondar en este tema, primero continuaré con la historia de Juan.
Cristo se le aparece, junto con sus 144.000 elegidos. Los ángeles hacen varios anuncios, enfatizando que las iglesias deben estar pobladas en honor a Dios y advirtiendo a los que están marcados con el signo de la Bestia. Siete ángeles traen siete plagas en las últimas horas de la humanidad; la cuarta y la quinta son las más importantes. Dicen que el Sol abrasará a los seres humanos con sus rayos, y luego habrá en la Tierra un período de oscuridad.
Después de leer esto empecé a buscar posibles vínculos. La historia contenía elementos de un corrimiento de los polos y el número de la Bestia se relacionaba con dicho corrimiento. Entonces, lentamente, comencé a ver la luz; sin duda alguna, el número 666 estaba sustentado por varias fuentes, y los egipcios y mayas lo sabían.
Existía también una conexión con el ciclo de las manchas solares; por lo tanto, tenía que ser la base de la próxima destrucción de la Tierra. Otro hecho destacable es que el número 7 se menciona 54 veces en total en la historia de Juan acerca del Apocalipsis. 54 es un número de código importante en el desciframiento del Códice Dresden, y también está directamente relacionado con el zodíaco egipcio; es una clave nada desdeñable.
El libro tiene 22 capítulos, y este número es el principal para descifrar el Códice Dresden. Me preguntaba qué significaría esto. Mientras tanto, había hecho largos cálculos con los números mayas que, probablemente, me colocarían en la senda correcta.
Volví a leer el capítulo del libro de Cotterell sobre el número 666, pero esta vez miré las cifras en el esquema con más detenimiento: cinco veces el número 1, cinco el número 2, cinco el número 3, y así hasta cinco veces el 9. Sólo faltaban los múltiplos del número 6. Éste era un punto de partida casi incomprensible y sumamente difícil. Una vez más repasé los puntos, leí las preguntas que Cotterell había escrito y traté de hallar alguna posible conexión.
Él había podido ubicar algunos de los números, y su decodificación reveló el ciclo de las manchas solares. Sin embargo, no había resuelto éste: ¿por qué la segunda escalera tenía 22 escalones? Yo sabía la respuesta, porque se necesita este número para descifrar el Códice Dresden. Entonces, mis ojos se detuvieron en algo que posiblemente ocultaba una solución.
Tenía que ver con nueve series de cinco.
La pirámide también tenía nueve pisos y cinco escaleras; algo importante se ocultaba aquí. Si multiplicamos 5 x 9 obtenemos 45. Ya había visto este número, pero ¿dónde? Empecé a repasar mis cálculos rápidamente. ¡Ahí estaba! En un ciclo de manchas solares de 187 años ¡hay cinco ciclos de desviaciones que contienen nueve bits, o sea, un total de 45 bits (9 x 5)!
Todos los otros ciclos contenían ocho bits, número sumamente importante para los antiguos egipcios. Hasta aquí, todo bien. Ahora, había que encontrar la relación matemática entre estos dos ciclos de desviación y el número 666. Todo está expuesto en código. Es probable que existiera una relación con el resto de los números principales del Códice Dresden que yo había descifrado.
Tomé mi calculadora y decidí jugar a hacer algunas adivinanzas para develar el acertijo.
Son tres los números importantes para descifrar el Códice: 2.664, 1.872 y 1.944.
Éstos también se relacionan con el zodíaco egipcio; y no olvidemos que dichos números son múltiplos de 36. Luego de reflexionar un poco logré establecer la conexión entre los números que necesitaba para descifrar el código maya y el ciclo de precesión, el ciclo de las manchas solares y el número 666. Algunos minutos más tarde, me acercaba a pasos agigantados a la solución de un enigma de más de mil años.
Restemos los tres números precedentes de todo el ciclo de precesión y dividamos el resultado por 36:
25.920 - 2.664 = 23.256 / 36 = 646
25.920 - 1.872 = 24.048 / 36 = 668
25.920 - 1.944 = 23.976 / 36 = 666 = ¡el número de la Bestia!
668 - 646 = 22 = ¡solución del Códice Dresden!
Ahora estaba un ciento por ciento seguro de que el número 666 indicaba el fin del mundo.
Si observa con cuidado lo que descifré, podrá seguir la línea de mi razonamiento. 25.920 es la cantidad de años que necesita la Tierra para completar un ciclo completo del zodíaco. Del libro Le Grand Cataclysme [El Gran Cataclismo] hemos aprendido que esto nunca podría suceder, porque en ese intervalo se producirá una catástrofe a causa de la cual la Tierra se hallará en una nueva era, y el ciclo del zodíaco tendrá que empezar otra vez, porque todo en el cielo desde la perspectiva de la Tierra habrá cambiado de posición.
Los tres números de código del Códice Dresden se relacionan con esto porque debemos restarlos del ciclo de precesión. Cuando dividimos el resultado por 36 obtenemos números esenciales, dado que también hay que dividir por 36 los tres números de código del Códice para hallar el código subyacente. De ese modo, obtenemos el número de la Bestia.
En el patrón de razonamiento maya el número 666 perturba el movimiento de la Tierra en el zodíaco. Hasta aquí, no podía imaginar mejor evidencia que ésta. Sin dudarlo, dividí 666 por 22 (número de código principal en el desciframiento del Códice Dresden) y obtuve como resultado 30,272727.
Tenía que haber una conexión en la construcción lógica de mi desciframiento del Códice. Entonces se me ocurrió pensar en los ciclos de desviación de nueve bits; la solución debía estar allí. De mi desciframiento del Códice Dresden yo sabía que un bit de 87,4545 días guardaba relación con los 3,363636 círculos del campo del ecuador solar.
Multipliqué 3,363636 por 9, lo que dio como resultado 30,272727. ¡Allí estaba! ¡La solución que había buscado por tanto tiempo! ¡Parece ser una desviación en el ciclo de las manchas solares! Las posteriores decodificaciones lo prueban; por lo tanto, no amerita continuar con otras consideraciones.
Después del desciframiento saqué las siguientes conclusiones:
El número 666 representa una desviación en el ciclo de las manchas solares, que produce importantes cambios en el Sol.
Esta desviación es también responsable de la inversión del campo magnético del Sol. Esta desviación causará una enorme tormenta solar en 2012.
Al indicar que debemos descifrar lo que está detrás del número 666, ¡los antiguos científicos nos dijeron qué nos está aguardando!
Número de la Bestia = 666 = ciclo de desviación = enorme tormenta solar = inversión del campo magnético de la Tierra = ¡supercatástrofe!
666: el número de la profecía integrado al Templo del Sol
Nuevamente, hallé en esta decodificación los rastros que dejó una civilización perdida.
Ésta se basaba en los números sagrados que utilizaba una y otra vez en su manera de calcular. Durante miles de años, la ciencia secreta detrás de todo esto fue transmitida a las siguientes generaciones. Más tarde se perdió durante un negro período de largos siglos. Pero, debido a su asombroso método de trabajo, logré revivir los rastros de esta civilización técnicamente adelantada, envueltos en una mortaja de profecías, de antiguos códigos esotéricos.
Mis pensamientos siguieron el camino del razonamiento de estos constructores de pirámides. Si el número 666 se ocultaba en el templo de Palenque, entonces también debería estar encubierto en otros lugares. Después de todo, cada una de sus acciones se basaba en el ciclo de las manchas solares; no podían dejar de aparecer otras pruebas arqueológicas.
Esta idea me atraía cada vez más. ¿En qué otro lugar estaba enmascarado el número 666 en estas construcciones que significan una inconmensurable herencia de profecía para nosotros? Podía estar integrado en cualquier parte. Los mayas eran tan increíblemente inteligentes que elevaron su mensaje a un nivel superior al de la civilización que les confirió los conocimientos. Con él, heredaron el recuerdo de aterradores terremotos, estrellas que caen, un Sol brillante y abrasador y una destructiva ola gigantesca.
Entretejieron todo esto en sus mágicos edificios con el mensaje urgente:
"Ya ocurrió antes y volverá a ocurrir muchas veces más".
Con renovado coraje e interés empecé a husmear en trabajos anteriores; tenía que haber otra conexión en alguna parte.
En los antiguos anales leemos:
"En esta era, una lluvia de fuego proveniente del cielo y la lava surgente destruyeron todo".
El símbolo de la era actual es el mismo Dios Sol. Los mayas sabían que el Sol ya había llegado lejos en su ciclo y que estaba casi muerto. Sus rasgos están arrugados por el paso del tiempo y su lengua se extiende con avidez en busca de sangre y corazones.
El número 666 juega un papel importante en todo esto. Por esta desviación en el ciclo de las manchas solares, los ciclos del Sol están cambiando. Nos aguarda una completa inversión del campo magnético. ¿Cuándo se producirá esta catástrofe? En el momento exacto en que todos los ciclos desviados hayan llevado los campos magnéticos solares a su punto máximo.
Según los antiguos maestros, esto sucederá el 21 de diciembre de 2012 d.C.
Sus templos y pirámides no son productos de mentes supersticiosas, sino diseños de una arquitectura sumamente habilidosa. Y mediante este principio básico pude hallar otra conexión con el número 666. En Teotihuacan se yergue un enorme edificio, la Pirámide del Sol, que contiene una directa referencia al Sol y a sus ciclos de desviación ocultos. Durante los puntos de los equinoccios de primavera y otoño, exactamente al mediodía, el Sol que brilla de Sur a Norte causa un fenómeno: una sombra completamente recta desaparece en forma gradual sobre uno de los pisos inferiores del lado occidental.
¡Y ahora viene la parte fantástica! ¡El paso desde la sombra a la plena luz tarda exactamente 66,6 segundos!
Esto nos brinda una innegable relación con el número 666. Los mayas usaban nuestra cronología de tiempo de 86.400 segundos, lo que les permitía asimilar el número 666 en su diseño. Para llevar a cabo este magistral ejemplo de pensamiento científico se necesita un enorme conocimiento astronómico y geodésico; una vez más, los visionarios maestros de la antigua ciencia nos dejan atónitos. Éste es un ejemplo de un mito poderoso y permanente que proviene de tiempos inmemoriales; es el recuerdo de un desastre global aterrador.
Esta visión arquitectónica sobrevivió miles ele años, igual que los códigos matemáticos que se ocultan en ella. Un buen ejemplo de ello lo brinda la relación matemática inimaginablemente precisa entre el Sol y sus ciclos de desviación. Este redescubrimiento de datos provenientes de los albores de nuestra civilización debería hacernos más humildes.
En esos tiempos, los pioneros sabían y hacían cosas que nosotros ignoramos; sin embargo, sus hallazgos científicos ahora se están imponiendo sobre nosotros como ecos en nuestros sueños. Y nuestros sueños nos están llevando a un acercamiento sin escalas a un desastre mundial. Después de cierta cantidad de ciclos de desviación, se producirá el desastre más catastrófico en la historia de la humanidad.
De repente tuve una idea.
Cinco ciclos de desviación simbolizados por el número 666 aparecen en un ciclo de manchas solares de 187,2 años. Si dividimos 187,2 por 5 obtenemos el período promedio entre estas desviaciones: 187 + 5 = 37,44 años; multiplicando este número por 100, ¡obtenemos un número maya muy conocido! Otra vez, había hallado un código esencial.
Cuando dividí por este número el período entre el cataclismo anterior y el venidero, dio como resultado aproximadamente un total de 315 ciclos de desviación.
Conclusiones lógicas
Estos resultados muestran de dónde los mayas obtuvieron sus números esenciales. Se basan en "números sagrados" aproximados. Aquellos que estudien con cuidado el desciframiento del Códice Dresden en la última parte de este libro rápidamente reconocerán la importancia de los valores hallados. Esta particular manera de calcular constituye la médula de su patrón de pensamiento.
A ellos les gustaba jugar con los números, preferentemente siempre con los mismos, y sobre esta base podían obtener ciertos resultados que se acercaban mucho a la realidad. Después de hacer algunos otros cálculos, se aproximaron cada vez más al valor real, hasta que alcanzaron una exactitud casi increíble. Un ejemplo extraordinario es el período del año solar, ¡que calcularon con toda precisión hasta una innumerable cantidad de cifras después de la coma decimal! (véase el Capítulo 14).
Por cierto que se ocultan muchos códigos más detrás de su manera de calcular.
Mientras escribo esto, mi mente vuela. Un destello de intuición puede marcar la diferencia entre seguir adelante con el desciframiento o quedar empantanado, ¡sentimiento que a esta altura conozco muy bien! Debo dejar de pensar durante meses hasta que pueda abordar otra vez el desafío desde una perspectiva fresca. De repente, descubro cómo continuar con el desciframiento de los códigos y seguir adelante para resolver los múltiples enigmas. Y esta vez volverá a pasar y resultará impactante, porque nos guiará al profetizado final de los tiempos.
Después de concluir mi libro tuve otra revelación que mencionaré aquí, aunque volveré a ella en mi próxima obra:
666 = 315 + 351 (315 es un anagrama de 351)
Usted ya ha visto que el ciclo de las manchas solares contiene 315 desviaciones de nueve bits entre la catástrofe anterior y la próxima. En otro desciframiento hallé el tan importante número 351, que me condujo a cruciales hallazgos en el Códice Dresden. Los números 315 y 351 son anagramas uno del otro, lo que significa que tienen las mismas cifras acomodadas de diferente manera. Numerosos cálculos esenciales son ejemplo de esto.
Es una característica particular del jueguito de los mayas con los números. Con ayuda del número 351, ahora yo había logrado calcular la cantidad exacta de días entre el cataclismo anterior y el que está por venir. Podemos concluir entonces que existe una importante relación entre estos números.
Originalmente, tenía la intención de explicarla en este libro, pero es una historia bastante compleja y un tanto larga, de modo que deberá esperar.
Conclusión
Usted hallará nueva evidencia de un corrimiento de los polos en el último capítulo del Apocalipsis de Juan, donde describió la Nueva Jerusalén o ciudad sagrada de Dios, después del Juicio Final. La ciudad es un cubo perfecto, cuya base está decorada con doce piedras preciosas y semipreciosas.
De hecho, estas piedras son las mismas gemas que los sumos sacerdotes usaban cuando Dios les entregó las especificaciones del Tabernáculo durante el éxodo con Moisés. Encima de una colorida vestimenta llevaban pectorales que contenían estas doce piedras, las cuales representaban las doce tribus de Israel, aunque asocian con los doce signos del zodíaco.
Las doce piedras con sus correspondientes signos zodiacales son las siguientes:
Amatista - Aries
Aguamarina - Tauro
Crisoprasa - Géminis
Topacio - Cáncer
Berilo - Leo
Crisolita - Virgo
Sardio (cornalina) - Libra
Sardónix - Escorpio
Esmeralda - Sagitario
Calcedonia - Capricornio
Zafiro - Acuario
Jaspe - Piscis
Y ahora llegamos a una sorprendente conclusión, porque en la lista de Juan aparecen las piedras en orden inverso.
Otra prueba especial de un corrimiento de los polos, pues luego de la inversión de 9792 a.C. ¡el zodíaco se movió en la dirección opuesta!
Resumen
Al integrar el número 666 a sus construcciones, los mayas nos enseñar el principio que destruiría nuestra civilización. Además, nos topamos con otros números que usaban los mayas.
Ellos crearon una obra maestra que se basa en su herencia de una civilización superior que una vez gobernó en la Tierra. Con ayuda de sus cálculos increíblemente exactos, los primeros sumos sacerdotes pudieron predecir lo siguiente: el universo se hará pedazos en un gran desorden y hará que los planetas cambien su rumbo.
Después de la catástrofe el Sol, la Luna y las estrellas empezarán a moverse en dirección contraria. La Tierra se sacudirá y temblará y las aguas se elevarán desde su lecho con inusitada violencia y destruirán las civilizaciones existentes. Los antiguos egipcios nos han legado el mismo mensaje.
Y de nosotros depende negar estas verdades que provienen de tiempos inmemoriales o tratarlas con respeto.
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