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miércoles, 27 de septiembre de 2017

La rabia 

Mientras reconstruimos, no hay por qué dejar la rabia. Que sea el motor para exigir rendición de cuentas, para que se castigue a las inmobiliarias asesinas, a los burócratas corruptos involucrados en la venta de edificios que se hicieron de papel.
Por: Georgina Montalvo (@ginmontca) y Omar Feliciano (@tipographo)
Rabia, furia ante la negligencia y la omisión ante la mentira mediática, ante la inacción e insensibilidad del Estado. El patrón se repitió 32 años después. La juventud afuera en las calles, las feministas movilizadas en una brigada para insistir en el rescate en la textilera de la colonia obrera. Cólera al pedir que los partidos renuncien a los dineros de la campaña electoral más cara de nuestra historia. Ira de saber de los robos y los fraudes con la ayuda para los afectados, al escuchar las declaraciones del Bronco que señala “ser liberales en la fe” como la causa del terremoto.
No hay catástrofes sólo “naturales”, todas tienen una dimensión social donde se evidencia la desigualdad y se agudiza a causa de la corrupción: Por cada hombre víctima del sismo hay dos mujeres, además de que la ayuda se ha concentrado en las zonas céntricas de la ciudad. Hoy, junto a los centros de acopio, están los pobres de siempre pidiendo limosna.
Mientras reconstruimos, no hay por qué dejar la rabia. Que sea el motor para exigir rendición de cuentas, para que se castigue a las inmobiliarias asesinas, a los burócratas corruptos involucrados en la venta de edificios que se hicieron de papel. Quienes permitieron que se construyera con mármol un departamento sobre el auditorio del Colegio Enrique Rébsamen. A los servidores públicos que no están atendiendo la emergencia como la de Xochimilco, donde hay miles de personas sin agua.
Toda esta catástrofe sucedió en un país donde las mujeres ya nos sentíamos inseguras. El temblor derribó muros de concreto, pero no la realidad en la que vivimos desde hace tiempo: violencia, acoso, pobreza y explotación laboral, por ejemplo.
Antes del temblor, GIRE había planeado una sesión de contención para las mujeres integrantes del equipo que lo necesitaran. El tema: lo que nos generó el asesinato de Mara, en Puebla. Aquel lunes 18 de septiembre volvimos a trabajar con preocupación, desanimadas, con miedo. El martes tembló.
Entonces, el lunes 25, mientras millones de personas se encuentran elaborando, hablando de sus sentimientos, experiencias y malestares tras el evento sísmico, nosotras nos preguntamos: ¿cómo es posible que esa sociedad solidaria que brotó en cuando la tierra dejó de moverse es la misma que concibe a las mujeres como objetos a los que se puede violentar hasta la muerte?, ¿cómo la misma sociedad que diseña mecanismos para castigar la corrupción en la construcción de inmuebles es la que a veces olvida que hay miles de feminicidios impunes y que no exige en conjunto que estos se aclaren?
Por supuesto, nos surgieron más dudas que respuestas, pero una sí nos quedó clara: que los cimientos del patriarcado son fuertes. Que se necesita más, mucho más que un terremoto para derribarlo.

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