Un penacho para el Tlatoani
Siete veces el presidente de México ha hecho pública la exigencia de que España le pida perdón a nuestro país por “los atropellos cometidos durante la conquista” y para lograr una reconciliación plena.
En este contexto de neonacionalismo exacerbado y ramplón que el presidente López Obrador pretende revivir como contexto de los 200 años de la consumación de la independencia en septiembre de 2021, envió en su representación y en la del gobierno mexicano a “una ciudadana común y corriente” sin ningún cargo público y cuya única coincidencia es ser su esposa y madre del menor de sus vástagos.
A ella, entre otras cosas le encomendó la patriótica misión de tratar de traerle como ofrenda el penacho de Moctezuma Xocoyotzin, elemento ornamental que no fue ni robado, ni saqueado por Hernán Cortés, sino entregado como obsequio por el propio Rey Tlatoani al conquistador (y de los cuales, según la historia, tenía tantos como el bronco sombreros o el presidente excusas), petición que ya ha negado el gobierno austriaco desde 2011 por la imposibilidad del traslado de la pieza debido a su extrema fragilidad.
Más allá del reclamo legítimo de por que la doctora “Beatriz Gutierrez de López Obrador” (como se hace llamar en Francia” y no la Secretaría de Relaciones Exteriores o la de Cultura son las responsables de representar al gobierno mexicano en tal misión, el asunto tiene un trasfondo meramente propagandista y electorero.
La previsible negativa tanto de El Vaticano como del gobierno Español para rendirse a los pies del nuevo Tlatoani pidiéndole perdón y del gobierno austriaco de devolverle el penacho, dan paso al discurso patriotero de victimización, ya no sólo del presidente, sino del pueblo entero.
Y desde ya, con el retiro de la estatua de Colón del paseo de la Reforma en la Ciudad de México, se inauguró la campaña chaira anti hispanidad, con un danzante bailando frente a la base que quedó del monumento de un navegante genovés patrocinado por los reyes de Castilla, porque en aquellos tiempos, España ni siquiera existía.
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¿Qué sigue entonces? porque para mantenerlos entretenidos y cohesionados esto se trata de odiar a alguien, así es que en congruencia, los nuevos odiadores cuatroteros tendrían que dejarle de ir al Real Madrid, empezar a hablar en Náhuatl, Maya o Totonaco, desconocer a la virgen de Guadalupe y a la religión católica, cambiar sus apellidos de López o Gutiérrez a Picatelcutli o Cacahua y cambiar sus atuendos de Zara (léase “serua”) por patrióticos taparrabos. Tampoco habrían corridas de toros, pero en su lugar podrían reinstaurarse los populares y tradicionales sacrificios humanos para restablecer el orden en el cosmos.
Mientras tanto yo espero que el rey Guillermo Alejandro de Holanda esté ya preparando su carta de disculpas dirigida al Tlatoani de Macuspana y al pueblo de México por habernos eliminado en el mundial del 2014. De negarse mandaremos a quitar todas las sucursales de sus helados en territorio nacional. Advertido está.
POR JORGE AVILÉS
JORGEAVILESVAZQUEZ@GMAIL.COM
@CALLODEHACHA
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