LA AVENTURA DE PANCHO VILLA EN COLUMBUS
WILLIAM CLARK
En Columbus recuerdan a Pancho Villa.
La gente que aún vive en esta población del suroeste de Nuevo México recuerda las primeras horas del 9 de marzo de 1916.
En la oscuridad previa al amanecer, unos 500 guerrilleros villistas de la Revolución Mexicana cruzaron la frontera entre México y los Estados Unidos, cinco kilómetros al sur, y atacaron Columbus, tomando por sorpresa tanto a sus habitantes como a la policía montada de la patrulla fronteriza asignada a ese lugar. Las imágenes de aquella noche están grabadas en la memoria de los sobrevivientes: la ráfaga de la metralla, el sonido relampagueante de las balas, que provenían de los magueyes donde los invasores se ocultaban, o cayendo sobre los techos de lámina de los edificios como una lluvia de granizo; gritos de “Viva Villa” en las calles y el cielo resplandeciente mientras que el centro de Columbus era consumido por las llamas.
La avanzada de Villa es la última invasión al corazón continental de los Estados Unidos perpetrada por una fuerza armada extranjera, y su precio fue alto. Dieciocho ciudadanos norteamericanos –10 civiles y ocho soldados– fueron asesinados, junto con 90 villistas, cuyos cuerpos fueron quemados y sepultados posteriormente en un desierto aledaño. Los testigos de esa cremación que aún viven recuerdan la humareda que flotó en el aire durante días, mientras que el ejército norteamericano se preparaba para perseguir a Villa. Vieron los trenes que empezaron a reunirse de inmediato en Columbus, llevando tropas, caballos, artillería y vituallas. Una semana después de la invasión, presenciaron la marcha de la Expedición Punitiva norteamericana hacia México.
Encabezados por el General John “Black Jack” Pershing, quien pronto sería el líder de la Fuerza Expedicionaria de los Estados Unidos en Francia durante la Primera Guerra Mundial, la Expedición Punitiva fue una misión militar masiva, que finalmente involucró a 10,000 soldados norteamericanos. Permanecieron a lo largo de 11 meses en México, recorriendo los inhóspitos desiertos y las montañas del estado de Chihuahua, con algunos destacamentos que penetraron unos 800 kilómetros hacia el sur, rumbo a la ciudad de Parral, en busca de Villa y sus “salteadores”.
La incursión de Pershing en México fue la última verdadera operación de caballería que emprendió la Armada de los Estados Unidos (los soldados a caballo cumplieron su arremetida final en la hacienda Ojos Azules) y fue la primera vez que el ejército norteamericano utilizó vehiculos motorizados. En lo que probaría ser un entrenamiento previo a la Primera Guerra Mundial, Pershing realizó experimentos en México con automóviles, camiones e incluso, por primera vez bajo condiciones de combate, aeroplanos. Columbus fue la base de avanzada de los Estados Unidos para toda esa actividad, y el pueblo prosperó como una vía constante para camiones y vagones de tren que iban al sur, conservando la ruta de abastecimiento de Pershing.
En Chihuahua, la Expedición Punitiva combatió una docena de veces con las fuerzas mexicanas; su batalla más costosa ocurrió en la villa del Chamizal, donde un destacamento de caballería norteamericano sufrió 40 bajas, la captura de 23 soldados y la pérdida de su comandante. Al final, Pershing tuvo éxito en dispersar a las fuerzas mexicanas que atacaron Columbus, pero Villa, el taimado y carismático líder guerrillero, nunca fue hecho prisionero; en febrero de 1917, la Expedición Punitiva emprendió el camino de regreso a Columbus.
Los fotógrafos de los diarios documentaron todos esos acontecimientos, desde la masacre en el desierto, como secuela inmediata de la invasión a Columbus, hasta el final de la intervención norteamericana provocada por aquel ataque, como parte de la cobertura de la revolución mexicana en proceso de 1910 a 1920. Fue de hecho en este período cuando maduró el fotoperiodismo, captando la acción de la contienda en nítidas imágenes en blanco y negro. Pero en lo que se refiere a las causas, a los motivos de la invasión, nada está claro.
Se ha sugerido, por ejemplo, que los alemanes fomentaron el ataque para mantener a los Estados Unidos ocupados en casa y fuera de la Primera Guerra Mundial, que tenía lugar en Europa; o que el gobierno estadounidense lo propició para tener una excusa e invadir México. Pero el peso de la evidencia indica que Villa ordenó la invasión en Columbus con la esperanza de obtener ilegalmente armamento necesario y buscando vengarse de lo que a su entender eran dos traiciones, una política y la otra personal.
Villa era considerado amigo de los Estados Unidos, pero en octubre de 1915 los Estados Unidos reconocieron a Venustiano Carranza, su archirrival, como gobernante oficial de México; entonces, le permitió a Carranza movilizar tropas en tren a lo largo del lado norteamericano de la frontera, yendo de Columbus a Agua Prieta, a través de Douglas, Arizona, donde Villa sufrió una derrota catastrófica que le achacó a los Estados Unidos. En Columbus, la población que unos meses después atacaría los invasores villistas, vivía un comerciante de nombre Sam Ravel, quien, cuando el poder de Villa y su influencia política decayeron en 1915, se dice que se negó a sumistrar un cargamento de armas por el que ya había pagado y/o –las historias varían- había vendido a Villa armas inservibles.
Así, Columbus fue consumida por las llamas, para luego caer al olvido. El corazón de la aldea es ahora un lugar señalado a manera de registro histórico, junto a una placa de metal, colocada en un lote baldío, donde se cuenta la historia del hotel Commerce, en el que Sam Ravel alquiló un cuarto y a donde fueron los invasores villistas en su busca antes de quemar el edificio. Cerca de ahí está el sitio donde el viejo Ejército de los Estados Unidos acampó –el escenario de la Expedición de Pershing–, el cual es ahora un área cubierta por un jardín de cactus perteneciente a un parque estatal de Nuevo México que lleva el nombre de Villa.
Poco parece haber cambiado, y Columbus sigue siendo un lugar pequeño y tranquilo, casi como lo era antes de la violenta noche de 1916. Más allá de los límites de la población, el desierto se expande hacia el sur, en México, vasto y silencioso como siempre; ahí no hay nada que temer. Pero en Columbus el fantasma de Pancho Villa aún acecha nuestros viejos sueños.
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