Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

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jueves, 7 de abril de 2011

Los Protocolos de los Sabios de Sion

Los Protocolos de los Sabios de Sion

PROTOCOLO I

El derecho sólo está en la Fuerza.- La Libertad no es más que una idea.- El Liberalismo.- El oro.- La locura.- La Autonomía.- El Despotismo del Capital.- El Enemigo Doméstico.- La Plebe.- La Anarquía.- La Política y la Moral.- El derecho del más fuerte.- El poder Judío Franc-Masón es invencible.- El fin justifica los medios.- Las turbas son ciegas.- Las discordias de los partidos.- La forma de gobierno que mejor conduce a nuestro fin es la Autocracia.- Los Licores Fuertes.- El Clasicismo.- El Libertinaje.- El principio y las Reglas del gobierno Judío y FrancMasón.- El Terror.- Libertad, Igualdad y Fraternidad.- El principio del gobierno dinástico.- Los Privilegios de la Aristocracia de los Cristianos, destruidos. - La nueva aristocracia. - Cálculo psicológico.- Abstracción de la Libertad.- Amovilidad de los Representantes del Pueblo.
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Dejemos de lado toda fraseología; estudiemos en sí misma cada idea e ilustremos la situación por medio de
comparaciones y deducciones. Voy, pues, a formular nuestro sistema desde el punto de vista nuestro y desde
el punto de vista de los cristianos.
Hay que hacer notar ante todo que los hombres dotados de malos instintos abundan más que los de buenos
sentimientos. Por esta razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna a los hombres por medio de
la violencia y el terror, que cuando se trata de gobernarles por medio de las discusiones académicas. Todo hombre
aspira al poder; cada uno quisiera convertirse en dictador; si esto fuera posible al mismo tiempo, muy poco faltaría
para que no estuvieran todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a trueque de conseguir cada uno su propio
provecho.
¿Qué es, pues, lo que ha reprimido hasta ahora a esa bestia feroz que se llama hombre? ¿Qué es lo que ha
podido dirigirle hasta el presente? Al iniciarse el orden social, el hombre se ha sometido a la fuerza bruta y ciega;
más tarde, a la Ley, que no es más que esa misma fuerza, pero disfrazada. De donde yo saco la conclusión que,
según la Ley Natural, el derecho radica en la fuerza. La Libertad Política es una idea y no un hecho. Se necesita
saber aplicar esta idea cuando es necesario atraer las masas populares a un partido con el cebo de una idea, si ese
partido ha resuelto aplastar al contrario que se halla en el poder. Este problema resulta de fácil solución si el
adversario se mantiene en el poder en virtud de la idea de libertad, de eso que se llama Liberalismo, y sacrifica un
poco de su fuerza en obsequio de esa idea: Libertad. Y he aquí por dónde ha de llegar el triunfo de nuestra teoría:
una vez que se aflojan las riendas del poder, inmediatamente son recogidas por otras manos, en virtud del instinto
de conservación, porque la fuerza ciega del pueblo no puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo
poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior debilitado por el Liberalismo.
En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos liberales. Hubo un tiempo en que la fe
gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie hay que sepa usar de ella en su justa medida. Basta
dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que inmediatamente esta autonomía degenere
en libertinaje. Surgen al punto las discusiones, que se transforman luego en luchas sociales, en las que los Estados
se destruyen, quedando su grandeza reducida a cenizas.
Sea que el Estado se debilite en virtud de sus propios trastornos, sea que sus disensiones interiores lo ponen a
merced de sus enemigos de fuera, desde ese momento, ya puede considerarse como irremediablemente perdido;
ha caído bajo nuestro poder.
El despotismo del Capital, tal como está en nuestras manos, se le presenta como una tabla de salvación y a la que,
de grado o por fuerza, tiene que asirse, si no quiere naufragar. A quien su alma noble y generosa induzca a
considerar estos discursos como inmorales, yo le preguntaría: Si todo Estado tiene dos enemigos y contra el
enemigo exterior le es permitido, sin tacharlo de inmoral, usar todos los ardides de guerra, como ocultarle sus
planes, tanto de ataque como de defensa; sorprenderlo de noche o con fuerzas superiores, ¿por qué estos mismos
ardides empleados contra un enemigo más peligroso que arruinaría el orden social y la propiedad, han de
reputarse como ilícitos e inmorales? ¿Puede un espíritu equilibrado esperar dirigir con éxito las turbas por medio
de prudentes exhortaciones o por la persuasión, cuando el camino queda expedito a la réplica, aun la más
irracional, si se tiene en cuenta que ésta parece reducir al pueblo que todo lo entiende superficialmente? Los
hombres, sean de la plebe o no, se guían casi exclusivamente por sus pasiones, por sus supersticiones, por sus
costumbres, sus tradiciones y sus teorías sentimentales; son esclavos de la división de partidos que se oponen aun
a la más razonable avenencia. Toda decisión de las multitudes depende, en su mayor parte, de la casualidad, y
cualquier resolución suya es superficial y adoptada con ligereza. En su ignorancia de los secretos políticos, las
multitudes toman resoluciones absurdas y la anarquía arruina a los gobiernos.
La política nada tiene que ver con la moral. El gobierno que toma por guía la moral no es político, y en
consecuencia es débil. El que quiera dominar debe recurrir a la astucia y a la hipocresía. Esas grandes cualidades
populares, franqueza y honradez, son vicios en política, porque derriban de sus tronos a los reyes mejor que el más
poderoso enemigo. Estas virtudes deben ser atributos de los príncipes cristianos; pero nunca debemos tomarlas
por guías de nuestra política.
Nuestro objeto es apoderarse de la fuerza. La palabra Derecho es un concepto abstracto, al que nada
corresponde en el orden real y con nada se justifica.
Esta palabra simplemente significa: Dame esto que yo quiero, para probar que yo soy más fuerte que tú...
¿Dónde empieza y dónde acaba el derecho? En un estado en el que el poder está mal organizado, en el que las
leyes y el gobierno se han convertido en algo impersonal, como efectivamente sucede con los innumerables
derechos que el Liberalismo ha creado, yo veo un nuevo derecho: el de echarme en virtud de la ley del más fuerte,
sobre el orden, sobre todos los reglamentos y leyes establecidos, y trastornarlos; el de poner mano sobre la ley, el
de reconstruir a mi antojo todas las instituciones y constituirme amo y señor de los que nos abandonan los
derechos que su propia fuerza les había dado, y a los que han renunciado voluntariamente, liberalmente...
Gracias a la debilidad actual de todos los gobiernos, el nuestro será más duradero que cualquier otro, porque será
invencible hasta el último momento, y quedará tan profundamente arraigado que no habrá astucia que pueda
causar su ruina...
De todos los males más o menos transitorios que hasta hoy nos hemos visto obligados a causar, nacerá el bien de
un gobierno inconmovible que restablecerá la marcha normal del mecanismo de la existencia nacional, perturbada
por el Liberalismo. El éxito justifica los medios. Pongamos la atención en nuestros proyectos, pero fijándonos
menos en lo bueno y lo moral que en lo necesario y en lo útil.
Tenemos delante de nosotros un plan en el que están estratégicamente expuestos los lineamientos de los que no
podemos desviarnos sin peligro de ver destruidos el trabajo de muchos siglos.
Para encontrar los medios que conducen a este fin, debemos tomar en cuenta la cobardía, la volubilidad, la
inconstancia de las multitudes; su incapacidad para comprender y valorizar las condiciones de su vida y de su
bienestar. Es necesario no perder de vista que la fuerza de las multitudes es ciega e insensata; que no discurren,
que oyen lo mismo de un lado que del otro. Un ciego no puede guiar a otro sin caer ambos al precipicio. Pues de
igual manera los hombres de las turbas, salidos del pueblo, aunque estén dotados de un genio singular, les hace
falta comprender la política y no pueden intentar con éxito dirigir a los demás sin causar la ruina de una nación.
Sólo un individuo preparado desde su niñez a la autocracia puede conocer el lenguaje y la realidad políticas. Un
pueblo abandonado a sí mismo, es decir, puesto en manos de un advenedizo, se arruina por las discordias de los
partidos que excitan la sed del mando y por los desórdenes que de esto se originan. ¿Pueden por ventura las
turbas populares razonar serenamente, sin rivalidades intestinas y dirigir los asuntos del Estado, que no pueden ni
deben confundirse con los intereses personales? ¿Pueden defenderse contra los enemigos de fuera?. Esto es
imposible. Cualquier plan dividido entre tantas cabezas como son las de las multitudes, resulta ininteligible e
irrealizable.
Sólo un autócrata puede elaborar planes vastos y claros; dar a cada cosa el lugar que le corresponde en el
mecanismo de la máquina del gobierno. Digamos, pues, en conclusión, que para que un gobierno pueda ser útil al
pueblo y alcanzar el fin que se propone, debe estar centralizado en las manos de un individuo responsable. Sin el
despotismo absoluto, la civilización es. imposible; la civilización no es obra de las masas, sino del que las dirige,
sea éste el que fuere. La multitud es un bárbaro que en todas las ocasiones demuestra su barbarie. Tan pronto
como las turbas arrebatan su libertad, ésta degenera en anarquía, que es el más alto grado de barbarie.
¡Ved esos animales ebrios de aguardiente, embrutecidos por el vino, esos hombres a quienes al mismo tiempo que
se les ha dado la libertad se les ha concedido el derecho de beber hasta ahogarse! Nosotros no podemos permitir
que los nuestros caigan tan bajo.
Los pueblos cristianos están idiotizados por el alcohol y los licores; su juventud embrutecida por los estudios
clásicos y el libertinaje precoz al que la han empujado nuestros agentes-maestros, criados, gobernantes, en las
casas ricas; otros agentes nuestros, nuestras mujeres, en los centros de diversión de los Cristianos. A estas
últimas hay que sumar las que se llaman mujeres de mundo, imitadoras voluntarias del libertinaje de aquéllas y
de su lujo.
Nuestra palabra de orden es la fuerza y la hipocresía. Sólo la fuerza puede triunfar en política, principalmente si
permanece velada por el talento y demás cualidades necesarias a los hombres de Estado.
La violencia ha de ser un principio: la hipocresía y la astucia una regla para los gobernantes que no quieran dejar
caer su corona en las manos de una fuerza nueva. Este mal es el medio único de llegar al fin: el bien.
Por lo mismo, no debemos detenernos como espantados delante de la corrupción, del engaño, de la traición,
siempre que ellos sean medios para llegar a nuestros fines. En política se necesita saber echarse sin vacilaciones
sobre la propiedad ajena, si por este medio podemos obtener la sumisión de los pueblos y el poder.
Nuestro Estado, en esta conquista pacífica, tiene el derecho de reemplazar y sustituir los horrores de la guerra
por las sentencias de muerte, menos ostensibles, pero más provechosas para mantener vivo este terror que hace a
los pueblos que obedezcan ciegamente. Una severidad justa, pero inflexible, es el principal factor de la fuerza de
un Estado, y esto constituye no sólo una ventaja nuestra, sino también un deber, el deber que tenemos de
adaptarnos a este programa de violencia y de hipocresía, para alcanzar el triunfo.
Tal doctrina basada sobre el cálculo es tan eficaz como los medios de que se sirve. No es, pues, solamente por
estos medios, sino también por esta doctrina de la severidad como someteremos todos los gobiernos a nuestro
Super-Gobierno. Bastará que se sepa que somos inflexibles para reprimir todo conato de insubordinación.
Somos los primeros que en los tiempos que se llaman antiguos echamos a volar entre el pueblo las palabras:
LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD; palabras tantas veces repetidas en el correr de los años por
cotorras inconscientes que, atraídas de todas partes por este cebo, no han hecho uso de él sino para destruir la
prosperidad del mundo, la verdadera libertad del individuo, en otras épocas tan bien garantizada contra las
violencias de las turbas. Hombres que se juzgan inteligentes, no han sido capaces de desentrañar el sentido oculto
de estas palabras, ni han visto la contradicción que ellas encierran, ni han comprendido que no puede haber
igualdad en la naturaleza, ni puede haber libertad, y que la naturaleza misma ha establecido la desigualdad de
espíritus, de caracteres, de inteligencias tan estrictamente sometidos a sus leyes; tampoco han comprendido que
las turbas. son una fuerza ciega; que los advenedizos que ellas escogen para que las gobiernen no son menos
ciegos ni más entendidos en política que ellas mismas; que el iniciado en estos secretos, así sea un ignorante, será
apto para el gobierno, mientras que las multitudes de los no iniciados, aunque sean grandes talentos, nada
entienden de política.
Todas estas consideraciones no están al alcance de las inteligencias de los Cristianos; sin embargo, en ellas
descansa el principio de los gobiernos dinásticos: el padre transmitía a su hijo los secretos de la política,
desconocidos a cualquier otro que no fuera de la familia reinante, a fin de que esos secretos no fueran
traicionados. Más tarde, el sentido de la transmisión hereditaria y de los verdaderos principios de la política se
perdió. El éxito de la obra fue en aumento.
Sin embargo, en el mundo las palabras Igualdad, Libertad y Fraternidad, con la intervención de nuestros agentes
incondicionales, incorporaron a nuestras filas verdaderas legiones de hombres que tremolaron con entusiasmo
nuestras banderas. Pero estas palabras son la carcoma que roe y destruye la prosperidad de todos los Cristianos,
destruyendo por completo la paz, la tranquilidad, la unión,- minando todos los fundamentos de sus Estados.
Vosotros veréis en seguida que esto contribuye a vuestro triunfo: nos da, entre otras cosas, la posibilidad de
obtener la victoria más importante: es decir, la abolición de los privilegios de la aristocracia de los Cristianos y del
único medio de defensa que tenían contra nosotros los pueblos y las naciones. Sobre las ruinas de la aristocracia
natural y hereditaria, hemos alzado nuestra aristocracia de la inteligencia y del dinero. Hemos tomado por criterio
de esta aristocracia la riqueza, que depende de nosotros, y la ciencia que está dirigida por nuestros sabios.
Nuestra victoria ha sido tanto más fácil cuanto que nosotros, en las relaciones que tenemos con los hombres de
que necesitamos para nuestro fin, sabemos siempre herir las fibras más sensibles del espíritu humano: el cálculo,
la codicia, la insaciabilidad de las necesidades materiales de los hombres; cada una de estas debilidades explotada
separadamente es capaz de ahogar el espíritu de iniciativa, poniendo la voluntad de los hombres a la disposición
del que compra su actividad.
El concepto abstracto de la libertad ha hecho posible el persuadir a las multitudes de que un gobierno no es más
que un gerente del propietario del país, es decir, del pueblo, y que se le puede cambiar como se cambia un par de
guantes usados. La amovilidad de los representantes del pueblo los pone a nuestro arbitrio; ellos dependen de
nuestra elección.






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PROTOCOLO II
Las guerras económicas son base de la supremacía Judía.- El Gobierno Visible y los Consejos
Secretos.- Los éxitos de las Doctrinas Destructoras.- La asimilación en Política.- El papel de la
Prensa.- El precio del oro y el valor de las víctimas Judías.
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Nos es de todo punto necesario que las guerras, a ser posible, no confieran ninguna ventaja territorial a los
beligerantes. La guerra queda así transportada al terreno económico, con lo que las naciones verán la fuerza de
nuestra supremacía y esta situación pondrá a los dos adversarios a la disposición de nuestros agentes
internacionales que tienen millares de ojos, a cuya mirada no sirve de obstáculo frontera alguna.
Entonces nuestros derechos internacionales crearán los derechos nacionales, en el verdadero sentido de la
palabra, y gobernarán a los pueblos de la misma manera que el derecho civil de los Estados normaliza las
relaciones de sus súbditos entre sí.
Los gobernantes, elegidos de entre el pueblo por nosotros mismos, en razón de sus aptitudes serviles, serán
individuos no preparados para el gobierno del país. Así, por este camino, vendrán a ser los peones de nuestro
juego de ajedrez fácilmente manejables por las manos de nuestros sabios y geniales consejeros, de nuestros
especialistas educados y formados desde su tierna edad para el manejo de los negocios de todo el mundo. No
ignoráis que estos nuestros especialistas han sacado sus conocimientos de gobierno de nuestros planes políticos,
de las experiencias de la historia y del estudio de todos los acontecimientos notables.
Los Cristianos no se guían en la práctica de observaciones imparciales sacadas de la historia sino por una rutina
meramente teórica insuficiente para poder esperar de ella un resultado práctico. Por eso nosotros no hemos de
tomarlo en cuenta. Dejadlos que se diviertan todavía por algún tiempo; que vivan de esperanzas o de nuevas
diversiones o del recuerdo de las que ya pasaron. Dejémoslos creer en la importancia que nosotros mismos les
hemos inspirado de las leyes científicas y sus teorías. Precisamente con ese designio hemos fomentado
constantemente por medio de nuestra prensa su confianza ciega en esas leyes. La clase pensante de los Cristianos
se ufanará orgullosa de sus conocimientos, y sin examinarlos a la luz de la lógica pondrá en acción todas las
enseñanzas de la ciencia acumuladas por nuestros agentes para guiar sus inteligencias en el sentido que a nosotros
nos conviene.
No penséis que carecen de fundamento nuestras afirmaciones. Fijaos solamente en el éxito que hemos obtenido
creando el darwinismo o el marxismo o el nietzchismo. Para nosotros, al menos, la influencia deletérea de esas
doctrinas debe ser del todo evidente.
Es necesario que tengamos en cuenta las ideas, los caracteres, las tendencias modernas de los pueblos, para no
incurrir en errores en política y en el manejo de los negocios. Nuestro sistema, cuyas partes pueden estar
dispuestas diferentemente, según son los pueblos con que tropezamos en nuestro camino, no puede tener éxito, si
su aplicación práctica no está fundada en los resultados obtenidos en el tiempo pasado comparado con el presente.
Los Estados modernos tienen en sus manos una gran fuerza creadora: la Prensa. Su papel es el de expresar las
reivindicaciones que se dicen necesarias, indispensables; hacer conocer las quejas de los pueblos; crear el
descontento y darle una voz con que expresarlo.
En la Prensa está encarnada la libertad de palabra.
Pero los Estados no han sabido utilizar esta fuerza que ha caído ya en nuestras manos. Por la Prensa hemos
conquistado toda la influencia, quedando nosotros ocultos en la sombra, y gracias a ella hemos podido amasar el
oro con nuestras manos como precio de los torrentes de lágrimas y de sangre, en medio de los cuales hemos
podido arrebatarlo... Pero nos hemos rescatado a nosotros mismos mediante el sacrificio de muchísimos de los
nuestros. CADA UNO DE LOS NUESTROS QUE HA SIDO SACRIFICADO VALE DELANTE DE DIOS POR
MILLARES DE CRISTIANOS.





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PROTOCOLO III
La Serpiente Simbólica y su significación.- La inestabilidad del equilibrio constitucional.- El terror
en los palacios.- El poder y la ambición.- Las máquinas parlamentarias de hablar.- Los panfletos.-
Los abusos del poder.- La esclavitud económica.- La verdad del Pueblo. - Los acaparadores y la
aristocracia. - El ejército Franc-Masón-Judío. - La degeneración de los Cristianos.- El hambre y el
derecho del Capital. -La venida y coronación del Amo Universal -El objeto fundamental del
programa de las escuelas populares del porvenir.- El secreto de la ciencia del orden social.- Crisis
económica general -Seguridad de los nuestros.- El despotismo Franc-Masónico y la Revolución
Francesa o reinado de la razón.- Pérdida de un guía.- El Rey déspota es de la sangre de Israel.-
Causas de la invulnerabilidad de la Franc-Masonería.- El papel de los agentes secretos de la
misma.- La Libertad.
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Hoy puedo anunciaros que nos encontramos ya cerca del fin. Nos queda por recorrer un poco de camino y el
círculo de la Serpiente Simbólica, representación de nuestro pueblo, quedará cerrado. Cuando esto se verifique,
los Estados de Europa quedarán aprisionados como con un fuerte tornillo. Muy pronto quedará destruido el
equilibrio constitucional, pues lo hemos falseado para que no cese de inclinarse ya a un lado, ya al otro hasta que
por fin la balanza se desgaste. Los Cristianos creían haber establecido ese equilibrio sólidamente y siempre
estaban esperando que los platillos de la balanza se igualaran. Pero los gobernantes, es decir, el fiel de la balanza,
están protegidos por sus representantes que hacen mil tonterías y se dejan arrastrar por su poder sin control y
sin responsabilidad. Este poder lo deben al terror que reina en los palacios. Los gobernantes no pueden siquiera
acercarse a su pueblo, ni ponerse de acuerdo con él para defenderse contra los que aspiran al poder. La fuerza
clarividente de los gobernantes y la fuerza ciega del pueblo divididas por nosotros, han perdido toda su
importancia; separadas como están, son tan impotentes como el ciego sin su bastón. Para azuzar a los ambiciosos a
abusar del poder, hemos enfrentado todas las fuerzas desarrollando sus tendencias liberales hacia la
independencia. Hemos estimulado todo instinto tendente a este objeto; hemos armado a todos los partidos; hemos
hecho del poder el blanco de todas las ambiciones. Hemos transformado todos los Estados en arenas en que se
desarrollan todas las luchas. Un poco más de tiempo, y los des órdenes y las bancarrotas aparecerán por
dondequiera. Charlatanes inagotables han transformado las sesiones de los parlamentos y las asambleas
gubernativas en torneos oratorios. Periodistas audaces, panfletistas sin pizca de vergüenza, atacan todos los días a
los gobernantes. Los abusos del poder prepararán finalmente el derrumbamiento de todas las instituciones y todo
caerá destruido a los golpes de las turbas enloquecidas. Los pueblos están encadenados a un rudo trabajo, más
fuertemente de lo que podrían encadenarlos la servidumbre y la esclavitud. Sería posible entrar en arreglos con
ellos; pero de su miseria nadie puede librarlos. Los derechos que hemos consignado en las Constituciones son
ficticios para las masas, no son reales. Todos estos llamados Derechos del pueblo no pueden existir sino en la
imaginación, pero nunca en la realidad. ¿Qué puede significar para el proletario, para el obrero que vive encorvado
sobre su rudo trabajo, agobiado por su miseria, el derecho que se concede al charlatán incansable, al periodista
que escribe toda clase de necedades aun de asuntos serios que no conoce, desde el momento que el proletario no
saca otra ventaja de la Constitución que las miserables migajas que dejamos caer de nuestra mesa como precio de
un voto emitido conforme nuestra consigna en favor de nuestros agentes e intermediarios?. Los derechos
republicanos, para el pobre diablo no son sino una amarga ironía; la necesidad de un trabajo diario no le permite
gozar; pero en cambio, esos derechos le privan de la garantía de una ganancia constante y segura, y lo entregan
atado de pies y manos a las huelgas, a los patronos o a los compañeros. Bajo nuestra dirección ha destruido el
pueblo la aristocracia, que era su protectora, su bienhechora natural, porque sus intereses estaban
inseparablemente unidos a la prosperidad del pueblo. Una vez destruida la aristocracia, el pueblo ha caído bajo el
yugo de los acaparadores, de los ladrones enriquecidos que lo oprimen de manera despiadada y cruel. Nosotros
debemos aparecer como libertadores del obrero de ese yugo que lo oprime, proponiéndole que se aliste en las filas
de ese ejército de Socialistas, Anarquistas y Comunistas, que siempre mantenemos en pie, con el pretexto de
solidaridad entre los miembros de nuestra Franc-Masonería social. La Aristocracia que disfrutaba, antes,
enteramentedel derecho al trabajo de los obreros, tenía interés en que éstos vivieran bien alimentados, sanos y
fuertes. A nosotros, por lo contrario, lo que nosinteresa es que los Cristianos degeneren. Nuestra fuerza radica en
el hambre crónica, en la debilidad del obrero. porque éstas lo subyugan a nuestro capricho, y porque así carecerá
en su impotencia de la energía y la fuerzanecesarias para oponerse a ese capricho. El hambre dará al Capital más
derechos sobre el obrero que los que jamás otorgaron a la Aristocracia la ley y el poder de los monarcas (!!!).
Mediante la miseria, el odio y la envidia que ella produce, manejaremos y utilizaremos sus manos para aplastar a
los que se oponen a nuestros designios (!!!). Cuando llegue el tiempo de que nuestro rey universal sea coronado,
esas mismas manos barrerán todo obstáculo que pudiera atravesarse en el camino a nuestro soberano. Los
Cristianos han perdido la costumbre de pensar por sí mismos algo que sea distinto de lo que nuestros consejeros
científicos les inspiran. Esta es la razón de que no vean la necesidad urgente de hacer ahora lo que nosotros
haremos al advenimiento de nuestro reinado, esto es, enseñar en las escuelas primarias la única ciencia verdadera
y la primera de todas, la ciencia del orden social, de la vida humana, de la existencia de las sociedades, que exige
imperiosamente la división del trabajo, y por consecuencia la distinción de los hombres en clases y condiciones. Es
preciso que todos sepan que en virtud de las diferentes actividades a que cada uno está destinado, la igualdad es
imposible, pues no todos pueden ser igualmente responsables ante la ley. No es la misma, por ejemplo, la
responsabilidad del que con sus actos puede comprometer a toda una clase, que la del que solamente compromete
su propio honor. La verdadera ciencia del orden social, en cuyos secretos no tenemos costumbre de iniciar a los
Cristianos, enseñará a todos que el lugar y el trabajo de cada uno deben ser diferentes, como una consecuencia de
la necesidad de relación que hay entre la educación y el mismo trabajo. Una vez que los pueblos estudien y
aprendan esta ciencia, obedecerán gustosos a los gobiernos y al orden establecido por ellos en los Estados, y al
contrario, en el actual estado de la ciencia, tal como nosotros la hemos hecho, el pueblo, creyendo ciegamente la
palabra impresa, se alimenta de los errores que en su ignorancia, se le van insinuando por los iniciados en nuestros
secretos, contra las otras clases sociales, que él cree superiores, porque no comprende la importancia de cada una
de ellas. Cuando el pueblo ve que en nombre de la libertad, se le hacen tantas concesiones, y se tienen con él
tantas complacencias, se imagina que es dueño y señor, y se echa sobre el poder; pero, naturalmente, tropieza
como un ciego con una multitud de obstáculos; entonces se echa a buscar quien lo conduzca a través de esos
obstáculos, y no encontrándolo, acoge la idea de volver a lo pasado y depone todos sus poderes a nuestros pies.
Acordaos, si no, de la Revolución Francesa, a la que nosotros hemos dado el calificativo de grande; los secretos
de su preparación no son demasiado conocidos, porque esa revolución, tal como fue, es obra de nuestras manos.
Desde entonces vamos llevando al pueblo de un desengaño a otro, para que, al fin, abdique en nosotros su poder,
en provecho del Rey Déspota de la sangre de Israel, que venimos preparando al mundo. En la actualidad, como
fuerza internacional, somos invulnerables, porque, cuando se nos ataca en un Estado, en otros se nos defiende. Es
la cobardía inmensa de los pueblos cristianos, que se arrastran ante la fuerza, que no tienen piedad para con la
debilidad, ni misericordia para las faltas ligeras, pero sí indulgencia para el crimen; que no quisieran tolerar las
contradicciones de la libertad, pero son sufridos hasta el martirio, ante la violencia de un audaz déspota; todo esto,
favorece nuestra independencia. Toleran y sufren a los primerosministros de estos tiempos con abusos, por el
menor de los cuales harían rodar ensangrentadas las cabezas de veinte reyes. ¿Cómo explicar este fenómeno, esta
inconsecuencia de las masas populares en presencia de hechosque parecen de la misma naturaleza? Este
fenómeno se explica por el hecho de que estos dictadores- los primeros ministros- hacen, por medio de sus
agentes, decir a sotto voce al pueblo, que si ellos causan tantos males a los Estados, es con el fin inmediato y
último de alcanzar la felicidad de los pueblos, la fraternidad internacional, la solidaridad, la igualdad de derechos
para todos. Naturalmente que no se les dice que esta unidad debehacerse bajo nuestra autoridad. Y aquí tenéis al
pueblo condenando a los justos y absolviendo a los culpables y cada vez más persuadido de que puede hacer
cuanto le plazca. En estas condiciones, el pueblo destruye toda cosa estable y crea el desorden a cada paso. La
palabra Libertad conduce a las sociedades humanas a la lucha constante contra toda fuerza, contra todo poder,
aunque sea el de Dios y el de la Naturaleza. Aquí tenéis también por qué a nuestro advenimiento será necesario
suprimir del vocabulario humano esta palabra, como principio de la brutalidad que transforma a las multitudes en
bestias feroces. Es verdad que las fieras se adormecen cuando se las harta de sangre y que así puede
encadenárselas fácilmente. Pero si no se las da sangre, no se adormecen y sus instintos de lucha se despiertan.




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PROTOCOLO IV
Las diferentes etapas de una república.- La FrancMasonería exterior.- La Libertad y la Fe.- La
Competencia internacional del Comercio y de la Industria.- El papel de la especulación.- El culto del oro.
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Toda República pasa por distintas etapas. La primera comprende los primeros días de locura de un ciego que va
dando tumbos a diestra y siniestra. La segundaes la de la demagogia que da origen a la anarquía; después viene
infaliblemente el despotismo; pero no un despotismo legal y declarado, y por consiguiente, responsable; sino
desconocido, invisible, que, sin embargo, se hace sentir; un despotismo ejercido por una organización secreta que
obra con tanto menor escrúpulo cuanto que lo hace amparado y cubierto por distintos agentes, cuyo cambio, lejos
de perjudicarlo, lo sostiene más, dispensándole de gastar sus recursos, en recompensar largos servicios. ¿Quién
puede destruir una fuerza invisible? Pues tal es la nuestra. La Franc-Masonería exterior no sirve más que para
encubrir nuestros designios; el plan de acción de esta fuerza, el punto mismo en que se apoya, quedarán siempre
para el pueblo en el más absoluto misterio. Aun la libertad podría ser inofensiva y existir en el Estado, sin dañar a
la prosperidad de los pueblos, siempre que descansara sobre el principio de la creencia de Dios, y de la verdadera
fraternidad humana, excluyendo la idea de igualdad, a la que aun las leyes mismas de la creación son contrarias,
supuesto que éstas establecen la subordinación necesaria. Con esa fe, el pueblo se dejaría gobernar bajo la tutela
de sus pastores espirituales, y caminaría sumiso y tranquilo bajo la mano de su párroco, resignado con la
distribución que Dios ha hecho de los bienes de la tierra. He aquí por qué es necesario quenosotros arruinemos la
fe y arranquemos de los espíritus cristianos el principio mismo de la Divinidad sustituyéndolo por los cálculos y las
necesidades materiales (!!!). Así, pues, para que los espíritus cristianosno tengan tiempo para pensar y reflexionar,
es necesario distraerlos por medio de la industria y del comercio. De esta suerte todos los pueblosbuscarán su
provecho material, y luchando cada uno por sus propias ventajas, no darán ninguna importancia al enemigo común.
Pero para que la libertadpueda de esa manera disolver y destruir completamente las Sociedades Cristianas, se
necesita hacer de la especulación la base de la industria, de tal manera que toda la riqueza que la industria
extraiga de la tierra, no quede en manos de los industriales, que se emplee en especulaciones, esdecir, venga a
parar a nuestras cajas. La lucha encarnizada por lasupremacía, los choques de la vida económica crearán, mejor
dicho, hancreado ya, sociedades sin ideales, frías y carentes de sentimientos. Estassociedades sentirán
repugnancia por la política noble y elevada y por laReligión. Su único culto, su única guía será el cálculo, o lo que
es lo mismo, el oro, al que se tributará una verdadera adoración, por razón de los bienes materiales que
proporciona. Entonces, las clases humildes de los Cristianos nos seguirán en nuestra lucha contra las clases
elevadas y pensantes que están en el poder y son nuestros competidores, y nos seguirán, no ya para hacer el bien,
ni aun siquiera por adquirir riquezas, sino solamente para satisfacer su odio a los privilegiados.




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PROTOCOLO V
Creación de un fuerte centro de gobierno. - Manera de adueñarse del poder la Masonería.- Por
qué las naciones no pueden entenderse. -Predestinación de los judíos.- El oro, motor del
mecanismo de las naciones.- Los monopolios en el comercio y la industria.- Importancia de la
crítica.- Las instituciones según se ven.- Cansancio ocasionado por los discursos.- ¿Cómo
adueñarse de la Opinión Pública?.- Importancia de la iniciativa privada. - El Gobierno Supremo.
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¿Qué forma de gobierno puede dárseles a sociedades en las que la corrupción ha penetrado hasta lo más íntimo,
en las que no se llega a la riqueza sino por medio de sorprendentes y hábiles combinaciones que pueden ser
juzgadas como fraudes o robos disimulados; en las que reina la licencia de costumbres, en las que la moralidad sólo
se mantiene por medio de penas y severos reglamentos y no por principios voluntariamente aceptados, en las que
los sentimientos de Religión y Patria apenas viven, ahogados por las creencias cosmopolitas? ¿Qué forma de
gobierno dar a esas sociedades sino la forma despótica que describiré más adelante?. Nosotros arreglaremos
mecánicamente todos los actos de la vida política de nuestros súbditos por medio de leyes nuevas. Esta leyes
reprimirán una por una todas las complacencias y las más grandes libertades que fueron decretadas por los
Cristianos, y nuestra dominación se distinguirá por un despotismo tan manifiesto y tan grandioso que estará en
condiciones en cualquier tiempo y lugar de hacer callar a los Cristianos que intenten oponérsenos y vivan
descontentos de nuestro gobierno. Pero se nos podrá objetar que este despotismo de que hablo no está en armonía
con los progresos modernos. Yo demostraré lo contrario. Cuando los pueblos veían las personas de los reyes y
gobernantes como una verdadera emanación de la Voluntad Divina, se sometían sin murmuraciones al absolutismo
de los reyes; pero hoy, que nosotros les hemos sugerido la idea de sus propios derechos, los gobernantes son
considerados como unos simples mortales. La unción divina ha caído de la frente de los reyes, después que
nosotros arrebatamos al pueblo su creencia en Dios; su autoridad ha rodado por las calles. esto es, por los lugares
que son de pública propiedad, y nosotros la hemos recogido y nos hemos adueñado de ella. Además, el arte de
gobernar a las masas y a los individuos. por medio de una teoría, de una fraseología hábilmente combinada, por
reglamentaciones de la vida social y por toda clase de medios ingeniosos, de los que los Cristianos no entienden
una palabra, forma también parte de nuestro talento de gobierno, educado por el análisis. en la observación, en
tales sutilezas de conceptos en los que nadie puede igualarnos, así como tampoco en concebir planes de acción
política y de solidaridad. Únicamente los jesuitas podrían igualarnos en este respecto, pero ya hemos tenido buen
cuidado de desacreditarlos a los ojos de las multitudes estúpidas; porque ellos forman una organización visible, en
tanto que nosotros permanecemos en la sombra con nuestra organización secreta. Por lo demás, ¿qué importa al
mundo quién será su amo? ¿Qué le importa que sea el Jefe del Catolicismo o nuestro Déspota de la sangre de
Sión?. Pero para nosotros, que formamos el pueblo elegido, la cuestión está muy lejos de sernos indiferente. Una
alianza universal de los Cristianos podría, tal vez, dominarnos por algún tiempo; pero nos hemos precavido contra
este peligro por medio de los gérmenes de profunda discordia que hemos procurado sembrar en sus corazones y
que nadie puede ya desarraigar. Hemos enfrentado unos a otros los cálculos individuales y nacionales de los
Cristianos; sus odios religiosos y radicales que venimos fomentando y cultivando desde hace veinte siglos. Por
esto, ningún gobierno encontrará auxilio en parte alguna. Cada uno pensará que una alianza contra nosotros es
desfavorable a sus intereses. Somos muy fuertes. Es necesario que se nos tome en cuenta. Las Potencias no
pueden concluir el más insignificante tratado sin que nosotros también tomemos parte en él. Per me reges
regnant- por mí reinan los reyes, han dicho nuestros profetas, y que somos los elegidos por Dios mismo, para
dominar toda la tierra. Dios nos ha dado el genio para que podamos llegar hasta el fin de este problema. Hubo un
caudillo y guía que hubiera podido luchar contra nosotros con éxito; pero el recién llegado siguió un camino distinto
del que llevaba el viejo habitante; la lucha contra nosotros habría sido a muerte y tal como el mundo jamás la
habría visto. Luego... esos hombres de genio llegarían demasiado tarde. Todas las ruedas del mecanismo de los
gobiernos dependen de un motor que está en nuestras manos: este motor es el oro. La ciencia de la Economía
Política, inventada por nuestros Sabios, nos ha dado a conocer, después de mucho tiempo, el prestigio y valor del
oro. El capital, para tener libertad de acción necesita obtener el monopolio de la industria y del comercio, lo que ya
está en vías de realizarse, mediante una mano que opera en todo el mundo, pero que es invisible. Esta libertad
dará más importante desarmar a los pueblos, que empujarlos a la guerra; utilizar sus pasiones enardecidas para
nuestro provecho mejor que calmarlas; importa más adueñarse de las ideas de otros y comentarlas, mejor que
suprimirlas. El problema capital de nuestro gobierno está en debilitar el espíritu público por la crítica; en hacerle
perder la costumbre de pensar, pues la reflexión da origen muchas veces a la oposición; en distraer las actividades
de los espíritus con banales escaramuzas y torneos de oratoria. Los pueblos, lo mismo que los individuos, siempre
han tomado como hechos las palabras, pues, contentándose con la apariencia de las cosas, raras veces se toman el
trabajo de examinar si las promesas que se les hacen, relativas a la vida social, sigue su cumplimiento efectivo.
Por esta razón nuestras instituciones deberán presentar una hermosa fachada que demuestre elocuentemente los
beneficios que puede reportar el progreso a todos los hombres. Debemos apropiarnos la fisonomía de todos los
partidos, de todas las distintas tendencias y enseñar a nuestros oradores a hablar tanto, que el mundo se canse de
oírlos. Para adueñarse de la opinión pública es necesario tenerla siempre suspensa y vacilante, expresando por
todos lados y por largo tiempo tantas opiniones contradictorias, que los Cristianos acabenpor perderse en este
laberinto de ideas y por persuadirse que es mejor para ellos no tener opinión ninguna en política. Cuestiones son
éstas que la Sociedad no debe conocer. Este es el primer secreto. El segundo, necesario también para gobernar
con éxito, consiste en multiplicar de tal manera los defectos del pueblo, las malas costumbres, las pasiones, los
reglamentos de la vida común, que no haya nadie capaz de desenmarañar este caos y que los hombres acaben por
no entenderse entre sí. Esta táctica nos dará también por resultado sembrar la discordia en todas partes y
disgregar todas las fuerzas colectivas que no hayan querido sometérsenos; desalentará toda iniciativa personal,
aun la más ingeniosa, y será más poderosa y eficaz que los mismos millones de hombres en cuyo seno hemos
sembrado la discordia. Necesitamos dirigir la educación de las sociedades cristianas en tal forma, que sus manos
caigan abatidas en un gesto de desesperada impotencia ante cualquier negocio que exija iniciativa. El esfuerzo que
se ejerce sobre el régimen de una libertad sin límites es impotente, porque tropieza con los esfuerzos libres de
otros. De aquí se originan molestos y enojosos conflictos morales, decepciones y fracasos. NOSOTROS
CANSAREMOS DE TAL MANERA A LOS CRISTIANOS CON ESTA LIBERTAD, QUE LES
OBLIGAREMOS A QUE NOS OFREZCAN UN PODER INTERNACIONAL CUYA DISPOSICIÓN SERÁ TAL
QUE SIN ROMPERLAS, PUEDA ENGLOBAR LAS FUERZAS DE TODAS LAS NACIONES DEL MUNDO Y
FORMAR EL SUPERGOBIERNO UNIVERSAL. En lugar de los actuales Gobiernos, estableceremos uno
verdaderamente terrible que se llamará ADMINISTRACIÓN DEL SUPERGOBIERNO. Sus manos alcanzarán a
todas partes, a manera de unas enormes tenazas, y su organización será tan colosal que ningún pueblo podrá dejar
de sometérsenos.




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PROTOCOLO VI
Los monopolios. - Las riquezas de los Cristianos.- Su dependencia de esos monopolios.- La
Aristocracia despojada de riqueza territorial.- El Comercio, la Industria y la Especulación. - El
lujo. - El alza de los salarios. - Encarecimiento de artículos de primera necesidad . - La anarquía y la embriaguez. - La significación secreta de las teorías económicas y de su propaganda.
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Muy pronto constituiremos enormes monopolios, verdaderos almacenes de riquezas colosales, a los que los capitales de los Cristianos, aun los más grandes, defenderán de tal manera que al final serán absorbidos, así como
el crédito de los Estados en vísperas de una catástrofe política. Señores economistas que estáis aquí presentes,
¡Considerad la importancia de esta combinación!.... Necesitamos por todos los medios posibles tratar de explicar y
desarrollar la importancia de nuestro Super Gobierno, representándolo como el protector y remunerador de todos
los que voluntariamente se le sometan. La aristocracia de los Cristianos como fuerza política ha desaparecido y ya
no tenemos que tomarla en cuenta; pero como propietaria de bienes territoriales, puede perjudicarnos en
proporción de la independencia que pueden proporcionarle esos recursos. Es, pues, absolutamente necesario
despojarla totalmente de sus tierras. El medio más eficaz para conseguirlo es el de aumentar los impuestos sobre
la propiedad territorial a fin de gravar la tierra. Esta medida mantendrá la propiedad territorial en una
dependencia absoluta. Los aristócratas Cristianos, al pasar la propiedad de padres a hijos, no sabiendo
contentarse con menos de lo que tenían, quedarán arruinados. Al mismo tiempo hay que proteger eficazmente el
comercio y la industria, y más todavía, la especulación, cuyo papel es servir de contrapeso a la industria. Sin la
especulación, la industria aumentaría los capitales particulares, mejoraría la agricultura, librando las tierras de los
gravámenes asignados por los préstamos de los bancos hipotecarios de crédito territorial. Es necesario que la
industriaprive a la tierra del fruto, tanto del capital como del trabajo, y que ponga en nuestras manos para la
especulación todo el oro del mundo, obligados en fuerza de estas combinaciones a quedar relegados a las filas del
proletariado, todos los Cristianos se inclinarán ante nosotros para tener como único derecho el de existir. Para
arruinar la industria de los Cristianos daremos un gran impulso a la especulación y al gusto por el lujo, ese lujo que
todo lo devora. Haremos subir los salarios, pero de tal manera que esta alza no reporte ningún provecho a los
obreros, porque al mismo tiempo habremos provocado el encarecimiento de todos los artículos de primera
necesidad, haciendo creer que ese encarecimiento es debido a ladecadencia y postración de la agricultura y a la
misma elevación de los jornales, y minaremos además profundamente las fuentes de producción habituando al
obrero a la anarquía y a la embriaguez, y tomaremos tambiéntodas las medidas posibles para quitar la tierra de las
manos de los Cristianos inteligentes. Para impedir que esta situación sea conocida antes de tiempo bajo su
verdadero aspecto, disfrazaremos nuestros verdaderos designios con el aparente deseo de servir y ser útiles a los
obreros y de propagar los grandes principios económicos que enseñamos en los tiempos actuales.




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PROTOCOLO VII
Porqué deben aumentarse los armamentos. - Perturbaciones, discordias y odios en todo el
mundo.- Represión de la oposición de los Cristianos por las guerras y por la Guerra General.- El
Secreto, garantía del éxito en política.- La prensa y la opinión pública.- Los señores americanos,
japoneses y chinos.
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El aumento de los Ejércitos y de la Policía es complemento necesario del plan que hemos expuesto. Es necesario
que en todos los Estados no queden fuera de nosotros sino las masas de proletarios, algunos millonarios que nos
sean adictos, policías y sol dados. En toda Europa, lo mismo que en los otros continentes, tenemos que suscitar la
discordia, el odio y el desorden. El provecho de estos disturbios es doble. Por un lado, el respeto de todos los
países que así sabrán que podemos, cuando queramos, provocar el desorden o restablecer el orden, por otro, todos
los Estados se acostumbrarán de este modo a considerarnos como una carga necesaria. En segundo lugar,
nuestras intrigas enredarán todos los hilos que tenemos tendidos en los Gabinetes de las Naciones, y esto por
medio de la política, de convenios económicos y arreglos financieros. Para llegar a nuestros fines necesitaremos
desplegar una astucia muy grande en el curso de los arreglos y conferencias; pero, en lo que se llama lenguaje
oficial, seguiremos una táctica opuesta apareciendo siempre como honrados y conciliadores. De esta suerte, los
pueblos y los gobiernos de los Cristianos, a quienes tenemos ya acostumbrados a no ser más que la apariencia de
las cosas que les presentamos, nos tendrán una vez más por los bienhechores y salvadores del género humano. A
cualquier oposición que surja deberemos estar en aptitud de hacer declarar la guerra por la Nación vecina a los
que se atreven a enfrentársenos; y si esta Nación vecina tuviera el atrevimiento de formar una alianza contra
nosotros, deberemos rechazarla por una guerra general. El camino que más seguramente lleva al éxito en política
es el secreto en todo lo que se emprende: la palabra del diplomático nunca debe estar de acuerdo con sus actos.
Debemos obligar con eficacia a los gobiernos cristianos a obrar según el plan que hemos concebido con amplitud y
que toca ya a su fin. La opinión pública nos ayudará; esta opinión pública, que es la gran potencia, la prensa,
secretamente ha venido también a caer en nuestrasmanos. Con pocas excepciones, sin importancia que es inútil
tener en cuenta, la prensa toda depende de nosotros. En una palabra, para abreviar: he aquí nuestro sistema de
coerción de los gobiernos cristianos en Europa. A uno, le haremos ver nuestra fuerza por medio de los atentados,
esto es, del terror; a todos, si es que todos se revuelven contra nosotros, contestaremos con los cañones
americanos, chinos o japoneses.*




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PROTOCOLO VIII
Debemos apropiarnos todos los instrumentos que nuestros contrarios pudieran utilizar cont Uso equívoco del derecho jurídico.- Los colaboradores del régimen Franc-Masón.- Escuelas particulares.- Educación superior particular.- Economistas y millonarios.- A quién deben confiarse los puestos de responsabilidad en el gobierno.
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ra nosotros. Debemos encontrar en las sutilezas y minucias del lenguaje jurídico una justificación para aquellos casos en que nos veamos en la necesidad de pronunciar sentencias que pudieran parecer demasiado atrevidas o injustas; pues importa
mucho al formular tales sentencias hacerlo en términos que revistan la apariencia de máximas morales muy
elevadas y un aspecto netamente legal. Nuestro gobierno debe rodearse de todas las fuerzas de la civilización, en
medio de la que tiene que operar. Conforme a esto, se rodeará de publicistas, de jurisconsultos experimentados, de
hacendistas, de diplomáticos, en una palabra, de hombres preparados por una educación superior especial en es
cuelas también especiales. Estos hombres deberán conocer los secretos de la existencia social, todos los idiomas
formados de letras y de palabras políticas; deberán tener conocimiento de las inclinaciones y costumbres de la
naturaleza humana, de sus cuerdas sensibles que deben saber tocar con acierto. Estas cuerdas son: la ternura del
alma de los Cristianos, sus inclinaciones, sus debilidades, sus vicios y sus cualidades, sus particularidades de clase
y condición. Ya se sobreentiende que esos colaboradores de nuestro gobierno no serán sacados de entre los
Cristianos acostumbrados a desempeñar el trabajo administrativo sin preocuparse del resultado feliz. Los
gobernantes cristianos firman lospapeles sin leerlos; sirven por interés personal o por ambición. Rodearemos
asimismo nuestro gobierno de todo un mundo de economistas. He aquí por qué las ciencias económicas son las más
útiles y por qué importa tanto que seenseñen a los judíos. Estaremos rodeados de una pléyade de banqueros,
industriales, capitalistas y más que todo esto, de millonarios, supuestoque, en último término los guarismos son los
que todo lo deciden. Por algún tiempo. mientras llega el momento de confiar sin peligro los puestos de
responsabilidad en los gobiernos de las naciones a nuestros hermanos judíos, los encomendaremos a individuos
cuyo pasado y carácter sean tales que en caso de desobediencia a nuestros mandatos no les quede otra cosa que
esperar sino el destierro o la muerte; así ellos defenderán nuestros intereses hasta el último aliento.




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PROTOCOLO IX
Aplicación de los principios masónicos en la reeducación de los pueblos. - La palabra de orden
del Franc-Masón.- Importancia del Antisemitismo.- La dictadura de la Franc-Masonería.- El
Terror.- Instrumentos de la Masonería.- La fuerza inteligente y la fuerza ciega de los reinos
cristianos.- Participación del poder con el Pueblo. -- La arbitrariedad liberal. Usurpación de la
instrucción y la educación.- Interpretación de las leyes.- Los metropolitanos.
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En la aplicación de nuestros principios debéis atender al carácter del pueblo en medio del que vivís y tenéis que
operar: Una aplicación general y uniforme de estos principios, antes que hayamos reeducado al pueblo, no puede
dar buenos resultados. Pero aplicándolos prudentemente veréis que no pasarán diez años sin que el carácter más
obstinado no haya sufrido transformación y que no contemos con un pueblo más, bajo nuestra dependencia.
Cuando llegue nuestro reinado, sustituiremos nuestras palabras de orden liberal LIBERTAD, IGUALDAD,
FRATERNIDAD no por otras palabras de orden, sino por las mismas trasladadas a su rango de meros conceptos
abstractos; nosotros diremos: el derecho a la libertad; el deber de la igualdad; el ideal de la fraternidad.
Cogeremos al toro por los cuernos, sin tapujos ni reticencias: hemos destruido ya todos los gobiernos excepto el
nuestro; más aún, en muchas partes el nuestro es ya un gobierno de jure. En la actualidad, si hay algunas
naciones que levantan protestas contra nosotros, es por mera fórmula, u obedeciendo a nuestros deseos o
mandatos, porque el Antisemitismo nos es en cierto modo necesario para gobernar a nuestros hermanos menores.
No os explicaré esto con mayor claridad, pues es punto que más de una vez ha sido tratado en nuestras reuniones.
En realidad, no hay ya más obstáculos que nos detengan en nuestro camino. Nuestro Super-Gobierno se halla en
las condiciones extralegales que se ha convenido en llamar con una palabra demasiado enérgica: DICTADURA
En conciencia, puedo afirmar que actualmente somos los legisladores los que dictamos sentencias en materia de
justicia, los que condenamos a muerte y otorgamos gracia: Somos como el jefe de un gran ejército y marchamos a
su frente, jinetes en el brioso corcel de su general supremo. Gobernaremos con mano firme, pues tenemos en ella
las riendas de un partido que fue fuerte en otro tiempo, hoy sometido a nosotros. Tenemos en nuestras manos
ambiciones desmedidas, avideces ardientes, venganzas despiadadas, odios rencorosos. De nosotros proviene ese
terror que todo lo ha invadido. Bajo nuestras órdenes militan hombres de todas las opiniones, de todas las
creencias; restauradores de la monarquía, demagogos, socialistas, comunistas, y todo género de utopías; a todo el
mundo hemos enganchado en nuestra empresa, y cada uno de ellos va minando las ruinas de poder y se afana por
acabar de derribar lo que aún queda en pie. Todas las naciones experimentan convulsiones y reclaman
tranquilidad; están prontas a sacrificarlo todo a cambio de un poco de paz; pero esa paz anhelada no se la daremos
mientras no reconozcan nuestro Super-Gobierno abiertamente y con completa sumisión. El pueblo todos los días
está gritando que es necesario dar una solución a la cuestión social por medio de un acuerdo internacional en la
materia. La división del pueblo en partidos lo ha puesto en nuestras manos, pues para sostener una lucha es
indispensable dinero, y el dinero somos nosotros los que lo tenemos en nuestro poder. Podríamos temer una
alianza de la fuerza inteligente de los gobernantes con la fuerza ciega de los pueblos, pero hemos tomado todas las
medidas que dicta la prudencia para conjurar este peligro: entre esas dos fuerzas hemos levantado una muralla,
esto es un terror recíproco. De esta suerte la fuerza ciega del pueblo nos sirve de apoyo y sólo nosotros la
podremos dirigir con toda precisión hacia nuestros fines. Y para que las manos de ese ciego, el pueblo, no puedan
rechazar nuestra dirección, necesitamos de tiempo en tiempo ponernos en contacto directo con él, si no
personalmente, al menos con la intervención de nuestros hermanos más fieles. Cuando ya seamos un gobierno
reconocido, conversaremos nosotros mismos con el pueblo en las plazas públicas; lo instruiremos respecto de las
cuestiones políticas en el sentido que nosotros necesitamos. ¿Cómo verificar lo que se enseña en las escuelas del
pueblo?. Lo que diga el comisionado del gobierno o el mismo gobernante, no puede dejar de conocerse luego en
todo el Estado, porque se difundirá inmediatamente por la voz del pueblo. Para no destruir prematuramente las
instituciones de los Cristianos, hemos movido por medio de una mano inteligente todos los resortes de su
mecanismo. Estos resortes estaban dispuestos en un orden severo, pero justo; nosotros los hemos reemplazado
por una arbitrariedad desordenada. Hemos desarreglado la jurisdicción, las elecciones, la prensa, la libertad
individual, y más que nada, la educación y la instrucción, que son las piedras angulares en las que la existencia
libre debe descansar.Hemos corrompido, embrutecido y prostituido la juventud cristiana por una educación
cimentada en principios y teorías que sabemos son falsos y que no obstante han sido inspirados por nosotros.A
más de esto, las leyes existentes, sin mudarlas en su esencia, las hemos desfigurado con interpretaciones
contradictorias, obteniendo resultados admirables. Estos se manifiestan desde luego en esas glosas y comentarios,
disfrazando las leyes, han sido ocultadas discretamente a los ojos de los gobernantes y las han dejado imposibles
de reconocer en medio de una legislación por demás embrollada.De aquí procede la teoría del tribunal de la
conciencia. Y vosotros diréis que si los pueblos se dan cuenta antes de tiempo de estas maniobras, se revolverán
contra nosotros con las armas en la mano; pero si llegara este caso, en todos los países de Occidente tenemos
preparada una maniobra tan terrible, que aún los ánimos más esforzados temblarán: en todas las grandes capitales
se irán estableciendoLos metropolitanos (tranvías subterráneos) y nosotros los volaremos por medio de la
dinamita con todas las organizaciones y todos los documentos del país.




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PROTOCOLO X
La fuerza de las cosas en política.- La genialidad de la bajeza .- Lo que promete el golpe de
Estado Franc-Masónico.- El Sufragio Universal.- La estima de sí mismo.- Los jefes de los
Franc-Masones.- El guía genial de la Masonería.- Las Instituciones y sus funciones.- El veneno del
Liberalismo. La Constitución, escuela de disensiones de partidos.- La Era Republicana.- Los
Presidentes, hechuras de Masonería.- Responsabilidad de los Presidentes.- El Panamá. El papel
de la cámara de los diputados y del Presidente.- La Franc-Masonería, fuerza legislativa.- La nueva
Constitución Republicana.- Tránsito a la Autocracia Franc-Masónica. - Momento de la
proclamación del rey universal. - Inoculación de enfermedades y otros crímenes de la
Franc-Masonería.
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Empiezo hoy por repetir lo que ya os he dicho, rogándoos recordéis que los gobiernos y los pueblos no ven sino la
apariencia de las cosas. y ¿cómo podrían desentrañar su sentido íntimo cuando sus representantes no sueñan sino
en divertirse? Mucho importa para nuestra plática conocer este detalle, pues, nos servirá de mucho cuando
lleguemos a tratar y discutir sobre la división del poder, la libertad de palabra, de prensa, de conciencia, el derecho
de asociación, de la igualdad ante la ley, la inviolabilidad de la propiedad y domicilio, los impuestos y la
retroactividad. Todas estas cuestiones son tales que nunca es necesario tratarlas ante el pueblo directamente y
abiertamente. En los casos en que sea preciso tocarlas, no hay que enumerarlas, sino declarar en globo que los
principios del derecho moderno son reconocidos por nosotros. La importancia de esta reticencia consiste en que un
principio que no se nombre, nos deja en libertad de excluir esto o aquello, sin que nadie lo advierta, mientras que si
los enumeramos tenemos que aceptarlos sin reservas. El pueblo siente un amor particular y una grande estimación
por los genios políticos y responde a todos sus actos de violencia con estas o parecidas palabras: . Es un canalla,
pero qué listo!...¡Esto es el colmo de la habilidad! . Qué golpe más bien dado. ¡Pero qué bribón! Nosotros contamos
con atraer a todas las naciones para la construcción de un nuevo edificio fundamental del que tenemos ya
proyectado el plan. He aquí por qué, ante todo, tenemos necesidad de hacer provisión de esta audacia y fuerza de
espíritu que en la persona de nuestros actores han de destruir todos los obstáculos que se oponen a nuestro paso.
Una vez dado nuestro golpe de estado diremos a los pueblos: Todo iba horriblemente mal; todos hemos tenido que
sufrir por una causa o por otra; esto era ya insoportable. Hemos destruido las causas de vuestros sufrimientos, las
nacionalidades, las fronteras, la diversidad de monedas. Indudablemente que sois muy libres de jurarnos
obediencia o no; ¿pero podéis hacerlo con justicia si lo hacéis antes de experimentar lo que os hemos dado?...
Entonces nos exaltarán y llevarán en triunfo con un entusiasmo unánime, y lleno de esperanzas. El sufragio
universal, del que hemos hecho el instrumento de nuestra entronización, y al que hemos acostumbrado a los más
insignificantes iniciados que forman parte de la colectividad humana, por medio de reuniones, de grupos y de
alianzas, representará por última vez su papel expresando el voto unánime de la humanidad de conocernos antes
de juzgarnos. Para esto es necesario arrastrar a todo el mundo hacia el sufragio universal, sin distinción de clases
y sin censos electorales, para establecer así el absolutismo de las mayorías que no se puede obtener de las clases
de contribuyentes y pensantes. Una vez acostumbrado el mundo de esta manera a la idea de su propio valer, queda
destruida la importancia de la familia cristiana y las trascendencias que tiene en la educación y no permitiremos
que surjan personalidades a las que las turbas, dirigidas por nosotros, no permitirán que se destaquen ni siquiera
que levanten la voz; las multitudes están acostumbradas a no escuchar sino a nosotros, que les pagamos su
obediencia y su atención. De esta suerte haremos del pueblo una fuerza tan ciega, que no habrá en el Estado
ninguno que esté dispuesto a hacer cualquier movimiento sino bajo la dirección de los agentes que nosotros
pongamos para que los dirijan como jefes. El pueblo se someterá a esta dirección, pues sabe bien que de esos
nuevos jefes dependen las ganancias, las gratuitas recompensas y toda clase de bienes. Un plan de gobierno debe
ser proyectado por un solo hombre, pues resultaría incoherente si muchos talentos se distribuyen la tarea de
formarlo. Así, nosotros podemos conocer un plan de acción; pero no debemos discutirlo para no romper su carácter
peculiar, la trabazón de sus partes, la fuerza práctica y la significación oculta de cada uno de sus puntos. Que el
sufragio universal lo discuta y lo manosee, por decirlo así, y esto sólo bastará para que adquiera el carácter de
todas las falsas concepciones de inteligencias que no penetran la profundidad y el enlace de los pensamientos.
Sean nuestros planes sólidos y bien concebidos como es necesario. Por eso no debemos arrojar las producciones
de talento de nuestros jefes a los pies de las multitudes, ni abandonarlas tampoco en manos de sociedades de
cortos alcances. Estos planes no destruirán por lo pronto las instituciones modernas. Solamente modificarán su
economía, y en consecuencia, todo su desarrollo que se orientará de conformidad con nuestros proyectos. Casi en
todas las naciones existen las mismas cosas, aunque tal vez con distintos nombres: la Representación, los
Ministerios, el Senado, el Consejo de Estado, el Cuerpo Legislativo v el Cuerpo Ejecutivo. No tengo necesidad de
explicaros el mecanismo de las relaciones de estas instituciones entre sí, porque os es bien conocido; notad
solamente que cada una de estas instituciones corresponde a una función importante del Estado, y os ruego que
toméis también en consideración que es la función y no la institución la que yo llamo importante, no son, pues, las
instituciones las que son de importancia, sino sus funciones. Las instituciones se han distribuido entre sí todas las
funciones del gobierno: funciones administrativas. legislativas y ejecutivas. De esta manera, las instituciones
desempeñan en el organismo del Estado un papel semejante al de los órganos en el cuerpo humano. Si nosotros
trastornamos una parte de la máquina del Estado, éste caerá enfermo como el cuerpo humano, y morirá. Después
de haber inoculado en el organismo del Estado el veneno del Liberalismo, toda su constitución se ha trastornado;
los estados están enfermos de una enfermedad mortal, la descomposición de la sangre; no queda ya más que
esperar que el término de su agonía. Del Liberalismo han nacido los gobiernos constitucionales que han
reemplazado entre los Cristianos a una saludable autocracia, y la constitución, como sabéis vosotros, no es más
que una escuela de desórdenes, de malas inteligencias, de discusiones, de disputas, de agitaciones estériles de
partidos; en una palabra, es la escuela de todo aquello que hace a un Estado perder su personalidad e
individualidad. La tribuna lo mismo que la prensa, ha condenado a los gobiernos a la inacción y a la debilidad y los
han hecho poco necesarios, inútiles, lo que fácilmente explica que sean derribados. La era republicana ha llegado
así a ser posible; hemos reemplazado el gobierno por una caricatura de gobierno, por un presidente que sacamos
de la multitud, de entre los miles de hechuras y esclavos nuestros. Allí está el fondo de la mina cavada por
nosotros bajo el suelo de los pueblos cristianos. En porvenir no lejano, crearemos la responsabilidad de los
presidentes. Entonces, sin molestarnos, provocaremos acontecimientos de los que nuestra creación impersonal
tendrá que responder. ¿Qué nos importa si las filas de los que aspiran al poder se van aclarando, si surgen
dificultades capaces de desorganizar completamente una nación?.. En previsión de este resultado, fraguaremos la
elección de presidentes que tengan en su pasado alguna mancha infamante oculta, algún Panamá. El temor a las
revelaciones y al escándalo y el deseo de todo hombre que llega al poder de conservar sus privilegios y los
honores que consigo lleva el puesto, los convertirán en fieles ejecutores de nuestras órdenes. La Cámara de
Diputados encubrirá, defenderá, elegirá a los presidentes; pero le quitaremos el derecho de iniciar leyes y de
modificarlas: este derecho se le adjudicará al presidente, que no será sino un juguete en nuestras manos. El poder
del gobierno vendrá a ser blanco de todos los ataques. Nosotros le daremos el derecho de apelar a la decisión del
pueblo, sin tener que acudir a la intervención de sus representantes, la Cámara; es decir: el derecho de recurrir a
nuestro servidor ciego e incondicional: la mayoría. Además, daremos al presidente el derecho de declarar la
guerra. Fundaremos este último derecho alegando que el presidente, como jefe de todo el ejército de la nación,
debe tenerlo a su disposición para defender la nueva constitución republicana, de la que él, el presidente, es el
representante responsable. En estas condiciones el Jefe del Santuario (la llave de la situación) estará en nuestras
manos y nadie, excepto nosotros, podrá encauzar la fuerza legislativa. Retiraremos además a la Cámara, al
implantar la nueva Constitución, el derecho de interpelación, bajo el pretexto de que ese derecho es contrario a la
salvaguardia del secreto político. Igualmente restringiremos por la nueva Constitución el número de
representantes al mínimum, lo que producirá el efecto de disminuir un tanto las pasiones políticas y la pasión por
la política. Si, contra lo que esperamos, esas pasiones políticas se despertaran aún en ese corto número de
representantes, lo reduciremos a nada, por medio de un llamamiento a la mayoría del pueblo. Dependerán del
Presidente los nombramientos de presidente y vicepresidente de la Cámara y del Senado. En lugar de sesiones
parlamentarias permanentes, limitaremos las sesiones a unos meses. Además el Presidente, como jefe del poder
ejecutivo, tendrá el derecho de convocar o disolver el parlamento, y en este último caso, el de aplazar el momento
para una nueva convocación. Pero, para que las consecuencias de todos estos actos, realmente ilegales, no
recaigan sobre la responsabilidad establecida por nosotros del presidente, en lo relativo a nuestros planes,
sugeriremos a los ministros y demás funcionarios que rodean al Presidente la idea de sobrepasar las disposiciones
de éste, con sus propias medidas, de tal manera que ellos (los ministros) vengan a resultar los responsables.
Aconsejamos encomendar esta actuación, principalmente, al Senado o al Consejo de Estado o de Ministros, más
bien que a un solo individuo. El Presidente interpretará conforme a nuestros deseos las leyes existentes que sean
susceptibles de distintas interpretaciones; las anulará cuando le demostremos la necesidad de hacerlo; tendrá
derecho de proponer leyes provisionales, y aun nuevo cambio de Constitución, con pretexto del bien supremo del
Estado. Estas medidas nos darían el medio de destruir poco a poco y paso a paso todo aquello que en el momento
de posesionarnos del poder nos hayamos visto obligados a incluir en las Constituciones de los pueblos; por este
medio pasaremos insensiblemente a la supresión de toda Constitución cuando llegue la ocasión y el momento de
agrupar todos los gobiernos bajo nuestra autocracia. El reconocimiento de ella puede llegar antes de la supresión
de la Constitución, si los pueblos, cansados de tantos desórdenes y de la frivolidad de sus gobernantes dan
engritar. Echadlos y dadnos un rey universal que pueda unirnos y acabar conlas causas de nuestras discordias: las
fronteras internacionales, las religiones, los cálculos e intereses de Estado: un rey que nos dé esta paz, esta
tranquilidad que no podemos alcanzar con nuestros gobernantes y representantes. Sabéis muy bien vosotros que
para que estos deseos se realicen es necesario perturbar constantemente en todos los pueblos las relaciones entre
ellos y sus gobiernos, con el propósito de cansar a todo el mundo con la desunión, la enemistad, el odio, y aun con
el martirio, el hambre, la propagación de enfermedades y la miseria para que los Cristianos no encuentren otra
salvación que la de recurrir a nuestra plena y absoluta soberanía. Si damos a los pueblos una tregua para respirar,
tal vez el momento favorable no llegará jamás.




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PROTOCOLO XI
El programa de la nueva Constitución.- Algunos pormenores del golpe de Estado proyectado.- Los Cristianos, rebaño de borregos.- La Franc-Masonería secreta y sus logias de apariencia.
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El Consejo de Estado tiene por objeto hacer destacar el poder del gobierno: bajo la apariencia de un cuerpolegislativo, será en realidad un comité de redacción de las leyes y de los decretos del gobierno. He aquí elPrograma de la nueva Constitución que preparamos: Crearemos la Ley, el derecho y el tribunal.- l), bajo la forma
de proposiciones al Cuerpo Legislativo. 2), por medio de decretos presidenciales, por actas del Senado y por
resoluciones del Consejo de Estado, bajo la forma de órdenes ministeriales; 3), en caso de que se juzgue oportuno,
por medio del golpe de estado. Una vez que de manera aproximada dejamos establecido este modus vivendi,
tratemos algo más detalladamente de las medidas que nos servirán para acabar la transformación del Estado en el
sentido de que ya hemos hablado. Pretendo hablar de la libertad de la prensa, del derecho de asociación, de la
libertad de conciencia, del principio electivo, y de otras muchas cosas que deberán desaparecer del repertorio
humano, o al menos alterarse radicalmente, tan luego como la nueva Constitución se haya promulgado. Entonces
será cuando nos sea posible promulgar todas nuestras leyes al mismo tiempo. Después, cualquier cambio sensible
sería perjudicial por esta razón: si la modificación se opera en el sentido de la severidad y del rigor, puede causar
la desesperación provocada por el temor de nuevos cambios en el mismo sentido; si, por el contrario, es en el
sentido de mayores complacencias, se dirá que hemos reconocido nuestros errores, y esto debilitará el prestigio de
la infalibilidad de nuestro gobierno, o bien se dirá que hemos tenido temor y nos vimos obligados a hacer
concesiones, que nadie nos agradecerá ni a nadie obligarán con nosotros. Ambas cosas perjudican el prestigio de
la nueva Constitución. Queremos que desde el día de su promulgación, cuando los pueblos estén aún estupefactos
por el golpe de estado que hemos de dar, cuando estén aún invadidos por el terror y perplejos, en ese preciso
momento reconozcan que somos tan fuertes, tan invulnerables, tan poderosos, que no contaremos con ellos para
nada; que no solamente no atenderemos sus opiniones y pareceres, sino que estamos dispuestos y a punto de
reprimir toda expresión, toda manifestación de estos deseos y de estas opiniones, con una autoridad indiscutible;
que de un solo golpe nos hemos adueñado de todo lo que nos era necesario y que en ningún caso estamos
dispuestos a compartir nuestro poder con ellos... Entonces cerrarán los ojos y dejarán venir los acontecimientos...
Los Cristianos son un rebaño de carneros y nosotros somos para ellos los lobos. Y ¿ya sabéis lo que sucede a los
corderos cuando el lobo llega a penetrar en el redil? Cerrarán aún los ojos, sobre todo, por las promesas que les
haremos de volverles todas las libertades que les hemos arrebatado, cuando los enemigos de la paz se hayan
calmado y los partidos queden reducidos a la impotencia. ¡Por supuesto que los Cristianos podrán esperar sentados
la vuelta del pasado!... ¿Para qué habíamos de inventar e inspirar a los Cristianos toda esta política sin darles los
medios de conocerla a fondo, sino para poder emprender en secreto lo que nuestra raza dispersa no podía intentar
directa y abiertamente? Esto nos ha servido de base para nuestra organización de la Franc-Masonería secreta,
que no es conocida y cuyos designios ni aunsiquiera sospechan los imbéciles Cristianos, alistados por nosotros en
el ejército visible de las logias para distraer las miradas de los hermanos. Dios nos ha dado a nosotros, su pueblo
elegido, la dispersión, y en esta debilidad de nuestra raza radica nuestra fuerza que hoy nos conduce al solio de un
reino universal. Poco es lo que nos falta edificar sobre estos cimientos.



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PROTOCOLO XII
Interpretación masónica de la palabra Libertad.- Porvenir de la prensa en el reinado de los
Franc-Masones.- El control de la prensa. Argucias de corresponsales.- Lo que es el progreso para
los Franc-Masones.- Su solidaridad en la prensa moderna.- Exageración de las exigencias
sociales.- Infalibilidad del nuevo régimen.
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La palabra Libertad, que se puede definir de distintas maneras, nosotros la definiremos así: Libertad es el
derecho que cada uno tiene de hacer lo que permite la ley. Tal interpretación de esta palabra en estos tiempos
hará que toda la libertad esté en nuestras manos, porque las leyes destruirán o crearán lo que nos agrade,
conforme al programa expuesto más arriba. Con la prensa obraremos de la manera siguiente: ¿Qué papel
desempeña la prensa en la actualidad? Ella sirve para encender las pasiones o mantener el egoísmo de los
partidos. La prensa es banal, injusta, aduladora, y los hombres, en su gran mayoría, no comprenden bien para qué
sirve. Nosotros la domaremos y la enfrenaremos con fuertes riendas, y otro tanto haremos con las demás obras
impresas, porque ¿de qué nos serviría desembarazarnos de la prensa y del periódico si hemos de ser el blanco de
los ataques del libro y del folleto? Transformaremos la publicidad, que bastante caro nos ha costado hasta ahora,
censurando los periódicos y convirtiéndolos en una fuente de ingresos para el Estado. Crearemos un impuesto
especial para la prensa. Al fundarse un periódico, o al establecerse una imprenta, exigiremos una participación.
Con esta medida quedará garantizado nuestro gobierno de todo ataque por parte de la prensa. En ocasiones, aun
sin mérito para ello, impondremos multas. Estampillas, participaciones y multas producirán un buen ingreso al
Estado. Es verdad que los periódicos de los partidos podrían soportar estas pérdidas pecuniarias, pero los
suprimiremos a la segunda vez que nos ataquen. Nadie osará tocar impunemente la aureola de nuestra infalibilidad
gubernamental. El pretexto para suprimir un periódico podrá ser, por ejemplo, que el órgano en cuestión agita los
ánimos sin razón ni motivo. Fijaos bien, os ruego, en que entre aquellos periódicos que nos atacarán, habrá algunos
creados por nosotros mismos; pero éstos dirigirán sus tiros exclusivamente a aquellos puntos en los que nosotros
deseamos algún cambio. Nada se dará a conocer a las sociedades fuera de nuestro control. Ya desde ahora
hemos obtenido este resultado por el hecho de que todas las noticias se reciben por nuestras agencias, en las que
esas noticias de todo el mundo vienen a centralizarse. Estas agencias entonces serán exclusivamente nuestras y
no publicarán sino lo que nosotros les ordenemos. Si ya desde ahora nos hemos podido adueñar de las inteligencias
en las sociedades cristianas, a tal grado que casi todos los hombres ven los acontecimientos mundiales solamente
a través de las lentes de color que ponemos delante de los ojos; si desde ahora no hay ya para nosotros cerradura
que nos impida apoderarnos de lo que los Cristianos torpemente llaman Secreto de estado, ¿qué será cuando
seamos los dueños reconocidos como tales del mundo, en la persona de nuestro rey universal? Cualquiera que
desee ser editor, librero, bibliotecario, publicista o impresor, tendrá la obligación de obtener un diploma o
credencial que, en caso de que su dueño llegara a hacerse reo de cualquier delito, será inmediatamente recogida.
Con estas medidas, el instrumento del pensamiento y de las ideas vendrá a ser un medio educativo en manos de
nuestro gobierno, que no permitirá a las masas populares fantasear acerca de los beneficios del progreso. ¿Quién
de nosotros ignora que estos beneficios ilusorios conducen a absurdos desvaríos? Estos desvaríos han dado
origen a las relaciones anárquicas de los hombres entre sí y con el poder, porque el progreso ha traído las ideas de
toda clase de libertades desenfrenadas... Todos aquellos a quienes damos el nombre de libera les son
anarquistas, si no de hecho, a lo menos de pensamiento. Todos y cada uno de ellos van persiguiendo la libertad y
caen en la anarquía, protestando por el simple placer de protestar. Volvamos a la prensa. La abrumaremos, lo
mismo que a los demás impresos, con impuestos en sellos o estampillas a tanto por hoja, y con fianzas: los libros
que tengan menos de treinta hojas, pagarán doble impuesto. A éstos, los registraremos en la categoría de folletos;
por una parte, a fin de reducir el número de revistas, que son el veneno más peligroso, y por otra, porque esta
medida obligará a los escritores a producir obras extensas que serán poco leídas, principalmente por su alto
precio. Por el contrario, lo que nosotros editemos para el bien moral, dentro de las tendencias que estableceremos,
se venderá barato y será leído por todos. Los impuestos acallarán el vano deseo de escribir, y el temor del castigo
someterá a los literatos bajo nuestra autoridad. Si hay personas que intenten escribir contra nosotros, no se
encontrará quien quiera imprimir sus obras. Antes de aceptar alguna para su impresión, el editor o impresor tendrá
que dirigirse a las autoridades para obtener el permiso respectivo. De este modo nosotros
conoceremosanticipadamente los lazos que se nos tiendan y los destruiremos con las explicaciones previas que
hagan el caso. La literatura y el periodismo son dos fuerzas educadoras de la mayor importancia; por esto nuestro
gobierno será el propietario del mayor número de periódicos. Por esta misma razón, también, la influencia nociva
de la prensa privada será neutralizada y adquiriremos una influencia moral enorme. Si autorizamos diez periódicos
privados, fundaremos treinta de los nuestros. Todos los periódicos editados por nosotros serán aparentemente de
tendencias y opiniones las más opuestas, lo que despertará la confianza en ellos y les atraerá a nuestros
adversarios sin recelos ; caerán en el lazo y resultarán inofensivos. Los órganos de carácter oficial estarán en
primera línea. Vigilarán siempre nuestros intereses y esta razón hace que su influencia sea casi nula. En la
segunda fila estarán los oficiosos, cuyo papel será atraer a los indiferentes y a los tibios. En tercera fila
colocaremos a nuestra pretendida oposición. Un órgano, cuando menos, será el antípoda de nuestras ideas.
Nuestros contrarios tomarán en este pseudo opositor por un aliado suyo y nos descubrirá su juego. Representarán
nuestros periódicos todas las tendencias: las aristocráticas unos, las republicanas otros, igualmente las
revolucionarias y aun las anarquistas; pero esto, naturalmente se entiende, mientras esté en vigor la Constitución.
Como el dios Wichnou de cien manos, cada una de ellas acelerará el cambio de la sociedad; esas manos guiarán la
opinión en el sentido que convenga a nuestros intereses, porque un hombre que vive en un medio demasiado
agitado, pierde la facultad de razonar y se abandona fácilmente a la sugestión. Los imbéciles que creerán repetir la
opinión del periódico de su partido, no harán otra cosa que repetir y expresar nuestra opinión o aquello que nos
agrade. Se harán la ilusión de seguir las opiniones del periódico de su partido, y en realidad seguirán la bandera
que nosotros enarbolaremos para que vayan tras ella. Para dirigir en este sentido nuestro ejército de periodistas
desarrollaremos un cuidado especial en la organización de esta obra. Bajo el nombre de Oficina central de la
prensa organizaremos reuniones literarias en las que nuestros agentes, sin dejarlo conocer, darán la palabra de
orden y las señales. Discutiendo y objetando nuestras iniciativas de una manera superficial, y sin llegar al fondo de
las cuestiones, nuestros órganos entablarán polémica con los periódicos oficiales para proporcionarnos el medio de
hacer declaraciones más francas sobre puntos en los que no hayamos podido ser más explícitos en nuestras
primeras declaraciones oficiales. Estos ataques tendrán, además, otro fin muy importante: nuestros súbditos se
creerán con las necesarias garantías para poder hablar libremente y esto, por otra parte, dará a nuestros agentes
ocasión para afirmar que los órganos que se declaran contra nosotros no hacen otra cosa que charlar, supuesto
que no pueden presentar razones de peso para refutar seriamente nuestras medidas y disposiciones. Estos
procedimientos inadvertidos por la opinión pública, pero seguros, nos atraerán seguramente la atención y la
confianza del público. Merced a ellos encenderemos o calmaremos los ánimos en las cuestiones políticas; los
persuadiremos o los desconcertaremos publicando unas veces la verdad, otras la mentira; ya confirmando los
hechos o rectificándolos, según la impresión que sea necesario provocar en el público, pero siempre tanteando el
terreno antes de asentar en él el pie... Venceremos a nuestros adversarios infaliblemente, porque ellos no tendrán
a su disposición periódicos en los que puedan emitir sus ideas hasta llegar al fin de una polémica, en virtud de las
providencias tomadas por nosotros, de las que ya antes tratamos. En cambio, nosotros no tendremos necesidad de
refutarlos seriamente. En nuestros periódicos oficiales refutaremos enérgicamente los artículos que, como globos
exploradores, lanzaremos en nuestros órganos clasificados en la tercera categoría, cuando sea necesario. Ya
desde ahora, en las filas del periodismo francés, por lo menos, existe una solidaridad Franc-Masónica. Todos los
órganos de la prensa están ligados entre sí por el secreto profesional: a semejanza de los antiguos augures,
ninguno de sus miembros dejará escapar el secreto de sus conocimientos, a menos que reciba la orden de quien
puede dársela. Ningún periodista se resolverá a traicionar este secreto, porque nadie es admitido a este gremio si
no tiene en su vida pasada alguna tacha vergonzosa e infamante; y estas notas infamantes, al punto que se cometa
la traición, serían reveladas. Mientras que esas infamias ocultas son el secreto de algunos, la aureola del
periodista atrae la opinión de la mayoría del pueblo, que los sigue con entusiasmo. Nuestros cálculos y proyectos
se extienden no sólo a las grandes capitales, sino también a las provincias. Es necesario que también en ellas
excitemos esperanzas y aspiraciones opuestas a las que excitemos en la capital, a la que inspiraremos las
esperanzas y aspiraciones espontáneas de las provincias. Claro es que la fuente de unas y de otras será siempre la
misma, es decir, nosotros. Mientras no tengamos por completo el poder en nuestras manos, muchas veces
tendremos necesidad de que las capitales sean arrolladas por la opinión de las provincias, esto es, de las mayorías
manejadas por nuestros agentes. Es preciso que las capitales, en el momento psicológico, no discutan los
acontecimientos por el solo hecho de haberlos aceptado la mayoría de las provincias. Al entrar en el nuevo
régimen que preparará nuestro reinado, no podemos admitir que la prensa haga pública la criminalidad: precisa
hacer creer que el nuevo régimen tiene a todos de tal manera satisfechos, que aun los crímenes han desaparecido.
Los casos que puedan poner de manifiesto esa criminalidad, quedarán ignorados de todos, si no es de sus víctimas,
de sus autores y de los testigos accidentales.




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PROTOCOLO XIII
La necesidad del pan de cada día.- Las cuestiones políticas.-Las cuestiones industriales.- Las casas
públicas.- La verdad es una.- Los grandes problemas.-
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La necesidad del pan de cada día hace a los Goim (los Cristianos) callar, y los convierte en nuestros humildes
servidores. Los agentes, sacados de entre ellos por nuestra prensa, discutirán bajo nuestras órdenes todo aquello
que nos sería molesto publicar directamente en documentos oficiales, y nosotros, entretanto, aprovechando el
ruido provocado por estas discusiones, tomaremos las medidas que juzguemos convenientes y las presentaremos
al público como un hecho consumado. Nadie tendrá el atrevimiento de reclamar la anulación de lo que se haya
decidido, tanto más que esto será presentado como un progreso. La prensa, por otra parte, llamará la atención
hacia otras nuevas cuestiones; ya hemos acostumbrado a los hombres a esto, como sabéis, a buscar siempre
novedades. Algunos imbéciles, creyéndose instrumentos del DESTINO, se lanzarán sobre estas nuevas
cuestiones, en las que no entienden palabra de lo que intentan discutir. Las cuestiones políticas no son asequibles
a nadie, sino a los que han creado la misma política y desde hace siglos la vienen dirigiendo. Por aquí veréis que
sondeando la opinión de las multitudes no hacemos más que facilitar la realización de nuestros designios y podéis
notar que simulamos buscar la aprobación no de nuestras acciones, sino de nuestras palabras pronunciadas en tal
o cual ocasión. Continuamente estamos proclamando que en todas nuestras providencias y disposiciones no
tenemos más norte ni más guía que la esperanza unida a la certeza de ser útiles al bien común. Para distraer a los
hombres demasiado inquietos de las cuestiones políticas les pondremos delante las pretendidas nuevas cuestiones
industriales. Que desahoguen sus furias sobre estos nuevos temas. Las masas consentirán en permanecer
inactivas y en descansar de su pretendida actividad política (a que nosotros mismos las hemos acostumbrado para
luchar por medio de sus intermediarios con los gobiernos de los Cristianos) bajo la condición de tener nueva
ocupación; nosotros les señalaremos casi la misma dirección política. Con el objeto de que no lleguen a nada por
medio de la reflexión, les distraeremos de pensar en cosas serias por medio de las diversiones, de los juegos, de
los pasatiempos, de las satisfacciones de las pasiones, de las casas públicas... Muy pronto propondremos por
medio de la prensa concursos de arte, de belleza, de sport..., de todo. Estas futilezas alejarán definitivamente los
ánimos de ciertas cuestiones en las que nos sería molesto entrar en lucha con ellas. Los hombres cada día pierden
más la costumbre de pensar por sí mismos y acabarán por hablar haciendo coro a nuestras ideas, porque seremos
los únicos que fijemos rumbos al pensamiento..., por mediación de personas tales que, ya se comprende, no se
creerá que somos solidarios de ellas. El papel de los utopistas liberales acabará definitivamente cuando nuestro
gobierno sea reconocido. Hasta entonces nos prestarán un buen servicio. Por eso todavía ahora seguimos
impulsando y estimulando a las inteligencias a inventar toda clase de teorías fantásticas, nuevas y que dan en
llamar progresistas, porque hemos trastornado la cabeza a esos imbéciles Cristianos con éxito completo por
medio de esa palabreja: PROGRESO, y no existe entre ellos uno solo que vea que tras de esta palabra se oculta
un error en todos los casos en que se trate de inventos materiales, pues LA VERDAD ES UNA Y NO SABE NI
PUEDE PROGRESAR EL PROGRESO, COMO UNA IDEA FALSA, SIRVE PARA OSCURECER LA
VERDAD A FIN DE QUE NADIE LA CONOZCA FUERA DE NOSOTROS, LOS ELEGIDOS POR DIOS, LOS
DEPOSITARIOS DE LA VERDAD Cuando llegue nuestro reinado, nuestros oradores disertarán acerca de los
grandes problemas que han conmovido a la humanidad para traerla finalmente bajo nuestro dominio. ¿Quién podrá
entonces poner en duda que todos esos grandes problemas fueron planteados por nosotros, siguiendo un plan
político que nadie pudo adivinar ni sospechar siquiera en el transcurso de tantos siglos?.





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PROTOCOLO XIV
La Religión del porvenir.- La esclavitud futura.- Imposibilidad de conocer los misterios la
Religión del porvenir.- La Pornografía y el porvenir de la palabra impresa.
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Al advenimiento de nuestro reinado no reconoceremos la existencia de ninguna religión fuera de la de nuestro
Dios único, con el que nuestros destinos están ligados íntimamente, porque somos el Pueblo Escogido, por el cual
este mismo destino está unido a los de todo el mundo. Por esto tenemos que destruir todas las creencias. Si éstas
han podido dar origen al Ateísmo contemporáneo, este estado transitorio no perjudica nuestros objetivos, sino que
servirá de ejemplo a las generaciones que oirán nuestras predicaciones sobre la Religión Mosaica, cuyo sistema
estoico y perfectamente concebido nos ha dado por resultado la conquista de todos los pueblos de la tierra.
Haremos ver así su verdad mística en la que podemos decir descansa toda su fuerza educadora. Publicaremos
entonces en todas las ocasiones artículos en los que haremos comparación de nuestro benéfico gobierno con los
del pasado. Los errores de los gobiernos de los Cristianos serán pintados con los más vivos colores. Tanto horror
y repugnancia hacia ellos provocaremos, que los pueblos preferirán el descanso de la esclavitud a los famosos
derechos de la Libertad que por tanto tiempo los trajeron atormentados y los privaron hasta de los medios
necesarios de subsistencia; que los hicieron ser explotados por una turba de aventureros, sin poder siquiera saber
qué era lo que hacían... Los cambios inútiles de gobierno, a los que continuamente empujábamos a los Cristianos,
mientras minábamos sus instituciones, dejarán de tal manera cansados a los pueblos en esta época, que más
querrán soportar cualquier cosa de nuestra parte que correr de nuevo el riesgo de nuevas agitaciones. Haremos
notar especialmente los errores de los gobernantes que figuran en la historia, que sin haber producido un
verdadero bien a la humanidad, torturaron durante tantos siglos a los pueblos para correr en pos de ilusorios
bienes sociales, sin darse cuenta de que sus proyectos en vez de mejorar las relaciones de la vida humana las
empeoraban. Nuestros filósofos discutirán todas las deficiencias de las creencias cristianas; pero nadie jamás
podrá discutir nuestra religión desde su verdadero punto de vista, porque nadie la conocerá en su fondo, a
excepción de nuestros sabios, que nunca ni por nada osarán revelar sus secretos. En los pueblos que se tienen por
adelantados, crearemos una literatura obscena, lúbrica, abominable. La fomentaremos todavía por algún tiempo
antes de nuestra llegada al poder, para hacer resaltar el contraste entre nuestros discursos y programas y aquellas
torpezas y obscenidades. Nuestros sabios, educados para gobernar a los Cristianos, compondrán discursos,
memorias, proyectos que nos darán el necesario influjo sobre las inteligencias y nos permitirán encauzar sus
actividades hacia las ideas y conocimientos que queramos imponerles.





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PROTOCOLO XV
Golpe de estado mundial en un solo día.- Las sentencias de muerte.- La futura suerte de los
Franc-Masones.- Carácter místico del poder.- Multiplicación de las logias masónicas.- El gobierno
central de los sabios.- Al asunto Azeff.- La Franc-Masonería, guía de todas las sociedades
secretas.- Importancia del éxito público.- El colectivismo.- Las víctimas.- Sentencias de muerte de
los Franc-Masones.- Desprestigio de las leyes y de la autoridad.- La predestinación.- Brevedad y
claridad de las leyes del futuro reino.- Obediencia a la autoridad.- Medidas contra el abuso del
poder.- Crueldad en los castigos.- Límite de edad para los jueces.- El liberalismo de los jueces y
del poder.- El dinero del mundo.- Absolutismo de la Masonería.- Derecho de Casación.- Aspecto
patriarcal del futuro gobierno.- Deificación del mismo.- El derecho del más fuerte, derecho único.
- El rey de Israel, patriarca del Mundo.
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Cuando al fin comencemos a reinar con la ayuda de golpes de estado preparados en todas partes para el mismo
día, después de la confesión definitiva de la nulidad de todos los gobiernos existentes (y para que esto llegue
pasará todavía algún tiempo, tal vez un siglo), impediremos que se conspire contra nosotros. Para ello
condenaremos a muerte a todos aquellos que acojan nuestro advenimiento al poder con las armas en la mano.
Toda creación de una nueva sociedad secreta, sea la que fuere, será castigada con la pena de muerte. Las que
existen ahora y que nos son conocidas, quedarán igualmente abolidas, no obstante que nos han servido y tienen
aún que servirnos, y serán desterradas a los continentes más lejanos de Europa. Esta es la conducta que habremos
de seguir con los Franc-Masones Cristianos que saben demasiado; a los que perdonemos por cualquier razón, los
mantendremos bajo un perpetuo terror del destierro. Promulgaremos una ley, según la cual, todos los antiguos
miembros de sociedades secretas deberán abandonar a Europa, centro de nuestro gobierno. Las resoluciones de
nuestro gobierno serán definitivas y sin que quepa apelación contra ellas. En las sociedades cristianas en las que
hemos sembrado tan profundas raíces de discusiones y protestas, no se puede restablecer el orden, sino por
medidas muy severas y que manifiesten un poder inflexible; es inútil tomar en cuenta el número de víctimas que
caigan en vista del bien que de tales castigos ha de resultar. El deber de todo gobierno que tiene conciencia de su
personalidad y de su ser es no solamente gozar de los privilegios, sino cumplir los deberes que como gobierno
tiene y procurar el bien común, aunque sea a costa de enormes sacrificios. Para que un gobierno sea
verdaderamente fuerte, inconmovible, es necesario que haga brillar el prestigio de su poder, lo que no se obtiene
sino por la inflexibilidad majestuosa de su fuerza, que ha de llevar consigo las señales de la inviolabilidad mística
de la elección divina. Tal era hasta hace poco tiempo la autocracia rusa, que constituía nuestro único enemigo serio
en el mundo con el Pontificado de la Iglesia Católica. Recordad el ejemplo de Italia inundada de sangre, que no
tocó, sin embargo, un solo cabello de la cabeza de Sila que tanta de esa sangre había derramado. Sila, a los ojos
del pueblo, era como un Dios por su poder; y, a su audaz regreso a Italia, ese pueblo martirizado por él, lo deificó,
lo hizo intocable... Así el pueblo no se atreve a tocar a quien ha sabido hipnotizarlo por su valor y su fuerza de
voluntad. Mientras llega el tiempo de nuestra dominación, crearemos y multiplicaremos las logias masónicas en
todos los países del mundo. atraeremos a ellas a todos los que son y pueden ser agentes aptos. Estas logias
formarán nuestro principal centro de enseñanzas y el medio mejor de nuestra influencia y difusión de nuestras
actividades. Concentraremos todas esas logias en un gobierno solamente conocido por nuestros sabios. Las logias
tendrán su representante, detrás del cual quedará oculto el gobierno de que hablamos, y ese representante será el
que dé la palabra de orden y el programa. Formaremos en esas logias el núcleo de todos los elementos
revolucionarios y liberales. En su composición caben como elementos todas las clases sociales. Los proyectos
políticos más secretos nos serán conocidos y caerán bajo nuestra dirección aun antes que aparezcan. En el número
de miembros de esas logias estarán casi todos los agentes de policía nacional e internacional (como sucedió en el
asunto Azeff), pues sus servicios son insustituibles para nosotros; la policía puede no solamente tomar
providencias contra los recalcitrantes, sino también encubrir y solapar nuestros actos, crear pretextos de
descontento, etc... Los que ingresan en las sociedades secretas, de ordinario son los ambiciosos, los aventureros, y
en general, hombres ligeros en su mayor parte, con los cuales no tendremos dificultad para ponernos de acuerdo
para la realización de nuestros proyectos. Si se producen desórdenes, esto será indicio de que tenemos necesidad
de provocarlos para destruir una solidaridad excesiva. Si surge algún complot en su seno, al que hay que señalar
como verdadero autor no hay que ir a buscarlo sino entre nuestros más fieles servidores. Es natural que sea
alguno de nosotros, pues nadie más que nosotros manejamos los asuntos de la masonería, porque sabemos a
dónde vamos, conocemos el objetivo final de toda acción, mientras que los Cristianos nada saben, ni aun del
resultado inmediato; ordinariamente se contentan con un éxito momentáneo de amor propio en la ejecución de sus
planes, sin fijarse siquiera en que esos planes no se deben a su iniciativa, sino que les fueron sugeridos por
nosotros. Los Cristianos entran en las logias por curiosidad, o si no, con la esperanza de que ello les sirva para
poder obtener un puesto en el banquete del presupuesto público; algunos, para tener oportunidad de poder
expresar públicamente sus sueños irrealizables que no pasan de desvaríos; están sedientos de la emoción que
produce el éxito, y acarrean los aplausos, cosas de que nunca nos mostramos parcos ni avaros. También les
proporcionamos éxitos, para aprovecharnos de la satisfacción que sienten de sí mismos, la que a la vez nos
proporciona la facilidad de que estos hombres acepten nuestras sugestiones sin recelo ni precaución alguna y
enteramente convencidos de que expresan sus propias ideas y de que son incapaces de apropiarse las de otros...
No podéis imaginaros cómo se puede llevar a los Cristianos más inteligentes hasta la más inconsciente simplicidad
a condición de dejarlos satisfechos de sí mismos y al mismo tiempo, cuán fácil es desanimarlos con el más
insignificante fracaso, aunque no sea sino negándoles el aplauso, y lo fácil que es someterlos a la más servil
obediencia a fin de obtener un nuevo éxito... Mientras los nuestros tienen en poco el éxito con tal que logren
realizar sus designios, los Cristianos están prontos a sacrificar todos sus proyectos a cambio de un éxito ruidoso.
Esta psicología nos facilita notablemente el trabajo de dirigirlos. Tigres en apariencia, tienen almas de cordero y
sus cabezas están completamente vacías. Les hemos dado como distintivo bufonesco el sueño o desvarío de la
absorción de la individualidad humana por la unidad simbólica del colectivismo; y ellos no han comprendido, ni
comprenderán en mucho tiempo, que esta bufonada es una violación evidente de la más importante de las leyes de
la naturaleza, que creó después del primer día de la creación, cada ser distinto de los demás, precisamente para
que su distinción afirmara su individualidad. El que nosotros hayamos podido inducirlos a aceptar ciegamente esta
necedad ¿no prueba con evidencia palpable hasta qué punto su inteligencia es inferior a la nuestra? Esta
circunstancia es la principal garantía de nuestros éxitos. ¡Con qué claridad vieron las cosas nuestros sabios al decir
que para llegar a nuestro fin no debíamos detenernos ante los medios ni contar el número de víctimas sacrificadas!
¡NOSOTROS NO HEMOS CONTADO A LOS IMBÉCILES CRISTIANOS Y AUNQUE HAYAMOS
SACRIFICADO A MUCHOS DE LOS NUESTROS, HEMOS DADO SOBRE ESTA TIERRA A NUESTRO
PUEBLO UN PODER QUE JAMAS SE HABRÍA ATREVIDO A SOÑAR! Las víctimas, relativamente pocas de
los nuestros, lo han salvado de su ruina. La muerte es el fin inevitable de todos. Mejor es acelerar el fin de
aquellos que ponen obstáculos a nuestra obra, que no el de nosotros que somos los que a esa obra hemos dado el
ser.î A los Franc-Masones les damos muerte de manera que nadie, excepto sus hermanos, ni aun las mismas
víctimas, pueden sospechar de su condenación; todos mueren. cuando es necesario, como de una enfermedad
natural... Sabiendo esto, ni la hermandad misma se atreve a protestar. Estas medidas han desterrado y extirpado
de la masonería todo germen de protesta. A pesar de que a los Cristianos predicamos el liberalismo, a nuestro
pueblo y a nuestros agentes los tenemos bajo una obediencia absoluta. Gracias a nuestra influencia, la ejecución
de las leyes de los Cristianos ha quedado reducida al mínimum. El prestigio de la ley está minado por las
interpretaciones liberales que nosotros hemos introducido. En las causas y cuestiones políticas v de principios, los
tribunales deciden como nosotros les ordenamos; ven las cosas a la luz que nosotros les presentamos. Para todo
esto nos servimos, como intermediarios, de personas con las que nadie cree que tenemos nada de común; nos
servimos de la opinión, de la prensa y de otros medios. Los senadores mismos y la administración superior aceptan
ciegamente nuestros consejos. La inteligencia netamente animal de los Cristianos es incapaz de análisis y
observación, y más todavía, de prever hasta dónde puede llegar una cierta manera de presentar las cuestiones. En
esta diferencia de aptitudes que hay entre nosotros y los Cristianos para pensar, se puede ver claramente el sello
de nuestra elección y la marca de nuestra humanidad. La inteligencia de los Cristianos es instintiva, animal. Ellos
ven, mas no prevén ni inventan (excepto cosas materiales). Por aquí se ve claramente que la naturaleza misma nos
tiene destinados a dirigir y gobernar el mundo. Llegado el tiempo que gobernemos abiertamente y que mostremos
al pueblo los beneficios de nuestro gobierno, compraremos todas las legislaciones: nuestras leyes serán breves,
claras, sólidas, sin comentarios y tales que todos las pueden conocer. La nota sobresaliente de ellas será la
obediencia a las autoridades llevada a un grado sumo. Entonces desaparecerán todos los abusos como
consecuencia de la responsabilidad de todos, hasta el último, ante la autoridad superior del representante del
poder. Los abusos de autoridad de los funcionarios inferiores serán castigados con tal severidad, que a nadie le
quedarán deseos de ensayar sus propias fuerzas. Seguiremos con ojo vigilante cada acto de la administración de
que depende el mecanismo de la máquina de gobierno, pues el libertinaje en el gobierno produce el libertinaje en
todas las clases. Todo caso de ilegalidad y todo abuso será castigado de manera ejemplar. El encubrimiento, la
complicidad solidaria entre los funcionarios, desaparecerán con los primeros ejemplos de un castigo riguroso. El
prestigio de nuestro gobierno exige castigos eficaces, es decir, crueles, por la menor infracción de las leyes. pues
toda infracción es un atentado al alto prestigio de la autoridad. El que resulte condenado será indefectiblemente
castigado por su delito; será como el soldado caído en el campo de batalla gubernativo, por la autoridad, los
principios y las leyes que no toleran que los intereses privados especulen con los cargos públicos, ni aun
tratándose de los que guían el carro de la Sociedad. Nuestros jueces sabrán que si buscan el elogio de una
imprudente blandura, violan la ley de la Justicia que ha sido instituida para ordenar a los hombres por medio del
castigo de los delitos, y no para que el juez haga ostentación de la bondad de su alma. Es permitido hacer esas
manifestaciones de bondad y de estas cualidades en la vida privada, pero no en el campo de la vida pública, que es
como la base y fundamento de la educación de la vida humana. Nuestro personal judicial no prestará servicios
pasados los cincuenta años de edad, pues los ancianos son más obstinados en sostener sus opiniones
preconcebidas y están menos dispuestos a obedecer las nuevas ordenanzas, y en segundo lugar, porque esto nos
permitirá más fácilmente renovar el personal, que así nos será más sumiso: quien quiera conservar su empleo,
deberá obedecer ciegamente para merecer este favor. Generalmente, nuestros jueces serán escogidos
exclusivamente por nosotros entre aquellos que comprendan que su papel es el de castigar y aplicar leyes; no el de
hacer ostentación de liberalismo con detrimento del Estado, como lo hacen al presente los Cristianos. Los cambios
de personal servirán también para afirmar la solidaridad de los colegas y los tendrán a todos más estrechamente
ligados a los intereses del gobierno del que depende su suerte. La nueva generación de jueces será educada de tal
manera que considerará inadmisibles los abusos que puedan atacar el orden establecido en las relaciones de
nuestros súbditos entre sí. Hoy, los jueces Cristianos, no teniendo una idea exacta de su deber, se manifiestan
indulgentes con todos los crímenes, porque los actuales gobernantes, al nombrar para este cargo a los jueces, no
tienen cuidado de inspirarles el sentimiento de ese deber y la conciencia de la labor que su cargo exige. Así como
los animales hacen salir a su prole en busca de la presa, los Cristianos confían a sus súbditos estos puestos
proporcionándoles una buena renta, sin preocuparse de hacerles comprender el fin para que tales cargos han sido
establecidos. Por eso los gobiernos se destruyen a sí mismos con sus propias fuerzas y con los actos de su
administración. Saquemos, pues, del resultado ya conocido de estos actos una lección más para nuestro gobierno.
Desterraremos el liberalismo de todos los cargos importantes de nuestra administración; de esto dependerá la
educación de nuestros subordinados con relación al orden social. A esos cargos serán admitidos solamente los que
hayan sido educados para ellos por nosotros. Se nos podrá objetar que el retiro de los funcionarios ocasionará
fuertes gastos al Erario. Respondemos desde luego que previamente se les proporcionará un empleo particular
para compensarlos del que se les quita en la administración pública; y en segundo lugar, que estando en manos de
nuestro gobierno todo el dinero del mundo, éste no teme los gastos excesivos. Nuestro absolutismo será
consecuente en todo. Por esta razón nuestra poderosa voluntad será respetada y ejecutada sin objeción alguna
siempre que ordenemos. No tendrá ella en cuenta murmuraciones ni descontentos; cualquier rebeldía será
reprimida con castigos ejemplares. El derecho de casación quedará abolido, sin que nadie, sino nosotros, los
gobernantes, pueda recurrir a él, porque no debemos permitir que nazca en el pueblo la idea de que haya podido
dictarse una sentencia injusta por jueces que han sido nombrados por nosotros. Si algo de esto llegase alguna vez a
suceder, nosotros mismos casaremos la sentencia; pero aplicando al mismo tiempo al juez un castigo tan ejemplar,
por no haber sabido comprender su deber y su cargo, que semejantes casos no se repetirán. Una vez más insisto
en que nosotros tendremos conocimiento de todos los pasos de nuestra administración, que basta vigilar para que
el pueblo esté contento de nosotros, porque hay derecho de exigir a un buen gobierno buenos funcionarios.
Nuestro gobierno tendrá, por su parte, cierta semejanza con una tutela patriarcal o paternal. Nuestro pueblo y
nuestros súbditos verán en él un padre que conoce a fondo todas las necesidades, todos los actos, todas las
relaciones de sus súbditos entre sí y con el gobierno. Con esto, los súbditos se penetrarán de tal manera del
pensamiento de que es imposible evadir esta tutela y dirección, si quieren gozar de paz y de tranquilidad, que
reconocerán la autocracia de nuestro gobierno con un respeto que toque en adoración, principalmente cuando se
convenzan de que nuestros funcionarios no deben al pueblo el cargo que desempeñan y en desempeñarlo no hacen
más que cumplir ciegamente las leyes. Quedarán contentos nuestros súbditos de que hayamos reglamentado todo
en su vida social, como lo hacen los padres prudentes que quieren educar a sus hijos en el sentimiento del deber y
de la obediencia. Pues, los pueblos con relación a nuestra política, y sus secretos, son hijos menores eternamente,
como ahora lo son los actuales gobiernos. Como veis, yo establezco como base de nuestro despotismo el derecho y
el deber: el derecho de exigir el cumplimiento del deber, es el primer deber de un gobierno, que es un padre para
sus súbditos. El tiene el derecho del más fuerte, y debe usar de él para dirigir a la humanidad hacia el orden
establecido por la naturaleza, hacia la obediencia. En el mundo todo obedece, excepto el hombre, a lo menos a las
circunstancias, o a su propia naturaleza, o al más fuerte en todo caso. Seamos, pues, EL MAS FUERTE en
atención al bien. Debemos saber sacrificar sin vacilaciones a los individuos aislados, violadores del orden
establecido, porque hay una gran fuerza educadora en el castigo ejemplar del mal. Si el rey de Israel pone sobre su
frente la corona que le ofrecerá Europa, él será el patriarca del mundo. Las víctimas necesariamente sacrificadas
por él para que pudiera llegar a este trono, no igualarán jamás en número, a los sacrificados durante tantos siglos
de locura y de grandezas por la rivalidad de los príncipes y gobiernos cristianos. Nuestro rey estará en contacto
constante con el pueblo; le dirigirá la palabra desde la tribuna, y la ya citada oficina central de noticias difundirá
simultáneamente su palabra por todo el mundo.




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PROTOCOLO XVI
Las universidades inofensivas.- El Clasicismo sustituido.- La educación y la profesión.- Reclame
de la autoridad del gobierno en las escuelas.- Abolición de la enseñanza libre.- Las nuevas
teorías.- La independencia del pensamiento.- Enseñanza por imágenes.
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Con el fin de destruir todas las fuerzas colectivas, excepto las nuestras, suprimiremos las universidades, primera
etapa del colectivismo, y fundaremos otras con un espíritu nuevo. Sus jefes y profesores serán preparados
secretamente en su labor, por programas de acción secretos y minuciosos, sin poder apartarse de ellos en ningún
punto. Serán nombrados con especial prudencia y en todo dependerán del gobierno. Excluiremos de la enseñanza
el Derecho Cívico, así como todo lo demás que tenga relación con las cuestiones políticas. Estas materias serán
enseñadas a unas cuantas decenas de individuos seleccionados en virtud de sus aptitudes sobresalientes. Las
universidades no deben dejar salir de sus aulas a esos picos de oro forjadores de constituciones como si
compusieran comedias o tragedias y que se ocupan en cuestiones políticas de las que ni sus padres comprendieron
jamás una palabra. El falso conocimiento que tienen los hombres de esta materia, las más veces ha dado origen a
los utopistas y a los malos ciudadanos: a vuestra vista está lo que la educación general de hoy ha hecho de los
Cristianos. Hemos tenido necesidad de inyectar en su educación todos esos principios que tan brillantemente nos
han servido para debilitar su orden social. Pero una vez que nos hayamos adueñado del poder, proscribiremos de la
educación todas las materias de enseñanza que pueden traer el desorden, y haremos de los jóvenes, niños
obedientes a las autoridades y amantes de los que gobiernan, como un apoyo y una esperanza de paz y de
tranquilidad. Reemplazaremos el Clasicismo, haciendo otro tanto con el estudio de la historia antigua que presenta
más ejemplos malos que buenos para el estudio del programa del porvenir. Borraremos de la memoria de los
hombres todos los acontecimientos de los siglos pasados que no nos son gratos, no conservando sino los que dan a
conocer las faltas de los gobiernos cristianos. La vida práctica, el orden social natural, las relaciones de los
hombres entre sí, la obligación de evitar los malos ejemplos del egoísmo, que siembran la semilla del mal, y otras
cuestiones semejantes de carácter pedagógico quedarán en la primera línea del programa del porvenir, en la
enseñanza de cada profesión, que según ella sea, será distinto, y que no generalizará la enseñanza bajo cualquier
pretexto. Esta forma de plantear la cuestión tiene una importancia particular. Cada clase social debe ser educada
dentro de los límites precisos, de conformidad con el destino y el trabajo que le son propios. Los genios potentes
siempre han sabido y sabrán deslizarse entre las otras clases; pero dejar entrar en clase extraña a los que pueden
considerarse como valores negativos, permitirles usurpar el lugar que correspondería a otros por el nacimiento y
la profesión al igual que a esos mismos genios excepcionales, es una verdadera locura. Vosotros sabéis qué
consecuencias ha tenido para los Cristianos este absurdo manifiesto. Para que el gobierno tenga el lugar que le
corresponde en los corazones y el ánimo de sus súbditos, es necesario que mientras dure se le enseñe al pueblo en
las escuelas y en las plazas públicas la importancia del gobierno y cuáles son sus deberes, y en qué cosas su
actividad puede contribuir al bienestar del mismo pueblo. Aboliremos toda enseñanza libre. Los estudiantes
tendrán el derecho de unirse con sus padres en los establecimientos escolares, como se acostumbra hacerlo en los
clubs y en los días de fiesta, los profesores darán conferencias, de las llamadas libres, acerca de las relaciones de
los hombres entre sí; sobre las leyes de la imitación; sobre los malos resultados de la competencia ilimitada; en fin,
sobre filosofía de las nuevas teorías que el mundo todavía no conoce. Haremos de estas teorías un dogma y nos
serviremos de ellas para atraer a los hombres a nuestra fe. Al
terminar la exposición de nuestro programa de acción en el presente y en lo futuro, os expondré las bases de esas
teorías. En una palabra, sabiendo por la experiencia de muchos siglos, que los hombres viven y se dirigen por las
ideas; que éstas no les son inculcadas sino por la educación impartida con igual resultado a todas las edades con
procedimientos diferentes, entiéndase bien: nosotros adoptaremos y nos asimilaremos en provecho nuestro los
últimos resplandores o destellos del pensamiento independiente que desde tiempo atrás venimos dirigiendo hacia
las materias e ideas que nos son necesarias. El sistema de represión del pensamiento ya está en vigor en el
método llamado Enseñanza por medio de la imagen, que debe transformar a los Cristianos en animales dóciles,
que no piensen, que necesiten la representación por las imágenes para comprenderlas... En Francia, uno de
nuestros mejores agentes, Bourgeois, ha divulgado el nuevo programa de educación por medio de la imagen.




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PROTOCOLO XVII
El Foro.- Influencia de los sacerdotes cristianos.- La libertad de conciencia.- El rey de los Judíos,
Patriarca y Pontífice.- Medios de lucha entre la Iglesia existente.- Problemas de la prensa
contemporánea.- Organización de la policía.- La policía voluntaria.- El espionaje conforme al
modelo judío.- Los abusos del poder.
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El Foro ha producido hombres crueles, fríos, testarudos, sin principios, que se colocan siempre en un terreno
impersonal netamente legal. Se proponen a todo trance la defensa y no el bien social. De ordinario no rehusan
defensa alguna tratando de obtener la más alta recompensa por su labor y aferrándose a las argucias de la
jurisprudencia: esto es, lo que ha desmoralizado a los tribunales. Por todo esto, permitiendo esta profesión dentro
de ciertos límites, haremos a sus miembros funcionarios ejecutivos. A los abogados, lo mismo que a los jueces, se
les privará del derecho de comunicarse con los litigantes: recibirán las causas del tribunal; las estudiarán según las
memorias y los documentos de los relatos judiciales, defendiendo a sus clientes conforme a los interrogatorios del
tribunal, una vez que esté terminado el esclarecimiento de los hechos. Los honorarios que percibirán serán
independientes de la calidad de la defensa. De esta manera tendremos un defensa honesta e imparcial, dirigida no
por el interés, sino por la convicción. Esto suprimirá también la corrupción actual de los asesores, a los que no
consentiremos más que en el caso que aquel que pague sea el que gane una causa. Hemos tenido buen cuidado de
desacreditar la clase de los sacerdotes cristianos y de desorganizar por este medio su ministerio, que mucho podría
en la actualidad perjudicarnos. Su influencia sobre los pueblos decrece más cada día. La libertad de conciencia
está hoy proclamada en todas partes. Por lo tanto, sólo algunos años tendremos que esperar para ver la ruina
completa de la religión Cristiana; lograremos aún más fácilmente la completa extinción de las demás religiones;
pero es demasiado pronto para hablar de ello. Al clericalismo y a los clericales los meteremos dentro de marcos
tan estrechos, que su influencia será casi nula en relación con la que tuvieron en épocas pasadas. Pero, cuando los
pueblos se echen encima de ellos asumiremos el papel de defensores para evitar el derramamiento de sangre. Por
esta línea curva, penetraremos dentro de la fortaleza, y por nada la abandonaremos hasta arruinarla
completamente. El rey de los judíos será el verdadero papa del universo, el patriarca de la Iglesia internacional.
Pero mientras no hayamos educado a la juventud en las nuevas creencias de transición, y después en las nuestras,
no tocaremos de una manera manifiesta a las iglesias cristianas existentes; pero lucharemos contra ellas por
medio de la crítica, provocando las disensiones. En general, nuestra prensa contemporánea revelará los negocios
de estado, las religiones, la ineptitud de los Cristianos, todo ello en términos los más indecentes para infamarlos de
todas maneras, COMO EXCLUSIVAMENTE SABE HACERLO EL GENIO DE NUESTRA RAZA. Nuestro
reinado será la apología del reinado de Vichnou, que es su símbolo: de nuestras cien manos cada una tendrá un
resorte de la máquina social. Todo lo veremos sin la ayuda de la policía oficial, que tal como la hemos formado, en
la actualidad no deja a los gobiernos cristianos que vean todo lo que sería necesario. Conforme a nuestro
programa un grupo de terceras personas vigilará a los demás, y esto no por otro móvil que el sentimiento del deber
y por servir al Estado voluntariamente. Entonces no se considerará deshonroso servir de espía y delator. sino algo
digno de alabanza y premio; pero las delaciones mal fundadas serán cruelmente castigadas, para que no haya
abusos en este sentido. Nuestros agentes serán sacados lo mismo de las altas clases sociales que de las bajas; de
la burocracia que se divierte; de entre los editores, libreros, impresores, dependientes de comercio, obreros,
cocheros, lacayos, etc. Esta policía desprovista de derechos, sin autorización para obrar por sí misma, y por lo
tanto, sin poderes, no hará otra cosa sino servir de testigo y presentar sus denuncias: la comprobación de las
denuncias y las aprehensiones dependerán de un grupo de Directores de los asuntos policíacos, las aprehensiones
serán efectuadas por el cuerpo de gendarmes y por la policía municipal. El que no presente su informe o denuncia
de lo que haya visto u oído, sobre cuestiones políticas, será considerado igualmente como culpable del delito de
encubridor o como cómplice, lo mismo que si hubiera cometido ambos delitos. Del mismo modo que hoy nuestros
hermanos están obligados bajo su responsabilidad, a denunciar ante la comunidad a los renegados o a toda
persona que emprenda cualquier acción contraria a esa misma comunidad, así en nuestro reino universal será
obligatorio para todos nuestros súbditos servir al Estado en esa misma forma. Esta organización destruirá los
abusos de la fuerza, de la corrupción y todo aquello que nuestros consejos y nuestras teorías de los derechos del
hombre han introducido en las costumbres de los Cristianos. Pero ¿cómo si no hubiéramos podido obtener que se
multiplicaran los motivos de desorden en sus gobiernos? ¿Por qué otros medios más aptos? Ciertamente, uno de
los más importantes son los agentes a cuyo cargo está la conservación y el restablecimiento del orden. A éstos hay
que dejarlos en condiciones de que puedan manifestar y desarrollar sus malas inclinaciones y caprichos, de que
abusen, en fin, de sus poderes, y al primer Jefe, aún de que pueda aceptar de vez en cuando sus vasos de vino.




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PROTOCOLO XVIII
Medidas de seguridad.- Vigilancia sobre los conspiradores.- Una guardia invisible es la ruina del
poder.- La guardia del rey de los Judíos.- El prestigio místico del poder.- Prisión a la primera
sospecha.
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Cuando sea necesario aumentar las medidas de precaución por medio de la policía (que tanto desprestigian a los
gobiernos), simularemos desórdenes y manifestaciones de descontento valiéndonos para ello de buenos oradores.
Las personas que efectivamente alimenten sentimientos contrarios a nosotros, se unirán a aquellos que van
desempeñando el papel que nosotros les hemos encomendado. Esto nos dará pie para autorizar pesquisas, cacheos
y vigilancias especiales, para las que nos valdremos, como agentes, de los servidores que hayamos entresacado de
la policía de los Cristianos. Como la mayoría de los conspiradores lo son por amor al arte, y por fanfarronada, no
les causa remos daño alguno mientras no lleguen a vías de hecho; lo único que haremos será tenerlos bien
vigilados. No hay que olvidar que el prestigio del poder se menoscaba si con frecuencia se descubren
conspiraciones; esto implica una confesión de la impotencia del gobierno, o lo que es todavía peor, de la injusticia
de su propia causa. Vosotros no ignoráis que el prestigio de los reyes y gobernantes cristianos lo hemos destruido
nosotros por medio de frecuentes atentados cometidos por nuestros agentes, que no son sino estúpidos borregos
de nuestro rebaño; es cosa agradable impulsar al crimen por medio de unas cuantas frasecillas de sabor liberal,
con un tinte político. Obligaremos a los gobernantes a reconocer su impotencia por las medidas de seguridad que
se verán obligados a tomar manifiestamente, y por este medio, aminoraremos el prestigio. Nuestro gobierno será
custodiado por una guardia secreta, que casi nadie advertirá, porque no admitimos ni siquiera la idea de que pueda
existir un partido o facción contrarios, que no esté en condiciones de combatir y que tuviera que cuidarse de ellos.
Si admitimos esta idea, como lo hacen todavía los Cristianos, habríamos firmado una sentencia de muerte, si no la
del soberano mismo, la de su dinastía en un porvenir no lejano. Según las apariencias rigurosamente observadas,
nuestro gobierno no se servirá del poder sino para bien del pueblo, y no para provecho personal ni de su dinastía.
Así, guardando esta conducta honrada y decorosa, su poder será honrado y respetado y defendido por sus mismos
súbditos; se le adorará bajo la idea de que el bienestar de cada uno de los súbditos depende del orden y de la
economía social... Cuidar al rey de una manera manifiesta y visible sería reconocer la debilidad de la organización
del gobierno. Nuestro rey, cuando se encuentre en medio de sus súbditos, estará siempre rodeado de una multitud
de hombres y mujeres que parecerán curiosos que ocupan las primeras filas cerca de él, por mera casualidad, y
que detendrán las filas de los demás, como para evitar el desorden. Esto será un ejemplo de moderación. Si entre
la multitud hubiere algún pretendiente que se empeñe en hacer llegar al soberano su petición, esforzándose por
abrirse paso a través del pueblo, los que se encuentren en las primeras filas deberán tomar la solicitud del
peticionario de sus manos y a su vista hacerlo llegar a las del soberano, para que todos sepan que llegó a su
destino y para que al mismo tiempo comprendan que hay un control, algo que impide que cualquiera pueda llegar
hasta él. Con la institución de una guardia oficial desaparece el prestigio místico del poder. Cualquier hombre
dotado de cierta audacia se cree dueño del poder, el faccioso no desconoce su fuerza y acecha la ocasión de
acometer cualquier atentado contra el poder. Cosa muy distinta decimos a los Cristianos en nuestro discurso. pero
bien vemos cuáles han sido las consecuencias de las precauciones manifiestas y visibles. Arrestaremos a los
criminales a la primera sospecha más o menos fundada: el temor de padecer un error, no debe ser motivo para
darles facilidades de huida a individuos sospechosos de un delito o de un crimen político, crímenes y delitos para
los que no tendremos consideración y debemos ser despiadados. Si se puede, forzando un poco el sentido de las
cosas, aceptar el examen de motivos en los crímenes ordinarios, no puede haber excusa ninguna para tolerar que
alguien se ocupe en cuestiones políticas que nadie, fuera del gobierno, puede entender. Ni aun todos los gobiernos
actuales son capaces de entender la verdadera política.




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PROTOCOLO XIX
El derecho de petición y de iniciativa.- Los Partidos.- Los crímenes políticos juzgados por los
tribunales.- Publicidad para los crímenes políticos.
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Si no admitimos que nadie se ocupe directamente en política, en cambio, estimularemos todo informe o toda
iniciativa que invite al gobierno a mejorar la condición del pueblo; lo que nos dará oportunidad de ver los defectos
o fantasías e ilusiones de nuestros súbditos, a los que responderemos o con la ejecución del proyecto de que se
trate, o con una refutación sensata que ponga de manifiesto la capacidad de sus autores. Los partidos no son otra
cosa que el ladrido de un perrito contra un elefante. Para un gobierno bien organizado, no desde el punto de vista
policial, sino social, el perrillo ladra al elefante porque ignora el lugar que le corresponde y su valor. Basta
demostrar con un buen ejemplo la importancia de cada uno, para que los perrillos dejen de ladrar y se dediquen a
menear el rabo tan pronto como ven a los elefantes. Para despojar al crimen político del prestigio y la aureola del
valor, llevaremos a los acusados por estos delitos al banquillo de los delincuentes vulgares, lo mismo que se lleva
al ladrón, al asesino y a cualquier criminal despreciable. Entonces la opinión pública confundirá en su interior esta
categoría de criminales políticos en la ignominia y vergüenza de los demás, y los castigará con igual menosprecio y
repugnancia. Nos hemos propuesto, y creo que lo conseguiremos, impedir a los Cristianos el que puedan ellos
combatir los crímenes políticos de esta manera. Con este propósito, por medio de la prensa, en discursos públicos
y por los manuales de historia escritos conforme a nuestras miras, hemos hecho LA PUBLICIDAD DEL
MARTIRIO, lo que será aceptado por los facciosos a causa del bien común. Tal reclamo ha aumentado los
contingentes de liberales y a miles de Cristianos los ha alistado en nuestro ejército.




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PROTOCOLO XX
El programa financiero. - El impuesto progresivo.- Percepción progresiva por sellos o
estampillas.- Depósito de papeles, valores y estancamiento del dinero. - Inspección.- Abolición de
la representación.- Estancamiento de capitales.- Emisión de dinero.- El cambio del oro.- El cambio
del costo del trabajo o de jornal.- Los presupuestos.- Los empréstitos del Estado.- La serie de
papel a uno por ciento de interés.- Los papeles industriales.- Los gobernantes de los Cristianos.-
Los favoritos.- Los agentes de los Franc-Masones.
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Hablaremos hoy del programa financiero, que he reservado para final de mi informe como el punto más difícil,
culminante y decisivo de nuestros planes. Al tratar este punto, os recordaré lo que ya se dijo en otra ocasión: que
el conjunto de nuestros actos se resuelve por una cuestión de cifras. Llegado el tiempo de nuestra dominación,
nuestro gobierno, por su propia seguridad y conservación, evitará a toda costa sobrecargar a las masas populares
con impuestos y no olvidará que su papel es el de padre y protector del pueblo. Pero, como la organización de un
gobierno tiene un costo elevado, es necesario encontrar los medios adecuados para sostenerlo. Para esto es
preciso ir buscando con todo cuidado el equilibrio financiero. En nuestro gobierno el rey tendrá el goce aparente de
la propiedad legal de todo cuanto hay en su Estado (lo que es fácil ejecutar) y podrá, por lo tanto, recurrir a la
confiscación de cualquier suma de dinero que juzgue necesaria para regularizar la circulación de moneda en su
Estado. Por donde se ve que las contribuciones deberán consistir principalmente en un impuesto progresivo sobre
la propiedad. De esta suerte, los impuestos serán aumentados sin molestia y sin arruinar, en una proporción de
tanto por ciento en relación a la propiedad, y a lo que cada cual posea. Los ricos tendrán que comprender que su
deber es poner a la disposición del Estado una parte de sus sobrantes, ya que él les da garantías y seguridades
sobre el resto y el derecho de una ganancia honesta, y digo ganancia honesta, porque el control de la propiedad
suprimirá todo robo legal. Esta reforma social debe venir de arriba y su tiempo ha llegado ya, pues se necesita
como garantía de paz. La contribución que se exige a un pobre diablo es una semilla de revolución y es perjudicial
para el Estado que pierde un provecho de consideración por ir en pos de ruines ingresos y beneficios. Sin tener
esto en cuenta, todavía hay algo más: el impuesto a los capitalistas disminuirá el acrecentamiento de riquezas en
manos de particulares, en las que han estado concentradas actualmente por nosotros, para contrarrestar la fuerza
de los gobiernos de los Cristianos, a saber, las finanzas del Estado. Un impuesto progresivo producirá una renta
mejor que el impuesto proporcional de la actualidad, que no nos sirve sino para provocar agitaciones y descontento
entre los pueblos cristianos. La fuerza que debe servir de base a nuestro rey ha de ser el equilibrio y estabilidad de
la paz. Es necesario que los capitalistas sacrifiquen una pequeña parte de sus rentas para asegurar el
funcionamiento de la máquina del gobierno. Las necesidades del Estado, ellos son los que deben cubrirlas, pues
sus riquezas les permiten hacerlo sin grave molestia. Esta medida destruirá el odio del pobre contra el rico, en el
que aquél verá una fuerza financiera Útil al Estado, sostén de la paz y prosperidad, porque no podrá menos de ver
que es el rico el que sufraga los gastos necesarios para obtener estos bienes. Para que los contribuyentes de la
clase pensante no reciban mayor disgusto por estos impuestos, se les dará cuenta del destino de esas sumas,
exceptuando las que se distribuyan para las necesidades del trono y de las instituciones administrativas. La
persona reinante no tendrá propiedad personal, puesto que todo lo que es del reino es de él, y habría una
contradicción entre una y otra cosa: los recursos personales anularían el derecho de propiedad sobre las
posesiones de todos. Los parientes de la persona real, excepto sus herederos, a quienes sostendrá el Estado,
deben colocarse como servidores del mismo o trabajar para adquirir el derecho de propiedad: el privilegio de
pertenecer a la familia real no debe servirles de pretexto para saquear el Tesoro público. La adquisición de una
propiedad, la aceptación de una herencia, serán gravadas con un derecho progresivo de sellos o estampillas. La
transmisión de una propiedad en dinero o de otra manera no declarada necesariamente nominal, será afectada de
un impuesto de tanto por ciento, a cargo del anterior propietario desde el día de la transmisión hasta el día en que
el fraude sea descubierto. Los títulos de traslación de dominio deberán ser presentados cada semana al fisco del
lugar donde radique la propiedad, con la designación del nombre y apellidos de la familia y de los domicilios del
nuevo y antiguo propietario. Este registro no se exigirá sino cuando se trate de excedentes de una determinada
cantidad: los gastos ordinarios de compraventa de artículos necesarios, no serán gravados más que con un derecho
mínimo por cada unidad. ¡Calculad cuánto sobrepasarán los productos de estas impuestos a las actuales rentas de
los estados cristianos!. La caja de fondo del Estado deberá guardar cierto capital de reserva, y todo el sobrante de
este capital deberá ser puesto en circulación. Con las reservas se organizarán trabajos públicos. Como éstos son
pagados de los recursos del Estado, de allí provendrá que la clase obrera se sentirá fuertemente adherida a los
intereses del Estado y a las personas reinantes. Una parte de esas reservas también se destinará al pago de
primas por inventos y producción de artículos. Entonces, sobre esas cantidades fijadas y determinadas, ya no es
necesario guardar una sola moneda en las cajas del Estado, pues el dinero se ha hecho para circular y todo
estancamiento de dinero repercute en forma perjudicial sobre el funcionamiento del mecanismo del Estado; la falta
de lubricación puede entorpecer la marcha normal de ese mecanismo. La situación de una parte del dinero en
valores en papel ha producido justamente tal estancamiento. Las consecuencias de este hecho se han dejado sentir
bastante. Tendremos también un tribunal de cuentas, en el que el gobierno, en cualquier tiempo, tendrá a su
disposición el estado detallado de los ingresos y pagos de la nación, excepto el correspondiente al mes en curso no
terminado y el del mes precedente, no expedido aún. El único individuo que no tiene interés en saquear las cajas
del Estado es su dueño, el gobernante. Por esto su control hará imposibles las pérdidas, las filtraciones y los
desfalcos. La representación que roba un tiempo precioso a los gobernantes en recepciones y otros actos que
exige la etiqueta, será suprimida, para que tenga tiempo para otros asuntos a fin de reflexionar sobre ellos y
dominarlos. Su poder no quedará a merced de los favoritos que rodean el trono para darle mayor pompa y
esplendor, pero que atienden más a sus propios intereses que a los del Estado. Las crisis económicas entre los
Cristianos han sido promovidas por nosotros con el único fin de retirar la moneda de la circulación. Capitales
enormes quedaban estancados sustrayendo la plata y el oro de los Estados, que se veían obligados a dirigirse a
estos mismos que sustraían esos capitales para obtener oro y plata. Estos empréstitos gravaban las finanzas de las
naciones por el pago de los intereses, los que esclavizaban al capital. La concentración de la industria en manos de
los capitalistas que han dado muerte a la pequeña industria ha absorbido todas las fuerzas del pueblo y al mismo
tiempo las del Estado. La emisión de moneda actualmente no está en general en proporción con el consumo por
cabeza, y no puede, por lo mismo, satisfacer todas las necesidades de los obreros. La emisión de moneda debe
estar en relación con el aumento de población, y es necesario que se tome en consideración a los niños, que
consumen y cuestan desde que nacen. La revisión de la acuñación de moneda es una cuestión esencial para el
mundo entero. Vosotros sabéis que el patrón oro fue perjudicial para los Estados que lo adoptaron, pues éste no
puede dar abasto al consumo o gasto de moneda de plata, mucho menos, cuando nosotros retiramos de la
circulación la mayor cantidad posible de oro. Debemos introducir una moneda creada sobre el trabajo, que sea de
papel o de madera. Haremos una emisión de plata de acuerdo con las necesidades normales de cada individuo,
aumentando esta cantidad a cada nacimiento y disminuyéndola a cada defunción. Todo departamento, todo distrito
llevará sus cuentas con este objeto. Y para que no haya demoras en este envío de moneda argentífera para las
necesidades del Estado, las cantidades y la fecha de su remisión deberán fijarse por medio de un decreto del
gobierno, con lo que quedará anulada la protección del Ministerio de Hacienda, que no podrá favorecer a una
región con perjuicio de otras. Estas reformas que proyectamos, las presentaremos de manera que no provoquen
alarma. Demostraremos la necesidad que hay de ellas como consecuencia del fango en que han caído los
desórdenes de los Cristianos en materia hacendaria. El primer desorden, diremos, consiste en que empiezan por
establecer un simple presupuesto que va aumentando año por año; por esta sencilla razón se formula el
presupuesto hasta la mitad del año; después se pide un presupuesto reformado que en tres meses es derrochado y
todo acaba con un presupuesto de liquidación, y como el presupuesto del año siguiente es votado con arreglo al
total del presupuesto general, y el déficit normal anual es de 50 por 100, el presupuesto anual se triplica cada diez
años. Merced a estos procedimientos aceptados por la inconsciencia de los Estados cristianos, sus cajas se
encuentran siempre vacías. Los empréstitos subsiguientes devoran el resto y llevan esos gobiernos a la
bancarrota. Todo empréstito demuestra la debilidad del Estado y la incomprensión de sus derechos. Los
empréstitos, como la espada de Damocles, están amenazando sobre la cabeza de los gobiernos, que en vez de
tomar los que son únicamente necesarios de entre sus propios súbditos, mediante un impuesto provisional, acuden
como mendigos con la mano extendida a implorar limosna a nuestros banqueros. Los empréstitos exteriores son
las sanguijuelas que nunca pueden ya despegarse del cuerpo del Estado y que están chupando, si no caen por sí
solas o si el Estado no las arroja radicalmente. Pero los Estados cristianos, lejos de arrancárselas, siguen
aplicándoselas, aunque tengan que perecer a consecuencia de estas sangrías voluntarias. En realidad, ¿qué es por
otra parte lo que representa un empréstito, especialmente si éste es exterior? El empréstito es la emisión de letras
de cambio del gobierno conteniendo una obligación a cierto interés proporcional al monto del capital por el que se
hace el empréstito. Si el empréstito está tasado al 50 por 100, en veinte años el Estado ha pagado sin utilidad
ninguna un interés igual al empréstito; en cuarenta años, una suma doble; a los setenta, una triple, y la deuda
queda siempre sin amortizar. Por aquí se verá que bajo la forma de un empréstito individual, el Estado toma hasta
los últimos céntimos del pobre, invirtiéndolos en pagar a los ricos extranjeros de los que ha tomado prestado el
dinero, en vez de ir acumulando sus riquezas para sus necesidades, sin pagar intereses. Si los empréstitos son
interiores, los Cristianos no hacen otra cosa que traspasar el dinero de la bolsa del pobre a la caja de los ricos.
Pero una vez que nosotros nos hemos ganado a las personas que nos eran necesarias para hacer que los
emprésitos se traspasaran al exterior, todas las riquezas de los Estados pasaron a nuestras capas y todos los
Cristianos quedaron reducidos a pagarnos este tributo de vasallaje. Si la ligereza de los gobernantes cristianos, en
lo relativo a los negocios de Estado, si la corrupción de los ministros, o la ignorancia en materia hacendaria de
otros gobiernos han abrumado a sus pueblos de deudas que no pueden reembolsar a nuestras cajas, debéis saber
que esto también nos ha costado mucho dinero y grandes esfuerzos... Nosotros no permitiremos el estancamiento
de la moneda, y así no habrá obligaciones sobre el Estado a excepción de una serie de obligaciones al 1 por 100, a
fin de que el pago de intereses no entregue el poder del Estado a las sanguijuelas que lo chupan. El derecho de
emisión de valores quedará reservado exclusivamente a las compañías industriales que pagarán sin dificultad los
intereses con sus utilidades; mientras que el Estado no saca ningún provecho del dinero que se le presta, aunque el
préstamo sea para gastar y no para hacer inversión alguna con él. Los papeles industriales serán comprados por el
mismo gobierno, transformándose así de recaudador de impuestos en prestamista por cálculo. Esta providencia
hará cesar el estancamiento del dinero, el parasitismo y la prensa que nos eran útiles, mientras los Cristianos eran
independientes; pero que no son deseables una vez establecido nuestro gobierno. ¡Es evidente qué escasos de
reflexión son los cerebros puramente animales de los Cristianos! Nos tomaban empréstitos con interés, sin
reflexionar que debieran haber tomado ese dinero, aun con mayor interés, de las cajas de sus Estados para
pagarnos a nosotros. ¿Qué cosa había más fácil que tomar el dinero que necesitaban de sus contribuyentes? Esto
demuestra la absoluta superioridad de nuestra inteligencia que supo presentarles el negocio de los empréstitos
bajo el aspecto de que eran ventajosos para ellos. Los cálculos que nosotros presentamos, esclarecidos a su
tiempo con la enseñanza de la experiencia de muchos siglos, que los estados cristianos nos han dado en la materia,
se distinguirán por su claridad y certeza, y demostrarán a todos hasta la evidencia la utilidad de nuestras reformas
e innovaciones. Pondrán fin a los abusos, merced a los que hemos tenido bajo nuestro poder a los Cristianos,
abusos que ya no podrán admitirse en nuestro gobierno. Estableceremos también nuestro sistema de contabilidad,
por el que ni el más insignificante funcionario podrá distraer de su objeto la más pequeña suma, sin que ello sea
advertido, ni aun darle siquiera otro destino del que tiene indicado siempre en nuestro plan de acción. Es imposible
gobernar sin un plan definido. Hasta los héroes, que siguen un camino determinado pero sin ciertas reservas, al fin
perecen en él. Los gobernantes cristianos, a los que en otras ocasiones hemos aconsejado que se distrajeran de los
negocios de Estado, por medio de las recepciones diplomáticas y de etiqueta y demás diversiones, no eran más que
biombos y pantallas tras de los cuales actuaba nuestro gobierno. Los informes de los favoritos que los
reemplazaban en el despacho de los negocios les eran suministrados por nuestros agentes y dejaban siempre
satisfechas sus obtusas inteligencias con las promesas para el porvenir de economías y mejoramientos. Pero
economías ¿de qué?, ¿de nuevos empréstitos?. Esto hubieran podido preguntar y no lo preguntaban a aquellos que
leían nuestras cuentas y nuestros proyectos. Bien sabéis hasta dónde los ha conducido semejante apatía y a qué
desbarajuste económico han llegado, a cambio de la admirable actividad de sus pueblos.





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PROTOCOLO XXI
Los empréstitos interiores.- .El pasivo y los impuestos.- Las conversiones.- Cajas de ahorro y la
renta.- Impresión de la Bolsa de valores públicos.- Tasación de valores industriales.
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Agregaremos a lo que tratamos en la reunión precedente una explicación detallada de los empréstitos interiores.
Sobre el empréstito interior nada nos queda por decir, sino que ellos llenaron nuestras arcas con el dinero de las
naciones cristianas; pero para nuestro gobierno ya no habrá ningún extranjero, supuesto que todo el mundo será
nuestro dominio, y por lo tanto, nada habrá que sea extraño a nuestro gobierno. La corrupción de los
administradores y la desidia de los gobernantes las hemos aprovechado para recibir sumas dobles, triples y aun
mayores, prestando a los gobiernos cristianos más de lo que sus Estados necesitan. ¿Quién podría decir cosa igual
respecto de nosotros? Por esto voy a exponer detalladamente el punto relativo a los empréstitos interiores.
Cuando se lanza un empréstito, los Estados abren una suscripción para la compra de las obligaciones o bonos del
mismo. Para que estas obligaciones estén al alcance de todas las fortunas, se emiten cupones de 100 a 1.000
pesetas; al mismo tiempo se hace una rebaja a los primeros suscriptores. Al día siguiente hay un alza de precio
artificial, motivada, según dicen, por el exceso de demanda de los bonos, pues todo el mundo se echa a buscarlos.
Pocos días después se corre la voz de que las cajas del tesoro están atestadas de dinero y no se sabe ya dónde
guardarlo (¿por qué, pues, seguir tomándolo?). La suscripción excede muchas veces la emisión del empréstito: ¡tan
grande es la confianza que hay en las letras de cambio del gobierno! Pero cuando la comedia ha terminado, nos
encontramos delante de un pasivo que acaba de contraerse, pasivo demasiado gravoso.
Para el pago de los intereses es necesario recurrir a nuevos empréstitos que no absorben sino que aumentan la
deuda principal. Una vez agotado el crédito, se necesita recurrir a nuevos impuestos, y éstos sirven no para cubrir
el empréstito, es decir la deuda contraída, sino sólo para pagar los intereses del mismo. Resultando que estos
impuestos son un pasivo empleado en cubrir el pasivo anterior...
Viene después el tiempo de las conversiones que disminuyen solamente el pago de (o mejor dicho el monto) los
intereses, pero sin amortizar la deuda, conversiones que, además, no pueden hacerse sin el consentimiento de los
que cubrieron el empréstito, o sea los prestamistas. Al anunciarse una conversión, se ofrece devolver el dinero a
los que no estén dispuestos a aceptarla. Si todos expresan su deseo de recobrar su dinero, el gobierno queda preso
en sus propias redes y se encuentra imposibilitado de cumplir su oferta.
Afortunadamente, los súbditos de los gobiernos cristianos, poco versados en negocios financieros, siempre han
optado por sufrir la pérdida consiguiente a la baja de interés mejor que correr el riesgo de nuevas inversiones de
su dinero, con lo que muchas veces han dado a los gobiernos las facilidades necesarias para poder descargarse de
un pasivo de muchos millones.
En la actualidad, con las deudas exteriores, los Cristianos no piensan en hacer nada semejante, sabiendo, como
saben, que nosotros exigiremos todo nuestro dinero.
Así una bancarrota manifiesta demostrará a las naciones la falta absoluta de unión entre los intereses de los
pueblos y los gobiernos.
Reclamo toda vuestra atención sobre este hecho y los que a continuación mencionaré. Hoy todos los empréstitos
interiores están consolidados por las deudas llamadas flotantes, esto es, por deudas cuyo pago es más o menos
cercano. Estas deudas están constituidas por el dinero colocado en las cajas de ahorro y en las cajas de reserva.
Como estos fondos quedan por largo tiempo en manos de los gobiernos, se evaporan en el pago de intereses de los
empréstitos exteriores, y en su lugar entra en las cajas una suma equivalente de depósito de la renta. Estos
últimos son los que tapan los agujeros de las cajas del Estado entre los Cristianos.
Cuando nosotros lleguemos al poder, ocupando el trono del mundo, todos estos agujeros en la hacienda y las
finanzas quedarán cubiertos, sin que quede de ellos ni el recuerdo, pues no es cosa que convenga a nuestros
intereses; suprimiremos igualmente las Bolsas de Fondos Públicos, pues no consentiremos que el prestigio de
nuestro poder se resienta por la fluctuación de precios de nuestros valores. Estos serán declarados por ley al
precio de su valor completo sin fluctuación posible (el alza trae consigo la baja y así es como desde el principio de
nuestra campaña hemos jugado nosotros con los valores de los Cristianos).
Sustituiremos las Bolsas por grandes establecimientos de crédito especial cuyo objeto será tasar o cotizar los
valores industriales según las miras del gobierno. Estos establecimientos estarán en condiciones de lanzar sobre el
mercado quinientos millones de valores industriales por día. De esta manera todas las empresas industriales
quedarán bajo nuestra dependencia. ¡Ya podéis imaginar el poder que conquistaremos por este medio!.




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PROTOCOLO XXII
El secreto del porvenir.- El mal secular base del bien futuro.- La aureola del poder y su adoración mística.
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Con todo lo que hasta hoy llevo expuesto me he esforzado para mostraros el secreto de los acontecimientos
pasados y presentes: ellos anuncian un porvenir próximo ya a realizarse. Os mostré el secreto de nuestras
relaciones con los Cristianos y el de nuestras operaciones financieras. Poco queda que decir sobre este particular.
Tenemos en nuestras manos la más grande fuerza moderna: el oro; podemos en dos días retirar nuestros depósitos
en la proporción y cantidad que sea de nuestro agrado. ¿Será, pues, necesario todavía demostrar que nuestro
gobierno está predestinado por Dios? Lo que no podremos probar por medio de esta enorme riqueza es que todo el
mal que nos hemos visto obligados a causar durante tantos siglos ha servido finalmente al verdadero bien, a poner
todo en orden... ¡He aquí la confusión de nociones de bien y de mal! El orden se restablecerá, en parte, por medio
de la violencia, pero se restablecerá al fin. Sabemos probar que somos bienhechores de la humanidad; nosotros
que hemos hecho al mundo torturado el verdadero bien de darle la libertad al individuo, que podrá gozar de
descanso; la paz, la dignidad en las relaciones, a condición, entiéndase bien, de observar las leyes establecidas por
nosotros. Explicaremos de paso que la libertad no es el libertinaje ni el derecho a la licencia; ni tampoco consiste la
dignidad ni la fuerza, en el derecho de cada uno a proclamar principios subversivos y destructores, como el
derecho de libertad de conciencia, de igualdad y otros semejantes, ni en modo alguno tampoco el derecho del
individuo consiste en excitarse a sí mismo o excitar a otros haciendo alarde de talentos oratorios en asambleas
tumultuosas. La verdadera libertad consiste en la inviolabilidad de la persona que observa honrada y exactamente
todas las leyes de la vida en común; la dignidad en la conciencia de sus derechos y juntamente de sus deberes y de
los derechos de que carece, y no sólo en el desarrollo ilusorio y fantástico del tema de su YO. Nuestro poder será
glorioso porque será pujante; porque gobernará y dirigirá y no irá remolcado, por decirlo así, por líderes y
oradores de los que a gritos lanzan palabras huecas y carentes de sentido que enfáticamente llaman grandes
principios, y que no son otra cosa en realidad sino utopías. Nuestro poder será el árbitro del orden, que es el único
que hace la felicidad de los pueblos, y de los hombres.




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PROTOCOLO XXIII
Reducción de la producción de artículos de lujo.- La pequeña industria.- La huelga.- Prohibición
de la embriaguez.- Condenación a muerte de la sociedad antigua y su resurrección en su nueva
forma.- El elegido de Dios.
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Para que los pueblos se acostumbren a la obediencia es necesario que se acostumbren a la modestia y disminuir,
por consiguiente, los objetos de lujo disminuyendo su producción. Restableceremos la pequeña industria que dará
el golpe a los capitales particulares de los fabricantes. Esto es aún necesario, porque los grandes industriales
dirigen todavía, muchas veces sin saberlo, es cierto, el espíritu de las masas contra el gobierno. Un pueblo que
fomenta las pequeñas industrias no sabe de huelgas; sino que vive apegado al orden establecido, y por lo mismo,
también a la fuerza del poder. La huelga es algo muy perjudicial para un gobierno. Para nosotros su papel
terminará tan pronto como el poder esté en nuestras manos. La embriaguez será igualmente prohibida por la ley y
castigada como un crimen de lesa humanidad, pues los hombres que se embriagan se transforman en brutos bajo la
influencia del alcohol.
Los súbditos, lo repito una vez más, no obedecen ciegamente sino a una mano firme, completamente independiente
de ellos en la que ven una espada para defenderlos y una defensa contra las calamidades sociales.
¿Qué necesidad tienen los súbditos de ver en su soberano un alma angelical? Lo que importa que vean en él es la
personificación de la fuerza y del poder.
El soberano que sustituya a los Gobiernos actuales que han venido arrastrando su existencia en medio de
sociedades desmoralizadas por nosotros y que han arruinado aun el mismo poder de origen divino, y en cuyo seno.
por todos lados se levanta el fuego de la anarquía; este soberano, antes que nada, tendrá que extinguir esta llama
devoradora. He aquí la razón que le obligará a condenar a muerte esas sociedades: tendrá que ahogarlas en
sangre para hacerlas luego resucitar bajo la forma de un ejército bien organizado que sepa luchar y combatir
conscientemente contra toda infección que pudiera invadir el organismo del Estado.
Este elegido de Dios es nombrado de lo alto para sujetar las fuerzas locas y desatinadas movidas por el instinto, no
por la razón, por la bestialidad y no por la parte noble de la humanidad. Esas fuerzas triunfan ahora, roban,
cometen toda clase de atentados, toda suerte de violencias, bajo el pretexto de la libertad y de los derechos. Ellas
han destruido todo orden en la sociedad para levantar sobre estas ruinas el trono del rey de Israel; pero su papel
terminará en el momento en que ese rey ascienda a su trono.
Entonces hay que alejarlas de su camino en el que no debe quedar el menor obstáculo.
Entonces podremos decir a los pueblos: Dad gracias a Dios y prosternaos delante del que lleva en su frente el
sello de la predestinación hacia la que Dios mismo ha guiado su estrella para que nadie, excepto ese predestinado,
pueda libraros de todas las fuerzas y de todos los males.





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PROTOCOLO XXIV
Consolidación de la estirpe del rey David.- Preparación del rey.- Exclusión de los herederos
directos.- El rey y sus tres mentores. - El rey-destino. - Intachabilidad de costumbres exteriores del
rey de los israelitas. Pasaremos ahora a tratar de los medios de asegurar las raíces dinásticas del rey.
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En esta obra nos guiarán los mismos principios que hasta ahora nos han suministrado nuestros sabios para la
dirección de todos los negocios mundiales. Dirigiremos el pensamiento de toda la humanidad. Muchos miembros
de la estirpe de David prepararán los reyes y sus herederos, escogiendo estos últimos, no según el derecho
hereditario, sino teniendo en consideración sus cualidades sobresalientes; los iniciarán en los más ocultos secretos
de la política; en los planes de gobierno, siempre bajo la condición de que nadie llegue a penetrar esos secretos. El
objeto de esta manera de proceder es que todo el mundo sepa que el gobierno no puede ser puesto en otras manos
sino en las de aquellos que están iniciados en los misterios del arte de gobernar. Sólo a estas personas se les
enseñará la aplicación de los planes políticos, las enseñanzas de la experiencia de los siglos; todas nuestras
observaciones sobre las leyes político-económicas y sobre ciencias sociales ; en una palabra, todo el espíritu de
estas leyes que la naturaleza misma ha establecido como infalible para normalizar por ellas las relaciones de los
hombres. Muchas veces los herederos directos serán excluidos del trono, si en el tiempo de sus estudios dan
pruebas de ligereza, de dulzura de carácter y de otras de esas cualidades o defectos que son perjudiciales en el
poder y que hacen ineptos a los hombres para gobernar y dañan la actuación propia de un jefe de Estado. Sólo a
estas personas se les enseñará la aplicación de los fines firme e inflexiblemente, hasta cruelmente, si es necesario,
y recibirán de manos de nuestros sabios las riendas del poder. En caso de alguna enfermedad que pudiera ser
causa del debilitamiento de la voluntad, los reyes deberán, conforme a la ley, abdicar en otras manos que sean
capaces de sostener con la firmeza necesaria las riendas del gobierno. Los planes de acción del rey, planes
inmediatos que haya de trazar por razones imperativas de inmediata necesidad, sus planes más remotos todos
quedarán ignorados aun de aquellos que se le asignen como primeros consejeros. Sólo el rey y sus tres mentores
conocerán lo por venir. En la persona del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad, gracias a una voluntad
inquebrantable, todos creerán ver el destino con sus caminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey
pretende como objeto de sus mandatos, y así tampoco nadie se atreverá a atravesársele en un camino que es para
todos desconocido. Es necesario sobreentender que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan de
gobierno que tiene encomendado. Por esto es que no subirá al trono sino después de haber dado pruebas
satisfactorias de su capacidad a nuestros sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y ame a su
soberano, es necesario que trate al pueblo y se comunique con él en los lugares públicos. Esto producirá la unión
necesaria entre las dos fuerzas que hasta hoy nosotros hemos conservado distanciadas por el mutuo terror. Este
terror nos era absolutamente necesario en otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo
nuestro poder e influencia. El rey de Israel no debe estar bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de
la voluptuosidad, ni debe, por alguna flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus instintos animales se
sobrepongan a su razón. La sensualidad obra de manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y la
clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el lado peor y más bestial de la actividad humana. La columna de la
humanidad en la persona de la semilla santa de David, debe sacrificar a su pueblo y por su bien, todos sus gustos
personales. Nuestro soberano tiene que ser de una irreprochabilidad ejemplar. La fuerza ciega del pueblo no
puede quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior
debilitado por el Liberalismo. En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos
liberales. Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie hay que sepa
usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que
inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen al punto las discusiones, que se transforman luego
en lucos de buenos sentimientos. Por esta razón hay que esperar mejores resultados cuando se gobierna a los
hombres por medio de la violencia y el terror, que cuando se trata de gobernarles por medio de las discusiones
académicas. Todo hombre aspira al poder; cada uno quisiera convertirse en dictador; si esto fuera posible al
mismo tiempo, muy poco faltaría para que no estuvieran todos prontos a sacrificar el bien de los demás, a trueque
de conseguir cada uno su propio provecho. ¿Qué es, pues, lo que ha reprimido hasta ahora a esa bestia feroz que
se llama hombre? ¿Qué es lo que ha podido dirigirle hasta el presente? Al iniciarse el orden social, el hombre se
ha sometido a la fuerza bruta y ciega; más tarde, a la Ley, que no es más que esa misma fuerza, pero disfrazada.
De donde yo saco la conclusión que, según la Ley Natural, el derecho radica en la fuerza. La Libertad Política es
una idea y no un hecho. Se necesita saber aplicar esta idea cuando es necesario atraer las masas populares a un
partido con el cebo de una idea, si ese partido ha resuelto aplastar al contrario que se halla en el poder. Este
problema resulta de fácil solución si el adversario se mantiene en el poder en virtud de la idea de libertad, de eso
que se llama Liberalismo, y sacrifica un poco de su fuerza en obsequio de esa idea: Libertad. Y he aquí por dónde
ha de llegar el triunfo de nuestra teoría: una vez que se aflojan las riendas del poder, inmediatamente son
recogidas por otras manos, en virtud del instinto de conservación, porque la fuerza ciega del pueblo no puede
quedar un solo día sin tener quien la dirija, y el nuevo poder no hace otra cosa sino reemplazar al anterior
debilitado por el Liberalismo. En nuestros días, el poder del oro ha reemplazado al poder de los gobiernos
liberales. Hubo un tiempo en que la fe gobernaba. La idea de libertad es irrealizable, porque nadie hay que sepa
usar de ella en su justa medida. Basta dejar al pueblo que por algún tiempo se gobierne a sí mismo, para que
inmediatamente esta autonomía degenere en libertinaje. Surgen al punto las discusiones, que se transforman luego
en lucepararán los reyes y sus herederos, escogiendo estos últimos, no según el derecho hereditario, sino teniendo
en consideración sus cualidades sobresalientes; los iniciarán en los más ocultos secretos de la política; en los
planes de gobierno, siempre bajo la condición de que nadie llegue a penetrar esos secretos. El objeto de esta
manera de proceder es que todo el mundo sepa que el gobierno no puede ser puesto en otras manos sino en las de
aquellos que están iniciados en los misterios del arte de gobernar. Sólo a estas personas se les enseñará la
aplicación de los planes políticos, las enseñanzas de la experiencia de los siglos; todas nuestras observaciones
sobre las leyes político-económicas y sobre ciencias sociales ; en una palabra, todo el espíritu de estas leyes que la
naturaleza misma ha establecido como infalible para normalizar por ellas las relaciones de los hombres. Muchas
veces los herederos directos serán excluidos del trono, si en el tiempo de sus estudios dan pruebas de ligereza, de
dulzura de carácter y de otras de esas cualidades o defectos que son perjudiciales en el poder y que hacen ineptos
a los hombres para gobernar y dañan la actuación propia de un jefe de Estado. Sólo a estas personas se les
enseñará la aplicación de los fines firme e inflexiblemente, hasta cruelmente, si es necesario, y recibirán de manos
de nuestros sabios las riendas del poder. En caso de alguna enfermedad que pudiera ser causa del debilitamiento
de la voluntad, los reyes deberán, conforme a la ley, abdicar en otras manos que sean capaces de sostener con la
firmeza necesaria las riendas del gobierno. Los planes de acción del rey, planes inmediatos que haya de trazar por
razones imperativas de inmediata necesidad, sus planes más remotos todos quedarán ignorados aun de aquellos
que se leasignen como primeros consejeros. Sólo el rey y sus tres mentores conoceránlo por venir. En la persona
del rey, dueño de sí mismo y de la humanidad,gracias a una voluntad inquebrantable, todos creerán ver el destino
con suscaminos desconocidos. Nadie sabrá qué es lo que el rey pretende como objeto de sus mandatos, y así
tampoco nadie se atreverá a atravesársele en un camino que es para todos desconocido. Es necesario
sobreentender que la inteligencia del soberano ha de corresponder al plan de gobierno que tiene encomendado.
Por esto es que no subirá al trono sino después de haber dado pruebas satisfactorias de su capacidad a nuestros
sabios de que ya hemos hablado. Para que el pueblo conozca y ame a su soberano, es necesario que trate al pueblo
y se comunique con él en los lugares públicos. Esto producirá la unión necesaria entre las dos fuerzas que hasta
hoy nosotros hemos conservado distanciadas por el mutuo terror. Este terror nos era absolutamente necesario en
otro tiempo, para que estas dos fuerzas, separadamente, cayeran bajo nuestro poder e influencia. El rey de Israel
no debe estar bajo el dominio de sus pasiones, especialmente bajo el de la voluptuosidad, ni debe, por alguna
flaqueza de su carácter, dar lugar a que sus instintos animales se sobrepongan a su razón. La sensualidad obra de
manera demasiado nociva sobre las facultades intelectuales y la clarividencia de las cosas, inclinándose hacia el
lado peor y más bestial de la actividad humana. La columna de la humanidad en la persona de la semilla santa de
David, debe sacrificar a su pueblo y por su bien, todos sus gustos personales.
Nuestro soberano tiene que ser de una irreprochabilidad ejemplar.

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