Contagiadero
Entre 1988 y 1994, tuve entre mis asignaciones como reportero la cobertura del Senado de la República. Primero, en suplencia de ese gran periodista que fue Óscar Hinojosa; luego, como titular de la fuente. Tuve el privilegio de realizar la crónica de los debates de las legislaturas 54 y 55, las primeras en muchas décadas con presencia de la oposición que, pese a estar en abrumadora minoría —cuatro contra 60—, devolvió la vida parlamentaria a una Cámara que hasta entonces había servido como asilo de políticos veteranos a punto del retiro.
Los trabajos del Senado se desarrollaban en Xicoténcatl 9, en el Centro Histórico de la capital.
El edificio, conocido como Casona de Xicoténcatl, data del siglo XVII. Entre 1760 y 1904 sirvió como hospital para atender a enfermos de cólera y viruela. Se le conocía como hospital de San Andrés, por estar situado en los terrenos del templo homónimo, que fue derribado en un arrebato de anticlericalismo. Fue allí donde, una noche de octubre de 1867, el presidente Benito Juárez fue a ver el cadáver embalsamado del emperador Maximiliano, quien había sido fusilado cuatro meses antes en Querétaro. El Senado había llegado a la Casona en agosto de 1931, luego de estar de arrimado en un salón de Donceles, sede de la Cámara de Diputados.
Durante el tiempo que me tocó cubrir sus actividades, lo integraban, como digo arriba, 64 legisladores, quienes cabían muy justos en el pleno. Recuerdo que en días de calor el ambiente era realmente pesado, pues las ventanas eran reducidas y la ventilación, casi nula.
Yo era corresponsal en Washington cuando el Senado se amplió a 128 integrantes, pero desde que se comenzó a discutir la propuesta, me pareció insensata. Entre otras razones, porque significaba meter al doble de personas en un recinto apenas suficiente en tamaño. Y, sin embargo, así estuvieron hacinados los senadores hasta 2011, cuando se cambiaron a la nueva sede, en Paseo de la Reforma. Desde entonces, la Casona se ha usado con propósitos casi siempre ceremoniales, como la entrega anual de la medalla Belisario Domínguez.
El martes de la semana pasada se decidió sesionar ahí para discutir la petición presidencial de eliminar 109 fideicomisos, pues grupos afectados por la iniciativa, que ya había sido aprobada por los diputados, tenían un cerco en la sede de Reforma. Hoy sabemos que, cuando menos, cuatro senadores —la panista Guadalupe Saldaña, los emecistas José Alberto Galarza y Verónica Delgadillo y el morenista Joel Molina— estaban contagiados de covid-19 cuando se desarrolló la sesión, que comenzó a las 19:50 del martes y terminó la mañana siguiente. Otro senador, el morenista Alejandro Armenta, había dado positivo apenas diez días antes, pero también estuvo presente.
Esa noche, el bloque opositor pidió a la Mesa Directiva que autoridades sanitarias remitieran un dictamen que determinara “si existen condiciones sanitarias adecuadas” para la sesión en Xicoténcatl. Más tarde llegó el texto aprobatorio, firmado por el director de Epidemiología de la Secretaría de Salud, José Luis Alomía, que fue leído por la senadora morenista duranguense Margarita Valdez, secretaria de la Mesa, quien es médica de profesión. Después, a la hora de la votación, el senador priista Jorge Carlos Ramírez Marín propuso que no se compartiera el micrófono para registrar de viva voz el voto de cada senador. Esto fue rechazado por la mayoría.
En las siguientes horas se haría viral un video en el que aparece la senadora morenista sudcaliforniana, Lucía Trasviña, con el cubrebocas en la barbilla, expresando su voto. “A favor, cabrones”, dice, antes de pasar el micrófono a su compañero Joel Molina, quien tres días después moriría de covid-19 en su natal Tlaxcala. La siguiente en votar sería la veracruzana Claudia Balderas, de quien no se sabe, a la hora de escribir estas líneas, si está contagiada.
En el video se puede ver que había escasos centímetros se separación entre los senadores. Además de los 113 legisladores presentes, esa noche había unas 65 personas más en el salón de sesiones, entre asesores, secretarios técnicos y personal de servicios parlamentarios.
Hoy lunes están convocados, de 9 a 12 del día, senadores y trabajadores de la Cámara que estuvieron presentes en la sesión, para realizarse una prueba PCR. Se sabe que muchos legisladores de Morena y el PT no quieren asistir.
De alguna manera, habrá que conocer la dimensión del contagiadero en el Senado y deslindar responsabilidades.
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