En política, dice el refranero popular, “no hay culpas, sino culpables”.
Otra expresión de la sabiduría popular dice que “el que no quiera ver
visiones, que no salga de noche”.

Y una tercera expresión reza: “No hay victorias eternas ni derrotas para
siempre”.

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Y vienen a cuento los ejercicio memoriosos, por el resultado electoral
de los comicios locales que se llevaron a cabo el pasado domingo en los
estados de Hidalgo y Coahuila, en donde el PRI mostró que “no estaba
muerto”, sino que “andaba de parranda”.

Y es que con el cien por ciento de las actas contabilizadas en la elección
de Hidalgo, el Programa de Resultados Preliminares (PREP), arrojó una
victoria contundente a favor del PRI, partido que ganó de manera apabullante
en 32 de los 35 municipios en juego.

Morena habría ganado sólo en tres alcaldías y dos de ellas de manera
aún cuestionable.

A su vez, de acuerdo con el mismo PREP –pero en Coahuila–, y con el
total de las actas capturadas en la elección para renovar el congreso local, el
PRI se llevó “zapato electoral” o “carro completo”.

Es decir, que el viejo partido tricolor obtuvo el triunfo en los 16 distritos
electorales de mayoría en disputa; lo que confirma un congreso dominado por
el PRI.

En pocas palabras, en las elecciones locales de Hidalgo y Coahuila, se
pudo comprobar que el incontenible espantajo de Morena está muy lejos de
ser realidad.

Peor aún, quedó claro que las peleas en el partido oficial alejan a los
militantes y simpatizantes y que los vulgares pelitos “del poder poder” no son
bien vistos.

Quedó claro que Morena no es un partido político, sino un movimiento
social de un solo hiombre y que, cuando el líder no aparece en el escenario, a
pocos les importa, si no es que a nadie.

Y quedó claro que en todas aquellas elecciones en las que no aparezca
el nombre de López Obrador en la boleta, nadie en el partido Morena puede
cantar victoria.

Por ello, las maniobras tramposas e ilegales del propio presidente por
aparecer en la boleta electoral de los comicios de jinio del 2021.

Pero hay más.

Acaso el mayor mensaje de las elecciones de Hidalgo y Coahuila, es
que la derrota electoral de Morena es del mismo tamaño que los errores del
gobierno federal; es del mismo tamaño de que las fallas, las ocurrencias, las
mentiras y el fracaso de toda la gestión de López Obrador.

Y es que, como ya lo dijimos, en política “no hay culpas, sino
culpables”. Y el culpable de las derrotas del domingo pasado en Hidalgo y
Coahuila, se llama Andrés y se apellida López Obrador; en tanto líder, dueño
y mandamás de esa “graja” llamada Morena.

Dicho de otro modo; queda claro que la sociedad mexicana empieza a
cobrar las facturas del peor gobierno federal de la historia; un gobierno que
por voluntad propia, todas las mañanas exhibe sus precariedades y fracasos,
ademas de confirmar que lo suyo no es atender problemas, sino engañar
ciudadanos.

Pero también está claro que muchos ciudadanos no parecen dispuestos a
seguir siendo engañados por mucho tiempo. Y es que si bien es pequeña, la
muestra de Hidalgo y Coahuila revela que en política “nadie es invencible”.
Sí, está claro que la sociedad mexicana empieza a reaccionar luego del
“sunami” de julio de 2018, que barrió a los opositores y en donde el voto a
favor de Morena y de López Obcrador arrazó en casi todo el país.

Está claro que empieza a permear la desilución social –desilución
provocada por un gobierno que no ha sido capaz de cumplir nada de lo
ofrecido en la campaña de 2018–, y que el cobro de facuras se hace donde
debe hacerse; en las urnas.

Pero también es posible percibir el fracaso de la estrategia de
propaganda emprendida por el propio presidente Obrador en sus llamadas
“mañaneras”.

¿Por qué?

Porque no se habría producido una derrota tan aplastante en pequeñas
elecciones locales como las de Hidalgo y Coahuila, si la propaganda de 365
días al año hubiese dado resultados positivos.

Es decir, queda claro que en una buena porción de la sociedad no es
bien recibido el mensaje mentiroso y que busca engañar a los ciudadanos; una
sociedad que por lo menos en esas dos pequeñas elecciones, muestra que no
está dispuesta a dejarse engañar ni por el mismísimo mesías de la política.

Pero también es cierto que nadie debe cantar victoria; la batalla apenas
empieza y en política “el animal acorralado es el animal más peligroso”.

Se los dije.