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viernes, 16 de octubre de 2020

La desaparición de los fideicomisos, un capricho que se convertirá en dolor de cabeza para la 4T

 

La desaparición de los fideicomisos, un capricho que se convertirá en dolor de cabeza para la 4T

Después de haber hecho referencia en la mañanera de hoy 9 de octubre -de manera equivocada como muchas otras que ha hecho en las conferencias diarias- a la frase icónica de la campaña presidencial en los Estados Unidos de 1992, “es la economía, estúpido”, que atribuyó erróneamente al entonces candidato Bill Clinton, el presidente López Obrador se lanzó nuevamente contra la oposición, pues según él, su postura en contra de la eliminación de los 109 fideicomisos que aprobó la Cámara de Diputados en su sesión del miércoles de esta semana, es meramente electoral, entre otras razones, porque se tardaron mucho en aprobar la modificación legislativa en cuestión, además de que aventuró, sin dar un elemento concreto que respalde su dicho, que “no hay ninguna razón, el dinero no va a desaparecer, no van a dejar de recibir los beneficios quienes tienen derecho”.

Sobre su afirmación de que el dinero no va a desaparecer, no podemos tener certeza, ni confiarnos. Ya hemos escuchado en otros casos anteriores cómo se prometió que solo se cambiaba la forma de asignar los recursos, pero que el problema o desafío que se atendía con determinados recursos se seguiría atendiendo. Ahí está el caso de la atención para los niños con cáncer, las guarderías o los refugios para mujeres, sus hijas e hijos en situación de violencia o tantos otros programas, a los que en el mejor de los casos sí han vuelto a ver recursos etiquetados en el presupuesto federal, pero con un rezago importante.

Ahora bien, su capricho se aprobó hasta ahora porque incluso dentro del grupo parlamentario de Morena había dudas genuinas sobre la pertinencia de eliminar tantos fideicomisos o fondos y ello propició que la discusión de este tema en los meses previos tomara un curso que al presidente no le gustó. De ahí el enojo de tantos actores, tanto políticos como de la sociedad civil, porque una mayoría de diputados de Morena les hicieron creer que en lugar de eliminar 109, como era la pretensión original del gobierno del presidente López Obrador, podrían reducir a sólo cinco los fideicomisos eliminados. Así que la postura adversa de la oposición no es un mero cálculo electoral de cara al 2021.

Por otra parte, es absolutamente lamentable que el presidente descalifique de manera tan simple la argumentación que no solo ha presentado la oposición, sino que de manera sólida, documentada y estructurada han articulado diversos actores del medio académico, científico, cultural y periodístico.

Es posible que sea verdad que, si bien les va a las instituciones afectadas, con varios meses de retraso empiecen a recibir los recursos que disponían mediante los fideicomisos que la 4T pretende desaparecer, pero lo que de ninguna manera volverá a ocurrir, de materializarse el terrible lance irreflexivo de la 4T, es la recepción vía esos fideicomisos, de recursos provenientes de instituciones u organizaciones internacionales o de otros países que mediante mecanismos de cooperación internacional canalizan recursos a instituciones o proyectos en México que funcionaban relativamente bien, a través de esos fideicomisos cuya desaparición ya aprobó Morena en la cámara baja.

Foto: Cuartoscuro

Esos recursos que llegaban bajo la figura de donativos de una amplia gama de organizaciones sin fines de lucro o de organismos multilaterales, o bien, de apoyos de instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial para, por ejemplo, financiar proyectos de investigación que tienen el objetivo genuino de mejorar las condiciones de desarrollo de determinadas comunidades, o de mejorar, con apego al contexto local, la forma en que se produce o comercializa determinado cultivo o se provee determinado servicio. Muchas veces, complementaban los recursos que se tenían en los fideicomisos y permitían a las instituciones de investigación que eran titulares de tales instrumentos llevar a cabo sus proyectos sin los contratiempos que los procesos burocráticos ocasionan en la mayoría de los casos. Sin los fideicomisos, ese dinero ya no llegará, simplemente porque muchas de esas organizaciones prefieren no lidiar directamente con los gobiernos, cualquiera que sea su ideología, ya sea porque sus reglas no les permiten someterse a los vericuetos burocráticos de otras naciones, o porque no confían que el dinero transferido a una instancia gubernamental llegue efectivamente al destino para el que se donó o aportó.

Gran parte del entuerto que la 4T ocasionó con lo aprobado en Cámara de Diputados y que seguramente seguirá la misma suerte en el Senado, se debe sí al capricho presidencial, pero también a funcionarios sin altura de miras o visión corta, como la titular del CONACYT que una y otra vez se ha esforzado en darle a la ciencia y la investigación científica un cariz ideológico que por supuesto no tiene. Ese tipo de funcionarios, muchas veces motivados por frustraciones o resentimientos, que no tienen la capacidad de erigirse en filtros de los caprichos o factores que hagan recapacitar al presidente, son los que más daño le están provocando no solo a México, sino al futuro del proyecto de su máximo líder.

Si el problema era corrupción, falta de rendición de cuentas o problemas de transparencia, bien podría haberse atendido con otro tipo de modificaciones legislativas, pero no por la vía totalitaria de aniquilar esos vehículos que daban eficacia a tareas que como comenté arriba la mayoría de las veces no se inscriben dentro de las prioridades caprichosas de los burócratas. El camino que ha elegido el presidente para cobrar facturas a actores o sectores que él considera fueron clave para frenar su llegada al poder en los intentos previos y la actitud abyecta y revanchista de varios funcionarios dentro de su administración, terminará por provocarle muchos dolores de cabeza a su propio proyecto. Que no digan que no se les advirtió.

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