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viernes, 2 de octubre de 2020

Los Morgan piratas J.P. Morgan

 El Siglo Malvado 5

Los Morgan

Un hombre tiene siempre dos razones para hacer lo que hace. La buena y la verdadera.


No necesito para nada un abogado que me diga lo que no tengo derecho de hacer. Les pago para que me digan cómo hacer lo que quiero hacer.

— J.P. Morgan


John Pierpont Morgan

Un día, en un bar, J.P. Morgan le grita a un camarero al pedir su cerveza: “Cuando Morgan bebe, todo el mundo bebe!” Todos los clientes toman una cerveza. Morgan vacía su vaso y pone una moneda de 10 centavos sobre la mesa, vociferando: “Cuando Morgan paga, todos pagan!”

Su papá, Junius Spencer Morgan, dirigía la firma J.S. Morgan & Co en Londres. Le ofreció a su hijo la sucursal neoyorquina de su compañía, que tomó eventualemente el nombre J.P. Morgan & Co. (hoy JPMorgan Chase). En tiempos de la guerra de sécesión, consigue evitar la conscripción pagando un monto de 300 dólares. Tuvo la idea de adquirir 5.000 fusiles defectuosos que pagó 17.500 dólares y de revender el lote tal cual al ejército Federal por 110.000 dólares. Como los soldados veían sus manos explotar con el uso, Morgan fue demandado, pero un juez confirmó la validez del contrato. Utilizó su ganancia a buen fin y adquirió el control de numerosas firmas, tales como Drexel, Peabody, y Carnegie.
En 1891, Morgan fusionó Edison y Thomson para formar la General Electric. En 1895, se apoderó de la flota Leyland, así como de numerosas líneas navales, creando la White Star, constructores y operadores de los navíos Britannic, Olympic y… Titanic. En 1899, J.P. Morgan poseía y/o controlaba cuatro de las cinco principales compañías de ferrocarriles de los EE.UU., agrupando, entre otros, los intereses de los Rockefeller, Vanderbilt y… Harriman.
Un episodio me ha siempre hecho reír. En 1900, Morgan financia las investigaciones de Nikola Tesla, el verdadero inventor de la radio (pero no, no Marconi!), un genio científico hoy mal conocido a quien debemos particularmente la corriente alterna, la distribución polifásica y el motor a corriente alterna, así como también fuertes contribuciones a la cibernética, al control a distancia, al radar, à la informática, a la balística, a la aeronáutica (inventa el despegue vertical en los años 20!), a la navegación (el propulsor sin hélices) y a la física nuclear. Mientras Tesla, desbordante de entusiasmo, muestra a Morgan que ha logrado crear un sistema que permitiría la distribución gratuita de electricidad, sin hilos ni cables, por todo el planeta, el gordo J.P. se rasca. No ve para nada la ganancia a obtener de semejante jilipollada. Le corta los víveres al proyecto.

En 1904, J.P. Morgan fusionó nueve acerías en una sola y monstruosa United States Steel Corporation, la primera empresa del mundo en poseer activos de mil millones de dólares. En 1912, el comité Pujo, encargado de inquirir acerca de las actividades dudosas de los bancos americanos estima que los tres grupos que J.P. controlaba, J.P. Morgan & Co., First National, y National City Bank, poseían la suma de 22 billones de dólares, equivalente a todas las posesiones y recursos públicos, personales y privados de los 22 estados al oeste del Mississippi.

En 1913 J.P. Morgan logra uno de sus golpes más grandes. Después de haber colocado a su hombre a la cabeza del país, un cierto Woodrow Wilson, hace crear por uno de sus asociados, el senador Nelson Aldrich, una entidad totalemente diabólica, el Federal Reserve Bank. Esencialmente, se trata de una empresa privada, propiedad de algunos grandes trusts bancarios (entre los cuales el suyo), detentando el poder de imprimir, distribuír, controlar, restringir o acrecentar la circulación de las divisas de los EE.UU. Dicho de otro modo, este pequeño grupo podría (si fuesen retorcidos y deshonestos) saber de antemano cuándo se producirán ciertas recesiones, inflaciones, o crisis bursátiles. Más allá de esto, les queda emitir la moneda, que prestan al gobierno contra intéres y ganancia.

John Pierpont murió ese año, durante un viaje a Italia, y nunca vio la relización de la segunda de sus obras maestras, la Gloriosa 14-18. Su hijo Junior heredó la mayor parte de su fortuna.

Detalle entretenido, las fotos conocidas de J.P. Morgan son todas retocadas. Detestaba su nariz, severamente deformada por la rosácea, y no permitía a nadie fotografiarlo. El retrato de más arriba es el único que encontré mostrando su rostro en todo su esplendor.


John Pierpont Morgan, Jr.

J.P. Morgan Jr. gustaba jactarse de ser digno descendente del pirata Henry Morgan. Bautizó su yate personal EL Corsario y enarbolaba el Jolly Roger (cráneo sobre tibias cruzadas) por encima del Stars & Stripes. Nombró a uno de sus hijos Junius Spencer (el nombre de su abuelo) y al otro Henry.

En agosto de 1914, Morgan Junior firmó un contrato con el Bank of England, que le aseguró el monopolio de la emisión de las obligaciones de guerra de Inglaterra y de Francia. Cual un adivino, había hecho de suerte que sus firmas invirtiesen masivamente en la fabricación de armas, de las cuales poseía ahora la exclusividad de aprovisionamiento a los aliados de la Entente Cordiale (Francia e Inglaterra). Sus bancos prestaron 12 millones a Rusia y 50 millones a Francia para permitirles la compra de armas… a sus propias armerías! La totalidad de las municiones estadinenses y británicas compradas durante la primera guerra mundial fueron manufacturadas por las compañías de J.P. Morgan. Durante el curso del conflicto, Morgan organizó un grupo de 2.200 bancos y prestó 500 millones suplementarios a los gobiernos aliados que se apresuraron a devolverle el cheque para saciar su sed de acero, de explosivos, de plomo, de máquinas.

En 1920, el presidente del directorio de W.A. Harriman & Co., un cierto George Herbert Walker, arregló una fusión monstruo entre su empresa y Morton & Co., fachada de Guaranty Trust Co., ella misma un vestíbulo de la J.P. Morgan. Harriman representaba ya una de las más grandes flotas de navíos del munde desde que el gobierno de los EE.UU. le había regalado la gigantesca línea Hamburg-Amerika, confiscada a Alemania entre las innumerables compensaciones a los vencedores al final del cataclismo.

El 16 de setiembre de 1920 a mediodía, una bomba explotó delante de la banca J.P. Morgan & Co., situada en el nro. 23 de Wall Street. Se encontró una nota en un buzón próximo diciendo: “Recuerden que no toleraremos mucho más. Liberen a los presos políticos o será la muerte segura para todos vosotros. Firmado: Anarquistas Combatientes Americanos”. Los responsables nunca fueron descubiertos. La fachada del banco lleva aún las marcas de este extraño atentado, que los dueños nunca quisieron borrar.

Regularmente importunado por ciudadanos ulcerados, el Senado llevó adelante una vez más una investigación sobre las prácticas bancarias, en 1929, para darse cuenta que una larga lista de personajes oficiales del gobierno habían recibido, a precios muy bajos, acciones de las empresas de J.P. Morgan. Esta lista incluía nombres importantes tales como Calvin Coolidge (presidente de los EE.UU.), William Woodin (secretario del Tesoro bajo Roosevelt), McAdoo (secretario del Tesoro bajo Wilson), Adams (secretario de la Marina), Bernard Baruch (presidente del consejo de las industrias militares de Wilson y Roosevelt), etc. Hubo muy pocas acciones judiciales.

En ese mismo año 1929, J.P. Morgan Junior tiene una inspiración genial y se retira del mercado bursátil. Otros lo siguen, tales los Rockefeller, Harriman, y Vanderbilt. Justo a tiempo. De modo totalmente imprevisible, el Banco de la Reserva Federal fundada por papá Morgan emprende la restricción de divisas, lo que causa una debacle bursátil sin precedente. Es una bonanza para los barones, que tienen la ocasión de recomprar por maníes la casi totalidad de la industria independiente americana que aún se les escapaba, así como los dos tercios de las tierras agrícolas al oeste del Mississippi*. Los pobres tontos que no habían sido prevenidos se van a pique, se arrojan por las ventanas, es la Gran Depresión. La clase media es prácticamente liquidada. La clase obrera, echada a la calle. Les reyes ríen y se hacen construír palacios fantásticos. Al fin disponen de los dineros para emprender obras grandiosas.
Es el principio de los años treinta y el sol brilla como nunca sobre Wall Street.
* Es sobre estas tierras que se construirá la más grande trampa para atrapar dinero de toda la historia humana, una especie de país/estacionamiento que se suele llamar Suburbia. Es un Vanderbilt que lo inventa; tendrá su propio párrafo en la historia del Siglo Malvado.


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Fuentes:
J. P. Morgan, Jr.; John Douglas Forbes, 1981
El hombre que inventó el siglo veinte: Nikola Tesla, genio olvidado; Lomas, Robert, 1999
La biografía no autorizada de George Bush; Webster Tarpley
Wikipedia: http://en.wikipedia.org/wiki/Jp_morgan
Roosevelt traiciona a América!; Robert Ley, 1942
Howard Zinn pag. 249 de "Una historia popular de los Estados Unidos"
El fraude de la Reserva Federal; http://www.geocities.com/northstarzone/FED.html

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