Cuando pensamos en atracción solemos creer que toda atracción es sexual. Coger o no coger: ese es el dilema. ¿Platicamos rico? Queremos coger. ¿Te gusta abrazarme? Me quieres coger. ¿Me dijiste que me veía bien el otro día? Definitivamente me quieres coger. ¿Me dijiste que soñaste conmigo? Vaya, ya ni siquiera lo pregunto, mejor ya dime que me quieres coger. ¿Te mando un meme que me recordó a ti? Eso porque mi estrategia es / que un día cualquiera / no sé cómo ni sé / con qué pretexto / por fin me quieras coger.
El problema de pensar que así es la atracción es que no corresponde a la realidad.
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En el transcurso de nuestras vidas, es muy probable que tengamos experiencias en las que nos enamoremos sin deseo sexual, en las que nos fascine la contemplación de un rostro sin que necesariamente queramos sentarnos en él, en el que nos encante lo que dice una persona sin que eso signifique que queremos que nos lo diga al oído. Y aun así, con toda esta complejidad, de todos modos nos preguntamos: si no es por lo sexual, ¿por qué sentiría estas ganas de estar, de hablar, de sentir, de disfrutar?
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE ATRACCIÓN?
Resulta que la atracción sexual no es la única, sino que existen varios tipos:
- Atracción romántica: que se refiere al deseo de enamorarse, de mirarse a los ojos y sentir que el tiempo no pasa, de escribir grandes poemas de amor o mandar imágenes para enviar y decir nosotros jaja, es broma pero si quieres no es b r o m a.
- Atracción estética: que es la apreciación de la belleza de la otra persona y que no necesariamente se traduce como deseo de enamorarse o de tener sexo.
Como cuando ves a alguien y piensas: “órale, qué adecuada es la estructura ósea de esa persona para los estándares hegemónicos y eurocentristas de belleza, masculinidad y feminidad”… o lo que sea que ustedes piensen, el colonialismo me arruinó para siempre.
- Atracción sensual: que es el deseo de relacionarte con alguien a través del contacto físico y demás sentidos, no necesariamente de forma sexual, como cuando ves a alguien que te produce muchas ganas de querer darle un abrazo, o alguien que te encanta como huele o cuya voz es muy linda y disfrutas de escucharla.
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- Atracción emocional: que es el deseo de conocer a alguien porque te resulta interesante su personalidad y porque sientes afinidad. Esta forma de atracción está presente en la mayoría de las relaciones, como en la amistad, y sabemos que no siempre hay atracción sexual en las amistades. Amistad es amigo, no comida. Excepto cuando no.
- Atracción intelectual: que se refiere al deseo de conversar con alguien, conocer su pensamiento, aprender de su experiencia. Es, digamos, la atracción que se puede sentir hacia un profesor o una conferencista con quien quisieras hablar horas y horas sin que necesariamente exista deseo sexual.
(Excepto tú, persona sapiosexual, no, no, no te levantes, ya te vimos, sí, sí, ya sabemos que te prende la buena ortografía y lamer cerebros, tú tranqui y sigue leyendo Algarabía o lo que te haga feliz).
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Todas estas formas de atracción pueden o no presentarse junto a la atracción sexual. De esto dependerán varios factores, pero existe uno con mayor peso determinante: tu orientación sexual.
Y no, no me estoy refiriendo a qué género de personas te atraen sexualmente. Me refiero a si te atrae sexualmente cualquier género en lo absoluto. Es decir: si eres una persona alosexual o una persona asexual.
La asexualidad se refiere a la orientación sexual en la que no se experimenta atracción sexual hacia otras personas. La alosexualidad es lo opuesto y se refiere a la posibilidad de sentir atracción sexual.
Una persona alosexual, como yo, probablemente experimente atracción sexual en varias circunstancias y esta atracción puede que vaya a la par de la aparición de otras. Me gusta cómo hablas -> me gusta tu carita -> quisiera sentarme en ella.
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La atracción sexual podrá aparecer a priori de alguna otra forma de atracción (me parecía interesante y por eso ahora le traigo ganas) o a posteriori (le traigo ganas y ahora me parece más interesante que antes). Esto es normal.
Una persona asexual podría sentir una o varias formas de atracción hacia otra persona y no experimentar en ningún momento atracción sexual. O quizás podría hacerlo en circunstancias muy específicas y limitadas, como en la grisexualidad. O quizás podría hacerlo sólo si antes ha formado una profunda conexión emocional con otra persona, como en la demisexualidad.
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O quizás alguna persona, cualquier persona, podría sentir o no sentir atracción sexual de formas que aún no discutimos, ni entendemos, ni categorizamos, pero que igual son posibles, como siempre han sido posibles toda la variedad de las formas de atracción que habitan la especie humana.
No hay forma correcta o incorrecta de experimentar la presencia o la falta de atracción sexual. Mientras el deseo no nos lleve a ejercer violencia, no hay ninguna razón por la cual habría de considerarse patológico. Con la homosexualidad, por ejemplo, lo tenemos claro: patologizarla poniendo la heterosexualidad como norma es una de las bases de la homofobia.
Sin embargo, con la asexualidad, muchas personas alosexuales participamos de una discriminación hacia la asexualidad. Existe todavía patologización de la no experimentación de la atracción sexual, porque pensamos erróneamente que la atracción sexual no sólo es la norma, sino que es la única o la más válida forma de atracción. Y esa es la base de la acefobia.
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El punto es: no sentir atracción sexual está bien. No sentirla nunca está bien, sentirla en determinadas circunstancias está bien, sentirla en todas las circunstancias está bien. Sentir algún tipo de atracción y que no aparezca la sexual está bien.
Sientas o no sientas atracción sexual, está bien.
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