Vivimos en una Ciberguerra, una guerra en el ciberespacio, en el quinto dominio, que trasciende los elementos y aspectos tradicionales de las guerras en la tierra, el mar, el espacio y el espectro radioeléctrico.
Lo
Ciber, es un prefijo que acompaña los conceptos tradicionales para resignificarlos en su contenido tradicional con un alcance cibernético, en donde los dispositivos de hardware, software, líneas y redes que sustentan las infraestructuras críticas, que soportan las tareas productivas, de bienes y servicios que realizan los gobiernos, empresas, organizaciones, instituciones e individuos, son fundamentales para el desarrollo globalizado y la seguridad de una nación.
La Ciberguerra es una clasificación de la guerra misma, en su sentido tradicional, donde el ciberespacio es el entorno empleado para realizar operaciones para la conducción de acciones hostiles. La guerra híbrida como ocurre en el conflicto de Rusia sobre Ucrania, muestra los alcances y límites, los costos, daños y consecuencias para los ucranianos y el mundo, donde confluyen los elementos y relacionalidad de la guerra tradicional con la Ciberguerra.
El hackeo realizado a la Secretaría de la Defensa Nacional ha vulnerado su infraestructura crítica, la respuesta, una ciberresiliencia integral, debe permitir la vuelta a una normalidad institucional.
Con el ciber ataque se ha perdido una batalla, más no la guerra.
Las ciber operaciones, hostiles, los ciberataques son amenazas siempre latentes. Por lo que los mecanismos de
ciberseguridad, de la ciber defensa, siempre deben estar atentos a una Ciberguerra.
El ataque a una infraestructura crítica puede no sólo vulnerar el buen funcionamiento, la confianza y la continuidad de su actividad, sino que a través de acciones de recuperación de su capacidad de ciberresiliencia, con prevención, respuesta y adaptación volver al campo de batalla, con un funcionamiento reforzado, en donde se recuperen y funcionen los mecanismos propios de la inversión en ciber inteligencia y ciber contrainteligencia para defender a las infraestructuras críticas públicas o privadas.
Un ciberataque exitoso es atractivo por causas económicas, políticas, o ideológicas, ya sea para obtener ganancia, o ventajas en la competencia industrial, o por simple egolatría cuasi profesional, de haber penetrado la seguridad y obtener resonancia y trascendencia, en su nombre, ante otros ciberactivistas, sean de gobiernos o no estatales.
Los hacktivistas del grupo Guacamaya, han vulnerado los servidores de internet y comunicación de los ejércitos de Chile, El Salvador, Perú, Colombia y México. En el caso del ejército mexicano, han compartido a medios, sin costo alguno hasta donde se sabe, 6 TB de información, lo que
equivale a 36 millones de documentos PDF, 1.5 millones de fotos o 3 mil horas de video. Los contenidos son diversos, desde actividades que tienen que ver con la salud del presidente, hasta proyectos y acciones en donde se involucran a la propia Sedena y a otras instituciones del gobierno mexicano, como la Marina o los responsables del tren maya, o creación de empresas de aeronavegación y también de acciones de vigilancia y espionaje a grupos de mujeres, activistas, políticos o periodistas. Información que en algunos casos estaba bajo resguardo de la seguridad nacional que ya se ha perdido.
Todo ello ha alterado las relaciones civiles y militares. El daño es inconmensurable y, desde luego, no podemos calcular aún el costo final en la estabilidad, confianza y gobernabilidad, tanto del discurso presidencial, como del buen funcionamiento institucional y con otros países y gobiernos que sean mencionados.
No se puede minimizar ni hacer frivolidades con el hecho, el ciberataque ha dañado a la Sedena y al gobierno actual en su conjunto. La investigación necesaria para reparar el daño y ubicar a los responsables no puede minimizarse, ni tratarse con frivolidad, es un daño a la seguridad nacional mexicana.
Vienen episodios difíciles, por el tipo de información que se vaya conociendo, muchas narrativas habrán de caer, muchas mentiras o sospechas cobrarán realidad, muchos huecos y debilidades habrán de aflorar, se corroborarán muchos actos de corrupción o de manejos inadecuados que habrán de hacerse públicos y mostrar los rasgos de impunidad que los rodeaban; son muchos frentes de batalla los que esta Ciberguerra ha desatado.
Esperemos que la ciber resiliencia de la defensa nacional y del gobierno en su conjunto logre recuperar la ciberseguridad perdida.
Esta ciber batalla apenas ha comenzado.