Tecnología de doble uso en las revueltas árabes
Porcentaje de usuarios de Internet y Facebook en el mundo árabe. / dsg.ae
Como todo autócrata que se precie, el presidente sirio Bachar el Asad señaló el pasado miércoles a una conspiración extranjera como la instigadora de las protestas en Siria. Es el mismo argumento que ya usaban los espartanos cuando acusaban a elementos atenienses de sus problemas internos. El Asad culpó a elementos infiltrados y las cadenas de televisión por satélite de ser los azuzadores del descontento. Pero también introdujo un nuevo elemento: internet. Desde que empezaron las revueltas en el norte de África y Oriente Medio, mucho se ha hablado del papel de la tecnología. Unos la han considerado el catalizador de los levantamientos, otros una herramienta para la opresión. Habrá que dejar hablar a los datos.
La OpenNet Initiative, una organización dedicada a denunciar tácticas de vigilancia en la red, ha publicado esta semana un informe que revela dos cosas. Por un lado, instalar filtros para impedir que los internautas visiten según qué sitios es una práctica habitual en el mundo árabe. La segunda, que la tecnología que usan los gobiernos para hacerlo es occidental, en especial estadounidense. Periódicos como The Wall Street Journal se han escandalizado más por lo segundo que por lo primero.
La conclusión a la que llegan los autores del trabajo es que las compañías occidentales están jugando un papel en la política nacional de estos países. “Poniendo su software al alcance de estos regímenes, están en la práctica tomando partido en contra de los ciudadanos y activistas a los que se les impide acceder y difundir contenido…”, dicen. La tecnología aquí no es neutra
Igual de revelador es el Arab Social Media Report que publicó la Dubai School of Government a mediados de enero, cuando la revuelta tunecina estaba en su apogeo, pero aún no se había contagiado a los países vecinos. El trabajo se centra en medir la importancia de Facebook en la región. La primera, en la frente. Desde Occidente tendemos a creer que allí la única conexión que hay es la de un vetusto cibercafé. Pues debe de haber muchos. Las cifras de penetración de internet son más altas de lo que un occidental podría pensar. Con datos de 2009, el 34% de los tunecinos tenían acceso a la red. Las cifras de Egipto (24%) o Siria (20%) son también respetables. A la cola parece Libia, con un 5% de conectados.
En Europa y EEUU, más de la mitad de los internautas también son usuarios de Facebook. Sorprendentemente, en la mayoría de los países árabes, una media de dos tercios de los conectados tienen cuenta en la red social. Hay países, como Irak, donde hay más cuentas de Facebook que internautas (lo que revela la pujanza de la conexión vía móvil). Otro elemento del cóctel es la juventud. De los más de 21 millones de usuarios de Facebook, casi el 80% son jóvenes menores de 30 años. En el resto del mundo, el reparto es a partes iguales. El crecimiento además es explosivo, con un incremento del 78% en el último año.
Pero el informe revela un dato aún más soprendente: no hay relación directa entre la censura de la red y el grado de uso de Facebook. Los autores del informe usaron, precisamente, datos del filtrado de contenidos de la mencionada arriba OpenNet Initiative para elaborar su índice de censura. Los tres que más filtran son, al mismo tiempo, los que más usuarios de Facebook tienen. “La libertad en Internet no parece afectar a la penetración de Facebook en la región árabe. Algunos países con puntuaciones más bajas (es decir, con un filtrado más extendido) tienen una relativamente alta penetración de Facebook. Esto podría deberse a la creatividad de la población juvenil para encontrar maneras de evitar los filtros y la censura”, dice el informe. Hay otra posible explicación. Hasta que estallaron las revueltas, los funcionarios de la censura preferían bloquear las páginas de la oposición. Verían a las redes sociales como mero pasatiempo.
Y ahora las opiniones. Tras la inicial euforia sobre el poder democratizador de la tecnología, pronto aparecieron los sesudos análisis que destacaron la fuerza sindical en Egipto, la desesperanza de la juventud tunecina ante la crisis económica o la división en clanes de la clase dirigente libia para explicar las revueltas. El papel de internet estaría siendo instrumental, cuando no accesorio. Otros van mas lejos. El politólogo Evgeny Morozov es la cabeza visible de una corriente revisionista que muestra su escepticismo sobre el papel de la tecnología en el cambio social y político. El autor de The Net Delusion: The Dark Side of Internet Freedom considera a internet y sus servicios como herramientas de dominación al alcance de los dictadores más que de liberación. Para él, la capacidad de movilización de Twitter o Facebook es mínima. Los anglosajones han acuñado un término, slacktivism, para los activistas de salón. “En cierto sentido creo que la razón por la que hay tanta ciberutopía está en que cualquier explicación que ponga a la tecnología en el centro justo ahora suena creíble, y no te obliga a hacer reflexiones extra. Puedes no saber nada acerca de Bahrein, pero di que tal revolución ocurrió por culpa de Facebook y sonarás creíble en la televisión”, dijo en una reciente entrevista.
Mapa de Twitter sobre la revuelta egipcia. En azul, usuarios en inglés, en rojo los que se expresan en árabe. El tamaño de los círculos refleja el grado de influencia de cada usuario. Autor @kovasb
Pero Morozov olvida varias cosas. Comete de nuevo un error de etnocentrismo. Valora el papel de las redes sociales por sus usuarios occidentales que, seguros ante la pantalla del ordenador, amplifican la movilización. Sin embargo, los escépticos olvidan el papel jugado por los ciberactivistas desde dentro. Kovas Boguta, responsable de la empresa Infoharmoni, que usa la visualización de datos para revelar relaciones sociales subyacentes, realizó un mapa con las interacci0nes entre los usuarios de Twitter durante la revuelta egipcia. En el centro del mapa aparecen la activista egipcia Zeinobia y el ingeniero de Google Wael Gonim, señalado como uno de los instigadores de la revuelta del 25 de enero, hasta el punto de ser detenido varios días por miembros del régimen de Mubarak. Con 130.000 seguidores, sus tuits en árabe e inglés, jugaron un papel clave.
Tiene razón Morozov cuando considera que también los tiranos se aprovechan de la tecnología por medio de la infiltración en redes sociales, el filtrado de contenidos y, llegado el caso, el bloqueo de internet. Pero lo que olvida Morozov es la asimetría en el punto de partida: mientras estos regímenes controlan los aparatos de información y propaganda tradicionales, el resto de actores políticos, por no decir la población en general, no tenía hasta ahora cauces para la disidencia. Internet ha equilibrado la balanza. Por supuesto que sin crisis económica, sin corrupción generalizada y el bloqueo de la participación política, estas sociedades repletas de jóvenes no habrían estallado. Lo nuevo es que la tecnología está dando un canal de comunicación y organización a los que se están levantando. Y, como dice en un tuit Gonim, “los líderes árabes no saben cómo operar bajo la presión pública; ellos nunca han estado acostumbrados ni esperaban este comportamiento de su gente”. Mensaje que finaliza con un hastag lleno de orgullo: #IamArab, Yo soy Árabe.
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