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viernes, 8 de abril de 2011

Tensión nerviosa en la región petrolera de Arabia Saudí

Tensión nerviosa en la región petrolera de Arabia Saudí
Dammam (Arabia Saudí), (dpa) - En el este de Arabia Saudí, región que alberga más yacimientos de petróleo que ningún otro lugar en el mundo, los nervios están a flor de piel. El gobierno saudí pretende evitar por cualquier medio que el conflicto en el vecino reino de Bahréin se propague a la Provincia Oriental.

Con las alfombritas para el rezo bajo el brazo, los creyentes se dirigen deprisa a la mezquita Imán Faisal Ibn Turki. El templo islámico, situado en un barrio de clase media de la ciudad petrolera saudí de Dammam, está repleto de fieles durante la oración de los viernes. Quien llega tarde tiene que desplegar su alfombra en el exterior de la mezquita, a la vista de los policías.

En sus coches patrulla blancos, los uniformados dan una y otra vuelta alrededor de la mezquita. Junto con algunos policías vestidos de paisano vigilan la zona para impedir que al término de la plegaria se formen aglomeraciones en la calle. Y es que en la Provincia Oriental, donde se encuentra el petróleo que aceita el motor de esta sociedad islámica conservadora, el ambiente está tenso.

El puente que comunica Arabia Saudí con el vecino Bahréin, adonde les gusta a algunos habitantes de Dammam desplazarse los fines de semana para escapar un par de horas de las estrictas reglas en su propio país, está bloqueado. Los únicos saudíes actualmente autorizados a cruzar el puente son los soldados que el rey Abdullah envió a mediados de marzo a Bahréin después de escalar el conflicto entre la casa real sunita y la mayoría chiita.

Además, también en la Provincia Oriental, donde vive la mayoría de los chiitas saudíes, se llevaron a cabo en las semanas pasadas varias pequeñas manifestaciones de protesta, aunque ninguno de los manifestantes gritó consignas contra el rey Abdullah. A diferencia de algunos otros miembros de la casa real, el rey es relativamente querido. Sin embargo, algunos manifestantes expresaron sus simpatías por sus correligionarios chiitas en Bahréin, lo que hizo sonar las alarmas en Arabia Saudí.

Y es que la mayoría de los monarcas del Golfo tienen miedo de que Irán, país que aumentó su influencia en Irak con la caída del presidente Saddam Hussein y la elección de un gobierno dominado por los chiitas, amplíe aún más su poder en la región, por ejemplo instigando a los chiitas árabes para que se vuelvan contra sus gobernantes sunitas. La casa real de Bahréin incluso está convencida de que la milicia chiita proiraní Hizbollah, del Líbano, está implicada en esa "conspiración". Por su lucha contra Israel, Hizbollah goza también de cierta simpatía entre los chiitas en Bahréin.

El jueves pasado, el gobierno bahreiní canceló todos los vuelos a Irak, Líbano e Irán, después de que Hizbollah, los partidos chiitas iraquíes y el gobierno de Teherán criticaran la dura actuación de las autoridades contra los manifestantes en Bahréin. En este pequeño reino los chiitas constituyen la mayoría de la población, mientras que sólo el 12 por ciento de los saudíes profesa el chiismo.

"The King", dice en inglés una pintada que alguien dibujó con un spray en una pared junto a la mezquita Imán Faisal Ibn Turki. Al lado de esa palabra, el anónimo monarquista había pintado un corazón.

Desde que el viejo monarca regresó en febrero de una estancia de tres meses en el exterior para someterse a un examen médico, en muchos edificios altos en la ciudad cuelgan mantas gigantes con la imagen del rey. Sin embargo, el rey no se siente muy cómodo con este culto a su personalidad, bien porque es un personaje modesto, bien porque no está bien visto que en estos tiempos revolucionarios en el mundo árabe un monarca haga ostentación de su popularidad.

En Arabia Saudí, gobernada por una monarquía absoluta cuyo poder político y sistema jurídico se basan en una interpretación puritana del islam sunita, existen tres grandes tabúes.

El primero es la religión: los chiitas se sienten discriminados, aunque muchos de ellos admiten que su situación ha mejorado notablemente desde la subida al trono del rey Abdullah en 2005. El segundo es el petróleo: el país tiene las mayores reservas probadas de crudo del mundo. Arabia Saudí no quiere decir en estos momentos hasta qué nivel ha incrementado la extracción de su crudo para compensar en el mercado mundial la caída de la producción en Libia.

Y el tercero es la monarquía: se considera especialmente impertinente cualquier especulación pública sobre quién podría convertirse en el sucesor del rey.

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