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jueves, 2 de febrero de 2012

slim mas rico del mundo por explotar a mexicanos

Slim, en el país de los monopolios
Más que un reclamo personal hacia el empresario más rico del mundo, los mexicanos parecen reclamar por la desigual distribución de la riqueza originada por las leyes y la falta de regulación y competencia

* 2010-03-21 | Milenio semanal
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El presidente de Líbano Michel Sleiman le entrega a Carlos Slim la medalla Gold Lebanese Order of Merit.
El presidente de Líbano Michel Sleiman le entrega a Carlos Slim la medalla Gold Lebanese Order of Merit. Foto: Cortesía Presidencia de Líbano

Fue en la quinta edición de la lista de multimillonarios elaborada por la revista Forbes donde figuró por primera vez el nombre de Carlos Slim Helú. Era 1991, El ingeniero tenía 51 años, una fortuna estimada en dos mil 100 millones de dólares, y dicen que manejaba un Ford Thunderbird modelo 89. A lo largo del último lustro estuvo siempre rondando la parte más alta del listado, pero fue hasta el 2010 cuando, con 70 años de edad, pudo hacerse por fin de la cima. Con una riqueza de 53 mil 500 millones de dólares, ha superado a Bill Gates y en la actualidad es el hombre más rico del mundo.

Algunos creen que este empresario de origen libanés logró llegar a lo más alto del mundo empresarial gracias a las condiciones demasiado favorables con las que se hizo del control de Telmex. “Un regalo de su amigo Carlos Salinas de Gortari”; “así, cualquiera se hubiera convertido en uno de los más ricos del mundo”, son frases que se escuchan una y otra vez cuando se habla del proceso de privatización de la telefónica y del crecimiento meteórico de la riqueza de Slim Helú. Pero la realidad es más compleja que tales afirmaciones. Su grupo fue en alianza con France Telecom, SBC (hoy AT&T) y otros inversionistas mexicanos en la puja por Telmex en 1990, consiguiendo el control de la empresa después de que resultara ganadora su oferta para comprar 20.4 por ciento de las acciones por las que se pagaron mil 720 millones de dólares. Esto implicó valuar a la compañía en ocho mil 615 millones de dólares, 16.6 por ciento por encima del valor que registraba en la Bolsa Mexicana de Valores. En ese momento, aunque logró quedar como presidente ejecutivo, él sólo poseía 5.8 por ciento de las acciones de Telmex y todavía no había figurado en ninguna edición de los listados de Forbes. Antes de su ingreso a las telecomunicaciones ya participaba en otros sectores económicos, como la minería, la industria química, el tabaco y los alimentos; pero con los años fue incrementando tal diversificación e incursionó también en hotelería, construcción, infraestructura, en otros rubros comerciales e industriales y hasta en perforación petrolera, con una perspectiva empresarial cada vez más internacional.

Por otro lado, es difícil negar la relación existente entre la fortuna de Carlos Slim y las generosas condiciones de competencia económica que ha enfrentado en México. Con América Móvil obtiene más ingresos que con el resto de sus empresas: en el periodo enero-septiembre de 2009, la compañía facturó mundialmente casi 22 mil millones de dólares mientras que Telmex, Telmex Internacional, Grupo Carso, Ideal e Inbursa, en su conjunto, apenas sumaron ventas por 14 mil millones de dólares. En el sector de la telefonía móvil, México es el país en el que mayor dominancia tiene sobre sus competidores (74 por ciento de participación de mercado) y es también su principal fuente de ingresos: en territorio nacional se encuentran 30 por ciento de sus clientes y allí se generan más de 40 por ciento de los ingresos totales de América Móvil. “Una de las paradojas del galardón de Slim, sin embargo, es que parte de su escalada hacia la cima de la riqueza se debe a las mismas razones que obstaculizan el desarrollo de México y otros países emergentes”, aseguró Eduardo Kaplan en un artículo de opinión publicado en The Wall Street Journal. A pesar de reconocer que modernizó a Telmex, el analista también acusó que el empresario, “con el beneplácito de las autoridades, ha disfrutado de lo que efectivamente se ha transformado en un monopolio privado, justo en un momento en que el sector, desde la telefonía celular hasta internet, se ha convertido en parte esencial del desarrollo de cualquier sociedad”.

Protestas durante la conferencia del empresario en la Universidad de Beirut, Líbano.
Protestas durante la conferencia del empresario en la Universidad de Beirut, Líbano. Foto: Hussein Malla/ AP
ENVIDIAS, RECLAMOS Y ADMIRACIÓN

En México hay datos para creer que la opinión pública no ve con buenos ojos a los empresarios y en ocasiones ni a la acción misma de generar riqueza. Según datos de Consulta Mitofsky de febrero de 2010, sólo 14.8 por ciento de los ciudadanos tiene “mucha confianza” en los empresarios, respaldo que resulta menor que el recibido por la Iglesia, el Ejército, las universidades, los medios de comunicación, la Suprema Corte, el IFE y hasta la Presidencia de la República. La confianza en los empresarios apenas supera a las instituciones mexicanas más desprestigiadas: policías, Congreso, sindicatos y partidos políticos. En toda América Latina se da un fenómeno similar: según la última medición de Latinobarómetro, sólo 42 por ciento de los latinoamericanos confía “mucho” o “algo” en las empresas privadas. La misma encuesta muestra que, en México, 59 por ciento de la población considera que “las empresas privadas son indispensables para el desarrollo del país”, pero sólo 37 por ciento considera que “la privatización de empresas públicas (como en su momento lo fue Telmex) han sido benéficas para el país”.

Con estos números parecía fácil suponer que el anuncio de Forbes de que Carlos Slim ya ocupa el primer escalafón mundial de riqueza personal no sería bien recibido. Muchos analistas se valieron de diversos argumentos para poner a este empresario como el villano de la película, y los que no lo hicieron sintieron la necesidad de defenderlo del supuesto linchamiento público. Pero el sentir nacional parece ser mucho menos severo con Slim Helú que con el resto de los hombres de negocios. En una encuesta elaborada por María de las Heras para MILENIO Diario, se muestra que 59 por ciento de los consultados tiene una opinión “buena” o “muy buena” de Carlos Slim; incluso 60 por ciento cree que “en México deberíamos ponerlo como ejemplo para los niños”. Sin embargo, el sondeo también refleja que la mayoría de los ciudadanos (56 por ciento) cree que la aparición de éste y otros empresarios nacionales en la lista de Forbes “sólo demuestra la desigualdad de oportunidades que hay en México” y para 60 por ciento, el hecho de que el hombre más rico del mundo sea mexicano “no es para enorgullecernos”. Aun así, son más los consideran que “Slim se ha ganado todo lo que tiene gracias a su trabajo, visión y esfuerzo como empresario” (35 por ciento), que los que piensan que “lo tiene gracias a favores recibidos por el gobierno mexicano” (28 por ciento).

Trayectoria de la fortuna
de Carlos Slim

Entre quienes tienen una opinión negativa de Slim podría haber, más que una crítica personal, un reclamo implícito a todo el sistema económico mexicano por la pésima distribución de ingresos que ocasiona. “Más que una crítica a los ricos y a la generación de riqueza, es una crítica a la distribución de la misma. Mucha gente critica a Slim no por lo que él tiene, no es siquiera una cuestión de envidia, sino por el hecho de que su riqueza se da de manera simultánea con una escasez de oportunidades de todo tipo para el resto de la población”, explica Gerardo Esquivel Hernández, profesor-investigador del Centro de Estudio Económicos de El Colegio de México. Asimismo, asegura que la existencia de estas enormes fortunas “refleja que hay sectores de la economía que pueden obtener ganancias extraordinarias a costa de los ciudadanos y que las autoridades económicas no tienen la capacidad para impedirlo”. Pero no sólo habla de Grupo Carso, América Móvil, Telmex y las demás empresas de Slim. “Muchos de los empresarios más importantes del país, los que aparecen en la lista de Forbes, tienen algunas características en común: sus compañías son resultado de concesiones otorgadas por parte del gobierno y participan en sectores muy mal regulados. En otras partes del mundo, que también se otorgan concesiones, éstas coexisten con un marco institucional muy fuerte que es capaz de supervisar la competencia económica, o que, en la ausencia de competencia, es capaz de regular a las empresas para que no obtengan beneficios tan extraordinarios. Esto no ocurre en México”, detalla este doctor en Economía por la Universidad de Harvard.
REGULADORES ATADOS DE MANOS

La competencia económica y la incapacidad de las autoridades reguladoras de meter en cintura a las empresas dominantes no es una preocupación nueva en el país; es un tema política y mediáticamente muy abordado, pero en el que se han dado pocos avances sustantivos. Unos días antes de la publicación del ranking de multimillonarios de Forbes, y como preparando el camino para las discusiones sobre competencia económica que éste generaría en el país, la revista británica The Economist publicó un reportaje sobre México que tituló “Rompiendo los cárteles” (marzo cuatro). Contrario a lo que suele suceder en la prensa internacional, aquí no se hablaba de las organizaciones mexicanas dedicadas al narcotráfico, más bien ponía atención en los cárteles de otro tipo de drogas: las farmacéuticas.

Este semanario especializado veía con buenos ojos la decisión de la Comisión Federal de Competencia (Cofeco) de multar a seis empresas del sector después de haber detectado una colusión de las mismas para la venta de insulina y otros medicamentos al sistema nacional de salud, acción que pudo haberle costado a los contribuyentes cerca de 46 millones de dólares entre 2003 y 2006. Calificaba la sanción como un posible parteaguas en la lucha antimonopólica: “El gobierno, finalmente, puede estar empezando a atacar a los titanes corporativos del país”. No obstante, también señalaba las dificultades que enfrenta la autoridad reguladora para efectivamente castigar las prácticas empresariales anticompetitivas, ya que con la actual Ley Federal de Competencia Económica “puede ser rentable hacer trampa, incluso si te atrapan haciéndolo”.

Ranking de fortunas por países

Lo anterior reviste mayor gravedad si se toma en cuenta que la falta de competencia tiene fuertes implicaciones sobre la pobreza, y que impulsar la competencia económica puede ser en sí misma una política redistributiva. En una investigación sobre los efectos causados por las empresas con poder monopólico en la distribución de la riqueza en México, el académico del Tecnológico de Monterrey, Carlos Urzúa Macías, muestra que el impacto negativo de estas empresas va creciendo a medida que los hogares son más pobres. En el sector urbano, en todos los deciles de ingresos, la pérdida de bienestar que ocasionan las compañías con poder monopólico representa más de un tercio del gasto total promedio de las familias. Y si se observan los hogares rurales del decil más pobre de la población, la pérdida de bienestar ocasionada por el poder monopólico de empresas productoras de tortillas, carnes procesadas, pollo, huevo, leche, bebidas y medicamentos, representa hasta 46 por ciento de su gasto promedio. “Las pérdidas sociales debido al ejercicio de poderes monopólicos u oligopólicos en México no sólo son significativas, sino que también son regresivas, pues afectan más a los que menos tienen”, detalla Urzúa Macías.

En el mismo sentido, el presidente de la Cofeco, Eduardo Pérez Motta, recientemente explicó en un foro sobre competencia económica organizado por la Cámara de Diputados, que en esta materia México enfrenta problemas estructurales que se traducen en un bajo crecimiento, pero que “una política económica orientada a la competencia y a la eficiencia de los mercados es una herramienta fundamental para resolver los problemas de competitividad y de pobreza”. Pérez Motta puso de ejemplo a Brasil, país cuyo fuerte marco regulatorio contrasta con las carencias y la debilidad de las instituciones mexicanas, ya que la potencia sudamericana ha “adoptado las mejores prácticas internacionales en herramientas de investigación y sanción de prácticas monopólicas”. Los detalles que diferencian a ambas legislaciones son muchos: si en Brasil las multas por comportamientos anticompetitivos pueden alcanzar 30 por ciento de las ventas anuales de una empresa, en México la sanción monetaria máxima es de 86.2 millones de pesos; si allá los empresarios pueden enfrentar cargos penales de hasta cinco años de prisión, aquí las sanciones sólo tienen carácter administrativo; si allá se pueden hacer visitas de verificación sin previo aviso, aquí la Cofeco tiene que notificar a la compañía cuando va a iniciar una investigación en su contra. Con esta visión coincidió el investigador de El Colegio de México, Gerardo Esquivel Hernández, diciendo que el hecho de que las sanciones sean administrativas y no penales, que las multas económicas sean pequeñas en monto y que haya instancias legales para hacer que fácilmente éstas no se apliquen, se suman como factores que le restan poder a la Cofeco para ejercer sus funciones a cabalidad, y esto se pudo ver en el caso reciente de los laboratorios coludidos para vender con sobreprecios medicamentos al Instituto Mexicanos del Seguro Social (IMSS). “El caso de las farmacéuticas es patético porque está perfectamente bien documentado, la evidencia es muy contundente y, aun así, no es claro que la Cofeco pueda hacer algo para prevenir que en el futuro las empresas incurran en este tipo de comportamientos”, recordó.

Foto: Rodolfo Angulo/ Cuartoscuro.

Aunque reconoció que hay algunas acciones que el organismo regulador puede hacer para impulsar la competencia, como permitir el surgimiento de una tercera cadena nacional de televisión abierta, este académico anticipó que éstas no serían suficientes. “Tiene que hacerse una revisión a fondo del marco institucional, tanto de la Cofeco, la Cofetel, la CNBV y de todos los demás órganos que se encargan de la regulación de empresas que tienen concesiones públicas; porque si no se da esta reforma, otras medidas, por sí solas, difícilmente van a garantizar una mayor competencia”. Por lo que han manifestado los partidos políticos en repetidas ocasiones, parece haber consenso entre ellos para fortalecer a la Cofeco con una nueva legislación. Sin embargo, falta ver si en abril, cuando el tema tenga que discutirse en el Congreso, los legisladores soportan la presión de los grupos económicos. Para Esquivel Hernández, la reforma procompetencia puede atascarse porque los actores políticos valoran mucho no perder el favor de empresarios de ciertos sectores. “Pero es que si pensaran sólo, o primordialmente, en la mayoría de los mexicanos, sin duda ya hubieran hecho una reforma en esta dirección”, concluyó.

Proyecto del nuevo Museo Soumaya.
Proyecto del nuevo Museo Soumaya. Foto: Especial
Países de Magnates

Del análisis de la lista de Forbes de las personas con las mayores fortunas del orbe, se concluye que no todos los países tienen la misma capacidad para generar riqueza y tampoco para repartirla. De los 10 países que más riqueza tienen listada en este ranking, sólo seis se encuentran entre las 10 economías más grandes del mundo. Según la medición del PIB de 2008 del Fondo Monetario Internacional, Brasil, India, México y Suecia no están entre las 10 mayores economías del mundo, sin embargo sí se encuentran en el top ten de más riqueza listada en Forbes. Estados Unidos sigue siendo el país con más “billonarios” (con más de mil millones de dólares, según el uso que da el sistema inglés al término billón), al tener 403, lo que significa 13.1 billonarios por cada 10 millones de personas de población. Le sigue China —incluyendo a Hong Kong— con 89 billonarios en la lista, y luego Rusia con 62. En términos de la riqueza listada, Estados Unidos también está en el tope con fortunas por un valor de 1.35 billones de dólares, seguido por Rusia con 265 mil millones de dólares y China con 249 mil millones de dólares. México está empatado con Francia y Brasil en el séptimo lugar de más riqueza en la lista con 90 mil millones de dólares, pero dentro de estos tres países es el que menos “billonarios” tiene (sólo nueve) y también en el que esta riqueza representa un mayor porcentaje del PIB.

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