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jueves, 21 de junio de 2018

El feminismo como imperialismo

La autora critica la utilización interesada que hace el gobierno de EEUU del tema de los derechos de la mujer para invadir o practicar una injerencia en otros países

10/03/2005 - Autor: Katherine Viner - Fuente: The Guardian - Traducción: Laura E. Asturias
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Katherine Viner
Katherine Viner
"¡El respeto hacia las mujeres... puede triunfar en Oriente Medio y más allá!" exclamó el líder del mundo libre en las Naciones Unidas la semana pasada. "La represión contra las mujeres está en todos lados y es siempre incorrecta", dijo al diario The New York Timesentusiasmado con su tema de que Occidente debería atacar a Irak por el bien de las mujeres.
Así como bombardeó Afganistán para liberar a las mujeres de sus burqas y envió a su esposa Laura a denunciar cómo se tortura a las afganas por usar pintura de uñas, ahora Bush ha tomado la hasta ahora desconocida causa de las mujeres de Irak -basta con ver las citas: ¡las mujeres aparecen en todos lados!- para justificar una guerra más. ¿Adónde irá después? ¿A China, por su política del hijo único anti-niñas? ¿A India, por la inmolación de las viudas? ¿A Gran Bretaña, por su criminalmente baja tasa de sentencias en casos de violación?
En Estados Unidos, Bush no es feminista. En su primer día en la Casa Blanca, canceló los financiamientos para cualquier organización internacional de planificación familiar que ofrezca servicios de aborto o consejería sobre éste (lo que muy probablemente costará las vidas de miles de mujeres, niñas y niños); este año, rebautizó el 22 de enero -el aniversario de la ley Roe versus Wade que permitía el aborto a solicitud- como el Día Nacional de la Santidad de la Vida Humana y comparó el aborto con el terrorismo: "El 11 de septiembre vimos claramente que el mal existe en este mundo, y que no valora la vida.. Ahora nos involucramos en una lucha contra el mal y la tiranía para preservar y proteger la vida".
Sin embargo, este plagio de la retórica feminista no es nuevo, particularmente si su función es la expansión nacional; de hecho, tiene un sorprendente paralelo con otra generación de hombres a quienes, en forma similar, poco les importaba la liberación de las mujeres. Los hombres del "establishment" victoriano, que condujo a las grandes conquistas imperialistas en el siglo XIX, lucharon ferozmente contra las cada vez más beligerantes demandas feministas de las mujeres y sus ocasionales éxitos (unas cuantas iban a la universidad, y había nuevas leyes que permitían a las mujeres tener propiedades); pero a la vez, alrededor del mundo, utilizaban el lenguaje del feminismo para adquirir el botín de las colonias.
Los patriarcas coloniales creían que las tradiciones de la clase media victoriana representaban la cumbre de la civilización, y se dispusieron a implementar este modelo a cada lugar donde iban — por supuesto manteniendo a las mujeres en su lugar de subordinación. Todo lo que querían era reemplazar la misoginia oriental con la misoginia occidental. Pero, al igual que Bush, plagiaron el lenguaje feminista a fin de denunciar a la cultura indígena; y, dice Ahmed, de esta manera el feminismo le sirvió al colonialismo como "una criada". "Ya fuera en manos de hombres patriarcales o de feministas", escribe, "las ideas del feminismo occidental funcionaron, en esencia, para justificar moralmente el ataque a sociedades nativas y apoyar la noción de la superioridad integral de Europa".
A estos ladrones del lenguaje feminista no les interesa (ni les interesaba antes) fingir que de hecho les preocupan las mujeres en los países colonizados o bombardeados. En Egipto, los británicos aseguraron activamente que la condición de las mujeres no mejorara: elevaron las cuotas escolares (impidiendo así la educación de las niñas) y desalentaron la capacitación de mujeres médicas. Y el "feminista" George W. Bush ha abandonado a las mujeres de Afganistán: ¿dónde está su preocupación (o la de Laura, o la de Toni Blair, o la de Cherie Blair, quien también fue sacada por su esposo para hablar sobre el asunto) por las tantas afganas que viven temerosas de los que ahora gobiernan el país y que en numerosas formas son tan represivos como los talibanes? ¿Dónde estaban sus protestas cuando Sima Samar, la ministra de Asuntos de la Mujer de Afganistán y apenas una de las dos ministras en el gobierno de Hamid Karzai instalado por Occidente, fue obligada a dejar su cargo este verano debido a amenazas de muerte?
Esta cooptación del feminismo sin cuidado alguno hacia las mujeres en el terreno no deja de tener sus consecuencias - aunque, predeciblemente, no son los colonizadores quienes las sufren. Ahmed escribe: "El uso que el colonialismo hace del feminismo para promover la cultura de los colonizadores y socavar la cultura nativa le ha... impreso al feminismo en sociedades no occidentales la mancha de haber servido como un instrumento de la dominación colonial, convirtiéndolo en sospechoso ante los ojos árabes y vulnerable a la acusación de ser un aliado de los intereses coloniales".
De hecho, muchas mujeres musulmanas sospechan del feminismo de estilo occidental justamente por esa razón, un hecho que es crucial que comprendan las feministas de Occidente. La creciente islamización de las sociedades árabes y el impacto neocolonial de la guerra contra el terrorismo han significado, según la académica Sherin Saadallah, "el feminismo secular y el feminismo que imita al de Occidente tienen problemas en el mundo árabe".
Sin embargo, el hecho de las mujeres árabes rechacen el feminismo de corte occidental no significa que acepten la subyugación de su sexo. Las musulmanas deploran la misoginia tanto como las occidentales, y saben que las sociedades islámicas también las oprimen; ¿por qué no habrían de saberlo? Pero, para ellas, la liberación no implica destruir su identidad, religión o cultura, y muchas de ellas quieren conservar el velo.
En reflejo de ello, un particular tipo de feminismo musulmán se ha desarrollado en años recientes, el cual no es ni occidentalizado y secular, ni islamista y ultratradicional. Por el contrario, está tratando de desmantelar aquello que refuerza la subyugación femenina dentro del marco islámico. Leila Ahmed y Fatima Mernissi son voces teóricas significativas, cada vez más relevantes e influyentes.
Y en Occidente, a las feministas les queda el hecho de que sus propias creencias están siendo pisoteadas por líderes mundiales en nombre de una causa que no hace nada por las mujeres a quienes fingen proteger. Esto no es sino un abuso contra el feminismo que desacreditará aún más la causa del feminismo occidental en el mundo árabe, así como aquí. Cuando George W. Bush expresa eslóganes feministas, es el feminismo el que pierde poder.
Pero ese plagio es congruente con el espíritu de estos tiempos. El feminismo es utilizado para cualquier cosa estos días, excepto para la lucha por la verdadera equidad. Es usado para vender capacitadoras/es, para justificar las mutilaciones corporales, para conseguir que las mujeres hagan pornografía, para ayudar a los hombres a librarse de acusaciones de violación, para asegurar que las mujeres sientan que se respetan a sí mismas porque usan una marca de champú que eleva la autoestima. No es extraño, entonces, que también esté siendo utilizado como una razón para bombardear a las mujeres, las niñas y los niños.
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