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lunes, 25 de junio de 2018

Las fantasías de los tiranos

Isabel Turrent
24 Jun. 2018

Vivimos tiempos oscuros. Tiempos de autócratas que buscan vulnerar la democracia liberal, que es el único sistema que garantiza a los ciudadanos la alternancia política y la protección de los derechos individuales, desde la libertad de expresión hasta el voto libre y secreto.

Tiempos de falsedades y mentiras, promesas imposibles, manipulación mediática y ventas de utopías maniqueas llenas de odio, donde la desaparición de enemigos imaginarios inaugurará un futuro radiante.

En Hungría, Orban ha aprovechado su mayoría en el Parlamento para convertir en delito cualquier intento de ayuda a los refugiados. Y en Estados Unidos, Donald Trump inauguró una política inhumana, racista y vil, que pretende detener la inmigración ilegal separando a los niños de los padres que buscan refugio en Estados Unidos.

Como otros, estos dos han montado sus políticas antidemocráticas y racistas sobre el carro completo que los votantes les regalaron.

Su principal obstáculo son las instituciones democráticas que garantizan el equilibrio político y la independencia de los poderes y apuntalan la fuerza e independencia de diferentes grupos de presión y de los medios.

Para debilitar a la democracia que le estorba, Trump ha seguido el mismo guión que ha consolidado en el poder a sátrapas antidemocráticos, desde Turquía hasta Rusia, antes de aterrizar en Estados Unidos.

Todos han agigantado los problemas de sus países hasta convertirlos en crisis inmanejables que sólo ellos pueden solucionar: distopías de ciencia ficción. Han inventado enemigos mortales y destruido o atacado a los medios independientes que pueden vulnerar su visión de la historia.

Putin es el gran maestro de las historias alternativas. Todos los medios, especialmente la televisión, principal fuente de información de la mayoría de la población, han bombardeado a los rusos con una nueva geopolítica, donde una entidad llamada Eurasia es el corazón de la historia. Eurasia, donde no hay fronteras (Rusia puede invadir a Ucrania y apoderarse de Crimea porque ambas forman parte de Eurasia y por lo tanto de la madre Rusia), y el principal enemigo es la Unión Europea -el único bloque político que puede limitar las ambiciones y la fantasía imperial geopolítica de Putin. Alexander Dugin, uno de los ideólogos del nuevo sueño euroasiático, dijo con todas sus letras, cuando Rusia invadió parte de Ucrania, que la demolición del Estado ucraniano era parte de la guerra para destruir Europa.

Trump es menos sofisticado. Sus asesores no son Vladislav Surkov -el genio tras la imagen de Putin y la manipulación informativa de la intervención rusa en Ucrania y Siria- sino dos psicópatas racistas, Miller y Sessions, y funcionarios balbuceantes como Kirstjen Nielsen, la secretaria de Seguridad Nacional y encargada de la heroica operación de encarcelar niños.

Trump ha sumado un solo medio al arsenal de manipulación de los tiranos posmodernos: Twitter. Sus mensajes, el mejor ejemplo del mundo de la posverdad, le han permitido pasar por encima de los medios y las instituciones democráticas y tener una comunicación directa con millones de sus seguidores.

Sus proyectos autoritarios son más peligrosos para el mundo porque Estados Unidos es una nación mucho más poderosa que Rusia. Trump busca consolidar su poder, fortaleciendo a la oligarquía republicana que financia y sostiene al partido, y a la base de votantes racistas e ignorantes que lo llevó al poder (50% de los cuales apoya la brutal política de dividir a las familias de quienes buscan asilo). Para alimentar la fantasía de recrear un etno-Estado blanco que nunca existió, ha convertido a los inmigrantes en su blanco favorito. Enemigos perfectos porque no votan y no pueden defenderse.

Fronteras afuera, Trump pretende instaurar la hegemonía política, económica y militar de Estados Unidos en el mundo por cualquier medio: estableciendo alianzas non sanctas con países totalitarios como Corea del Norte, emprendiendo una guerra comercial y diplomática en dos frentes, con aliados y enemigos, y destruyendo los cimientos del orden internacional que Estados Unidos ayudó a construir desde la posguerra. Ha abandonado el tratado con Irán, el acuerdo de París sobre el calentamiento climático y probablemente entierre al TLC y a la OMC.

Trump es el mejor ejemplo de las terribles consecuencias políticas de comprar los espejismos que ofrecen los tiranos.



editorial@reforma.com

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