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viernes, 10 de mayo de 2019

La marca de la traición en el apellido de Amlito

Ya sabrán los priístas lo que les espera si no logran parar a ese nuevo tsunami que desde el sur-sureste los amenaza con el apoyo de la fuerza transformadora de Morena y de López Obrador, sin embargo, es verdad irrefutable que a lo largo de sus 90 años aprendieron a convivir con la traición
 
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Una de las tantas estrategias de la Cuarta Transformación para permanecer un siglo en el poder, como casi lo consiguió su más inmediato antecedente, el PRI, es aniquilar a éste de la peor de las maneras posibles, con la traición pública, descarada de uno de sus más importantes factores de poder, el gobernador de Campeche, conocido hoy como “Amlito” por el repentino amor que le dio por Andrés Manuel López Obrador, a quien antes de ganar la Presidencia se atrevía a recibirlo de la peor manera en su territorio si se atrevía a ingresar en busca de votos.
Alejandro Moreno, antes conocido como Alito, apenas vislumbró que el candidato de Morena ganaría las elecciones de julio de 2018, cambió de bando sin pudor alguno; hoy es considerado como un Caballo de Troya mediante el cual los ex priístas que se marcharon a la oposición tras su también ex correligionario, Andrés Manuel López Obrador, intentarán operar la muerte asistida del partido que, como Porfirio Díaz, alguna vez fue omnipotente.
El gobernador campechano, que en el apellido paterno lleva la marca cainita identificada con la traición (Moreno), se vislumbra como uno de los posibles beneficiarios de la histórica, pero temeraria, disposición de Claudia Ruiz Massieu, de que los priístas por primera ocasión en su larga vida elijan libre y directamente a su dirigencia nacional, bajo la vigilancia del Instituto Nacional Electoral, porque tendrá todo el apoyo de la Cuarta Transformación, integrada a su vez en la cúpula por puros ex priístas que en su momento operaron las viejas prácticas del PRI para mantenerse en el poder.
Moreno es un apestado entre los priístas aún leales a las siglas de su partido, sin embargo, mantiene alianzas con otros factores de poder de su partido, en especial algunos de sus pares gobernadores también con origen en el Sureste y, como él, con la traición a flor de piel.
Juntos y uniendo esfuerzos a sus aliados de ocasión, intentarán manipular a los priístas que inaugurarán la democracia hacia el interior del PRI.
Para su mala fortuna, Amlito está más que plenamente identificado por otros factores de poder del PRI, como el ex secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, que ya en una ocasión en la Casa de Gobierno en Toluca, cuando Eruviel Avila estaba en el poder, por poco y lo descuenta ante la divertida mirada de los asistentes a la culminación del periodo del entonces gobernador mexiquense al frente de la Conago.
Osorio Chong es coordinador de la breve bancada priísta en el Senado de la República, pero también uno de los claros favoritos a suceder a Ruiz Massieu en la presidencia del PRI.
Si como dice el Presidente López Obrador, el Cisen se dedicaba a espiar a los políticos, el ex secretario de Gobernación debe poseer un expediente voluminoso sobre el gobernador de Campeche. Que a nadie extrañe si de pronto empiezan a circular historias sobre sus andanzas.
Por ejemplo, con el amor que hoy le muestra a Andrés Manuel antes se echaba a los brazos de la estrella fulgurante del panismo en tiempos de Felipe Calderón, su paisano Juan Camilo Mouriño, quien parecía destinado a ser el tercero de la dinastía panista.
Por entonces no tenía el presupuesto estatal bajo su control, pero ya era famoso por su especialidad para agasajar a propios y extraños y embaucarlos.
Así fue como consiguió colocar bajo amenaza a los priístas con el cuento de que llegaría con las siglas del PAN a la gubernatura. La fatalidad quiso que los sueños de Juan Camilo se truncaran y que los suyos se pospusieran un poco, pero él siguió adelante hasta encandilar a Enrique Peña Nieto con el mismo cuento con que hoy cree haber enamorado a López Obrador, cuyo ‘feeling’ para advertir la presencia de traidores en su presencia es proverbial, sobre todo si se trata de cooptarlos.
El gobernador Moreno es uno de los prospectos más sólidos para encabezar al PRI en su propia cuarta transformación, no se olvide que nació como PNR en 1929 bajo el auspicio de Plutarco Elías Calles; posteriormente se convirtió en PRM, con Lázaro Cárdenas y luego Miguel Alemán lo transformó en PRI. Peña Nieto sugirió en su última ronda de entrevistas antes de dejar la Presidencia que cambie de ADN, pero también de siglas.
Ya sabrán los priístas lo que les espera si no logran parar a ese nuevo tsunami que desde el sur-sureste los amenaza con el apoyo de la fuerza transformadora de Morena y de López Obrador, sin embargo, es verdad irrefutable que a lo largo de sus 90 años aprendieron a convivir con la traición.
¿Qué les evitaría vivir sus últimos tiempos dirigidos por un traidor que no se esfuerza siquiera por esconder su peor cualidad?

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