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lunes, 20 de mayo de 2019

Las "noches blancas" del Ramadán: el difícil ayuno en el Ártico

Las largas jornadas de verano hacen que los últimos años la prohibición de comer y beber durante el día sea difícil de mantener. Pero, ¿qué sucede si nunca se hace de noche?

Foto: Un hombre se acerca a la mezquita de Malmö, Suecia, para la oración de los viernes, en marzo de 2009 (Reuters)
Un hombre se acerca a la mezquita de Malmö, Suecia, para la oración de los viernes, en marzo de 2009 (Reuters)
Para los musulmanes, estos últimos años está siendo especialmente difícil vivir el Ramadán. Hacía décadas que no caía en pleno verano, justo cuando los días son más largos y las noches más cortas. Lo que hace que la obligación de no comer ni beber nada desde que sale el sol hasta que se pone sea todo un reto. Algo, incluso, prácticamente imposible para los fieles que viven más al Norte.
Es lo que ocurre en las localidades cercanas al Círculo Polar Ártico. Allí, entre los meses de mayo y agosto tiene lugar el llamado sol de medianoche, un fenómeno natural que dura más o menos días en función de lo cerca que se esté del Polo Norte y que hace que sea imposible distinguir el día de la noche.
Al seguir el calendario lunar, el mes sagrado musulmán no tiene fechas fijas, sino que cada año empieza unos 11 días antes que el anterior. En 2009, por ejemplo, comenzó el 22 de agosto y, en 2010 lo hizo el 11 de agosto. Desde entonces, se ha ido acercando cada vez más al corazón del verano. Este año, de hecho, se inicia ahora, a pocos días de su inicio oficial.
Esto volverá a ocurrir en 2017. Sin embargo, hacía casi 30 años que el Ramadán no caía por estas fechas. Por aquel entonces, el número de musulmanes residentes en esta parte del mundo era insignificante. Pero hoy la situación ha cambiado y los nuevos flujos migratorios hacen que cada vez sean más los seguidores del Islam que viven en las regiones más septentrionales de la Tierra. Es un problema con el que Mahoma no contaba cuando fundó su religión, pues seguramente no sabía que en algunas partes del planeta el sol no se pone nunca durante determinados periodos del año. Pero han pasado 14 siglos desde entonces y los varios miles de musulmanes que ahora habitan en estas zonas se enfrentan a un verdadero dilema.
A falta de una norma unitaria, en estos últimos años, algunos han optado por seguir el horario de ayuno de La Meca o de Medina, sus ciudades sagradas. Otros, más estoicos, han preferido adherirse al de las capitales europeas que les quedan más cerca, tales como Estocolmo, Oslo o Helsinki, donde el sol desaparece del horizonte, sí, pero sólo durante escasas horas. También hay quien ha propuesto retrasar el Ramadán unas semanas, hasta que el sol salga y se ponga con normalidad.
Musulmanes oran en la Mezquita de la Misión Islámica Mundial en Oslo, en julio de 2011 (Reuters)
Musulmanes oran en la Mezquita de la Misión Islámica Mundial en Oslo, en julio de 2011 (Reuters)

Una fatwa clarificadora

Pero esta disparidad de criterios no gusta a los estudiosos del Islam, que finalmente han decidido emitir una regla común para que los fieles sepan a qué atenerse. “No es un tema fácil, así que pedimos al Consejo Europeo para las Fatwas y la Investigación que se pronunciara”, explica en declaraciones a El Confidencial Mohammed Amin Kharraki, portavoz de la Asociación Islámica de Suecia.
Tras años de estudio, este organismo promulgó una fatwa en 2015, según la que los musulmanes del extremo norte deberán ayunar junto a todos los demás, pero siguiendo el último horario en que hubo una diferencia clara entre el día y la noche en la zona en la que residen.
Dada a conocer pocos días antes del inicio del mes sagrado, “este es el primer año que hemos tenido una guía clara sobre lo que hay que hacer”, detalla Kharraki, para quien “es muy importante que los fieles sepan que existe una norma, pues les ayuda a sentirse en paz y a gusto consigo mismos, sin remordimientos sobre si están o no haciendo lo correcto”.
Aun así, hay quien piensa que las horas de ayuno en los países del norte siguen siendo demasiadas. Este año, por ejemplo, los habitantes de Estocolmo tuvieron que guardar unas 20 horas de ayuno, desde las 2.20 de la madrugada, aproximadamente, hasta las 22.20 de la noche.
Otros, sin embargo, están orgullosos de haberlo conseguido. Es el caso de Jemila, de 52 años. Es de origen eritreo, pero lleva ya casi 30 años viviendo en Suecia. Para ella, que trabaja como auxiliar de enfermería en un hospital del centro del país, vivir el Ramadán estos años está siendo “un auténtico desafío”. Sin embargo, asegura que “una persona es capaz de hacer cualquier cosa cuando la actitud es la correcta”. “Me siento afortunada por tener a Dios en mi vida, siento su apoyo en las largas horas sin comida ni agua, me hace ser más humilde por todas las cosas que doy por descontadas”. En su opinión, “las personas nos olvidamos fácilmente de los privilegios que tenemos”. Sin embargo, en su caso, el ayuno le ayuda a ser “más consciente de todas las bendiciones” que tiene y de lo que puede hacer “por los que viven una vida mucho más dura, todos los días del año”.
Con los años, el Ramadán volverá a caer en invierno, y los largos días escandinavos se acortarán hasta quedar reducidos a unas pocas horas. Ayunar será más fácil, eso seguro. Aunque, probablemente, muchos prefieran aguantar un mes de verano con escasa comida, antes que volver a pasar por las negras e interminables noches de invierno que cada año llenan de oscuridad esta región del planeta.

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