Sean las alabanzas más excelsas para Allah, el Altísimo, el Creador, Aquel que inicia y moldea las formas de lo visible y lo invisible. Sea la azalá de Allah y su salam sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el Día del Juicio.

As-salam ‘alaykum wa rahmatullah wa barakatuhu,

Que las bendiciones sean para el Señor de los todos Mundos, el Altísimo que nos revivifica en el mes de Ramadán con el ayuno. Ayuno que no templa como el aceite a una espada, ayuno que nos hace conocer que ni el hambre ni la sed puede con nuestro espíritu, ayuno que purifica nuestro cuerpo. Nos acercamos vertiginosamente al día 15 de Ramadán, la luna llena ilumina la oscura noche y nuestra ‘ibada.

Queridas hermanas, queridos hermanos este año celebramos una feliz coincidencia. Las banu Adam, los banu Ibrahim nos encontramos en este mes y contemplamos como cada uno celebra sus fiestas y sus ritos. Allah, el Altísimo, ha hecho converger en esta primavera el mes de Nissan con su Pesaj para los judíos, el mes de abril con su Pascua para los cristianos y el mes de Ramadán para nosotros las gentes del salam. Una bella ocasión para conocerse, respetarse y desearse lo mejor rememorando lo que nuestro Corán dice:

¡Oh, humanidad! Nosotros os creamos de un hombre y una mujer e hicimos diferentes naciones y tribus para que os conozcáis los unos a los otros. Ciertamente, entre vosotros el más noble es para Allah quien de vosotros tiene conciencia de Él. En verdad, es Allah Conocedor, tan bien informado (Corán 49: 13)

Conocerse, respetarse y convivir es parte del salam, el equilibrio que el Altísimo nos prescribe a todos los hijos de Adam, ese conocerse y respetarse que siempre estaba en la mente de nuestro amadísimo Mensajero ﷺ porque él no negaba nada a aquellos que eran de la gente del Libro (ahl al-kitāb), sino que los reconocía como hermanos. Eso deberíamos hacer nosotros y que en nuestra ‘ibada en este sagrado mes estén presentes ya sea en nuestro dua o bien con generosidad invitándoles a compartir con nosotros. Las tres familias que convergen en el millat de Ibrahim (as), de Musa (as) y de ‘Isa (as) que fue continuado por nuestro amado sayyidina Muḥammad ﷺ. Un millat que ha de recordarnos el esfuerzo, la destrucción de los ídolos materiales e inmateriales, la liberación y la revelación. Y para que recordemos esto dice Allah, que Su nombre sea exaltado:

Y este es el argumento que dimos a Ibrahim contra su pueblo. Elevamos el grado de quien Nosotros queremos. Ciertamente Tu Señor es Sabio. Y Nosotros le otorgamos a Ishaq y a Yaqub, a ambos guiamos. Y a Nuh ya lo guiamos antes y a su progenie: Dawud, Sulayman, Ayub, Yusuf, Musa y Harun. Y así es como Nosotros recompensamos a quien está en la excelencia. Y a Zakariyya, Yahya, ‘Isa y Ilyas. Todos ellos estaban entre los justos. Y a Ismail, Ilysa‘, Yunus y Lut. Y a todos, Nosotros les agraciamos entre todos los mundos. Y así como sus padres, progenie y hermanos, a e ellos Nosotros escogimos y les guiamos por el recto sendero. Esta es la guía de Allah, Él guía por ella a quien quiere de los que le reconocen Mas si hubieren sido idólatras que vano hubiera sido lo que construyeron. A estos son a los que Nosotros les dimos el Libro, la Sabiduría y la Profecía, pero si fueran cafres, Nosotros se lo confiaremos a otro pueblo que no sea zafio. A estos son los que guio Allah, así que ¡sigue esa dirección! Di: «¡No os pido recompensa alguna por esto, tan solo es un recuerdo para todos los Mundos!». (Corán, 6: 83-90)

Es de este linaje pleno de baraka del que proviene nuestro salam y nuestra ‘ibada, ¿cómo no honrarlo? Queridas hermanas, queridos hermanos cuando hoy hagáis el iftar y vuestro dua acordaos de todos los que descendemos de estos profetas elegidos y pedid para todos una guía con salam y bendita.

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Hoy convergen nuestro ayuno de Ramadán, el inicio de la Pesaj judía y la vigilia de Pascua cristiano en un viernes de encuentra. Todas se encuentren en la palabra liberación, que celebramos en la noche de hoy. Las tres son fiestas que invitan a la reflexión sobre que significa liberarse.

Nos liberamos de lo mundano. Nos liberamos de Faraón que tras siglos y siglos intenta retenernos como esclavos de ídolos y deseos. Nos liberamos del miedo a la muerte, porque tras romper el ayuno, salir de Egipto o esperar en la cueva vemos que Allah, Altísimo, siempre responde y que el miedo solo es un susurro de Shaytan. Nos liberamos del terror al hambre y la sed, pues tras este día siempre hay algo para nosotros en la mesa, tan bien dispuesta. Nos liberamos haciéndonos siervos de Él, reconociendo su omnipotencia y poder, pues el ser humano es barro insuflado, finito y frágil que se endurece con cada ayuno, con cada invocación, con cada recuerdo.

Porque estas noches también recordamos. Recordamos como Musa rompió las cadenas, como ‘Isa nunca llegó a morir y como a nuestro Mensajero ﷺ privándose de comida y bebida sayyidina Jibril (as) le hizo recitar las palabras del Corán. El recuerdo (tadhkira) es el ejercicio básico del creyente, es el que le permite estar en el presente del Altísimo y trascender de tiempos lineales, mundos finitos y miedos presentes. Recordando (dhikr) el creyente se vuelve indestructible porque se está en Allah, el Altísimo, porque trasciende nuestro mundo. Un creyente sin recuerdo de los símbolos es un creyente empobrecido, un creyente sin recuerdo es tan débil porque vive para su nafs (ego).

Y así en la liberación y el recuerdo nos encontramos en la mesa. Una mesa bien dispuesta, tan simbólica, tras la espera, tras la liberación que nos nutre el espíritu, la comida lo hace en nuestro cuerpo físico. Rompemos el ayuno con el agua y con los dátiles, con el agua que no había en el desierto y con los dátiles que surgen de la vida oculta de ese mismo desierto. Nuestros hermanos judíos se encuentran en torno al cordero sacrificado en nombre del Altísimo, el pan ázimo y la hierba amarga recordando que el Altísimo recompensa el cuerpo antes de emprender el camino. Y los cristianos se abstienen de la carne y ayunan en la noche del viernes porque la vida llega más lejos que la carne que ha de resucitar. Nos sentamos en torno a una mesa bien dispuesta como dice el Corán:

Y cuando Yo revelé a los apóstoles: «¡Confiad en Mi y en mi Mensajero!», ellos respondieron: «¡Confiamos! Se testigo de que estamos pacificados». Cuando dijeron los apóstoles: «¡‘¡Isa, hijo de Maryam! ¿Acaso puede hacer tu Señor que descienda del cielo para nosotros una mesa bien dispuesta?», y él respondió: «¡Sed conscientes de Allah, si es que sois creyentes…». Dijeron ellos: «¡Deseamos comer de ella y tranquilizar nuestros corazones, pues nosotros sabemos que, en verdad, eres sincero y somos de esto testigos!». Dijo ‘Isa, hijo de Maryam: «¡Oh, Allah! ¡Señor Nuestro! Desciende del cielo una mesa bien dispuesta para todos nosotros, que tengamos un día de gozo, del primero al último, y sea un signo que provenga de Ti. Provéenos, tú que res quien mejor provee». Dijo Allah: «Si, os la descenderé para vosotros, mas si después de esto alguno no cree… ¡Tendrá tal castigo que no tendrá comparación con cualquier otro castigo que Yo he dado en cualquier otro de los mundos!» (Corán, 5: 111-115)

Cada práctica es una ‘ibada y el comprendernos nos enriquece, nos ilumina. Reflexionemos, aunque sea por un instante, porque los creyentes estamos bendecidos y tenemos un tesoro que muchos anhelarían. Un tesoro que está en nosotros, en nuestra memoria, en nuestras acciones. Recordemos el millat de Ibrahim y revivámoslo no solo hoy sino cada día. Y quiera Allah darnos taqwa para comprender la plenitud de lo que esto significa. Quiera Allah manifestarse en nuestro recuerdo e impedir que la ghafla (olvido) nos posea. Quiera que seamos hijos e hijas de Adam (as) y que el barro vivificado sea nuestro cuerpo en el Jardín que ha de venir. Quiera Allah darnos Allah.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, y la luz de su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el Señor de los mundos.