La vida del mundo indígena es un ritual perpetuo
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- El Colegio NacionalCCO:erubielcamacho43@yahoo.com.mxvie. 28 de feb. a las 16:05La vida del mundo indígena es un ritual perpetuo*Se presentó el libro Teatro náhuatl. Prehispánico, colonial y moderno de Miguel León-Portilla, editado por El Colegio Nacional en la 41 Feria Internacional del Palacio de Minería*Patrick Johansson, Morelos Torres Aguilar, Juan Carlos Torres López y Alejandro Cruz Atienza, participaron en la actividad a la que asistió Ascención Hernández Triviño, quien fuera esposa de León- Portilla y su hija Marisa*Este libro nos invita a pensar en otras expresiones que no necesariamente encajan en lo que conocemos como teatroEn la vida ritualizada del mundo náhuatl es importantísimo el mito, que no es simplemente un género literario, sino una forma de pensamiento que moldea toda la manera de categorizar el mundo, dijo Juan Carlos Torres, traductor del idioma náhuatl, catedrático y alumno de Miguel León-Portilla, durante la presentación del libro Teatro náhuatl. Prehispánico, colonial y moderno, edición reciente de El Colegio Nacional, que tuvo lugar en la 41 Feria Internacional del libro del Palacio de Minería la tarde de ayer.Este libro, además de todo lo que plantea, contiene testimonios bilingües, es una edición que apela a esta forma de ver el mundo indígena a través de las imágenes y las representaciones. Su riqueza nos invita a pensar en otras expresiones que no necesariamente encajan en lo que nosotros conocemos como teatro, destacó el catedrático de la UNAM.El volumen que integra imágenes alusivas a los distintos momentos que aborda, como códices, representaciones de antiguas danzas y grabados coloniales, fue presentado por Patrick Johansson, Morelos Torres Aguilar, Juan Carlos Torres López y Alejandro Cruz Atienza, director de publicaciones de El Colegio Nacional.Para Juan Carlos Torres, la realidad de donde se desprenden distintas expresiones para aterrizar el pensamiento que nutre al mito, posee nuevas clasificaciones y una de éstas es la verbal, que al final se conserva solo en el texto escrito, sin embargo es importante tomar en cuenta la existencia de toda la parte ritualizada que incluye música, tiempo, espacio, pasos de danza y sonoridad.Involucrado en la edición de este volumen en el que invirtieron dos años desde que León-Portilla, integrante de El Colegio Nacional, eligió los textos y se realizó el proceso de captura y revisión, Torres López dijo que después de la conquista inició el teatro de la evangelización, cuando los frailes se dieron cuenta de que la palabra no es suficiente para hacer entender esas ideas, por lo que fue necesario un dispositivo de comunicación totalizante como la representación, el mito, la imagen que contienen los códices y la danza.“Este libro es importante no solo por ser una antología, sino porque inicia con una crítica a lo que se ha hecho siempre con la literatura indígena, que es tratar de estudiarla desde las categorías occidentales y no se ha dado un espacio para analizar qué es, si es algo nuevo, o si se puede comparar o no”, afirmó.“A pesar de que es un texto que abarca expresiones literarias que coinciden mucho con lo que es el teatro occidental moderno, los primeros capítulos los dedica su autor a las fiestas de las veintenas, con lo cual, nos dice el doctor León-Portilla que hay que replantearnos nuevamente qué es el teatro, si lo vamos a tener que encajonar nuevamente en los términos del teatro griego, o si este tipo de expresiones que han tenido tantas culturas a lo largo de la historia universal, pueden también entenderse como teatro”.Torres López, quien dijo sentirse parte de la familia del historiador a medida que pasó el tiempo, agregó que el valor de Teatro náhuatl. Prehispánico, colonial y moderno se debe a muchos factores, entre éstos, que integra piezas completas bilingües, como las de Horcasitas, fragmentos, como el de Esperando a Godot en náhuatl y obras muy curiosas como El miércoles santo que lo impresionó mucho.“Es una obra que tiene como eje central las cartas que le manda la gente que está en el limbo, a la Virgen María para convencerla de que abrigue al verbo en su vientre para que pueda nacer Jesucristo y después con su sacrificio vaya a rescatarlos”.Agregó que al final del volumen se encuentra la única obra de teatro escrita por León-Potilla a la edad de 29 años, La huida de Quetzalcóatl, que tiene una clara estructura del teatro griego, donde se refleja parte de sus inquietudes sobre el tiempo que nunca se detiene, por lo que no sabemos si algo de lo que hacemos va a permanecer.Esta obra que se presenta por primera vez traducida al náhuatl por Francisco Morales Baranda y el propio Juan Carlos Torres, con todo lo que implica hablar del tiempo en esa lengua, tiene también la intención de que un hablante de otra región la pueda entender, agregó el también doctor en estudios mesoamericanos.Al retomar el tema de la obra sobre el tiempo, el profesor de náhuatl comentó que León-Portilla le dijo que no hay que vivir pensando en si podremos dejar algo que trascienda o si todo terminará cuando muramos.“Aquí, en este libro estuvo el Doctor Miguel, está el doctor Patrick que fue su alumno, estoy yo, que fui alumno de ambos. Aquí están mis alumnos y cuando yo esté viejo o me muera, ellos van a seguir este trabajo, entonces al final el legado es lo que perdura”.Por su parte, Patrick Johansson, director del Seminario de Lengua y Cultura Náhuatl, académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua y miembro honorario de la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas en México, comentó “el texto integra todo lo que ha cosechado Miguel a través de la investigación y la publicación de los estudios durante los casi 94 años que iba a cumplir de juventud acumulada”.Johansson celebró la obra de León Portilla y dijo que al evocar el libro, recordamos parte de su vida y con ésta la importancia de la presencia de María Ascención de León- Portilla, su esposa, y de su hija Marisa.Destacó que el mundo náhuatl era de suma teatralidad, porque la fecha de nacimiento concedía el destino al personaje, si por ejemplo nacía como don Miguel, en una trecena uno flor, debía ser poeta, dramaturgo y humanista en general, lo que le otorgaba a cada quien su papel en la vida.“Lo que hizo Miguel es dar el paso hacia el otro, primero hablando el náhuatl y estudiando directamente los textos en el idioma en que fueron producidos y transcritos, y a través de una penetración profunda, tuvo una visión empática”.Comentó que la primera parte del libro está dedicada a la teatralidad ritual, mediante la palabra transcrita que ha perdido todo el contexto, porque había música y danza. Sin embargo, a través de la introducción se cuenta con una aproximación real de la palabra en su contexto prehispánico.Agregó que la segunda parte del texto es importantísima porque revela que los frailes se dieron cuenta de la forma de transmitir la palabra actuada y crearon entonces el teatro evangelizador en el que ponían a los personajes a hablar de la Biblia.Patrick Johansson destacó la diferencia entre el mundo occidental que pondera la idea preconcebida de las alegorías, como bondad o avaricia, frente al universo precolombino para el que lo primero es sentir y expresar con símbolos, como el historiador lo plantea de manera sencilla, es algo que se vive y se siente realmente.“Me da gusto que Miguel siga viviendo en su obra, que lo sigamos leyendo y continuemos llevándolo en el corazón”, finalizó.En su oportunidad, Morelos Torres Aguilar, doctor en historia, investigador del Sistema Nacional de Investigadores y dramaturgo, dijo que en 1956, un joven humanista se hizo la pregunta sobre si habrá existido en el México antiguo un pensamiento filosófico equivalente al que conocemos de occidente.Al término de un recorrido pormenorizado sobre el contenido de los diez capítulos y un epílogo, que integran el volumen, Torres Aguilar, externó:“La gran aportación del teatro escrito en náhuatl al ámbito de literatura universal resulta innegable, tanto por su originalidad, como por su profundidad. Se trata de un conjunto de obras dramáticas únicas e irrepetibles, donde se refleja la historia y el pensamiento, la religiosidad y la tragedia, como también la parte lúdica que nos caracteriza como mexicanos, ésa es sin duda la aportación singular de esta bella obra y de ahí las palabras de León Portilla, cito: ‘ El teatro náhuatl es el otro espejo maravilloso, donde la vida humana, con sus alegrías y tristezas se torna presente’.- 0 -
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