Irán y Rusia, amores nucleares

Irán y Rusia, amores nucleares
La paciencia de Irán se agota, hasta el punto de que ahora, presionado por Israel, no sabe cómo dar marcha atrás a su acuerdo sin desbaratar los futuros pactos comerciales con un socio tan buen pagador como el persa
El tablero de ajedrez ante el que conspiran las grandes potencias nada tiene que ver con el que enfrentaron a Karpov y Kasparov en los años 80. En el nuevo orden de cosas, las reglas del juego han cambiado: el movimiento de las piezas ya no se mide por combinaciones como Df8, Ag5+, Td8., sino por las referencias S-300, X-55, T-M1. Hemos pasado de las amenazas basadas en el pornográfico exhibicionismo armamentístico propio de una China jadeante a otras basadas en el inventario de bienes que cada país oculta en la trastienda de su Ministerio de Defensa. Según información suministrada por el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, ese país exportó armas por 8.000 millones de dólares en 2008, lo que supone 600 millones más que en el 2007. La exportación de gas y crudo hace ya una década que viene potenciándose con el negocio de venta de armas sin discernimiento acerca del uso posterior de las mismas. El negocio del hostelero es servir comidas, no vigilar las digestiones de los clientes. Así es como Rusia ha llegado a convertirse en el segundo exportador de armas, seguido de Alemania, con un amplio despliegue comercial en Oriente Próximo y en países norteafricanos, en especial Argelia.
Pero sin lugar a dudas es Irán el monstruo que desvela a los otros monstruos en su difícil sueño, la espada que amenaza a las puertas de las naciones haciendo sonoras fintas en el aire con un especial afán por trepanar determinadas naciones, y no precisamente sobre el mapa. El 9 de abril de 2010, el presidente iraní anunció la fabricación de una tercera generación de centrifugadoras en un número de 60.000 para colocar en las instalaciones de Natanz con un velocidad diez veces superior a las ya existentes, previendo su uso para marzo de 2011. Adujo en su defensa razones estrictamente económicas (gasto de 60 millones de dólares para producir mil megavatios en lugar de los 500 millones que éstos cuestan actualmente) y medioambientales (posibilidad del reemplazamiento de los combustibles fósiles origen del cambio climático) difícilmente creíbles a la luz de las polémicas declaraciones hechas por el mandatario en octubre de 2005 acerca de borrar a Israel del mapa, reiteradas en abril de 2008. Tan sólo dos meses después de aquel anuncio, en diciembre de 2005, Rusia e Irán formalizaron dos contratos de venta por los cuales la primera entregaría a la segunda 29 misiles Tor-M1 por 700 millones de dólares y los temibles sistemas de misiles antiaéreos S-300 por 800 millones de dólares. Sin embargo, cinco años y medio después Rusia sigue reteniendo la entrega de los sistemas y la paciencia de Irán se agota, hasta el punto de que ahora, presionado por Israel, no sabe cómo dar marcha atrás a su acuerdo sin desbaratar los futuros acuerdos comerciales con un socio tan buen pagador como el persa. Existe un plan aprobado en Ginebra según el cual Irán debe mandar a Rusia su uranio pobremente enriquecido para obtener un enriquecimiento del 20% y posteriormente ser enviado a Francia, donde se convierte en combustible nuclear y se devuelve a Irán, muy por debajo por tanto del 90% necesario para la fabricación de la bomba nuclear. Rusia sospecha que las centrifugadoras trabajan a aquel fatídico porcentaje, razón por la cual es de pensar que retiene la mercancía como garantía de aquel orden. Lo cierto es que a la fecha actual el régimen de la Guardia Iraní no ha recibido una sola pieza de los sistemas, mientras la corporación rusa exportadora de armas, la estatal 'Rosoboronexport', incluso desmiente la existencia de tal contrato. Los temores de Israel a una colaboración rusa sin cargos de conciencia son fundados, ya que antes de la guerra ruso-georgiana de agosto de 2008 el Estado sionista había suministrado aviones de reconocimiento a la república separatista de Georgia y el Mossad había entrenado a su ejército.
El asalto al buque finlandés 'Arctic Sea' el 24 de julio de 2009 no deja de ser uno de los mayores misterios navales de los últimos tiempos. Habiendo zarpado dos días antes con quince marineros rusos a bordo se dirigía a Argelia transportando supuestamente un cargamento de madera por valor de 2 millones de dólares cuando fue asaltado por piratas uniformados como policía suecos. El buque apareció casi un mes después a 300 millas de Cabo Verde. Pasado el tiempo las diversas cábalas han convergido en una certeza común: la identificación de los policías como agentes del Mossad, el servicio secreto de espionaje israelí, en su intento por abortar el transporte de lo que podrían ser los sistemas S-300. Horas después Moscú y Tel Aviv convenían que la primera se abstendría de suministrar los S-300 a Teherán a cambio de que la segunda suspendiese la venta de armamento a Georgia. Mientras tanto Teherán, cabreada, ensaya con misiles Shahab-3, con un alcance de 2.000 kilómetros, para blindar su principal central nuclear enclavada en Natanz, por cierto, a 1.500 kilómetros del corazón de Israel...
Siempre me he preguntado de qué material estaría hecha la caja de Pandora y en estos últimos años, haciendo un seguimiento de las crisis internacionales al amparo de intereses armamentísticos, lo he ido descubriendo: de hueso, porque es una cavidad craneal. Sólo de una cabeza enferma pueden surgir los peores males para la humanidad, una cabeza que invierte la mitad de su tiempo en fabricar el veneno pero desperdicia la otra mitad sin formular el antídoto. Hay odios que no tienen cura y, lo que es peor, que no quieren ser curados, así que por fin hay un pecado capital, el de la ira, que puede ser cartografiado en un mapa, que ha hecho de dos países, como son Irán e Israel, dos trombos que vienen circulando desde dos mil quinientos años antes de Cristo y por Dios que están a punto de encontrarse, de impactar en esa libre circulación de las cegueras.