Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

  Interesados comunicarse a correo: erubielcamacho43@yahoo.com.mx  si quieren versión impresa o electrónica donativo voluntario .

jueves, 14 de julio de 2011

El islam descristianizado 8

El islam descristianizado 8
La demonización del cristianismo

Islam para ateos de Vicente Haya (Abdelmumin)Llegamos al final. En los capítulos 2 y 3 hemos estudiado su tratamiento de las palabras imân y mu’mîn, como una muestra de la arbitrariedad de los procedimientos de nuestros descristianizadores. En los capítulos 4-6 nos hemos detenido en la concepción filológica que hay detrás de todo su proyecto. La presentación del árabe como "lengua litúrgica del islam" y la idea de que el castellano es una "lengua contaminada de cristianismo" tiene una base racial, puesta en evidencia en el capítulo 7. Para terminar, queremos referirnos a su presentación del cristianismo como la más abominable de las religiones, una actitud muy alejada del adab islámico y de la aceptación coránica de la pluralidad religiosa como algo querido por Al-lâh.

Lo mismo que hemos hecho con la lengua castellana (reivindicarla como vehículo de la revelación) debemos hacerlo con el cristianismo. De no hacerlo así, el Mensaje del Qur’án es falseado. Para todo musulmán y musulmana, el cristianismo es un religión revelada que merece el máximo respeto. Esta es, por lo menos, la actitud que Al-lâh reclama de nosotros. Siendo cierto que algunos musulmanes ignoran la enseñanza del Qur’án en este punto, es una lástima ver como algunos "hombres de conocimiento" se inclinan hacia una postura tan sectaria.

La descripción que realizan nuestros autores del cristianismo es una visión deformada del mismo. En el Islam para ateos encontramos lo siguiente:

En el Cristianismo se enseña, en esencia, que nos salvaremos por sufrir, que algún día canjearemos nuestros padecimientos por beatitud.

El drama católico de la Pasión y la Redención no es, para el musulmán, otra cosa que el fruto de un extraño desequilibrio del morbo humano.

El Dios de los cristianos es una caricatura para el musulmán, es la proyección cósmica de las frustraciones del ser humano.

El sometimiento a un Dios –distinto a ti y perfecto- hace del cristiano un hombre débil, gobernable, adaptable al ejercicio del poder de otro sobre él.

Dios, el Dios católico, acabó resultándonos una pantomima de cualquier experiencia auténtica de lo sagrado.

Estas no son las frases más agresivas de los escritos de Abdelmumin Aya, que preferimos ahorrarnos. Basta decir que nos presenta la visión más mezquina del cristianismo que puede imaginarse. A esta se le opone una visión idealizada del islam, como si una y otra fuesen las únicas posibles.

Este tema constituye una auténtica obsesión. La palabra "católico" y sus variantes aparecen en El Islam para ateos 55 veces, la palabra cristiano 52 veces. Lo peor de todo es que en estas especulaciones se identifican los términos "católico" y "cristiano", como si fuesen la misma cosa:

…esta teología islámica nunca sería como la católica pues carece de idea de ortodoxia. En el Cristianismo te salvas si aceptas una serie de dogmas.

Esta confusión sólo puede interesar a la propia Iglesia Católica. En realidad, existe un gran número de cristianos anti-clericales, un gran número de cristianos anti-trinitarios, etc. El cristianismo no es un fenómeno monolítico, como se pretende dar a entender. Esta confusión no puede provenir sino de alguien a quien se le ha inculcado que "católico es sinónimo de cristiano, lo demás es herejía".

No es nuestra intención, pero podríamos citar frases de cristianos notorios contrarias a todas y cada una de las aseveraciones que Abdelmumin Aya atribuye al cristianismo. Desde la propia teología de Tomás de Aquino, ni el cuerpo es algo abominable ni te salvas por la mera aceptación de una serie de dogmas [1]. Tampoco la idea del sacrificio puede llevarnos a definir el cristianismo como una apología del sufrimiento por el sufrimiento. Se trata, más bien, del sacrificio del cuerpo carnal para encontrar el cuerpo de luz, lo que el Qur’án define como el paso del dunya (lo mundano) al ájira (la última orilla, el Jardín paradisíaco). Por otra parte, podríamos citar a notorios pensadores musulmanes que afirman que "este mundo es un valle de lágrimas", que "hay que desapegarse de las cosas y destruir el propio ego", que "las pasiones del cuerpo conducen al infierno" y que Dios es "completamente distinto al ser humano, un Ser Supremo perfecto e inasible". Todo depende del interlocutor que se desee.

Sin duda, hay cristianos católicos que mantienen puntos de vista de este tipo, como hay musulmanes que nos presentan un islam mezquino (lapidación, muerte a los homosexuales, segregación de la mujer). No nos parece lícito tomar como ejemplos del islam a místicos sublimes y como paradigmas de "lo cristiano" a los sacerdotes más mediocres. Para ser honestos, debería procederse a una comparación en toda regla, estudiar ambas tradiciones a partir de sus personalidades más notables. Podría compararse la mística de ibn ‘Arabi con la del Maestro Eckhart, la figura de Rabbia al-Adawiyya con Margarita Porette, las filosofías de al-Gazzali y San Buenaventura, o los escritos de Leonardo Boff con los de Hasan al-Banna. Nada más lejos de la actitud de Abdelmumin Aya, quien se regodea a la hora de presentar el cristianismo como una religión neurótica, enfermiza.

La suya es una mentalidad típicamente reactiva, el tratar de encontrar la propia identidad en la negación del otro. Todo el Islam para ateos está concebido según la oposición entre la concepción particular del islam de Abdelmumin Aya y este cristianismo abominable. Basta una ojeada al índice del libro para darnos cuenta de hasta que punto su visión del islam no es sino un anti-cristianismo.

1. Los musulmanes no desprecian el mundo

2. Los musulmanes no se aíslan para ser más santos

3. Los musulmanes no admiten la mortificación ni la impasibilidad

4. Los musulmanes no destruyen su "yo"

5. Los musulmanes no abominan del ser humano

6. Los musulmanes no buscan purificarse ni santificarse

7. Los musulmanes no se desapegan de las cosas

8. Los musulmanes no creen en el pecado original

9. Los musulmanes no cometen pecados

10. Los musulmanes no se arrepienten de los pecados

11. Los musulmanes no piden el perdón de los pecados

12. Los musulmanes no necesitan de intercesión

13. El rechazo islámico de las castas sacerdotales

14. El rechazo islámico del ritualismo

15. El rechazo islámico de la fe

16. El rechazo islámico de las doctrinas

17. El rechazo islámico de los dogmas

18. El rechazo islámico de la religión

19. La crítica de los diablos realizada por el musulmán

20. La crítica de los ángeles realizada por el musulmán

21. La crítica de la Revelación realizada por el musulmán

22. La crítica de los milagros realizada por el musulmán

23. La crítica de la Bendición de Dios realizada por el musulmán

24. La crítica de la Gracia Santificante realizada por el musulmán

25. La crítica de la Visión de Dios realizada por el musulmán

26. El musulmán que no cree en el alma

27. El musulmán que no cree en "la otra vida"

28. El musulmán que no cree en el Cielo ni el Infierno

29. El musulmán que no cree en el Fin del Mundo

30. El musulmán que no cree en la Resurrección.

Cada vez que habla de lo que (según él) "no es el islam", pasa a afirmar que eso es precisamente el cristianismo. Y cada vez que habla de lo que (según él) "es el cristianismo", pasa a afirmar que el islam no se parece en nada. Así, las frases "los musulmanes no desprecian el mundo", "no se aíslan para ser más santos", "no admiten la mortificación", "no abominan del ser humano", etc., significan que los cristianos sí lo hacen. Y las frases "los cristianos creen en el más allá", "buscan purificarse" o "se arrepienten de sus pecados", etc., significan que los musulmanes no lo hacen. Siempre que Abdelmumin Aya afirma cualquier cosa sobre el cristianismo es para oponerle algo "mejor" que pasa automáticamente a ser definitorio del islam.

En su "celo descristianizador", se lanza a toda clase de disquisiciones. Todo aquello que "huele a cristianismo" es rechazado, no puede ser islam. Puestos a negar, niega que "los musulmanes creamos en el alma y el espíritu", que "creamos en el más allá", ni en "la otra vida", ni en "la resurrección", ni en "el cielo y el infierno", ni en nada de nada de nada... ni siquiera los ángeles del cristianismo tienen nada que ver con los malaika (ángeles) del islam. Tampoco los musulmanes rezamos ni admitimos ritos. Al parecer, la peregrinación y el ayuno no son ritos, por el simple hecho de que los cristianos tienen ritos. No: si es cristiano no es islam, si es islámico no puede ser cristiano. Todo esto culmina en la sentencia "Al-lâh no es Dios". ¿Cómo podría serlo, si Abdelmumin Aya se declara ateo?

El tipo de argumentación utilizada es siempre el mismo. Un ejemplo especialmente interesante tiene que ver con "el pecado". Y digo interesante porque en este punto podemos llegar a estar de acuerdo. Sin embargo, su odio al cristianismo desvirtúa lo valioso de su estudio, lo radicaliza hasta hacerlo inaceptable. Abdelmumin realiza grandes esfuerzos para demostrar que el término coránico dzanb (plural dzunûb) no puede traducirse como pecado. El proceso realizado es doble:

1. Definir (negativamente) lo que es el pecado en el catolicismo y

2. Diferenciar de la definición "cristiana" el término árabe dzanb, habitualmente traducido por pecado.

Así, un "pecado" consiste en "ofender a Dios", mientras un dzanb es "todo aquello que nos daña a nosotros mismos". Un pecado es "una mancha en el alma", mientras que un dzanb es "un acto innecesario, un error, una equivocación". En todos los casos, se define el término castellano de un modo crítico, mientras se trata de embellecer la palabra árabe correspondiente, vaciándola de sus connotaciones "religiosas". Las oposiciones se suceden hasta la conclusión presentada de antemano:

Nada hay en común entre lo que enseña el Cristianismo respecto del "pecado" y lo que enseña el Islam en relación al dzanb. (…)

Nuestra conclusión es clara: Nosotros —los musulmanes— no cometemos pecados. No ofendemos a Dios. No manchamos nuestra alma.

Sin embargo, en la larga presentación que hace de este tema, Abdelmumin llega a decir justo lo contrario de lo que pretende:

Los dzunûb son todas las acciones o movimientos con los que el ser humano traiciona la autenticidad del Universo, atenta contra la Verdad de las cosas.

Aquí, no podemos evitar la pregunta: ¿qué diferencia hay entre "dañar a Al-lâh" y "atentar contra la Verdad de las cosas"? Más extraño puede parecer que, a pesar de su afirmación de que los dzunûb y los pecados "no tienen nada que ver", no se corte al reconocer que son los mismos:

La cuestión no es diferenciar si los "dzunûb" son exactamente lo que los sectores más retrógados de los católicos llaman "pecados". Hay importantes diferencias, pero, a grosso modo, hablamos de las mismas cosas (robo, traición, engaño, asesinato...).

Así pues, los pecados y los dzunûb son los mismos, pero no tienen nada que ver los unos con los otros. Solo falta que nos diga que "robar en el islam" es algo diferente que "robar en el cristianismo"…

El mismo tipo de confusión que pusimos en evidencia al hablar de "la fe" aparecen al hablar de "los pecados". ¿Por qué se produce esta confusión? Esta es la clave: mientras se mantiene apegado a las palabras concretas (dzanb, pecado) y a los significados precisos que él mismo les otorga, la oposición puede mantenerse de una forma más o menos coherente. Sin embargo, cuando se despega de la "comparación odiosa" y entra de lleno en analizar lo que es el dzanb, se encuentra con una "identidad de fondo" que no puede negarse.

Cuando se dice que los musulmanes "no manchamos nuestra alma", se quiere hacer de esta expresión algo oscurantista. La intención de expresar el dzanb de un modo nuevo está muy bien, pero algo falla en el método empleado. Al tratar de "racionalizar" el término dzanb, corremos el peligro de vaciarlo de sus aspectos más telúricos, de su sentido fisiológico. Más interesante nos parece el descubrimiento de que "el dzanb o el pecado" (no importan las palabras) implica un desequilibrio que se traduce en una ruptura con el ritmo de la naturaleza, con la propia respiración de las cosas. Una ruptura entre el nafs o aliento individual y el Hálito del Misericordioso, el nafs al-Rahman coránico. Entonces, podemos comprender en que sentido los dzunûb "manchan el alma", si sabemos traducir lo que esta expresión implica: ensuciar nuestra respiración, enturbiar el ritmo que nos compasiona con la Creación en su conjunto.

Por si fuera poco, la visión de Abdelmumin Aya sobre "el pecado" encuentra un paralelo en numerosos teólogos católicos de última hora. En la actualidad, existen autores analizando la utilización del término "pecado" en las Sagradas Escrituras, en orden a recuperar su sentido primigenio. Abdelmumin Aya parece molestarse por el hecho de que la teología católica se le haya adelantado:

Es significativo que la teología católica actual en sus propios textos haya dejado de hablar de ellos; ahora se habla de "ofensas".

Lo cual quiere decir: en el presente, los que más hablan propiamente de "pecados" son los musulmanes. Basta ir a una mezquita cualquiera de las miles que hay en toda Europa para ver como los imames hablan habitualmente de "pecados", en el sentido muy preciso que Abdelmumin Aya considera propio del catolicismo. Dicho de otro modo: la misma visión negativa que él le atribuye al catolicismo podría un autor cristiano atribuírsela al islam, tomando a estos imames como sus representantes.

El kufr sobre el cristianismo

Aunque Hafsawi parece más moderado que su discípulo, también en su obra encontramos este tipo de procedimientos. Para definir el yihad, hay que decir primero que no tiene nada que ver con la caridad cristiana:

El yihad ocupa en el islam el lugar que la caridad dentro del cristianismo. (…)

Esta contraposición se basa en el desconocimiento sobre el significado de la charitas, tal y como fue definida por tantos y tantos íntimos de Al-lâh desde la antigua Roma hasta el Renacimiento [2]. Hafsawi lo ignora todo de esta tradición maravillosa, y sin embargo se permite despreciarla. Ignora que la charitas es uno de los nombres de la rahma de Al-lâh, la empatía universal que todo lo recorre y unifica. Para él, la caridad queda reducida a la limosna lastimera que el rico ofrece al pobre para lavar su conciencia, como sin duda sucede en muchos casos, tanto entre cristianos como entre musulmanes. Y sin embargo, la "caridad cristiana" es tan islámica como puedan serlo el yihad o la sadaqa. Forma parte del horizonte de acción del hombre sometido. En un sentido práctico, la charitas es equiparable a la solidaridad, como el yihad es equiparable al sacrificio, el pulimento del corazón, el aniquilamiento en lo divino, la superación de la causalidad abrasadora para penetrar en el reino de lo incondicionado, el ajira o última vida de la escatología.

La dicotomía "cristianismo abominable"/ "islam sublime" está basada en la ignorancia de la tradición cristiana, como el rechazo del castellano está basado en la ignorancia de las potencialidades de este idioma. La ignorancia nos conduce de absurdo en absurdo, como una cadena interminable.

Por ejemplo: según Hafsawi, los musulmanes "no tenemos fe, tenemos imân", y esto marca una diferencia esencial entre el islam y el cristianismo. Sin embargo, la palabra imân es utilizada en los textos de los árabes cristianos. Justo en esos lugares donde los cristianos europeos hablan de fe, fede o faith, los cristianos árabes hablan de imân. Por si fuera poco, tanto cristianos como musulmanes incluimos en nuestras oraciones la palabra "amén". ¿Se puede seguir sosteniendo que el "el imân no es la fe", o serán nuestros autores capaces de reconocer las evidencias?

Otro ejemplo. Hafsawi afirma que "Al-lâh no es Dios" y que "Dios es un ídolo". Según esto, los cristianos europeos son idólatras, pero los cristianos árabes no serían necesariamente idólatras por el simple hecho de utilizar el Nombre Al-lâh. Es decir: dado que los cristianos árabes rezan a Al-lâh, debemos deducir que rezan a algo distinto que los cristianos españoles, a pesar de que su creencia es idéntica… Esto es algo tan absurdo que se cae por su propio peso.

Tercero. Según Hafsawi, el islam "no es una religión", en el sentido en que lo es el cristianismo: un fraude a la espiritualidad humana realizado por la Iglesia. Según afirma, la traducción de la palabra coránica dîn por religión falsea el sentido del islam, "lo cristianiza". Sin embargo, en el Qur’án se califica como un dîn al cristianismo, cosa que han hecho los musulmanes durante siglos. Apelar al "árabe puro de la revelación" en este caso parece improcedente, ya que la palabra dîn no es una palabra árabe en su origen, ni forma parte de ninguna "familia". Por eso, un estudio de su raíz es inútil [3], y esta queda como una palabra separada.

Aunque la animadversión de Hafsawi hacia los cristianos en general no es tan aparatosa como la de su discípulo, adquiere un tinte religioso que la hace más violenta. Hafsawi acepta la "otra vida", la "resurrección", y en general todo lo que entra en el capítulo de la escatología. No podía ser de otra manera, pues su problema con el cristianismo es más político que religioso. No solo los textos del "Islam descristianizado", también su tafsir del Qur’án está plagado de referencias negativas. Ya en su comentario de la surat al-Fatiha, afirma de un modo arbitrario que el final de la primera Azora del Qur’án se refiere a los cristianos:

Wa lä d-dä:llïin, ni el de los errados. Se trata de los cristianos, que desprecian el mundo exterior valorando exclusivamente la espiritualidad. (…) Sin norma externa, los pasos del cristiano son esclavos del capricho y la inconsistencia [4].

A partir de aquí, su animadversión no deja de hacerse cada vez más agresiva, equiparando a los cristianos a las categorías coránicas más negativas, tales como "los hipócritas" o la "yahilía":

El signo por el que es reconocible el munäfiq, el hipócrita, es la inestabilidad. No tiene firmeza en nada, carece de ley. En este sentido es homologable al tercero de los grupos a los que hacía mención Sürat al-Fätiha, el de los cristianos. El errar sin sentido, a merced de las sugerencias del ego, es lo que caracteriza tanto a los cristianos como a los hipócritas en la galería de arquetipos del Corán [5]

Así pues, para Hafsawi, los cristianos son el arquetipo coránico del error y de la hipocresía. En el comentario a la surat 109 (al-kâfirûn), el paralelismo es ampliado, una vez más sin base alguna en el texto coránico:

El concepto de ÿâhilía es importante. Significa desconocimiento del Tawhîd, y está vinculado a las nociones de Kufr y Shirk. A veces la ÿâhilía está camuflada bajo formas propias del Îmân. Sucede sobretodo en las comunidades con tradición profética. Es lo que sucedía con los árabes preislámicos, y con los judíos y los cristianos.

En este texto ya se insinúa lo que será el extremo del falseamiento del Mensaje del Qur’án con respecto al cristianismo: su consideración del cristianismo como "kufr", palabra coránica que traduce como "la negación o el rechazo de Al-lâh". En un texto titulado, precisamente, "El Kufr", Hafsawi se pregunta:

Hay no-musulmanes que aceptan a Dios, que creen en Él y le son fieles, son buenas personas, con creencias firmes, principios sólidos y nobles y de una espiritualidad sincera, ¿son kuffâr en el sentido estricto de la palabra?

Su respuesta es contundente:

El Corán considera kuffâr a los idólatras, a los judíos, a los cristianos, y a todos los que no sean musulmanes, por muy fieles y buenos creyentes que sean [6].

Por supuesto, Hafsawi no cita las aleyas coránicas en las cuales se considera kuffâr a los cristianos y a los judíos, ya que estas aleyas son inexistentes. La mentalidad sectaria conduce inexorablemente al maniqueísmo y a una declaración de guerra:

Para cualquier musulmán, el tema está claro: existen el Islam y el Kufr, nombre genérico que engloba a todas las religiones, a todas las espiritualidades, a todas las morales,... y las desautoriza. Lo que no es Islam es Kufr, es rechazo y negación de Allah [7].

En este momento (no podía ser de otra manera), se nos presenta la figura del "profeta armado":

Sidna Muhammad (s.a.s.) desató una guerra y armó a guerreros. Él marcó una ruptura. No vino a consolarnos sino a despertarnos de la indolencia y hacernos emprender un camino [8].

Por supuesto, este camino es el yihad como "la guerra contra todos aquellos que rechazan al profeta y no se reconocen musulmanes"… Con esto, Hafsawi descubre la ideología política que le inspira. Al principio de su comentario del Qur’án, él mismo afirma basarse en el tafsir de Sayyid Qutb, disidente de los Ijwan al-Muslimin (Hermanos Musulmanes). Qutb es famoso por su concepción del yihâd armado [9], y su atribución de los términos coránicos más negativos (ÿâhilía, kuffâr, mushrikun, munäfiq) a todos aquellos que no eran de su agrado.

Se trata, pues, de una cuestión política. Podría hablarse de la "mentalidad agresiva del colonizado", y la actitud acomplejada que la colonización ha generado en ciertos intelectuales. En vez de superar esta situación mediante un esfuerzo verdadero (el yihad, el iýtihad), se escamotea el reto mediante la demonización del otro (de su religión) y la exaltación de "lo propio" como una panacea. En este punto, no podemos engañarnos. La consideración (inconsciente) de la superioridad del cristianismo (del colonizador) es lo que subyace en este tipo de mentalidad puramente reactiva. El propio Hafsawi reconoce padecer este complejo:

Debemos dejar de creer inconscientemente que el cristianismo sea la verdad universal a la que buscamos por capricho una alternativa que siempre será dudosa lo mismo que el propio cristianismo es bastante dudoso [10].

Pensamos que Hafsawi no ha logrado esto, y que su animadversión al cristianismo forma parte del dominio que éste ejerce sobre su inconsciente [11]:

No es acertado abandonar los dioses cristianos para inventar otros inventados por los resentimientos. Y sin embargo, es frecuente. La proliferación de sectas que se basan en la censura a las taras del cristianismo no dejan de ser cristianas en su fundamento [12].

El rango del cristianismo en el Qur’án

Su insistencia en oponer el islam (sublime) al cristianismo (abominable) hace pensar que para nuestros autores el islam queda reducido a un anti-cristianismo. La violencia de sus expresiones no pueden sino producir lástima, aunque la indignación también está justificada. Y no nos referimos tan solo a la comprensible indignación de los cristianos, sino de los musulmanes conscientes de lo que el Mensaje del Qur’án implica, y lo que una visión tan sectaria nos escamotea. Nuestros autores no parecen darse cuenta de que están renunciando al Mensaje del Qur’án con respecto a la pluralidad religiosa, y a la actitud que Al-lâh nos ha indicado:

Por esto, llama y persevera en el camino recto, como te ha sido ordenado; y no sigas sus caprichos, sino di: "Creo en toda la revelación que Al-lâh ha hecho descender; y me ha sido ordenado que promueva la equidad en vuestras discrepancias. Al-lâh es nuestro Sustentador y también vuestro Sustentador. Nuestro será el fruto de nuestras acciones y vuestro el fruto de las vuestras. Entre nosotros y vosotros no hay discusión: Al-lâh nos reunirá a todos –pues hacia Él es el retorno."

(Surat 42, aleya 15)
Estas aleyas nos muestran lo lejos que se hallan del Mensaje del Qur’án aquellos que llenan sus escritos de insultos contra el cristianismo. Por suerte, la visión coránica desborda los límites en que pretenden encerrarla, nos predispone hacia el encuentro. No puede ser de otra manera: la Palabra de Al-lâh está cargada de futuro.

En ningún caso el Qur’án permite equiparar al cristianismo con la hipocresía o la ÿâhilía, y mucho menos calificar al cristianismo en bloque como kufr (negación o rechazo de Al-lâh). Más bien todo lo contrario: en el Qur’án el cristianismo es presentado como una vía de acercamiento a la divinidad, como una de las religiones reveladas por Al-lâh a través de un noble Mensajero:

Ciertamente, los que creen [en esta escritura divina], los que profesan el judaísmo, los cristianos y los sabeos —todos los que se abren a Al-lâh y al Último Día y obran con rectitud— tendrán su recompensa junto a su Sustentador; y nada tienen que temer ni se lamentarán.

(Qur’án, surat al-baqara 62)
Estas son algunas de las muchas aleyas donde Al-lâh nos dice, de forma explícita, que el cristianismo es un "camino de salvación" equiparable al islam. Un camino perfectamente lícito y que todo musulmán/a tiene la obligación de respetar. Es inútil esperar la salvación de la sola adscripción nominal a una religión determinada. Más bien, el logro supremo del Jardín depende de lo que el corazón de cada criatura alberga. Tal y como el Qur’án repite una y otra vez, cada uno es responsable de sus actos, y por ellos debe ser juzgado. Afirmar que uno "se salva" por ser musulmán y que uno "se condena" por ser cristiano es ignorar que la Voluntad insondable de Al-lâh tiene la última Palabra. No cabe duda: hay pretendidos musulmanes que están y estarán siempre en el Fuego, como existen ateos generosos y de corazón abierto que pueden ser considerados musulmanes (siempre que esta consideración no les moleste).

Aceptar el Mensaje del Qur’án requiere de nosotros una comprensión universalista del fenómeno profético. Por desgracia, la ceguera de los corazones y el espíritu competitivo entre las religiones se han hecho dominantes. Este tipo de planteamientos hace un daño inmenso al islam, tiende a destruir su luminosidad interna por una mentalidad mezquina, de rivalidad entre las religiones.

El islam de Muhammad (saws) es demasiado amplio y generoso como para aceptar ser reducido a ningún anti-, sea cristianismo, capitalismo o lo que sea. El islam se nos presenta como un reto superador de las dicotomías, como el camino que hace posible la reunificación de lo diverso. Es la Ciencia del Tawhîd (la Unicidad), la ciencia por antonomasia. El islam/sometimiento a la Realidad, es un estado de conciencia, la rendición ante el Creador de todo lo existente. Esto nos conduce ineludiblemente a adoptar una actitud abierta hacia todas las tradiciones, tal y como nos demuestra la historia del islam desde el siglo séptimo d.C. Todo viene de Al-lâh, todo tiene su origen en el Uno, todo forma parte de la misma Realidad indivisible.

En relación a la actitud personal de Muhammad (saws), basta con recordar la hospitalidad ofrecida a los cristianos de Nayaf, cuando cedió la mezquita de Medina para que celebraran misa. Muhammad (saws) no consideraba negativamente a los cristianos, sino como adoradores del Dios Único. La actitud del profeta en este terreno es muy clara: el Sustentador de los cristianos y el de los musulmanes es el mismo. Ambas son formas de adoración que tienen su base en una revelación transmitida por Al-lâh a través de un noble Mensajero.

En el aspecto polémico, es conocida la postura del Qur’án sobre algunos aspectos de la teología de la Iglesia Católica. El Qur’án niega la redención, la posibilidad de que alguien pueda cargar con los pecados de otros, niega que Jesús sea Dios o el hijo "engendrado" de Dios, y desautoriza a aquellos que afirman que "Dios es tres". Aún así, el rango que ocupa el cristianismo en el Qur’án es el más alto. Se afirma que los cristianos crearon el monacato por su cuenta, no como algo ordenado por Al-lâh, pero esta afirmación no es negativa: los cristianos adoptaron el monacato para agradar a Al-lâh. Lo que es bueno para unos no es bueno para otros, y sólo Al-lâh sabe. No hay más. Toda discusión es superflua, el insulto y el desprecio de las otras religiones es una enfermedad que se cura con el sometimiento, in sha Al-lâh.

Ante la pluralidad de vías de acercamiento a lo Absoluto, y las divergencias que se presentan entre ellas, el Qur’án nos indica cual es el mejor comportamiento:

Y no discutáis con los seguidores de revelaciones anteriores sino de la forma más amable —a no ser que sean de los que están empeñados en hacer el mal— y decid: "Creemos en lo que se ha hecho descender para nosotros, y también en lo que se ha hecho descender para vosotros: pues nuestro Dios y vuestro Dios es Uno sólo, y a Él nos sometemos."

(Surat 29, aleya 46)
Aquí está el islam en toda su grandeza: no solo la plena aceptación, sino la suma cortesía y delicadeza de trato (adab). Esto se basa en la conciencia de que "sólo Al-lâh sabe", de que únicamente a Dios corresponde el juicio y que solo Dios conoce la verdad y la mentira que se esconden en los corazones. Los musulmanes están obligados a creer en "aquello que se ha hecho descender para los cristianos", como en todos los Libros revelados. El Qur’án llama a esta escritura el Inyl, palabra muchas veces traducida como "el Evangelio".

El Qur’án considera positiva tanto la discusión como el diálogo inter-religioso. En orden a evitar disputas inútiles y sectarismos, Al-lâh nos ha indicado el mejor modo de establecer este diálogo:

Hemos asignado a cada comunidad formas de adoración [distintas], que deberían observar. Así pues, no permitas que te arrastren a disputar sobre esta cuestión, sino llama a tu Sustentador: pues, ciertamente, tú estás en verdad en el camino recto. Y si [intentan] discutir contigo, di [simplemente]: "Dios sabe bien lo que hacéis." Dios juzgará entre vosotros el Día de la Resurrección sobre aquello en lo que discrepabais.

(Surat 22, aleyas 67-69)
Se nos aconseja intercambiar opiniones de una forma amable, evitando toda acritud y la inutilidad de los enfrentamientos. El único punto de partida aceptable para el diálogo islamo-cristiano es el reconocimiento del cristianismo como religión revelada, en plena igualdad con el islam: no hay una revelación por encima de la otra. No se admiten ni la acritud ni las descalificaciones, pues el objeto de la discusión no es demostrar quien es mejor y quien está equivocado, sino de conocerse y recortar unas distancias que suelen ser artificiales. Es el famoso ta’aruf, el conocimiento mutuo entre los diferentes, otro de los signos coránicos desconocidos por Abdelmumin Aya y por Hafsawi.

Con todo esto, lo que pretendemos decir es algo obvio. No se trata de negar la posibilidad de discutir o poner en duda aspectos concretos de una doctrina humana, como son todas las doctrinas. La discusión es lícita y muchas veces enriquecedora. Es lícito discutir, hablar, polemizar, decir "el imân no es la fe", en orden a destacar sus particularidades, a recuperar el pleno sentido de unas palabras que se nos escapan. Para eso nos ha servido el estudio de la raíz hamça-mîm-nûn, mostrándose el aspecto más positivo del "islam descristianizado". Podemos estar o no de acuerdo, pero se trata de un intercambio lícito de ideas. Lo que resulta del todo intolerable son expresiones del tipo "la fe es un detritus de la conciencia", "la fe es dejarse estafar", u otras empleadas por nuestros autores. Dicho de otro modo: es lícito el "islam descristianizado" como un intento de profundizar en el lenguaje del Qur’án y discernir ante la tradición mayoritaria. En este sentido, el El islam para ateos contiene páginas brillantes, hay hallazgos que merecen conservarse. Sin embargo, todo se viene abajo cuando nuestros autores se dedican a insultar y denigrar una tradición en base a resaltar lo excelso del islam.

En lo que a mi respecta, todo el absurdo del "islam descristianizado" se me reveló en un instante. Se trata del día del nacimiento de mi hija. Cuando subí a la maternidad, la pequeña lloraba en una cuna. Una mujer desconocida se me acercó y me dijo: "Dios es grande". En un momento como ese, ¿qué importan los nombres "Dios" o "Al-lâh"? ¿Acaso podemos decir que "el Dios" que invocaba esa mujer es un ídolo, como Hafsawi pretende? Esa mujer, ¿era cristiana, judía, musulmana…? Si era cristiana, ¿era anabaptista, anglicana, copta, evangelista…? La respuesta carece de importancia. Lo importante es la empatía que se establece entre los creyentes cuando dejan de lado todo sectarismo y dirigen su mirada a la Creación de Dios, al milagro que representa el nacimiento de una niña. ¿Acaso el sentimiento que esa mujer expresaba al decir "Dios es grande" no es el mismo que cualquier musulmán/a siente al decir "Al-lâhu Akbar"?

Llamémosle Dios, Al-lâh, Brahmân, el Todo, lo Infinito… Todos estos Nombres son modos de mombrar aquello que nos sobrepasa. Él permanece en el corazón de las criaturas, sentado sobre el Trono de Su Omnipotencia. Cuando dos personas se dirigen al horizonte, ante la Inmensidad de lo creado, el sentimiento de asombro y de agradecimiento que las embarga es el mismo, a pesar de que uno exclame "Alabado sea Dios" y el otro "Subhanal-lâh".

Las diferencias conceptuales y el cierre dogmático constituyen el fraude de las religiones, el sectarismo que nos rompe y separa de nuestros semejantes. Abdelmumin Aya y Hafsawi caen de lleno en esto cuando tratan de buscar diferencias esenciales, descalificar al cristianismo como un todo, mostrar que unos están equivocados y los otros son los buenos, los que tienen la "creencia correcta". Con ello, no hacen sino repetir el gesto despectivo de los sacerdotes más reaccionarios de las diversas tradiciones hacia las demás, ahondar en una separación que justifica su existencia.

Por suerte, las diferencias que trazan los teólogos difícilmente penetran el corazón de los creyentes. Mientras los eruditos pontifican y trazan fronteras imaginarias entre las diferentes tradiciones, el nacimiento de una niña une a los creyentes en su amor hacia la Misericordia Creadora.

Al-lâh sabe más.

Notas
[1] Memorables sus versos en alabanza del cuerpo y de los dones de la carne.
[2] Como lectura recomendada: La transformación de los amantes, donde se traza la genealogía de la Charitas cristiana.
[3] Esta no es la única palabra no-árabe que encontramos en el Qur’án. Ya los primeros exegetas dieron cuenta de esto, desde ibn ‘Abbas (primo del profeta) hasta Suyûtî, quien en su Al-Itqan fî ‘ulûm al-Qur’án incluye una larga lista de palabras no-árabes del Qur’án. Este solo hecho basta para tirar por tierra la visión romántica de la "lengua árabe perfecta", comentada antes.
[4] Comentario surat al-Fatiha.
[5] Comentario surat al-baqara.
[6] "El kufur", en la web www.musulmanesandaluces.org. La lectura de este texto fue el desencadenante del ensayo que tienes en las manos. La consideración de "todas las religiones" como kuffâr es un falseamiento del islam de tal calibre que justifica la denuncia.
[7] Ídem. Aquí, lo menos que puede decirse es que Hafsawi miente. En realidad, para cualquier musulmán/a está claro que todas las religiones reveladas (la categoría coránica de ahl al-Kitab) son perfectamente lícitas. Hemos conocido musulmanes de todos los países, de todos los continentes. Todavía no hemos conocido ningún musulmán que piense que las "todas las religiones (excepto el islam) son kufr".
[8] Ídem. Este encadenamiento de ideas se parece mucho al realizado por Bernard Lewis en su panfleto anti-islámico Los orígenes de la rabia musulmana.
[9] Sobre la figura polémica de Sayyid Qutb, ver los comentarios de Tariq Ramadan en El reformismo musulmán.
[10] El Islam colonizado, citado en el capítulo primero.
[11] Lo mismo puede aplicarse a Abdelmumin Aya.
[12] El Kufr. Sobre el resentimiento que destila todo el "islam descristianizado", recordar que Nietszche calificó al cristianismo como "religión del resentimiento". Así pues, o se abandona este resentimiento y se supera el odio, o se permanece preso en aquello que se niega. Este es el reto que el islam nos lanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario