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lunes, 5 de diciembre de 2011

Este pueblo es invencible: palestina

Este pueblo es invencible: Notas de una visita a las Colinas del Sur de Hebrón
El sábado pasado estuve con una delegación de CPT visitando algunas aldeas de la región conocida como Colinas del Sur de Hebrón (South Hebron Hills). Es una de las regiones más remotas y poco pobladas de Cisjordania, ubicada enteramente en el Área C (es decir, bajo exclusivo control del ejército israelí
2011-12-05 05:49:09 / Fuente: María M. Delgado, Blog Palestina en el Corazón

Y donde la población palestina tiene prohibido construir, reparar o modificar cualquier estructura en su propia tierra, y vive bajo la constante amenaza de demolición). La región comprende 17 pequeñas aldeas con una población de unas 1.100 personas.

“Summud” es una palabra árabe cargada de significados en Palestina. Quiere decir muchas cosas: resistencia, resiliencia, voluntad porfiada e inquebrantable de permanecer en la propia tierra, no importa lo que haga el enemigo para lograr que nos vayamos.

Esa idea poderosa se representa con la imagen del árbol de olivo fuertemente arraigado a la tierra, como los olivos milenarios que se ven en estas tierras, y que con frecuencia son incendiados, envenenados o cortados por los colonos judíos para hacer daño a las comunidades palestinas… pero allí están: los árboles y la gente.

‘Summud’ no es solamente un concepto teórico: es una actitud vital, una experiencia cotidiana en Palestina, que cualquier visitante puede percibir y comprobar empíricamente.

El sábado pasado estuve con una delegación de CPT visitando algunas aldeas de la región conocida como Colinas del Sur de Hebrón (South Hebron Hills). Es una de las regiones más remotas y poco pobladas de Cisjordania, ubicada enteramente en el Área C (es decir, bajo exclusivo control del ejército israelí, y donde la población palestina tiene prohibido construir, reparar o modificar cualquier estructura en su propia tierra, y vive bajo la constante amenaza de demolición). La región comprende 17 pequeñas aldeas con una población de unas 1.100 personas.

Los colonos israelíes empezaron a construir en la zona en los años Ochenta; actualmente hay más de una docena de colonias y sus expansiones, así como instalaciones militares. Por eso la población palestina sufre permanentemente el hostigamiento tanto de soldados como de colonos. El objetivo es siempre el mismo desde el origen del proyecto colonizador sionista, y se reduce a dos palabras: limpieza étnica. Hay que expulsar a la población nativa árabe para apropiarse de su territorio; desde el Mediterráneo hasta el Jordán (y si se puede más allá, también).

Cuando estábamos en Al-Tuwani nos enteramos que el día anterior había ocurrido graves incidentes (demoliciones y arrestos) en la aldea vecina de Um Fagarah. Por eso, después de pasar la noche en Susiya como teníamos previsto, a la mañana siguiente nos dirigimos hacia Um Fagarah.

Al llegar, encontramos un panorama desolador, pero lamentablemente frecuente en esa región y en otras de Cisjordania, sobre todo el Valle del Jordán y las comunidades beduinas que rodean a Jerusalén: dos casas y una mezquita habían sido reducidas a escombros por el ejército de ocupación. Una viuda y una familia de 20 integrantes habían perdido sus hogares, y la comunidad su lugar de oración.

Tal como informó CPT en un comunicado:

“El jueves 24 de noviembre, a las 9 de la mañana, el ejército israelí con más de cinco jeeps y dos bulldozers entraron en la pequeña aldea y demolieron dos casas y la mezquita. Durante el procedimiento, arrestaron a una joven de 21 años y a su prima de 17. Al cabo de una hora, se retiraron. Los soldados no presentaron ninguna orden de demolición ni dieron explicación alguna. Se presentaron a una hora del día en que los hombres estaban trabajando fuera de la aldea, e insultaron a las mujeres llamándolas “putas”.”

Una de las mujeres cuyo hogar había sido destruído nos recibió en la pieza que le cedieron sus familiares y nos relató lo ocurrido: cuando entraron en su casa y empezaron a tirar afuera todas las pertenencias, su hija de 21 años increpó a los soldados preguntándoles por qué hacían eso. La violenta respuesta fue que saliera del camino o iba a ser peor para ella. Como la joven no se movió, un soldado le arrojó gas lacrimógeno en la cara, y cuando cayó al suelo, los otros empezaron a patearla. Su madre intentó rescatar a la muchacha, pero los soldados la empujaron violentamente, y como resultado la mujer cayó y se quebró la pierna.

La prima de la joven, de 17 años, intentó traerle agua para aliviar los ojos inflamados por el gas, pero los soldados las arrestaron a las dos y se las llevaron. Tres días después seguían detenidas en Jerusalén en dependencias militares, y se rumorea que van a acusarlas de “atacar” a los soldados (todo vale en los tribunales militares de Israel). La madre terminó en el hospital, y cuando la visitamos nos mostró su pierna enyesada.

En medio de la angustia y la desolación reinantes, pudimos sin embargo comprobar el espíritu inquebrantable de este pueblo: la población de las aldeas vecinas y del centro urbano cercano -Yatta- fue llegando a lo largo del día para expresar su solidaridad. Mientras las mujeres se juntaban a tomar te y escuchar las respectivas historias de abusos y atropellos -en un círculo que tenía mucho de terapia grupal- los hombres empezaron de inmediato a cavar los pozos para echar los cimientos de la nueva mezquita. Integrantes de CPT y el ISM les acompañaron. Un grupo de estudiantes de la universidad de Al-Quds, y miembros de Al-Haq (la organización de derechos humanos) también se hicieron presentes.

Cuando nos fuimos, al final del día, habíamos recogido muchas historias; habíamos reído con las niñas y niños y le habíamos sacado fotos a los bebés; habíamos tomado decenas de tazas de te dulce con las muchas familias que nos invitaron; habíamos sido agasajados con un generoso almuerzo de makluba (pues la hospitalidad palestina no desaparece junto con sus casas); habíamos visto la bandera nacional ondeando sobre las montañas de escombros, y a los hombres rezar al aire libre, junto al trazado de lo que será su nueva mezquita; y habíamos visto también cómo los cimientos de ésta empezaban a levantarse, justo el día en que se celebraba el Año Nuevo Islámico.

No creo que sean necesarias más palabras para explicar el título de esta nota. Las imágenes que siguen son suficientemente elocuentes.

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