¿Qué dice el islam sobre la poligamia?
Capítulo del libro Islam y derechos humanos (CDPI Junta Islámica, 2010)
12/11/2011 - Autor: Yaratullah Monturiol - Fuente: Webislam
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Yaratullah Monturiol, junto a la portada de su libro“No incurrís en falta en lo que hagáis de mutuo acuerdo”. (1)
El permiso de Al-lâh para la poligamia parece que se ciñe a cubrir una necesidad social en situaciones en las que han quedado viudas con hijos a su cargo. Por sorprendente que parezca, la cuestión de la poligamia en el Corán tiene que ver menos con el erotismo o la sexualidad que con la Seguridad Social. El contexto del descenso de la aleya que tolera la poligamia es muy claro y se justifica por el cuidado de los huérfanos:
“Y si teméis no ser justos con los huérfanos, casáos entonces, de entre las mujeres que sean buenas para vosotros, con dos, tres o cuatro”. (2)
Como decía el gran jurisconsulto Ibn Yarir, la sociedad no puede proteger los derechos de los huérfanos entendiendo que solamente es un problema de orden económico, ni estableciendo orfanatos. La protección real de los huérfanos intenta lograrse estableciendo oportunidades de estabilidad a nivel afectivo, para encontrar un nuevo y eficaz sustituto del padre, que colabore en la educación del niño, que apoye a la madre en esa responsabilidad y que pueda proporcionarle un ambiente familiar, que le compense de alguna forma de la pérdida del anterior. Ambas exigencias –protección de huérfanos y de viudas- no son normalmente legitimadas, salvo en aquellas sociedades que las consideran de forma expresa. Las enseñanzas islámicas exhortaban insistentemente a ayudar a los miembros más vulnerables de su sociedad y para atender esta demanda, lo más frecuente por razones obvias siempre fue recurrir a la poligamia para poder ofrecer este recurso.
En épocas tradicionales, en algunos ámbitos rurales, o en casos excepcionales, la poligamia ha sido o sigue siendo la búsqueda de “solución” a ciertos problemas casi imposibles de resolver sin esta alternativa. El testimonio de las propias mujeres es el único baremo a valorar –una vez más- para considerar esta posibilidad, que de no ser escuchado y tenido en cuenta- delataría la hipocresía moral de la que tantas veces se nos acusa en unas sociedades, donde la infidelidad y la traición se cometen en general, mientras que las parejas que practican sinceramente la monogamia son tan escasas.
Sólo desde la perspectiva de evitar el engaño y a pesar de los múltiples inconvenientes o fracasos en el intento, se podría considerar bajo muchas reservas, la existencia de la poligamia en el Islam. Pero, a pesar de esta afirmación inevitable, hay que reconocer que en nuestros tiempos ocurre y se aplica de forma afortunada en escasas ocasiones; lo cierto es que el abuso y las desgracias que se sufren por esta práctica superan con creces, las escasas ventajas que pueda ofrecer a unas pocas mujeres. Pero, hay que decir que ya no se puede seguir observando este fenómeno social ni desde los tópicos ni desde la opinión de los hombres.
Evidentemente, sólo cuando fueran las propias esposas las que considerasen este trato conveniente para sus vidas, merecería ser considerada como opción legítima (excepcionalmente). En este caso –de nuevo- son las mujeres quienes tienen la última palabra. Y en esto, encontramos otra vez otra consideración a tener en cuenta: La opinión de cada mujer es distinta y en esta situación no se puede escuchar la voz de una sola, pues cada una tiene sus propias razones, preocupaciones e intereses. Hay que intentar pues, comprender todos los motivos y condicionamientos. Por eso, el mismo Corán cuando habla de la necesidad de hacer justicia sobre este asunto, se rinde a la evidencia y afirma:
“No podréis ser equitativos con las mujeres aunque lo intentéis”. (3)
Esta aleya se refiere precisamente, al hecho de convivir con más de una esposa y la inmensa dificultad de ser justo en el trato igualitario que todas merecen pero que no consiguen; así como también a la exigencia, deseos o necesidades de cada una de ellas, imposibles de complacer la mayoría de las veces. Ibn Abbas relata el caso de Sauda -una de las mujeres del Profeta- que sintió la indiferencia de su marido, pero quería seguir casada con él y le propuso: “No me divorcies, y que mi día sea para ‘Âisha”. Esto es confirmado en otro hadiz en el cual, es la propia ‘Âisha la que relata este dato:
“Cuando Sauda bint Zamah entró en años, ofreció su día en mi favor”.
Del mismo modo que es prácticamente imposible practicar la poligamia de una forma justa, lo es también el intentar comprender cada situación conyugal fuera de los propios protagonistas o afectados. Lo que vemos a cierta distancia como extraño, se vive a nivel más íntimo de una forma muy distinta. Hay muchos factores psicológicos y emocionales en juego y no es fácil juzgar o incluso compartir la misma opinión sobre cada caso. Es cierto que en la mayoría de los países del mundo –incluso de mayoría musulmana- la poligamia es considerada un delito, así como también es verdad que la gran mayoría de mujeres musulmanas del globo no estarían dispuestas a compartir a su marido ni a aceptarla. Por lo menos, mientras puedan elegir.
Se ha comprobado desde la sociología y la antropología, que en épocas anteriores la poligamia pudo haber funcionado a nivel tribal o en culturas tradicionales con una soportable naturalidad. Pero en estos momentos, las sociedades que aplican esta práctica están en general, gravemente desestructuradas y tienden a aumentar sus problemas domésticos con ella, en vez de minimizarlos como es su intención en un principio.
Aún así, y siendo conscientes del tabú que ha generado esta opción en el mundo occidental durante siglos, está emergiendo una nueva tendencia en este siglo XXI, llamada “Nueva poligamia occidental”. Se está estudiando este fenómeno que va en aumento en estos tiempos, en que la relación clásica que ofrecía la sociedad para un matrimonio feliz e idílico, no se cumple tampoco a pesar de la presión psicológica y las medidas convencionales que pretenden conseguirlo.
La paradoja es que, en una cultura que oculta las relaciones “extra-matrimoniales” y que cree que debe soportar a cualquier precio la indisolubilidad del matrimonio, sea por motivos religiosos, morales, o simplemente materiales (económicos) o por presión social/familiar, crece sin embargo la moda de relacionarse con otras personas sexualmente, mientras se conserva el formato standart que los mantiene en el mismo estatus familiar y social. Son los llamados “matrimonios modernos o abiertos”, y este tipo de acuerdos casi secretos no implica grandes cambios en la vida cotidiana ni responsabilidades con los amantes.
Pero el objetivo de nuestro análisis es valorar y cuestionar las propuestas, enfoques, tergiversaciones y alternativas islámicas. No es, juzgando el Islam para declararlo como culpable o inocente, como se hace vulgarmente, sino planteando el uso y provecho que la humanidad hace (o podría hacer) de su historia, legado, actualidad y proyecto. Nuestro objeto de estudio no es una civilización antigua y exótica ni una leyenda mítica, sino una forma de vivir con arraigo real de máximo potencial para el mañana. Sobran los discursos políticamente correctos, que no aportan las verdaderas herramientas para una reflexión a fondo. Es la comunidad muhammadiana la máxima responsable de su entendimiento y hay que trabajar desde dentro y compartir nuestras impresiones, para participar de ellas con todo el mundo.
No estamos diciendo, que los motivos religiosos que apoyaban la poligamia en el Islam ayer sean una opción recomendable hoy, estando cada vez más cuestionados desde los propios musulmanes y musulmanas, no con poca razón. Es precisamente desde ese mismo punto de vista, que se confirman los problemas actuales sobre el tema, por lo cual, desde diversas corrientes del activismo islámico se intenta abolir.
Pero, para ser sinceros, cabe preguntarse si esta medida puede acabar con el machismo y con el trato injusto que siguen sufriendo las mujeres en sus relaciones con los hombres. Sabemos de antemano, que tal cosa no evitará la promiscuidad ni el engaño, y seguiría propiciando relaciones marginales que atentarán –como siempre, directamente- contra los derechos y la dignidad de las mujeres, sometidas, unas a la clandestinidad y otras a continuas mentiras. El reto en el Islam es siempre la voluntad de legitimar todas las relaciones, incluso las más complejas, para asumir de la forma más razonable posible cualquier situación, y sólo cuando no se cumplen los requisitos y los pactos, las partes implicadas se sienten defraudadas. No es fácil llegar a ciertos acuerdos, pero la nobleza reside simplemente en no traicionar. No se trata pues, de definir “la verdad” como un absoluto, cuando sabemos que las realidades personales difieren en su grado de credibilidad y aceptabilidad para los demás.
La raza humana ha sido creada en tensión, lo cual es su medio de desarrollo para conseguir sus aspiraciones o intentarlo. En su necesidad vital de relacionarse aprende de sí misma, pero tiende al conflicto con la misma intensidad con que busca una vinculación más íntima. Mientras nos esforzamos en desarrollar una cierta habilidad para resolver nuestra dimensión emocional, el instinto afectivo nunca desaparece. Tampoco la necesidad de darle una respuesta, aunque no sea satisfactoria.
Pero, el derecho a plantear la pregunta no obliga a fabricar una respuesta, menos aún como presunta “solución”. El sano ejercicio de cuestionarse los problemas no los resuelve, pero manifiesta la sospecha de que siempre habrá la posibilidad de encontrar alternativas posibles. Buscarlas es una actitud legítima.
En cuanto a esta polémica, conviene informar objetivamente de un gran número de elementos a considerar para valorar el sentido de la poligamia que desde el Islam, no fue una nueva propuesta social, una innovación, sino una llamada de atención para reducir de algún modo su uso indiscriminado y prevenir algunos de sus riesgos. Nunca antes, desde ningún código civil ni religioso, se había contemplado la posibilidad de minimizar el efecto del abuso de la poligamia, ya que no había ningún tipo de restricción ni requisito que la condicionara ni limitara.
Antiguamente en el Islam, era incluso una cuestión de honor, y podía llegar a convertirse en una obligación moral para un hombre casarse con la viuda de un pariente fallecido con hijos a su cargo, por ejemplo, y así el problema de los huérfanos disminuía. Este compromiso sigue muy arraigado, siendo una costumbre social obligatoria en muchos pueblos islámicos, por ejemplo, en Afganistán.
Sea cual fuere la opinión de cada cual en este tema, ésta puede cambiar con el tiempo, circunstancias o inclusive según el papel a desempeñar de cada persona en una situación semejante. Pero, lo que debe quedar claro, en cuanto a las mujeres musulmanas, es que siempre tienen el derecho –que deberían utilizar- de exigir en su contrato matrimonial, las reglas que habrá que respetar su futuro marido sobre todos los asuntos y éste es uno de ellos. Lamentablemente, muchas musulmanas ignoran que el Islam les ofrece este derecho. En el caso de que la esposa especifique una cláusula en la que prohíbe a su marido contraer nuevas nupcias mientras sigan casados, no hay ninguna posibilidad de contradecir esa condición: para volver a casarse debería divorciar a la primera esposa si no da su permiso. Una de las cosas –y quizás la única ventaja real- a las que obliga la poligamia en el Islam es a afrontar esa situación sin hipocresías. Todas las partes afectadas tienen que aceptar las condiciones de mutuo acuerdo. De esta forma, todos los hijos son legítimos, así como las mujeres, pudiendo exigir al marido todas las responsabilidades conyugales que eso conlleva a nivel legal. Conviene igualmente dejar claras por escrito u oralmente ante testigos, las estipulaciones que se exigen mutuamente, para que estas se conozcan entre los cónyuges por ambas partes y desde un principio, y establecer las pautas de comportamiento deseadas en el matrimonio.
Suponiendo que el esposo sea musulmán y su mujer no, él debe respetar del mismo modo que ella no acepte un segundo casamiento, y en tal caso, deberá optar por seguir con la primera o bien, divorciarse de ella para contraer matrimonio con la segunda mujer. Lo mismo con la esposa musulmana, que por el hecho de serlo no significa en absoluto que tenga que consentir o soportar más que otra. Teniendo en cuenta que existe una alternativa de divorcio, la mujer que prefiera seguir casada con su marido, a pesar de que éste haya encontrado a otra persona con quien quiere compartir su vida, debe aceptar civilizadamente esa nueva relación, en la cual, las dos mujeres tendrán los mismos derechos, siendo la obligación del marido, cumplir con las expectativas de ambas en todo lo posible, si quiere seguir con las dos en la forma lícita que se le exige.
El Islam original facilitaba el matrimonio (nikah) que –como afirman Al-Yauhari o Al-Ashari- en el habla de los árabes significa relación sexual. E igualmente, explica cómo divorciarse si fuera necesario, estableciendo unas normas de respeto hacia las mujeres, que se traducen en el mejor trato pactado para una separación de mutuo acuerdo o que las perjudique a ellas lo menos posible. Las relaciones extramatrimoniales están prohibidas en el Islam para hombres y mujeres; se consideran fornicación en el caso de que no tengan adquiridos otros compromisos, o adulterio si son casados. Tampoco es islámico el concubinato, a pesar de haber sido practicado y justificado siglos atrás por los musulmanes. Era imprescindible casarse, incluso con las esclavas para mantener relaciones lícitas con ellas, con lo cual se convertirían en libertas. Este es el motivo por el cual, encontramos un gran número de mujeres que llegan a convertirse en sultanas de un pueblo y lo gobiernan, habiendo sufrido primero la condición de esclavitud hasta que el matrimonio las hizo libres (4).
Las razones de la poligamia del profeta Muhammad son harto reveladoras. Con Ramla bint Abî Sufyan se casó cuando ésta fue abandonada por su marido, con Umma Salama cuando murió su marido tras la batalla de Uhud, con Sauda bint Zam‘a cuando enviudó y quedó en situación de necesitar la protección de un nuevo matrimonio. Con ‘Â’isha y Hafsa fue un modo de reforzar los vínculos con sus padres, Abû Bakr y ‘Umar. Con Safiyya bint Huyayy y Ÿuwayriya bint al Hârit como forma de establecer la paz con los clanes, ya que sus padres eran sendos jefes de estas tribus hostiles a los musulmanes. La única mujer virgen que tuvo Muhammad fue ‘Â’isha. Tampoco fue virgen su primera mujer, Jadiÿa, con la que estuvo casado de forma monógama durante veintiocho años. De hecho, Muhammad era su tercer marido.
No obstante, sin la justicia, la poligamia se convierte en un dzanb (transgresión), como lo acredita el hadiz del Profeta:
“Quien teniendo dos mujeres, se inclina a una a cuenta de la otra, vendrá al Día del Juicio con uno de los lados de su cuerpo caído” (5).
El Islam no inventa la poligamia. La hereda de la costumbre judía que puede constatarse en los patriarcas de la Biblia. Lo que hace el Corán es legislar esa situación para que se acerque a la justicia:
“Pero si teméis no ser equitativos, casáos con una sola” (6).
La razón biológica determinante durante siglos fue la progenie. Este podría ser el motivo por el cual no se ha considerado la práctica poligámica de las mujeres.
Mientras que el hombre podría concebir hijos y multiplicar la especie sin detenerse, la mujer tendría que esperar nueve meses de embarazo para cada hijo, siendo su salud la que se resiente en cada nuevo parto. Además, el vínculo matrimonial, se constituyó básicamente para establecer los lazos de parentesco. Hubiera sido imposible establecer la consanguineidad paterna, en caso de que fuera la esposa embarazada quien tuviera más de una relación. No obstante, como comenta Muhammad Asad con respecto a la aleya anterior:
“El problema espiritual del matrimonio, por ser imponderable y estar, por ello, fuera del ámbito de la ley, queda a la discreción de los cónyuges”.
Actualmente, desde los movimientos reformistas del Islam, hombres y mujeres condenan en general la práctica de la poligamia y exigen que el comportamiento masculino sea más islámico y menos machista, en vista de lo acontecido y del mal uso que se le ha dado, aunque siguió permitida en el Islam, a pesar de sus inconvenientes, para proteger a las mujeres. Sin embargo, su utilización egoísta y patriarcal, convierte otra vez a las mujeres en víctimas del propio sistema que pretende protegerlas.
Notas
(1) Corán, 4:24.
(2) Corán, 4:3.
(3) Corán, 4:129.
(4) Estas afirmaciones les parecerán utópicas a quienes hayan comprobado los hábitos que los musulmanes han practicado durante siglos, en contra de nuestros comentarios. Sin embargo, hay que observar los indiscutibles datos históricos en los que se apoyan estos argumentos, así como las innumerables mujeres que consiguieron su libertad e incluso el poder político en cualquier lugar del mundo, gracias al Islam. Desgraciadamente, esto no niega la arraigada costumbre de los árabes en la trata de esclavos, que injustificablemente continúa hasta nuestros días.
(5) Transmitido por Ibn Mâÿa en el libro del matrimonio, tomo 1, página 633
(6) El Corán, 4:3.
2 Comentarios
Aley Wa dijo el 24/11/2011 a las 11:41h:
Libardo, lei no me acuerdo donde, que la mujer no es recomendable que tenga mas de un marido porque es muy importante para los hijos tener una sola y clara referencia paterna. Si sabes un poco de psicología, sabrás de la cantidad de problemas que provoca en las personas los desajustes en cuanto a la relación con el padre, tanto por ausencia, como por falta de referencia paterna clara.
Libardo Murillo dijo el 12/11/2011 a las 23:28h:
Mas que un comentario me queda es dando vuelta en la cabeza una pregunta. ¿ se le permite a la mujer tener mas de un marido? como se dice que el islam es justo e equitativo, pienso a mi humilde entender que la mujer podría tener dos maridos, como también se le permite al hombre cumpliendo ciertas condiciones. Bueno son interrogantes que me hago en mi cabeza.
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