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lunes, 5 de diciembre de 2011

La nueva religión judia:La Holocaustica

La nueva religión judia:La Holocaustica

El filósofo Yeshayahu Leibowitz, que era un judío ortodoxo creyente, me dijo una vez: “La religión judía murió hace 200 años. Ahora lo que unifica a los judíos del mundo es el Holocausto”. (Uri Avnery) [3]

El filósofo Yeshayahu Leibowitz, catedrático de la Hebrew University nacido en Riga, fue probablemente el primero en sugerir que el Holocausto se haya convertido en la nueva religión judía. El Holocausto es mucho más que un relato histórico, contiene la mayoría de los elementos religiosos esenciales: sacerdotes (Simon Wiesenthal, Elie Wiesel, Deborah Lipstadt, etc.), profetas (Shimon Peres, Benjamin Netanyahu y aquellos que avisan del judeocidio iraní que está por venir); mandamientos y dogmas (“nunca más”, “seis millones”, etc.; rituales (días conmemorativos, peregrinación a Auschwitz etc.); establece un orden simbólico esotérico (kapos [3a], cámaras de gas, chimeneas, polvo, Musselmann [3b], etc.); santuarios y templos (Yad Vashem, el Museo del Holocausto y, ahora, la ONU). Por si no fuera bastante, la religión del Holocausto también está mantenida por una enorme red económica e infraestructuras financieras mundiales (la industria del Holocausto, tal como la expuso Norman Finkelstein). Lo más curioso es que la religión del Holocausto es tan coherente que define a los nuevos “anticristos” (los negacionistas) y tan poderosa que los persigue (mediante las leyes contra la negación del Holocausto).

Los eruditos críticos que refutan la noción de “religión del Holocausto” sugieren que aunque la nueva y cada vez más importante religión parece conservar muchas características de una religión organizada, no establece una figura divina externa a la que señalar, venerar o adorar. Yo estoy en total desacuerdo con esto. Insisto en que la religión del Holocausto expresa la esencia de la cosmovisión democrática liberal. Está ahí para ofrecer una nueva forma de culto. Se transfiguró en una creencia dogmática a través de la cual el creyente se venera a sí mismo. En la nueva religión los judíos veneran al “judío”. Su objeto es el “Yo”, el sujeto del sufrimiento interminable que logra la redención.

Sin embargo, bastantes eruditos judíos en Israel y en el extranjero aceptan la observación de Leibowitz. Entre ellos, Marc Ellis, el ilustre teólogo judío que sugiere una reveladora nueva introspección respecto en la dialéctica de la nueva religión. “La teología del Holocausto”, señala, “produce tres temas que coexisten en tensión dialéctica: el sufrimiento y la obtención del poder, la inocencia y la redención, el carácter especial y la normalización” [4].

Aunque la religión del Holocausto no reemplazó al judaísmo, sí que le ha dado un nuevo significado a la judeidad. Establece un discurso moderno que inserta al sujeto judío en un proyecto donde tiene asignado un papel principal dentro de su propio universo, en el que constituye el centro. Tanto el “sufridor” como el “inocente” avanzan en él hacia la “redención” y el “poder”. Dios, obviamente, está fuera del juego, expulsado, puesto que fracasó en su misión histórica, que era la de salvar a los judíos. Dentro de la nueva religión, el judío se convierte en el nuevo Dios de “los judíos”, un Dios que se redime a sí mismo.

El judío devoto de la religión del Holocausto idealiza la condición de su existencia. Establece entonces el método de una futura lucha por el reconocimiento. Para el devoto sionista de la nueva religión, las implicaciones parecen ser relativamente duraderas: está ahí para “atraer” a todos los judíos del mundo a Sión a expensas del pueblo palestino originario. Para el judío socialista, el proyecto es algo más complicado. Para él (o ella), la redención implica el establecimiento de un nuevo orden mundial, a saber, un refugio socialista. Un mundo dominado por la política dogmática de la clase obrera en la que los judíos serían sólo una minoría entre muchos. Para el creyente humanista, la religión del Holocausto significa que los judíos deben situarse al frente de la lucha contra el racismo, la opresión y el mal en general. Aunque esto suena prometedor, es problemático por razones obvias: en el orden mundial actual Israel y USA están a la cabeza de la opresión. El esperar que los judíos se pongan al frente de la lucha humanista enfrenta a este grupo de creyentes tanto a sus hermanos como a su única superpotencia amiga. Sin embargo, está claro que las tres iglesias del Holocausto asignan un proyecto muy importante con algunas implicancias mundiales a los judíos.

Como puede verse, el Holocausto funciona como una interfaz ideológica. Le proporciona un logos a su feligresía. En el ámbito de la conciencia, sugiere una visión puramente analítica del pasado y del presente, pero no se queda ahí, ya que también define la lucha futura. Define una visión de un futuro judío. No obstante, como consecuencia satura el inconsciente del sujeto judío con la ansiedad definitiva: la destrucción del “Yo”.

Huelga decir que una fe que estimula la conciencia (la ideología) y controla el inconsciente (el espíritu) es una muy buena receta para el éxito de una religión. Este vínculo estructural de la ideología y el espíritu es fundamental para la tradición judaica. El vínculo entre la claridad legal del halacah (la ideología) y el carácter misterioso de Yahvé o incluso de la kabala (el espíritu) convierte al judaísmo en una totalidad, un universo en sí mismo. El bolchevismo -el movimiento de masas, no la teoría política- está construido sobre la misma estructura: la lucidez del materialismo pseudocientífico junto con el miedo del apetito capitalista. La política neoconservadora del miedo se basa asimismo en bloquear al sujeto en el abismo entre la supuesta lucidez forense de las armas de destrucción masiva y la pesadilla inefable del “terror futuro”.

Este vínculo mismo entre lo consciente y lo inconsciente recuerda la noción lacaniana de lo “real”. Lo “real” es lo que no se puede simbolizar, es decir, expresar con palabras. Lo real es lo “inefable”, lo inaccesible. En palabras de Zizek, “lo real es imposible”, “lo real es el trauma”. Sin embargo, es este trauma lo que da forma al orden simbólico. Es el trauma lo que constituye nuestra realidad.

La religión del Holocausto se ajusta al modelo lacaniano. Su núcleo espiritual está profundamente arraigado en lo inefable. Su predicación enseña a ver en todo una amenaza. Es la conjunción final entre la ideología y el espíritu que se ha materializado en puro pragmatismo.

Lo curioso es que la religión del Holocausto va más allá del discurso interno judío. De hecho, la nueva religión funciona como una misión. Establece santuarios en regiones lejanas. Como podemos ver, la nueva religión ya se está convirtiendo en un nuevo orden mundial. Es el Holocausto lo que ahora se utiliza como coartada para bombardear con armas nucleares a Irán [5]. Evidentemente, la religión del Holocausto le sirve tanto al discurso político judío de derechas como de izquierdas, pero también les resulta atractiva a los goyim [5a], sobre todo a aquellos comprometidos en matanzas despiadadas en nombre de la libertad [6]. Hasta cierto punto, todos estamos sometidos a esta religión, algunos somos fieles, otros sólo están sometidos a su poder. Curiosamente, aquellos que niegan el Holocausto también están sometidos a abuso por parte de los sumos sacerdotes de esta religión. La religión del Holocausto constituye lo “real” de Occidente. No se nos permite tocarla o investigarla, igual que les sucedía a los israelitas, que podían obedecer a su Dios, pero nunca cuestionarlo.

Los eruditos comprometidos en el estudio de la religión del Holocausto (teología, ideología e historicidad) trabajan con formulaciones estructurales, sus significados, su retórica y su interpretación histórica. Algunos investigan la dialéctica teológica (Marc Ellis), otros formulan mandamientos (Adi Ofir), otros aprenden su evolución histórica (Lenni Brenner), otros sacan a la luz su infraestructura económica (Finkelstein). Curiosamente, la mayoría de los eruditos cuyo objeto de estudio es la religión del Holocausto investigan una lista de acontecimientos que ocurrieron entre los años 1933 y 1945. La mayoría de ellos, si no todos, son fieles practicantes ortodoxos. Aunque pueden ser críticos con diferentes aspectos de la explotación del Holocausto, aceptan la validez del judeocidio nazi y tanto sus implicaciones como sus interpretaciones dominantes. La mayoría de ellos, si no todos, no ponen en entredicho el discurso sionista, concretamente el judeocidio nazi, si bien no son pocos los que critican la manera en que los institutos judíos y sionistas utilizan el Holocausto. Incluso si algunos pueden refutar las cifras (Shraga Elam) y otros cuestionar la validez de la memoria (Ellis, Finkelstein), ninguno llega hasta el revisionismo, ni uno solo de los eruditos de la religión del Holocausto se atreve a entablar un diálogo con los denominados “negacionistas” para discutir de su visión de los acontecimientos o de cualquier otra erudición revisionista.

Lo que resulta mucho más interesante es el hecho de que ninguno de los eruditos de la religión del Holocausto se haya preocupado por estudiar el papel del Holocausto en el devenir judío. A partir de aquí, sostendré la tesis de que la religión del Holocausto estaba bien establecida mucho antes de la Solución Final (1942), antes de la Kristalnacht (1938) [6a], antes de las leyes de Nuremberg (1936), antes de que la primer ley antijudía fuera anunciada por la Alemania nazi, antes de que el Congreso judío usamericano (American Jewish Congress) declarase una guerra económica contra la Alemania nazi (1933) e incluso antes de que Hitler naciera (1889). La religión del Holocausto es probablemente tan vieja como los judíos
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