Los profetas leen el presente y anticipan el futuro Leonardo Boff
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2013-07-05
Profeta en sentido bíblico no es en primer lugar aquel que prevé el
futuro. Es aquel que analiza el presente, identifica tendencias,
generalmente desviadas, hace advertencias y hasta amenazas. Anuncia el
juicio de Dios sobre el curso presente de la historia y hace promesas de
liberación de las calamidades.
A partir de las tendencias captadas, hace previsiones para el futuro. En
el fondo afirma: si continúa este tipo de comportamiento de los
dirigentes y del pueblo sucederán fatales desgracias. Éstas son
consecuencia de las violaciones de leyes sagradas. Y ahí proyectan
escenarios dramáticos que tienen una función pedagógica: hacer entrar a
todos en razón y en la observancia de lo que es justo y recto delante de
Dios y de la naturaleza.
Leyendo a algunos profetas del Antiguo Testamento y también advertencias
de Jesús sobre la situación de los tiempos futuros, casi
espontáneamente nos acordamos de nuestros dirigentes y de su
comportamiento irresponsable ante los dramas que se están preparando
para la Tierra, para la biosfera y para el eventual destino de nuestra
civilización.
Hace días en algunas partes del mundo se ha roto la barrera considerada
como la línea roja que debería ser respetada a toda costa: no permitir
que la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera llegase a 400
partes por millón. Y lamentablemente ha llegado. Alcanzado este nivel,
difícilmente el clima calentado volverá atrás. Se estabilizará y podrá
seguir subiendo. La Tierra quedará calentada unos dos grados
centígrados, o más. Muchos organismos vivos no conseguirán adaptarse,
pues no tienen cómo minimizar los efectos negativos, y acabarán
desapareciendo. La desertificación se acelerará; se perderán cosechas,
miles de personas tendrán que abandonar sus lugares a causa del calor
insoportable y la imposibilidad de garantizar su alimentación.
En un contexto así leo al profeta Isaías. Vivió en el siglo VIII a. C.,
uno de los periodos más conturbados de la historia. Israel se encontraba
exprimida entre dos potencias, Egipto y Asiria, que se disputaban la
hegemonía. Tan pronto era invadido por una de estas potencias como por
la otra, dejando un rastro de devastación y de muerte.
En este contexto dramático Isaías escribe un capítulo entero, el 24, en
una línea de devastación ecológica. Las descripciones se asemejan a lo
que puede sucedernos a nosotros si las naciones del mundo no se
organizan para parar el calentamiento global, especialmente el abrupto,
ya avisado por notables científicos, que podría ocurrir antes de finales
del presente siglo. Si efectivamente ocurriera, la especie humana
correría un gran riesgo de ser diezmada y de que se destruyera gran
parte de la biosfera.
Debemos tomar en serio a los profetas. Ellos descifran tendencias en una
perspectiva que va más allá del espacio y del tiempo. Por eso también
nuestra generación podría estar incluida en sus amenazas. Transcribo
partes del capítulo 24 como advertencia y material de meditación.
“Lo mismo sucederá al acreedor y al deudor. La Tierra será totalmente
devastada. Ha sido profanada por sus habitantes porque trasgredieron las
leyes, pasaron por encima de los preceptos, rompieron la alianza
eterna. Por esta razón, la maldición ha devorado la Tierra, la culpa es
de los que en ella habitan… La Tierra se rompe, se resquebraja, es
sacudida fuertemente. La Tierra se tambalea como un borracho, se agita
como una cabaña… La luna se sonrojará y el sol tendrá vergüenza”.
Jesús, el último y el mayor de todos los profetas advierte: “Se
levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá hambre y
peste y terremotos en diversos lugares” (Mateo 24,7). “En la Tierra los
pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia
de las olas. Las gentes desfallecerán de miedo ante la expectativa de
lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán” (Lucas
22,25-27).
¿No ocurren escenas semejantes en los tsunamis del sudeste de Asia, en
Fukushima en Japón, en los grandes tornados y ciclones como el Katrina y
el Sandy en Estados Unidos y en otros lugares del planeta? ¿Las
personas no se llenan de pavor al presenciar tal devastación y ver el
suelo cubierto de cadáveres? Estas catástrofes no suceden por
casualidad, suceden porque hemos roto la alianza sagrada con la Tierra y
sus ciclos. Son señales y analogías que nos llaman a la
responsabilidad.
Curiosamente, a pesar de todos estos escenarios de destrucción, la
palabra profética termina siempre con esperanza. Dice el profeta Isaías:
“Dios quitará el velo de tristeza que cubre a todas las naciones.
Enjugará las lágrimas de todos los rostros… Aquel día se dirá: este es
nuestro Dios, en quien hemos esperado y Él nos salvará” (25,7.9). Y
Jesús remata prometiendo: “cuando empiecen a suceder estas cosas,
animaos y levantad la cabeza porque se acerca la liberación” (Lucas
21,28).
Después de estas palabras proféticas no cabe comentario; sólo el silencio pesaroso y meditativo.
--
«Se precisan niños para amanecer»
-Daniel Viglietti-
«(...) quizá la Ética sea una ciencia que ha desaparecido del mundo
entero.
No importa, tendremos que inventarla otra vez
Jorge Luis Borges ( Diálogos - Seix
Barral - Barcelona - 1992- pg. 26 )»
Saludos,Melina
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