EL ESTADO ISLÁMICO Y NOSOTROS
El reciente video emitido en lengua hebrea por el cual el Estado Islámico amenaza abiertamente con la destrucción de Israel pone punto final a todas las conjeturas montajistas y conspirativas elaboradas por los incontables propagandistas del régimen para los cuales dicha fuerza era un instrumento del Mossad y de la CIA.
A esta contundente afirmación debe asociarse también lo expresado por el Sr. Putin quien manifestara abiertamente, para desazón de sus desvergonzados seguidores, que era un objetivo prioritario de tal fuerza la conquista de Jerusalén. Lo cual por otro lado no representaba novedad alguna pues se encontraba en los postulados mismos de dicha fuerza política desde los inicios de su constitución.
Pero la importancia del comunicado no estriba simplemente en el hecho de que el Estado Islámico haya puesto en claro definitivamente que es enemigo del sionismo judío, sino en el de haber asociado tal acontecimiento a una realidad de orden superior respecto de la cual tal corriente es una de sus expresiones esenciales. La presencia de un Estado judío en la región no puede disociarse en modo alguno del proyecto moderno de disolución de los imperios. En este caso el Estado de Israel es enmarcado en un contexto superior que es el proceso de destrucción del califato otomano iniciado en 1916 con el tratado Skypes-Pikot, representantes de los dos imperialismos masónicos de ese entonces, el inglés y el francés, que intentaban constituir en el Medio Oriente un conglomerado mercantil y consumista tal como existe en nuestros días y en el mundo entero. Era postulado de tal proyecto hacer implosionar el antiguo califato islámico en una veintena de republiquetas competitivas e ineficaces, fácilmente doblegables y dirigidas por oligarquías políticas serviles a sus intereses. Y dentro de este mismo contexto colonial, con la finalidad de ejercer una vigilancia permanente, era indispensable constituir en tal región una democracia ejemplar y paradigmática que actuara como vigía a fin de que tal conglomerado geográfico estuviera bajo control y sometido a los ideales de la Europa moderna. Esto fue formulado expresamente por el fundador del sionismo, Teodoro Herzl, en las diferentes reuniones que tuviera con los gobernantes europeos de hace más de un siglo en las cuales explicó claramente que los fines de su movimiento no eran simplemente buscar un hogar para los judíos del mundo, sino poder lograr que tal comunidad cumpliera una función esencial en el contexto de la civilización moderna.
Por lo tanto el Estado Islámico ha explicado en forma contundente que no solamente se trata de disolver esa anomalía que es el Estado de Israel, desde la perspectiva de un mero nacionalismo palestino, sino hacerlo también con sus antecedentes y secuelas que son los Estados modernos, laicos y competitivos creados por el colonialismo europeo en la región. Es decir, lisa y llanamente lo que viene haciendo en Irak y en Siria especialmente que es la reconstitución del antiguo califato proclamado por Mahoma.
Nosotros desde nuestra óptica hispano-luso-americana tenemos también una meta similar a la del Estado Islámico que es la reconstitución en estas tierras del imperio, sea español como portugués, que fuera disuelto por las guerras de independencia, las que también como en el Medio Oriente fueron impulsadas por la masonería y que del mismo modo dieron como resultado la implosión en una veintena de republiquetas de carácter subordinado e insignificante. Y también en este continente y con la finalidad de ejercer una función de vigía el imperialismo sajón puso una colonia permanente en las islas Malvinas que es el equivalente a nuestro Estado de Israel.
Es de destacar además al respecto cómo las mismas líneas históricas, sea de izquierda como de derecha, que en un contexto internacional combaten contra el fundamentalismo islámico también han sido grandes exaltadoras de nuestras guerras en contra del imperio. Así pues junto a los gobiernos izquierdistas e indigenistas del estilo de Cristina Fernández que ha felicitado al genocida Putin por sus recientes bombardeos en Siria, la derecha güelfa y vaticana también concuerda con la misma postura de exaltar a tal imperialismo al cual ha llegado hasta límites absurdos de calificarlo como la expresión del cristianismo tradicional. Con tal actitud el güelfismo, que es una logia siniestra que responde a los intereses vaticanos, reitera y con un discurso diferente su rechazo inveterado hacia la figura del imperio. Así pues es de recordar que en relación a nuestras guerras de la independencia no solamente hay una historiografía masónica que exalta los ideales liberales de la revolución, sino también existe una nacionalista y clerical que concibe a nuestra Revolución de Mayo dentro de una dialéctica güelfa como una revancha de los jesuitas expulsados por las dinastías borbónicas. De acuerdo a la misma nuestros revolucionarios se habrían inspirado en el jesuita Suárez para quien el poder del monarca no emanaba directamente de Dios, tal como sostiene la teología gibelina, sino por la intermediación del pueblo. De esta manera la idea democrática, que nunca ha sido negada por la iglesia en sus encíclicas, reaparece en connivencia y en diferencias secundarias con los liberales, con los cuales colaboraran en una misma revolución.
Nosotros queremos decir al respecto lo siguiente. Si es verdad que los movimientos emancipadores de América representaron la revancha de la iglesia en contra del imperio, ha llegado el momento de revertir tal movimiento y de establecer una corriente inversa de restauración de tal principio, de la misma manera que el Estado Islámico quiere hacerlo en el Medio Oriente.
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