Templo Mayor; sacrificio
humano, a detalle
El sacrificio en la antigua Tenochtitlán no fue
exclusivo de guerreros capturados en batalla, tampoco era un privilegio formar
parte del rito y para nada, se trató de una práctica tan frecuente como los
conquistadores españoles quisieron hacer creer
10/10/2017 02:48 LUIS CARLOS
SÁNCHEZ
COMPARTIR
SÍGUENOS
Fotos: Cortesía Secretaría de Cultura
CIUDAD DE MÉXICO.
El
sacrificio en la antigua Tenochtitlán no fue exclusivo de guerreros capturados
en batalla, tampoco era un privilegio formar parte del rito y para nada, se
trató de una práctica tan frecuente como los conquistadores españoles quisieron
hacer creer.
Normalmente se creía que todas las
víctimas sacrificiales eran guerreros, lo que hemos estado viendo es que no.
Hay muchas mujeres y niños, hay individuos que antes de ser sacrificados
vivieron en Tenochtitlán varios años, es gente que vivió en la ciudad. Creemos
que las víctimas se iban a componer, sí, de cautivos de guerra pero no
exclusivamente, también hubo individuos tributados y otros que fueron comprados
como esclavos en los mercados, entre ellos mujeres”, dice la arqueóloga Ximena
Chávez Balderas.
Si bien había jóvenes entre los 15 y
los 20 años que eran sacrificados, la mayor parte de las víctimas estaban entre
los 20 y los 30 años y muy pocos rebasaban ese rango. Los niños por su parte,
eran ofrecidos en ritos asociados con la petición de lluvia y generalmente se
seleccionaba a los enfermos aunque la elección de un hombre o una mujer para
ser entregado en sacrificio dependía del tipo de ceremonia: “las fuentes nos
dicen que la persona que representaba a Tezcatlipoca tenía que ser físicamente
perfecto”.
Tema
controvertido, el sacrificio sigue siendo “una práctica muy difícil de
comprender por su naturaleza aniquiladora”. Un nuevo estudio sin embargo, abona
profundamente en su conocimiento. Chávez Balderas publica Sacrificio humano y tratamientos
postsacrificiales en el Templo Mayor de Tenochtitlán(Secretaría de Cultura/INAH, 2017), el resultado de
un exhaustivo análisis de los retos de 99 individuos que han sido localizados
en torno al centro ceremonial de la antigua ciudad azteca.
En torno al sacrificio, explica,
“tenemos fundamentalmente dos posturas extremas: aquellos que creen que el
sacrificio no existió, entre ellos también hay investigadores, y aquellos que
piensan que el sacrificio era tan común como los españoles lo mencionan”. Esta
última idea sirvió sobre todo para defender la esclavitud de los indios una vez
consumada la conquista y para justificar un nivel inferior de civilidad que
volvía urgente llevar a cabo la evangelización.
Con el tiempo se quedan estas dos ideas
encontradas, la evidencia arqueológica nos permite comprender que el sacrificio
era una práctica que estaba entre los mexicas, que estaba arraigada como lo
estaba en cualquier otro pueblo de Mesoamérica, pero no en los números que
dijeron cronistas como Fray Diego de Durán o como el conquistador (Andrés de)
Tapia”. Tan sólo, dice Chávez, en torno al Templo Mayor se han encontrado los
restos de unos 150 individuos que corresponden a todas las etapas constructivas
del centro ceremonial.
CUERPO OFRENDA
Para tratar de entender más el
sacrificio azteca, Ximena Chávez distingue dos tipos de restos óseos: los
llamados entierros funerarios que se realizaban con motivo de la muerte de un
individuo, donde la muerte motiva el ritual y generalmente hay presencia de
incineración y los entierros no funerarios, donde el individuo trasciende a una
ofrenda más, “su muerte va a ser ofrecida a los dioses, es un ofrecimiento de
vida, implica hacer a alguien sagrado o volverlo un medio de comunicación con
lo sagrado”.
Los especímenes de este último tipo,
son los que interesan a la investigadora. Chávez tuvo oportunidad de organizar
una colección de 99 restos de individuos que fueron identificados como
sacrificados, los volvió a inventariar y dejó listo un programa de conservación
preventiva. Al mismo tiempo, ella y otros expertos realizaron estudios
históricos, osteológicos, de isotopía y ADN, entre otros; algunos de los
resultados han sido incluidos en el estudio de la arqueóloga.
Chávez identifica en su trabajo siete
maneras diferentes de sacrificio: el flechamiento, la lapidación, el
despeñamiento, la inanición y el degüello, el rayamiento y la extracción de
corazón. Esta última, dice la investigadora, es la práctica que con mayor
frecuencia se asocia al sacrificio azteca, pero hasta ahora, las evidencias
arqueológicas no han permitido comprobarlo.
La extracción de corazón es el
tratamiento que según las fuentes históricas, era el más común en las víctimas,
sin embargo, nosotros tenemos pocos casos, tenemos dos casos en individuos
humanos y dos en jaguares, la razón es porque el tratamiento póstumo que se le
daba a los muertos era la decapitación, de tal forma que solamente las cabezas
quedaban en el recinto sagrado y los cuerpos se llevaban al calpulli, a los
barrios, o podían tirarse en el lago, en el remolino de Pantitlán, que era
considerado un lugar sagrado, no tenemos los cuerpos de las víctimas”.
Las evidencias señalan que una vez que
un hombre era sacrificado por medio de cualquier práctica, también acababa
siendo decapitado y su cabeza depositada en una ofrenda. Este trabajo, dice
Chávez, debió haber sido realizado por un especialista, “que debía tener la
preparación no sólo para llevar a cabo las maniobras en términos anatómicos,
sino que tenía que tener una preparación espiritual, porque implicaba manejar
una cantidad de energía muy grande que se creía que se liberaba con esta
práctica, estamos ante especialistas, sacerdotes que tienen conocimiento
anatómico y esto lo sabemos porque en los restos se observan estrategias
encaminadas a hacer estas maniobras más sencillas”.
Un ejemplo, dice, es que gracias a los
estudios de Gregory Pererira se sabe que en Teotihuacán, por lo menos mil años
antes que en Tenochtitlán, se llevaba a cabo la decapitación de víctimas con el
cuerpo boca abajo; “en el Templo Mayor vemos una técnica diferente: el
individuo está más bien boca arriba, quieren localizar el disco intervertebral
que es más suave por su naturaleza cartilaginosa, lo seccionan y con eso hacen
que la maniobra sea más rápida. No hay instrumentos de metal que permitan la
decapitación de tajo, pero ellos van haciendo esta maniobra de corte, no cortan
hueso sino cartílago, conocen bien la anatomía del cuello, estamos ante
sacerdotes preparados”.
¿Antes del sacrificio realmente era un
privilegio formar parte del rito? “Pensar que era un privilegio es una idea más
bien occidental, era un privilegio en el sentido de que muchas de las personas
que morían lo hacían representando a los dioses durante toda la veintena, ese
tiempo los trataban como al dios, les enseñaban a tocar música, les daban de
comer, vivían una vida de dioses, al cabo de lo cual eran sacrificados, eran
los recipientes de los dioses pero eso no quiere decir que no fueran al
sacrificio con miedo, o que fueran felices, eso no lo sabemos, pero es de
dudarse, los cronistas indican que muchos iban bajo el influjo de alguna
bebida”.
¿Qué otro tratamiento se daba al cuerpo
sacrificado? “Algunos cuerpos se colocarían en las ofrendas y no se les hacía
ningún otro tratamiento de descarno, de limpieza ni nada, sino que después de
obtener la cabeza se les llevaba a los depósitos rituales”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario