Nadia Murad: "Para el ISIS lasmujeres éramos un botín de guerra"
Con su testimonio, hizo llorar a los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y convenció a Amal Clooney para representar a los yazidíes, víctimas de un genocidio a manos del ISIS. Los terroristas la convirtieron en esclava sexual, pero solo lograron hacerla más fuerte en su lucha por la justicia.
PAKA DÍAZ
El 16 de diciembre de 2015, Nadia Murad se hizo célebre al conmover hasta las lágrimas a los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Su discurso, que se puede ver en YouTube, dura apenas nueve minutos, en los que la joven de entonces 22 años cuenta cómo en agosto de 2014 el Estado Islámico (ISIS) atacó Sinjar, una región del noreste iraquí. Miles de mujeres y niños fueron secuestrados y, en los primeros días, los terroristas asesinaron a más de 2.000 civiles. "El objetivo era eliminarnos porque ellos creían que éramos infieles... Pero a las mujeres jóvenes y a los niños y niñas nos tomaron como botín de guerra", puntualizó ante una sala que enmudeció según la joven hablaba.
Murad explicó que a los niños los captaron como soldados, mientras que las mujeres y niñas fueron violadas, vendidas, subastadas... Después explicó como, aterrada por "un hombre gigante y monstruoso" que quería llevársela, acabó huyendo de él y ofreciéndose a otro que la violó. Luego fueron abusando de ella más hombres. Se la pasaban unos a otros. Se convirtió en unaesclava sexual del ISIS, una de tantas.
Nadia logró escapar de su cautiverio gracias a que un iraquí se jugó el pellejo y la sacó enfundada en un niqab negro de la zona de influencia de los terroristas. Más tarde, encontró refugio en Alemania, gracias a la política de puertas abiertas de Angela Merkel. Esas puertas que ya se han cerrado...
El lugar dónde voy a encontrarme con ella en Alemania es un secreto hasta dos horas antes de la cita. Me piden que no haga fotos ni ponga nada en las redes para preservar su seguridad.Murad está amenazada de muerte por los yihadistas. La contemplo mientras tomamos una infusión en un hotel. Una joven delgada de ojos oscuros y rostro serio e impenetrable. Murad reconoce que el ISIS quiso destrozarla a ella y a todas las mujeres yazidíes, pero no contaban con algo que disimula su aparente fragilidad, una determinación absoluta. Para que se haga justicia, ella misma se ha convertido en lo que menos deseaba, el foco de atención; y para llegar a más gente ha publicado su autobiografía, 'Yo seré la última' (Plaza&Janés), un libro que narra la historia atroz de su cautiverio y del genocidio de su pueblo. Uno de los grupos étnicos más antiguos de Irak, los yazidíes, minoría religiosa kurda, que bebe del zoroastrismo persa y cree en un dios y en siete ángeles sagrados. Motivo por que el Estado Islámico les considera adoradores del diablo.
Gracias a su labor como activista, Nadia es Embajadora de Buena Voluntad de Naciones Unidas y ha sido reconocida con premios como el Sajarov del Parlamento Europeo. Además, cuenta con una fundación llamada Nadia's Initiative, desde la que ayuda a los yazidíes supervivientes. Gracias a ella, han conseguido que, el pasado septiembre, el Consejo de Naciones Unidas abriera una investigación sobre los crímenes del guerra cometidos contra su comunidad. Hoy, los bastiones más importantes del ISIS vuelven a ser libres, entre ellos ciudades clave de Irak, como Mosul y el área donde vivía la comunidad yazidí iraquí, aunque no han sido reconstruidas las casas y la mayoría de la población, los hermanos de Nadia incluidos, sigue viviendo en campos de refugiados. "Dependemos de la voluntad de Francia o Alemania, que es el país que más yazidíes ha acogido", denuncia Murad. Ella piensa que, aunque los medios les han prestado atención, "hablan de los detalles no del genocidio".
Le digo que me encanta verla al fin con el pelo teñido, bien cortado, y un poco de maquillaje. Se ruboriza. Le comento que,cuando una mujer se vuelve a arreglar, es que quizá comienza a sanar. "Gracias. Antes del ISIS, yo amaba maquillar y arreglar el pelo pero dejé de hacerlo. Ahora, a veces, me pinto un poco. Ojalá sea un buen síntoma, sí", dice y añade: "De todas las entrevistas que me han hecho, esta es en la que más cómoda me he sentido. Me gustan tus preguntas". Nadia no habla en vano, ni por halagar. Lo dice porque ha tenido que pedir que dejen de preguntarle sobre las partes más duras del libro. La mayoría de las cuestiones de periodistas de medio mundo se recreaban en las violaciones, lo que le hacía revivir una y otra vez el trauma. "Está todo en el libro. Con eso debería bastar, ¿no?", pregunta.
Pienso en la violación como arma de guerra y en la importancia de denunciarlo, pero también en el uso del morbo que provoca como herramienta para conseguir clics en internet. Tantosreportajes sobre abusos que casi excitan por la manera que tienen de describir las violaciones. No hay morbo en el libro de Nadia Murad. Por el contrario, explica todo con una precisión casi quirúrgica. Las llevaron a Mosul. Las intercambiaban como regalos. Una espiral de violencia sexual en la que ella -y todas- era un objeto que pasaba de mano en mano. La miro y pienso que Nadia podría ser tu hermana. O tu hija. O tu sobrina. Y, sin duda, podría ser tu amiga. Le digo que podría pasar por una chica española. Sonríe. "Me siento cómoda allí, la gente me recuerda a la mía. También sois muy ruidosos, como nosotros".
Cuando acabamos, se sienta y me agarra del brazo. "Espera, que te voy a enseñar una fiesta yazidí de las de antes", dice y me enseña en su teléfono móvil un vídeo de la boda de su hermano. Desde el móvil suena una música alegre. "¡Esta soy yo!", dice señalando una figura estilizada con un vestido verde. Por un momento se queda absorta, mientras mira unas imágenes que para ella suponen un tesoro de recuerdos no mancillados por el dolor y la barbarie que les llevó el ISIS. "Esta es Katherine, mi sobrina y mejor amiga", comenta señalando a una joven alegre y bellísima que aparece en el círculo de baile. "Las dos soñábamos con tener una centro de estética. En las bodas solíamos maquillar a las mujeres". Las chicas parecen princesas de cuento, con la piel muy pálida, los ojos perfilados con khol y el cabello arreglado en complejos recogidos. "Esta es mi hermana", musita acariciando la pantalla. Nadia es la más pequeña de 11 hermanos, seis de los cuales están muertos. También Katherine y su madre, con quien Nadia había dormido siempre desde niña. En el libro recuerda cómo la echa de menos, describe su olor y cuenta que siempre le decía: "Sin ti, estoy ciega".
Nadia ha tenido que aprender a vivir sin su madre en las peores condiciones. Además, sabe que no podrá volver a su hogar en mucho tiempo, porque es un objetivo prioritario para los terroristas que han visto como, tras escapar de sus garras, se convertía en un símbolo de lucha, fuerza y libertad para su pueblo. Nadia Murad es un ejemplo de dignidad. El ISIS quiso despojarle de ella, pero consiguió lo contrario. La frágil joven se ha convertido en una mujer indoblegable, una activista cuyo nombre se ha hecho famoso, que es respetada por la comunidad internacional y admirada por su gente. Antes de despedirnos, le pregunto si tiene algún mensaje para el ISIS. Su dulce voz se torna de hielo mientras sus ojos se oscurecen opacos como la hulla. "No tengo nada que decirles. No son nada, solo terroristas", concluye.
Nadia Murad por Amal Clooney
"Nadia Murad no es solo mi clienta, es mi amiga". Así de directa comienza la abogada Amal Clooney, su prólogo del libro Yo seré la última, la autobiografía de la activista yazidí. Cuando se conocieron, Nadia le pidió que llevara la defensa de su pueblo. Le advirtió que no podría pagarle, pero le pidió que, antes de decidirse, escuchara su historia. Le contó cómo ella había sido una de las miles de yazidíes secuestradas por el ISIS. Cómo la obligaron a vestirse y maquillarse antes de ser violada. Que un grupo de hombres abusó de ella hasta dejarla inconsciente. Que se la pasaban de mano en mano. Le contó que su madre fue una de las 80 mujeres mayores asesinadas y enterradas en una fosa común. Que a seis de sus hermanos también los mataron. Y le dijo que la suya era una más entre las historias de las jóvenes de su pueblo. A muchas las vendían por Facebook al mejor postor. Miles de ellas siguen en poder de los terroristas. "Lo que Nadia me relataba era un genocidio -explica Amal Clooney-, y, por supuesto, acepté el caso". La complicidad entre ambas son evidentes en sus apariciones públicas. Si Nadia dice de Amal que es "un ser humano maravilloso", la abogada no se queda corta: "Los que creyeron que con su crueldad podrían silenciarla, se equivocaron. El espíritu de Nadia Murad no está roto, y su voz no será acallada. Todo lo contrario: gracias a este libro su voz se oye con más fuerza que nunca".
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