"La consolidación del imperialismo norteamericano
en México durante la época de Juárez”
Arturo
Lomas Maldonado
Universidad
Autónoma Metropolitana
Área
de Historia del Estado y la Sociedad
En la historia de
nuestro país no existe un personaje tan controvertido como Juárez. De tal
suerte que si por un lado hay quien, como Justo Sierra, asegura que:
"...nadie creerá en la nación mexicana, nadie, nunca, que Juárez fue un
traidor a la patria"[1], por otro lado hay quien,
como Ignacio Ramírez “El Nigromante”, se pregunte: "¿Donde están los
títulos que acreditan la grandeza de Juárez?, La escasez de vergüenza y
patriotismo es la única herencia que nos ha dejado"[2].
En la actualidad
es fácil encontrar manifestaciones encendidas que llegan a asegurar que para
transformar la realidad de México “necesitamos juarismo en lo político y
cardenismo en lo social, una síntesis armónica de lo mejor de nuestra
experiencia histórica”[3] toda vez que según esto “en
circunstancias adversas, manteniendo principios, se pudo cambiar en lo
estructural y gobernar con apego a las reglas de la Constitución, con
transparencia, honestidad y defendiendo la soberanía nacional”. Así mismo un
articulista de dudosa solvencia intelectual afirma “no es redituable, desde el
punto de vista ético, intelectual, político y constitucional, ser antijuarista”[4]
Igualmente son
frecuentes las frases como las pronunciadas por Ramón de la Fuente que señala:
“Juárez supo claramente que el pueblo y sólo el pueblo es la única fuente
legítima del poder y de la autoridad, que el poder tiene el límite que les
imponen las leyes y que éstas no deben perseguir otro fin que el de la
justicia”, siendo que el rector de la UNAM jamás ha tomado en cuenta siquiera la
opinión de su comunidad.
Lo curioso es que
las anteriores aseveraciones coinciden plenamente con las pronunciadas por el
actual Presidente Vicente Fox, quien acusado de antijuarista y declarándose
adversario político de los anteriores, que se lanzan acusaciones mutuas de
comprometer la soberanía nacional y de querer entregar el país al exterior. El
actual presidente de la República resaltó la figura de Juárez asegurando que su
gobierno “se rige por el ejemplo juarista, al empeñarse en hacer valer el
estado de derecho, en fortalecer el Poder Judicial y en hacer cumplir las
decisiones de los tribunales, incluyendo los electorales”[5] y en un discurso en que todo
“fue una apología juarista”, según el reportero, todavía se dio tiempo para
evocar al “indígena del pueblo zapoteco que se aseguró un lugar central en la
historia por su tenaz defensa de la República contra el invasor y por lograr el
acuerdo nacional definitivo respecto del Estado secular, la división de
poderes, el sistema de representación popular y el sistema federal”,
expresiones que desde luego nos obligan a una revisión mas profunda de un
personaje que permite armonizar posiciones aparentemente irreconciliables.
Por su parte un
columnista del periódico El Universal, José Antonio Crespo, al comentar la
exclamación de Roberto Madrazo, actual dirigente del Partido Revolucionario
Institucional en el sentido de que "En la mente de los priístas está
regresar a Benito Juárez a Los Pinos", en alusión al cuadro de Juárez que
el presidente Fox sustituyó por el de Francisco Madero, el analista afirma que
efectivamente “El PRI siempre se ha ostentado como heredero directo de Juárez,
el máximo héroe de la República”.
“El PRI como
Benito Juárez - nos asegura Crespo - mostró históricamente un largo y retorcido
colmillo para darle la vuelta a la legalidad aparentando cumplirla”. La frase
"Querer que un poder extraordinario, creado por la necesidad y por la
voluntad nacional, obre con estricta sujeción a la ley, es querer un
imposible", atribuida por Crespo a Juárez, “concuerda perfectamente con la
práctica del priísmo histórico.
Después de la
guerra, Juárez llegó a la misma conclusión que antes Ignacio Comonfort: que con
la Constitución de 1857 no se podía gobernar por los pocos poderes que otorgaba
a la institución presidencial. Ante ello, Comonfort intentó dar un cuartelazo
que, al frustrarse, desató la Guerra de Reforma (1858). Juárez, al enfrentar
más tarde esos mismos límites constitucionales, simplemente decidió gobernar
por encima de la Carta Magna, como hizo más tarde Porfirio Díaz. “Y aunque los
priístas gobernaron con una Constitución que fortaleció la institución
presidencial la de 1917, en realidad recurrieron más a los poderes
metaconstitucionales en lugar de apegarse a los preceptos constitucionales”.
“Finalmente viene el nacionalismo a toda
prueba de Juárez, - concluye el articulista - otra virtud que el PRI se apropia
y de la que se ufana. Pero resulta que Juárez no fue tan nacionalista como se
nos cuenta en la escuela; baste recordar las enormes cesiones de soberanía que
quiso hacer a Estados Unidos a cambio de ayuda política, financiera,
diplomática y militar. Un botón de muestra (de muchos) ocurrió durante la
Guerra de Reforma, cuando Juárez solicitó, apelando al famoso Tratado Mac Lane-Ocampo,
la intervención de la armada estadounidense en las aguas veracruzanas de Antón
Lizardo para detener unas fragatas conservadoras que se dirigían al puerto,
donde radicaba el gobierno juarista. Dicha intrusión inclinó la balanza en
favor de los liberales. Por lo cual Juárez, eufórico, escribió a su yerno:
"El triunfo de la sagrada causa que defendemos está asegurado. Un gran
pueblo (Estados Unidos) ha hecho alianza con nosotros... el hecho será
inolvidable para México y para el corazón de los demócratas, el nombre de
Turner, el capitán de la escuadra estadounidense, vivirá eternamente". Los
priístas no mostraron una conducta muy distinta. Desgarrándose las vestiduras
nacionalistas en el discurso, incluso con altisonantes proclamas antiyanquis,
negociaron siempre por debajo de la mesa su subordinación a las causas
importantes del vecino del Norte”.
“Así pues,
probablemente tiene razón Madrazo al afirmar que, de regresar el PRI a Los
Pinos, retornaría también el verdadero espíritu de Juárez: el de las chicanadas
legales, los fraudes electorales, el gobierno metaconstitucional y el
nacionalismo simulado.”, culmina el autor.
La actitud de
Juárez, ante la guerra civil, ante la intervención y gracias a sus sucesivas y
anticonstitucionales reelecciones, merece un examen detenido con el objeto de
precisar hasta donde la causa y las acciones de tan controvertida figura
pública merece toda una gama de calificativos, algunos de ellos francamente
desmesurados "Juárez recibió entonces de muchos de sus amigos la calificación
de obstinado y pertinaz, que se repitió más tarde, cuando con el mismo tesón se
negó a aceptar la conciliación con los reaccionarios y la mediación de las
potencias extranjeras en el arreglo de nuestros asuntos interiores"[6].
“De mediana
estatura, moreno, ojos negros y penetrantes, vestido siempre con un modesto
traje negro, tranquilo y pausado, Juárez daba la impresión de una persona que
piensa mucho las cosas antes de actuar, pero que, una vez tomada una decisión,
jamás renuncia a ella...Este indio sumamente modesto, insignificante a
primera vista y ya maduro, poseía una energía inmensa y una voluntad de hierro
y nunca conoció el miedo, ni el pánico"[7]
Castelnau,
enviado de Napoleón III en 1865 para convencer a Maximiliano de lo imposible de
la Intervención, señalaba: "Se me pinta a Juárez como una especie de
romano antiguo, animado por el patrio mas ardiente y acrisolado, pronto a
sacrificar su ambición en aras de la patria"[8].
El día de su
segunda entrada triunfal a la ciudad de México, ahora ante el retiro de las
tropas francesas, el 17 de julio de 1867, "el hombre que la multitud
aclamaba era la personificación de la revolución democrática iniciada diez
años antes, el héroe colectivo de un pueblo que había conquistado al fin, la
libertad interna y la independencia nacional, gracias a la fe, la fortaleza, la
tenacidad, la constancia de su máximo representante"[9] "porque Juárez no sólo
era una gloria para su patria, sino un timbre de honor para la humanidad"[10]
Justo Sierra, uno
de los primeros y mas grandes admiradores de Juárez le dedica las siguientes
palabras: "¡Gran padre de la patria, viste el triunfo de tu perseverancia,
de tu obra, de tu fe, en ese triunfo te dejamos...y quisiste levantar al pueblo
mexicano...al grado a que tú habías ascendido, transformando las condiciones
del trabajo nacional, protegiendo las grandes empresas de progreso
material"[11].
Pero así como hay
quien le ofrece vasta poesía a Juárez, existe otro extremo de críticos muy
severos, entre los que hay que contar a Don Francisco Bulnes, sociólogo e
historiador y quién le dedica dos de sus obras* con el único objeto de tratar de desentrañar su misteriosa
personalidad: "¿Representaba en esos momentos la causa de Juárez la
República?” se pregunta Bulnes, "Nunca había habido verdadera
República...¿Representaba la prosperidad del país? El gobierno de Juárez, como
todos los anteriores, no había expresado mas que un calvario de miserias en un
viacrucis de desmoralización"[12]. Manuel Doblado, compañero
de Juárez durante la Reforma y la Intervención, para el año de 1861 ya decía
"Este es un desconcierto espantoso; el Ejecutivo generalmente no obra y
cuando algo hace, es tan mal, que más valía que nada hiciera"[13]
A la oposición
juarista se le escuchaba decir "El Presidente es una roca, nada lo
conmueve, nada lo obliga, nada escucha y de consiguiente de nada sirve...Al
igual que Lerdo, don Jesús (González Ortega) se había acostumbrado a dirigir su
dependencia independientemente y a hacer poco caso al Presidente...al ser
preguntado una vez si tenía aprobada una orden que dictaba contestó llanamente:
‘acabo de entregarle sus cien pesos diarios, es lo único que le importa’ "[14].
Por su parte,
Ignacio Altamirano le concede una admonición en tono compasivo: "Juárez
siente y ama las ideas democráticas, pero creo que no las comprende...es un
obstáculo para la marcha de la democracia...El Presidente Benito Juárez -
nos dice - no es a propósito para gobernar...nosotros convenimos en ello...de
buena fe y principios firmes, demócrata, firme en sus resoluciones, honrado, de
exquisito sentido y ama demasiado a su patria, pero muy deficiente en dotes
políticas"[15].
“Toda la prensa
independiente de 1861 lo acusaba de inacción (viendo la amenaza de la
intervención extranjera); acusación justa porque era precisamente la aptitud
estadista de Juárez: la inacción"[16].
Al comentar lo
sucedido alrededor de la Comisión de Reclamaciones, fabricada por las grandes
potencias en contra de nuestro país, en la que el gobierno mexicano no tenía
parte, Bulnes resuelve "no se reconocía a México ni como Nación, ni como
tribu, ni como rebaño, ni como nada...estaba obligado a indemnizar hasta a los
filibusteros por sus proyectos fracasados contra la nación mexicana y debía
pagar hasta lo que los rateros robasen a los súbditos franceses - ¿Y qué hacía
Juárez? – se pregunta - ¿Para qué servía? ¿Era el Presidente de la República?
¿Por qué deja humillar a su patria, a su gobierno, a su persona, de un modo que
no tiene ejemplo en los anales de la diplomacia y que según Don Matías Romero,
parece apenas creíble?"[17]
El mismo Roeder
llega a consignar que aunque Juárez estuvo mas de dos años huyendo de los
franceses, "cansado del papel necesario, pero sin gloria, del civil
dirigiendo la batalla detrás de las líneas"[18], destaca que en el año de
1867 se llega a saber que Juárez y otros se han hecho pagar "no 90 mil
pesos como equivocadamente dijimos, sino cerca de 200 mil por haber llevado al
Paso del Norte su carácter de Presidente, viajando siempre con toda comodidad y
sin exponerse a peligro alguno...en fin, por sí y ante sí y contra la
Constitución, reelegídose Presidente, suscitando con ese ilegal procedimiento
un conflicto innoble en momentos en que toda ambición debía deponerse ante el
peligro de la patria"[19].
“¡Juárez ,
salvador de la república! lo único que procuró siempre don Benito Juárez fue
poner a salvo su persona...era enérgico y valiente únicamente contra cualquier
pretendiente a su silla presidencial"[20]. A Juárez "lo fuimos a
buscar al confín de la nación - dijo “El Nigromante” - palpitante bajo los
pliegues de una bandera extranjera (sic), mientras los buenos mexicanos median
sus armas contra los invasores...los insensatos que recomiendan a Juárez...se
estiman muy poco no ya como republicanos sino como hombres, al creerse
incapaces de hacer lo que ha hecho Juárez"[21].
En la obra
biográfica de Ralph Roeder aparece el siguiente anécdota‚ que parece definir un
poco mas acertadamente la personalidad de Juárez: El general Márquez de León en
un libro titulado Juárez a la luz de la verdad, denunciaba que en
plática sostenida con Juárez ante el nombramiento hecho en favor de González
Ortega en la segunda defensa de Puebla (1863), Juárez dijo "ya sé lo que
me va a decir, que González Ortega es un pen..." (sic) añadiendo:
"demasiado lo conozco, pero la nación ha dado en tenerlo por hombre
grande, y lo coloco aquí para que se ponga en evidencia"..."¡Entonces
usted, por deshacerse de un rival, sacrifica al ejército‚ y acaso la
República!" interpeló Márquez de León, "a lo que Juárez contestó con
irritación ‘¿y para qué sirven ustedes? Ningún hombre es necesario; las ideas
son las que valen únicamente’, ‘¿y Comonfort, autor del golpe de Estado?’ a lo
que Juárez contestó: ‘¿y creen ustedes que yo le he dado ese lugar para que se
eleve?...también se nulifica’. Márquez de León concluyó francamente desanimado
que entonces ‘para aquel hombre no había mas patria ni mas gloria que su
ambición de poder’ "[22]
Para saber nosotros
a donde vamos, debemos primero saber en donde estamos, para lo cual es
indispensable conocer cómo fue que llegamos hasta aquí. Por lo tanto la
Historia nos debe permitir diseñar nuestro futuro.
Es imposible obviar
el hecho de que el estado de miserable atraso en que se encuentra nuestro país,
está ligado a la intromisión extranjera en nuestros asuntos, intromisión que ha
contado, y aún cuenta, con la aquiescencia de nuestras clases dirigentes.
El Imperialismo norteamericana
se ha ido construyendo a través del tiempo, pero si consultamos la Historia de México,
podremos entenderlo en toda su magnitud y en toda su complejidad, pues el
nuestro ha sufrido ya por más de 180 años la agresión constante de aquel país,
al grado de no solamente arrebatarnos más de la mitad de nuestro territorio,
sino interviniendo directamente en nuestros asuntos: imponiendo sus puntos de
vista, sometiéndonos, explotando nuestros recursos naturales, abriendo nuestras
fronteras para deshacerse de los excedentes de sus mercaderías, imponiendo
funcionarios y hasta presidentes, dirigiendo nuestra política y nuestra economía o firmando tratados
ominosos, ya sea a través de la fuerza militar, el chantaje o la corrupción
desembozada, actuando, pues, como un país imperialista.
La política de
expansionismo, intervencionismo y sujeción llevada a cabo por los Estados
Unidos en nuestra contra, en franca alianza con grupos de nacionales, se inicia
desde el momento mismo de obtenida nuestra independencia de España.
Para nadie es un secreto que aún
antes del 27 de septiembre de 1821, en nuestro país funcionaban dos sectas
masónicas de tendencias extranjerizantes: la del Rito escocés, patrocinada por
el agente diplomático de Inglaterra, Henry George Ward, y la del Rito yorkino,
impulsada por Joel Roberts Poinsset, Embajador Plenipotenciario de los Estados
Unidos en México, llamado el “predecesor de la CIA”, quien tenía en la mira
entre otras, de que México suscribiera un tratado de límites que incluyera a
Texas dentro del mapa de los Estados Unidos.
Poinsett “tan
penumbroso personaje” no traía otra misión “que dividir fraticidamente al pueblo
Mexicano...y preparar la escisión de Texas del territorio de Coahuila”[23] “...Poinsett había
abandonado su curul en el Congreso de Estados Unidos desde agosto desde 1822
hasta enero de 1823…Pero de esos cinco meses, sólo permaneció en nuestro país
dos meses y días, tiempo suficiente para apoyar la caída de Iturbide y ayudar a
fundar la República con la complicidad de Antonio López de Santa Ana”[24]
El discurso de
Poinsset al ocupar nuevamente su curul como diputado por Charleston, EUA, el 8
de marzo de 1822, “muestra con claridad hasta qué punto monroísmo y
poinsettismo eran dos formas de decir la
misma cosa: expansión imperial de Estados Unidos para ensanchar su territorio y
preservar a los países de origen hispánico de cualquier intervención monárquica
europea, todo ello revestido de un lenguaje republicanizante y cuaqueroide”[25]. “A Poinsett no le
interesaba sino el triunfo de los republicanos, cuyos intereses concretos
nacionales e ideario anticolonialista coincidían, lamentablemente, con los
intereses expansionistas norteamericanos”[26] Y no es casual que la
Constitución promulgada en 1824 sea de corte estadounidense, misma en la que se
establece el presidencialismo, el sistema bicameral y el federalismo, a imagen
y semejanza del vecino del norte, en la cual ni rastros quedaron de la
Constitución promulgada por Morelos en Apatzingán el año de 1814.
Poinsett nunca
dejó de intervenir en los asuntos de la recién fundada República. Conspiraba
abiertamente en contra del gobierno de Victoria y lograba afiliar a su partido
a personajes reputados hasta entonces como patriotas. Incluso hombres como
Lorenzo de Zavala[27] se constituyeron en sus
admiradores. Poinsett consideró triunfos suyos tanto el inconcebible
nombramiento acordado por el Presidente Victoria del ciudadano norteamericano
David Porter como comandante en jefe de la Armada Mexicana, tanto como la
frustrada presidencia a favor de Manuel Gómez Pedraza, electo para sustituir a
Guadalupe Victoria, obligándolo a entregársela a Vicente Guerrero.
La injerencia descarnada del
embajador poco a poco fue formando una opinión pública que reclamaba su
expulsión del país, en donde las legislaturas de Veracruz y Puebla resolvieron
solicitársela directamente al Ejecutivo. De esto da fe el folleto que bajo el
título “Terribles cargos contra el Ministro Poinsett” declara que “El
establecimiento del rito de York no tuvo entre nosotros otro objeto que el de
destruir el rito de Escocia, cuyos miembros se suponía dirigían los negocios
públicos...Se confirma con el renombre de eminentes patriotas que tomaron para
sí los iniciados en el rito de York...Su institución, organización e incremento
no tenía más objeto que la dirección de la causa pública, ni podía ocuparse de
discusiones políticas, que debían refluir inmediatamente en los intereses
nacionales... Su conducta ha sido criminal y ofensiva al derecho de gente y al
decoro de los Mexicanos”[28], concluían con sobradas
razones.
Costelau no deja
de reconocer en qué consistió la labor de Poinsett “en términos generales
favoreció las aspiraciones iniciales de la sociedad en tanto en cuanto se
trataba de defender la federación contra la influencia centralista (para los
escoceses) si no su creador...fue su mentor y guía político, y casi el único
responsable de la larga y dura campaña contra ellos”[29]
El Presidente Jackson
extendió órdenes precisas a Pionsett en que se le imponía el deseo expansionista
para que “sin dilación ninguna abra negociaciones con el Gobierno Mexicano para
la compra de una extensión de la provincia de Texas”[30]
Vicente Guerrero, en quién “las masas solían ver un amigo cercano de
Poinsett, como en efecto lo era”, paradójicamente fue el encargado de darle el
pasaporte a su país a tan siniestro personaje en el año de 1830, quien como
reflejo íntegro de su actividad, escribió a William Johnson el 22 de febrero de
1829 “No obstante, he tenido aquí un éxito sorprendente y al abandonar este
país dejaré un poderoso partido favorable a Estados Unidos y un sentimiento
pronorteamericano”[31].
La
política expansionista de los EU, continuada aún sin Poinsett, los llevó a que
en el año de 1836 un grupo de mercenarios norteamericanos dirigidos por el ex
Gobernador de Tennessee, Samuel Houston, y acompañados por la traición de
Lorenzo de Zavala, declaran la independencia de Texas, que lleva a decir a
William E. Channing “Texas es un país conquistado por nuestros ciudadanos; y su
agregación a nuestra Unión será el principio de una serie de conquistas, que
sólo hallará término en el istmo de Darén, a menos que la enfrente y rechace
una providencia justa y bondadosa. En adelante (1836) deberemos abstenernos de
gritar al mundo ¡paz!, ¡paz! Nuestra águila aumentará, no saciará su apetito en
su primera víctima, y olfateará una presa más tentadora, sangre más atractiva,
en cada nueva región que se extienda al sur de nuestra frontera. Agregar a
Texas es declarar a México guerra perpetua. Esta palabra, México, asociada en
los ánimos con riqueza infinita, ha despertado ya la rapacidad de la raza
anglosajona que está destinada a regir ese magnífico reino, y que la ruda forma
social establecida allí por España, debe ceder y disiparse ante una
civilización más perfecta. Aún sin esa revelación de planes de subyugación y
rapiña, el resultado no sería menos evidente en cuanto puede ser determinado
por nuestra voluntad. Texas
[1] Justo Sierra, Juárez su
obra y su tiempo p 563
[2] Ralph Roeder Juárez y su México p 1075
[3] Palabras de Manuel
López Obrador en el evento organizado por el Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM “Actualidad de Juárez, encuentro conmemorativo”, Karina
Aviles, La Jornada 20 marzo 2003
[4] Carlos Monsiváis, ibídem, La Jornada 20 de marzo de 2003
[5] “Juárez a los Pinos” El Universal 21 de marzo de 2001
[6] Roeder op cit p 763
[7] A Belenki Intervención extranjera en México 1861-1867 Ediciones
de Cultura Popular México 1975 p 35
[8] Ibídem Roeder p 944
[9] Ibídem Roeder p 993
[11] Justo Sierra op cit p 564
* El verdadero Juárez y la verdad sobre la intervención y el
Imperio y la verdad sobre la Revolución de Ayutla y la Guerra de Reforma
[12] Francisco Bulnes "El verdadero Juárez" p 290
[13] Jorge L. Tamayo, Doblado Manuel en Benito Juárez Documentos,
discursos y correspondencia, selección y notas de, Ed Libros de México S.A.
1974 Tomo 5 p 625
[14] Citado por Roeder op cit p 438
[15] Ibídem Citado por Roeder p 555
[16] F. Bulnes op cit p 103
[18] Citado por Roeder op cit p 969
[19] Ibídem citado por Roeder p 1018
[20] Ibídem Citado por Roeder p 1055
[23] Iturriaga, México en el Congreso de los
Estados Unidos, FCE, México 1976, p 27
[24] Iturriaga, op. cit, p 76
[25] Iturriaga, op. cit. p 42
[26] Ibídem. P 71
[27] Liberal yucateco, ocupó varios cargos
públicos entre ellos el de gobernador del Estado de México mediante un
fraudulento procedimiento; gran admirador de los EU; expulsado de México fue a
residir a Texas en donde sostenía negocios con varios esclavistas, fue el
encargado de redactar la Constitución de la ilegítima República independiente
de Texas y nombrado su primer vicepresidente junto con Samuel Houston como
Presidente.
[28] Lafrauga, imprenta a cargo de Rivera,
México 1827, pp 4-6
[29] Costeloe, Michael, La primera República Federal , Fondo
de Cultura Económica, México, pp123-124
[30] Iturriaga p 92 citando a Fuentes Mares, José
en Poinsett .Historia de una intriga, editorial Jus, México 1951, p 173.
[31] Iturriaga pp 106-108
Se tiene que redescubrir la verdadera historia de los sucesos en las diferentes épocas de nuestra Historia con personas eruditas en la materia.Sin fanatismo ni favoritismos ni ninguna índole de prejuicios y perjuicios. Sin ensalzar o enaltecer a los personajes que formaron el pasado histórico de nuestro pueblo. "La mentira dura mientras que la verdad llega". ya basta de mentiras y engaños.
ResponderEliminar