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sábado, 2 de junio de 2018

El Sello de los Profetas: su carácter y su personalidad

Discurso pronunciado por Hazrat Mirza Tahir Ahmad

20/03/2008 - Autor: Mirza Tahir Ahmad - Fuente: Comunidad Musulmana Ahmadía
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El mensajero de Dios, una misericordia para toda la humanidad
El mensajero de Dios, una misericordia para toda la humanidad
Consideramos este acto muy sagrado, dada la naturaleza del tema que vamos a tratar. Para mí es un gran honor y siento una gran alegría al poder dirigirme a ustedes sobre algo que tanto amo.
Para empezar, les he recitado el “Kalima Shahada”. Después les he leído el primer capítulo del Sagrado Corán y un versículo del capítulo llamado “Al Kahf”. La versión del “Kalima Shahada” que he recitado es una versión más elaborada de la que generalmente se conoce. Consta de dos partes: la primera, “la ilaha il-lal lahu”, Al-lah es Único, no existe otro Dios sino Al-lah; y la otra, “Muhammadur Rasul-lul-lah”, Muhammad es Su siervo, es hombre y Profeta. El énfasis recae sobre su condición de hombre antes de considerarle como Profeta.
En mi opinión, el epíteto clave más importante del “Kalima” (declaración de la fe) es la palabra “Abd”, que significa simplemente hombre, un hombre tan sincero hacia su Dios que tiene también la connotación de verdadero y fiel servidor. Hoy no voy a hablar de las profecías del Profeta Muhammad (lpbD), sino de su personalidad como hombre, como simple siervo de Dios y como humilde persona que vivió toda su vida como un hombre honrado entre sus hermanos, seguidores y enemigos.
En este sentido, he seleccionado algunos aspectos de su vida real que compartiré con ustedes, para que juzguen qué clase de hombre fue.
La razón por la cual ser “Abd” es muy importante es porque creo que la parte profética es siempre discutible. En parte, la profecía siempre depende de Dios, y por ello es muy difícil para los hombres creer o rechazar su verdad. Esta parte misteriosa hace difícil concebir algo que nunca se puede compartir. Sin embargo, como un ser humano normal que se proclama enviado de Dios, puede ser juzgado con justicia y ecuanimidad por cualquier persona. Si el hombre en cuestión es honrado, es imposible que sea un falso Profeta.
Comenzaré con algunas citas de académicos occidentales y cito a Bosworth Smith:
“Mahoma era de estatura media y de constitución fuerte; su cabeza era grande y en su amplia frente y sobre sus curvadas cejas destacaba una vena. Cuando se enfadaba, su vena oscurecía y temblaba visiblemente, aunque debo decirles que raramente enfurecía. Sus ojos eran negros como el carbón y de un brillo penetrante; su pelo era ligeramente rizado; y su larga barba que, como otros orientales, solía mesar cuando estaba sumergido en profundos pensamientos y que sumaba personalidad a su imponente aspecto general. Su paso era rápido y firme, “como el que desciende una colina”.”
Bosworth habla de su carácter en las siguientes palabras.
“Era hombre de pocas palabras ... y buena fe. Le llamaron “al-Amin”, el honrado. Cuidar los rebaños de su empleador; sus viajes a Siria; su posible amistad allí de corta duración con Sergius o Bahira, un monje nestoriano; su ahora famosa y solemne promesa de ayudar a los oprimidos; su empleo por parte de Jadiyyah en un viaje comercial y su posterior matrimonio con ella, son prácticamente los únicos incidentes externos dignos de mención en su vida temprana”.
Hablando de su vida temprana Carlyle nos dice:
“Desde una edad temprana le recordaron como un hombre serio, sus compañeros le llamaron “al-Amin” el honrado, un hombre honesto y de fiar; sincero en lo que decía y en lo que pensaba. Observaban que sus palabras eran siempre significativas. Un hombre algo taciturno, callado cuando no había nada que decir, pero pertinente, sabio y sincero cuando decidía hablar, siempre aclarando el asunto. La única forma válida de hablar. Durante su vida descubrimos que le consideraban como a un hombre sólido, fraternal, sincero, con un carácter serio pero simpático, cordial, sociable, alegre, incluso riéndose con todos. Hay hombres cuya risa es lo más falso de su personalidad. Oímos del aspecto tan atractivo de Mahoma, su cara de rasgos finos, sagaz y honesta, de color moreno y rojizo, ojos negros y brillantes, ojos parecidos a esa vena que se hinchaba en su frente cuando se enfadaba.”
Había vivido entre su pueblo cuarenta años antes de ser nombrado por Dios como Profeta. Incluso los que critican su carácter con más severidad, no pueden encontrar mancha alguna en su vida hasta esta época. No hay ningún desacuerdo entre los historiadores sobre este hecho. En este sentido el Sagrado Corán retó a los que le rechazaban diciendo:
“He pasado ya una vida entera entre vosotros. ¡No podéis, pues, entender!”. (Yunus,17)
¿Por qué no utilizáis vuestras mentes y vuestra sabiduría? ¿No os percatáis que un hombre que ha llevado una vida intachable de cuarenta años, no puede, de repente, transformarse en el hombre más desenfrenado de la tierra? Aquel que nunca dijo una mentira acerca de un ser humano, ¿cómo podría atreverse a pronunciar mentiras sobre Su Creador, el Dios a Quién tanto ama?
Ya he hecho referencia Jadiyyah, la persona que le empleó. Era la dama rica que le enviaba a Siria en viajes comerciales. Siempre cumplía las misiones con éxito. Pero creo que había otra parte de este comercio que tenía más importancia y que no se suele mencionar. Cuando tras el paso de varios años Jadiyyah se casó con él, él tenía veinticinco años, mientras que ella había dejado ya atrás su juventud y tenía aproximadamente cuarenta años. A pesar de la diferencia de edad, cuando ella le propuso el matrimonio, Muhammad (lpbD) aceptó y vivieron juntos durante veinticinco años. Después de la boda, Jadiyyah, conociendo su carácter y su dignidad, le ofreció todas sus propiedades y le entregó todo lo que tenía. La transacción que he mencionado como la más maravillosa, la más honrada, la más fructuosa fue que tras haber recibido todas estas riquezas y propiedades, Muhammad (lpbD) las repartió entre los pobres y los indigentes sin guardar un centavo para sí mismo. Acredita mucho a Jadiyyah, que siendo la mujer más rica de Arabia, de repente fue una de las más pobres y no se sorprendió lo más mínimo, viviendo el resto de su vida con la mayor fidelidad con el Santo Profeta (lpbD).
Ella estaba enamorada del hombre que aún no había sido nombrado Profeta. Sin embargo no era el atractivo exterior de ese hombre, sino su belleza interior, reluciente como una joya, de lo que ella estaba enamorada. Ésto se hizo evidente cuando el Santo Fundador del Islam recibió su primer mensaje de Dios. Estaba tan impresionado por la fuerza de la experiencia que regresó a casa temblando como si tuviese fiebre. Jadiyyah pensó que iba a enfermar y le cubrió con mantas. Luego le contó la experiencia, en la que se le apareció un ángel con forma de hombre y que le ordenaba recitar. Sintió miedo de sí mismo, y estaba tan profundamente impresionado, que no podía entender lo que le sucedía. Jadiyyah al oír su relato, se dirigió a él y le dijo:
“Te conozco desde hace bastante tiempo y sé que cuidas de las necesidades de los indigentes y compartes con ellos sus penas. Eres una persona que soporta las cargas de aquellos cuyas espaldas se doblan bajo el peso de sus penalidades. Estás restaurando las virtudes que habían desaparecido sobre la faz de la tierra. Eres bondadoso y considerado con los parientes y tu conducta para con todos es siempre ejemplar. Eres sincero y siempre lo has sido. ¿Cómo podría permitir Dios desperdiciarte? Creo en lo que has visto.”
Era sobretodo su pureza interior lo que convenció a su esposa de que era un verdadero Profeta. De este modo ella se convirtió en la primera creyente del Santo Fundador del Islam, y se dio cuenta de que era imposible que un hombre sincero se transformase, de repente, en un falso Profeta.
Bosworth Smith relatando este incidente, dice con sus propias palabras:
“Jadiyyah se volvió hacia él y le dijo: ”Al-lah no permitirá que te avergüences. ¿Acaso no has sido siempre cariñoso con tus familiares, amable con tus vecinos, no has tratado a los pobres con caridad y has sido fiel a tu palabra y siempre defensor de la verdad?”
En contraste con la actitud de Jadiyyah, la opinión de todos sus amigos, de repente, se transformó cuando se proclamó a sí mismo mensajero de Dios. Aquellos que le solían llamar “al-Amin”, el más honrado; aquellos que iban a él para resolver sus disputas; que confiaban enteramente en él y le consideraban un hombre piadoso, empezaron a acusarle de las mayores falsedades. Bosworth Smith expresa estas actitudes de los habitantes de la Meca, después de que el Profeta Muhammad (lpbD) se pronunciase como enviado de Dios con las siguientes palabras:
“Allí va el hijo de Abdul-lah, el que habló con los cielos. Le llamaron astrólogo, poeta maníaco. Su tío se burlaba y le trataba despectivamente y la mayor parte de los ciudadanos le trató con esa indiferencia y desdeño que debió resultar más difícil de soportar que una persecución activa”.
Cuenta más adelante, que los ciudadanos de la Meca probaron la persuasión y los pactos, los chantajes y las amenazas:
“Si arremetiesen contra mí y me pusieran el sol sobre mi mano derecha y la luna sobre mi izquierda, mientras Dios me diese ordenes, no renunciaría a mi fe”.
Estas no son las palabras ni la táctica de un impostor, escribe Bosworth Smith.
Era un hombre humilde en sus relaciones con los demás y por supuesto con Dios. Se mostraba humilde incluso ante aquellos que le habían aceptado como Profeta de Dios. En una ocasión en Medina, después de que Dios Le hubiese anunciado que era el “sello de los Profetas”, que significa “el mejor de ellos”, uno de sus compañeros comenzó una disputa con alguien que sentía gran respeto por el Profeta Jonás (lpD) . El compañero del Santo Fundador dijo que Muhammad (lpbD) era superior, mientras el otro dijo que Jonás (lpD) era mucho mejor. Cuando se comentó este caso al Santo Profeta (lpbD) dijo, “No proclaméis mi superioridad sobre Jonás, hijo de Mattah, porque está en contra de la dignidad de las relaciones humanas presumir de vuestros líderes por encima de los líderes de los demás. El asunto de la superioridad de uno sobre el otro es una cuestión que debe ser decidida por Dios, no algo sobre lo que uno deba regocijarse”. Ese fue el mensaje que se nos dio, por desgracia olvidado por muchos musulmanes de hoy día.
Un incidente parecido ocurrió entre un musulmán y un judío sobre la cuestión de la superioridad de Moisés ó Muhammad. La actitud arrogante del judío hizo enfadar mucho al musulmán, quién incluso dio una bofetada al judío. El judío fue frente al Santo Profeta (lpbD) para quejarse. El compañero responsable recibió una fuerte censura del Santo Profeta (lpbD), que se volvió a pronunciar como en el incidente previo. “No declaréis que yo sea mejor que Moisés.” A continuación contó algunas de las cualidades excelentes de Moisés (lpD) y le alabó para compensar al judío por la ofensa sufrida.
Escuchamos que el Santo Profeta (lpbD) solía quedarse de pie durante toda la noche, implorando el perdón de Al-lah. Sus compañeros observaban que sus pies se hinchaban por estar tanto tiempo de pie. Jamás le vieron pecar, y le consideraban el hombre más inocente en la tierra. Estaban, por tanto, muy sorprendidos. Le preguntaron: “¡Oh Profeta de Al-lah! ¿Por qué busca usted el perdón de Al-lah?” Contestó: “¿Acaso no debo agradecer a Al-lah por todos los favores que me ha concedido?”.
En otra ocasión, cuando se hablaba de la misma cuestión de perdón y la piedad del hombre, el Santo Profeta (lpbD) dijo a sus compañeros que nadie en este mundo sería perdonado por sus buenas acciones. Únicamente la Gracia de Al-lah puede, en última instancia, liberar al hombre del cautiverio de sus pecados y permitirle entrar en el paraíso. Algunos se extrañaron y preguntaron: ”¡Oh Profeta de Al-lah! ¿No conseguirá usted el perdón por sus buenas acciones y su piedad?” Respondió: “Conseguiré el perdón solamente con la Gracia de Al-lah. Todo Le pertenece; nada nos pertenece a nosotros. Nos concede temporalmente algunas cosas y nosotros las utilizamos y empleamos según nuestros mejores conocimientos y habilidades. Pero incluso un hombre que pasa toda su vida haciendo acciones de caridad y piedad, no conseguirá el perdón como resultado de estas acciones.”
Su humildad no tenía límites. Cuando se sentaba entre sus seguidores, vestía como ellos, comía lo mismo que ellos y no ocupaba ningún sitio especial. A veces personas de fuera se equivocaban cuando intentaban identificar al Santo Profeta (lpbD) entre sus seguidores. Abu Bakr, que más tarde llegó a ser el primer Jalifa del Islam, era mayor que él y probablemente tenía una barba más larga -no lo sé pero lo supongo-. En cualquier caso, algo en su aspecto inducía a la gente a dirigirse a él como si fuera el Santo Profeta (lpbD). Él, con actitud de respeto, solía indicar la persona que, en realidad, buscaban.
En una ocasión Omar, que más tarde se convirtió en el segundo Jalifa del Islam, obtuvo permiso para hacer el Umra, un pequeño peregrinaje a la Meca similar al Hayy (la Gran Peregrinación). El Santo Profeta (lpbD) se dirigió a él y le dijo: ”¡Adelante! Realiza el Umra, y, por favor, no me olvides en tus oraciones.” Esta era la humildad del hombre de cuyas oraciones todos dependían, pero que él mismo pedía a uno de sus seguidores para que le recordaran a él.
A lo largo de su vida compartió todo tipo de adversidades con las que se enfrentaban los musulmanes en general. Durante la Batalla de la Zanja, se sabe que sufrió hambre como el resto. Cuando se asignaban partes para cavar en la zanja, él no era una excepción y hacía su parte del trabajo. En una ocasión, un compañero le vio en un estado que le sobrecogió. Dijo: “El día de la batalla de Ahdab, vi al Santo Profeta (lpbD) llevando tierra que le cubría la parte más blanca de su abdomen”. Decía: “Sin Tí, ¡Oh Señor! no hubiésemos tenido guía, ni habríamos hecho caridad, ni habríamos orado. Bendícenos, pues, con la tranquilidad y haz firmes nuestros pasos cuando encontremos al enemigo. En verdad hay gente que nos oprime, pero no nos rendiremos jamás si intentan afligirnos a causa de nuestra fe en Tí”.
Yabir narra que estaban excavando durante la Batalla de la Zanja, cuando se encontraron con una gran roca. Se lo contaron al Santo Profeta (lpbD). Cuando se levantó, vieron una piedra atada a su vientre; no había comido nada durante tres días. Era una costumbre árabe atarse una piedra de este modo, cuando se estaba extremadamente oprimido por el hambre. Posiblemente, esto ayudaba aliviar sus punzadas. En otra versión del mismo incidente, encontramos que los compañeros del Santo Profeta (lpbD) tenía cada uno una piedra atada a su vientre. Cuando levantaron la camisa del Santo Profeta (lpbD) vieron dos piedras atadas en el suyo. Yabir al verlo en este estado no pudo soportar más. Pidiendo permiso fue a la sección de las mujeres, buscó a su esposa y preguntó si había algo para comer. Contestó que había una cabra y un poco de harina. Le dijo que sacrificase la cabra, porque había visto al Santo Profeta (lpbD) en un estado lamentable.
Éste fue el hombre, el Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, quién siempre compartía las miserias con sus leales seguidores. No existían diferencias. Al contrario, podemos deducir de las múltiples narraciones que era él quién más sufría.
Era un hombre impasible e intrépido que nunca dudaba en enfrentarse a un peligro directamente. Durante su vida luchó en muchas batallas defensivas, pero nunca participó en ninguna guerra ofensiva. Normalmente se colocaba en el sitio más peligroso de la lucha y donde más encarnizada era la batalla. Un narrador relata que cuando se buscaba al Santo Profeta (lpbD) durante la batalla, siempre había que buscarle en el sitio donde el combate era más feroz; allí se le encontraba. Una vez en Medina, la ciudad donde había emigrado después de trece años de persecución en la Meca, durante la madrugada la gente escuchó algunos ruidos extraños. En aquellos tiempos vivían bajo la amenaza constante de un ataque de sus enemigos. Ensillaron sus caballos y salieron para investigar. Solamente encontraron al Santo Profeta (lpbD) volviendo, montado sin silla. Había salido con prisa y sin haber preparado su caballo. Les dijo que no había nada de que alarmarse y que podían todos volver a sus casas tranquilos.
En otra ocasión, durante un viaje en un día de muchísimo calor, descansaba debajo de un árbol. Un beduino que pertenecía a los idólatras vio su oportunidad, porque el Santo Profeta (lpbD) estaba sólo. Cogió la espada del Santo Profeta (lpbD) y le despertó diciéndole en son de burla: “¿Quién puede salvarte de mis manos ahora, oh Profeta de Al-lah?” El Santo Profeta (lpbD) contestó: “¡Al-lah!” Repitió la palabra tres veces. Esta breve respuesta abrumó al hombre de tal modo que la espada se le cayó de la mano. Entonces, el Santo Profeta (lpbD) recogió su espada y llamando a sus compañeros se dirigió al beduino diciendo: “Ahora, ¿quién te puede salvar a tí de mí?”. Con la situación cambiada el hombre sólo pudo hablar de la generosidad y bondad del Santo Profeta (lpbD) y rogar que le perdonara la vida. El Santo Profeta (lpbD) le dijo: ”¡Ay de tí! Ni siquiera has podido aprender de esto. Ha sido Al-lah, Quién acaba de salvarme de tí.” El hombre, por supuesto, fue perdonado, y a pesar de rechazar la invitación de convertirse en musulmán, fue puesto inmediatamente en libertad. El Santo Profeta (lpbD) era una persona muy compasiva y clemente.
Hoy en día, las mezquitas han llegado a ser lugares de discusión en todo el mundo. El amor en el corazón del Santo Profeta (lpbD) hacia la mezquita era tan intenso, que no se puede imaginar otra persona con sentimientos parecidos. Una vez un beduino que no era musulmán visitó Medina y fue alojado en la mezquita. En aquellos tiempos, e incluso hoy en día en algunas partes del mundo, las mezquitas se emplean como casas de huéspedes. Siendo lugares de culto, las mezquitas siempre se mantienen escrupulosamente limpias, ni siquiera se permite llevar zapatos dentro. Pero este hombre, por su ignorancia, comenzó a orinar donde la gente solía orar y postrarse. El acto tuvo lugar en presencia del Santo Profeta (lpbD). Algunos de sus compañeros se lanzaron sobre este hombre para pegarle, pero el Santo Profeta (lpbD) inmediatamente les mandó parar, y les ordenó dejar de molestar al beduino. Cuando éste hubo terminado, el Santo Profeta (lpbD) pidió un cubo de agua y él mismo lavó aquel sitio. Luego se dirigió a sus compañeros y dijo: ”Dios no ha formado vuestra comunidad para hacer difícil la vida a la gente. Recordad que vuestra comunidad ha sido creada para traer alivio a la humanidad.”
En una ocasión, una delegación de dirigentes cristianos de Nallran vino para discutir sobre las diferencias entre el Islam y el Cristianismo. Permanecieron allí durante tres días. Mientras estaban hablando con el Santo Profeta (lpbD), llegó la hora de sus oraciones. Pidieron permiso al Santo Profeta (lpbD) para salir a rezar. El Santo Profeta (lpbD) dijo que la mezquita era un lugar de culto, y que estaban cordialmente invitados a rezar allí, y así lo hicieron. Mientras tanto, algunos compañeros llegaron a la mezquita y vieron a los cristianos rezando cara al este, una orientación diferente a la de los musulmanes. Querían protestar, pero les prohibió cualquier intervención con firmeza y dijo, “Yo se lo he permitido porque ésta es una casa de Dios y ningún hombre tiene derecho a oponerse a alguien que rinde culto a Dios en un lugar dedicado a Su culto.”
En otra ocasión, una delegación del Monasterio de Santa Caterina publicó una proclama pidiendo que su monasterio fuera protegido cuando el Islam ganase la victoria en aquella parte del mundo. El Santo Profeta (lpbD) respondió de forma inmediata dando órdenes para que se cumpliese esta petición. Que yo sepa este documento aún se conserva en Turquía. Dice textualmente: “Nadie deberá interferir en las propiedades del monasterio, ni con la figura de la cruz, ni con ningún objeto representativo de su fe. No deben sufrir molestia alguna. Cualquier persona que haga caso omiso de esta orden, no pertenecerá a nuestra comunidad”.
Se habla mucho del odio que existe hoy en día entre musulmanes y judíos. A pesar de que los clanes judíos en los alrededores de Medina se oponían con vehemencia al Santo Profeta (lpbD), su actitud hacia ellos no fue perjudicada. Una vez estaba sentado junto a varios compañeros cuando pasó cerca un cortejo fúnebre. Para mostrar su respeto, el Santo Profeta (lpbD) se puso en pie. Entonces alguien indicó que el difunto era judío. El Santo Profeta (lpbD) respondió: “¿Acaso esta persona no recibió su vida de Dios? ¿No era una creación de Dios? En lo referente a las cosas que el hombre tiene en común, recordad, debemos ser siempre respetuosos, dejando al margen religión, raza y credo. En esto consiste la esencia del Islam”. En tiempos del Santo Profeta (lpbD) estas enseñanzas no eran sólo teóricas sino que se llevaban a la practica con todo detalle.
Era un hombre de amor, un amor mezclado con humildad. Amaba a los niños, incluso les respetaba. Después del fallecimiento del Santo Profeta (lpbD), uno de sus compañeros pasaba cerca de un grupo de niños y les saludó diciendo “Assalamu-alaikum.” Eran jóvenes y se sorprendieron de que una persona mayor y de alto rango, siendo compañero del Santo Profeta (lpbD), les saludara primero. Les dijo: “Siempre observé al Santo Profeta (lpbD) haciendo ésto. Era su costumbre decir “assalamu-alaikum” primero, incluso a niños”.
Anas Osama bin Zaid ha contado que cuando era niño, un día el Santo Profeta (lpbD) le levantó y le sentó sobre una de sus rodillas y puso a su nieto Hassan sobre la otra. Abrazando a los dos dijo: “¡Oh Dios mío, muestra Tu misericordia a estos niños al igual que yo la muestro en este momento”. Este incidente dejó una huella imborrable en la mente de Osama bin Zaid quién relataba el hecho con lágrimas en sus ojos.
El Santo Fundador del Islam tenía un sentido del humor muy agradable. Solía bromear con niños para distraerles, pero su humor nunca hizo daño a nadie. Hay muchos relatos de sus bromas con niños y de vez en cuando con personas mayores. En una ocasión una anciana le pidió que rezara para que Al-lah Le perdonara. El Santo Profeta (lpbD) le contestó que ninguna anciana entraría en el paraíso. Esta respuesta causó a la anciana cierta conmoción, pero el Santo Profeta (lpbD) sonrió enseguida y le aseguró que cualquier persona entrando en el paraíso, volvería a ser joven. Su sentido del humor era fino y agradable, y siempre practicado con un subyacente sentido de amor, y nunca de burla.
Era un hombre que tenía un sentido de la justicia estricta y absoluta. Pero al mismo tiempo complementada perfectamente por una exquisita benevolencia. Después de la Batalla de Badr, cuando los idólatras habían lanzado un ataque contra los musulmanes cerca de Medina, los musulmanes volvieron con algunos prisioneros. Entre los cautivos se hallaba un tío del Santo Profeta (lpbD). La única manera de prevenir la fuga de estos prisioneros era maniatarles a las columnas de la mezquita. En aquellos tiempos no existían cárceles y las mezquitas tenían que ser empleadas para ello. En esta ocasión alguien había atado las cuerdas demasiado apretadas. El Santo Profeta (lpbD), cuyo hogar estaba contiguo a la mezquita, no podía dormir. Se dice que estaba inquieto y daba muchas vueltas en la cama. Sus compañeros le preguntaron la causa de su intranquilidad y respondió que podía oír los gemidos de su tío Abbas en la mezquita. Entonces alguien fue y aflojó las cuerdas de Abbas. Después de un rato, el Santo Profeta (lpbD) notó que el ruido que le estaba molestando había cesado y preguntó por qué. Cuando se enteró de que las cuerdas de Abbas habían sido aflojadas dijo: “Si has hecho esto para Abbas, házlo para todos los prisioneros.” Así, su bondad complementó su justicia.
Una vez la hija de un destacado jefe árabe fue sorprendida en el acto de robar. Su nombre era Fátima, igual que la hija del Santo Profeta (lpbD). Se estuvo discutiendo sobre el asunto cerca de la casa del Santo Profeta (lpbD) y algunos estaban a favor de la clemencia porque su padre era un jefe importante. Convencieron a Osama bin Said, hijo de un antiguo esclavo del Santo Profeta (lpbD), para que intercediese por ella. Este joven aún no conocía lo suficientemente bien el carácter del Santo Profeta (lpbD) y procedió a pedir clemencia para la mujer. Ésta fue una de esas raras ocasiones en que la vena en la frente del Santo Profeta oscureció. Dijo: ”¡Qué pretendes intercediendo por ella! Sin duda alguna, yo habría cumplido la voluntad de Al-lah, incluso si hubiese sido mi hija la que hubiese cometido este crimen”.
El Santo Profeta (lpbD) tenía, en una ocasión, una deuda con un judío. El judío tenía la impresión de que el momento del cobro había llegado, aunque, de hecho, no era cierto. Se enfrentó con el Santo Profeta (lpbD) y exigió su dinero utilizando términos muy duros, diciendo que todos los Quraish eran unos morosos, que nunca cumplían sus promesas. De este modo insultó, no sólo al Santo Profeta (lpbD), sino también a toda su tribu. Umar que estaba presente se puso furioso y su mano buscó su espada. El Santo Profeta (lpbD) detuvo a Umar que ya había contestado al judío con malas palabras y estaba quizás a punto de golpearle y le dijo: “Umar, deberías haberte comportado de otro modo. Primero deberías haberme recordado esta deuda y luego deberías haberle dicho que hiciera sus demandas con cortesía y que fuera bondadoso con los que le deben dinero.” Luego se dirigió a otro compañero y dijo: ”Aún quedan tres días. Sé que la fecha tope todavía no ha llegado, pero págale lo que le debo y un poco más por la actitud brusca de Umar”. Éste era su comportamiento cuando era insultado abiertamente delante de sus compañeros. Su sentido de la justicia era supremo y absoluto; es decir que no tenía nada que ver con sus lealtades personales, tribales o religiosas.
Hoy en día existen muchos malentendidos entre los musulmanes y los judíos que necesitan aclaración. Citaré algunos ejemplos de cómo el Santo Profeta (lpbD) llevó sus relaciones con los judíos al tener nosotros que seguir su ejemplo en este asunto y descartar cualquier actitud distinta. El Santo Profeta (lpbD) había demostrado una y otra vez ser un hombre cuyo sentido de la justicia era imparcial y absoluto. Incluso cuando había disputas entre judíos y musulmanes, o entre musulmanes e idólatras, todos acudían a consultarle. En una ocasión, se relata que un musulmán y un judío discutían sobre quién de ellos era el dueño de una parcela. Se entrevistaron con el Santo Profeta (lpbD) para que decidiese. En primer lugar, el Santo Profeta (lpbD) pidió al musulmán alguna prueba de que la parcela era de su propiedad. El musulmán contestó que no tenía ningún testigo, pero juró con su palabra de honor que decía la verdad. El Santo Profeta (lpbD) se dirigió al judío y le invitó a jurar en el nombre de Dios que la tierra era suya. El musulmán protestó diciendo: “¡Oh Profeta de Dios, hará un juramento falso! Mentirá por ganar la parcela.” El Santo Profeta (lpbD) contestó: “No hay otra manera de decidir el asunto. Si jura que el terreno es suyo, entonces es suyo”. Ésto es precisamente lo que ocurrió.
En otra ocasión, un pequeño grupo de comerciantes musulmanes visitó Jaibar, una zona ocupada por un clan judío con el nombre Bani-Nazir. Esta gente había sido anteriormente expulsada de Medina y había establecido su nuevo hogar en Jaibar; pero ésta es otra historia. Este lugar había llegado a ser una fortaleza judía ocupada solamente por ellos. Durante la visita de los comerciantes musulmanes a Jaibar, uno de ellos fue asesinado. Cuando volvieron los musulmanes pidieron al Santo Profeta (lpbD) que declarase a los Bani-Nazir responsables del crimen y que se impusiese a ellos la multa correspondiente por el asesinato. El Santo Profeta (lpbD) preguntó: “¿Tenéis alguna prueba de que este hombre haya sido asesinado por ellos?” Contestaron: “No hay ningún testigo, pero tiene que ser uno de ellos porque son los únicos que viven allí”. El Santo Profeta (lpbD) dijo: “La única solución, entonces, es que ellos juren su inocencia”. Y así lo hicieron y fueron absueltos. Sin embargo, por orden del Santo Profeta (lpbD), los perjudicados recibieron una cantidad de dinero de las arcas del estado. Observamos en él una bondad ligada a un sentido de justicia tan bella y ecuánime, que es un verdadero placer leer estos relatos.
Igualmente siempre era muy amable con sus siervos y esclavos. La cuestión de la esclavitud está bastante mal entendida en Occidente. No voy a entrar ahora en detalles, pero puedo asegurarles que el Corán solamente permite convertir a alguien en esclavo bajo una premisa. En el capítulo Al-Anfal, versículo 68, se dice que sólo después de una batalla de envergadura, no una escaramuza, se pueden tomar esclavos. En aquellos tiempos no existía ningún sistema de campamentos para prisioneros de guerra, así que los cautivos eran distribuidos entre las distintas familias. También vemos que el Corán expone numerosas sugerencias de cómo estas gentes pueden conseguir su liberación. Hay tantos versículos sobre este tema que, después de ojearlos, es difícil entender como cualquier musulmán de hoy puede llegar a la conclusión que el Corán valida el sistema de la esclavitud. Según el Santo Corán y el ejemplo del Santo Profeta (lpbD), si un esclavo no es puesto en libertad tras el rescate pagado por sus familiares, y no le queda otra vía para conseguir su liberación, entonces puede acudir al juzgado islámico y exigir su puesta en libertad de inmediato, bajo la condición de ganarse y pagarse en pequeños plazos lo que se considera su valor. En tiempos del Santo Profeta (lpbD) se seguían estrictamente estas normas. A veces hasta miles de esclavos eran puestos en libertad en un solo día. Debido a la herencia del pasado y dado que eran tiempos revueltos, algunos esclavos formaban una parte del patrimonio de algunas familias y continuaban sus servicios en casas particulares. El Santo Profeta (lpbD) amonestaba una y otra vez a sus seguidores advirtiendo que debían tratarles como si fueran de su propia familia. Encontramos relatos de muchos incidentes de este tipo, por ejemplo, a veces un amo y su esclavo hacían compras juntos y el tendero no podía adivinar quién era quién. En una ocasión Alí, que fue el cuarto Jalifa del Islam después del Santo Profeta (lpbD), compró dos trajes idénticos. El tendero sugirió que comprase ropa de diferentes colores. Dijo: ”Mi maestro me ha enseñado a tratar a mis esclavos como si fueran de mi propia sangre. Mi esclavo vestirá la misma vestimenta que yo lleve”.
Abu Masud Badri relata: “Estaba pegando a un esclavo con un látigo cuando oí una voz detrás de mí que decía: “¡Cuidado Abu Masud !” En ese momento estaba tan alterado que no reconocí la voz de la persona hasta que se acercó y me di cuenta de que era el Santo Profeta (lpbD). Me decía: “¡Ojo Abu Masud! Al-lah tiene más poder sobre tí que tú sobre este esclavo”. Respondí: “¡Mensajero de Al-lah! Le pongo en libertad para ganar el agrado de Al-lah”. El Santo Profeta (lpbD) hizo la observación: “Si no lo hubieras hecho, habrías sido chamuscado por el fuego”.
A menudo, en la historia del Islam se cita el caso de Zaid, que era el único esclavo que vivía con el Santo Profeta (lpbD). Relata: “Estando de servicio con el Santo Profeta (lpbD) cometí muchos errores, pero no me reprochó ni una sola vez. Jamas me criticó, y por supuesto nunca me puso la mano encima.”
Durante el periodo en que el Santo Profeta (lpbD) vivía en Medina, el padre y tío de Zaid pudieron localizarle tras varios años de búsqueda infructuosa. Acudieron al Santo Profeta (lpbD) para pedir su liberación. Éste dijo: “Por supuesto lo haré, pero ¿por qué no le preguntan a él? Es un hombre libre. Si quiere quedarse, yo no puedo obligarle a marchar”. Así que se mantuvo en silencio cuando Zaid se encontró en presencia de su padre y de su tío. Después de tan larga separación era un momento de mucha emoción. Pidieron a Zaid que regresase a casa con ellos. Contestó: “ Si la elección es mía no volveré porque he descubierto un hombre que es más querido para mí que mi padre, mi madre, mi tío o cualquier otra persona en el mundo.” Oyendo esto, el Santo Fundador del Islam les invitó a salir fuera y en presencia de algunas personas llamadas por él, proclamó que Zaid ya no era esclavo sino un hombre libre. “Declaro también,” dijo, “que le trataré como a mi propio hijo y a partir de ahora se le conocerá como Zaid, hijo de Muhammad”.
Ahora mencionaré otro aspecto del carácter del Santo Profeta (lpbD), como marido, padre y pariente. En las relaciones con sus mujeres se comportó siempre con respeto y bondad y no se recoge ningún acto de antipatía por su parte hacia ellas. Aunque existen relatos que nos cuentan que Aisha y sus demás mujeres se enfadaron en algunas ocasiones con él, no consta que les respondiera con brusquedad. Aisha relata que solía ayudarla en las tareas diarias de la casa, aparte de cumplir con sus responsabilidades como Profeta de Dios. Solía coser su propia ropa, arreglar sus zapatos y traer agua para su propio uso y nunca pedir la ayuda de otros en estos asuntos. Este aspecto de su carácter impresionaba mucho a sus seguidores. Después de fallecer el Santo Profeta (lpbD), a un compañero que un día iba cabalgando, se le cayó el látigo. Un chico vino corriendo para devolvérselo, pero dijo: “No por favor, déjame bajar y que lo recoja yo mismo, porque durante toda mi vida siempre observé que el Santo Profeta (lpbD) nunca solicitaba la ayuda de otras personas ni las molestaba con sus necesidades.”
Aisha describió su cama como un saco de cuero lleno de hojas. Dice: ”Nunca comimos pan de trigo durante más de tres días seguidos. A veces transcurrían meses enteros sin que comiésemos ni carne ni pan, en cambio saciábamos nuestra hambre con dátiles y un poco de leche, a menos que alguien matara una oveja y nos mandara un trozo de carne”. Umar, el segundo Jalifa, ha narrado: “Entré en el pequeño cuarto ocupado por el Santo Fundador del Islam. Estaba tumbado sobre una cama de paja tan tosca, que pude ver que el lado de su cuerpo sobre el que se apoyaba estaba marcado por la marca de la paja. Miré alrededor de la habitación y estaba prácticamente vacía, no había nada salvo un cubo pequeño y dos o tres cosas más. Yo le conocí como la persona más amada por Dios, una persona que había llegado a la cumbre de la humanidad. Este contraste me sobrecogió de tal manera que empecé a llorar. El Santo Profeta (lpbD) se dirigió a mí y dijo: “Umar, ¿qué te pasa?” Respondí: ”¡Oh Mensajero de Dios! Dios Le quiere tanto, usted es la mejor persona que Él jamás creó, y sin embargo le veo viviendo en una austeridad tan extrema. Ni si quiera dispone de una cama decente. Usted no tiene ninguna cosa para decorar la casa, no hay nada.” El Santo Profeta (lpbD) sonrió y dijo: “Umar preferirías las cosas de este mundo y esta vida en lugar de lo que nos espera con Dios en el más allá?” Umar respondió que sin duda alguna las cosas por venir eran mejores, y entonces el debate terminó.
Es un incidente sin excesiva importancia, pero ¿podría un impostor vivir así? ¿Por qué inventa mentiras hacia la gente? ¿Con qué objeto? ¿Para vivir en rigurosa austeridad, compartiendo los sufrimientos de su época con sus fieles seguidores? Si ésto es posible, entonces la verdad misma no tiene sentido y cualquier cosa en el ser humano es falsa.
La bondad del Santo Profeta (lpbD) se extendía incluso a los animales. En una ocasión, en el transcurso de un viaje, oyó el gorjeo angustioso de un pájaro. Preguntó a sus seguidores qué le había pasado al pájaro. Uno de ellos contestó que había quitado dos huevos del nido del pájaro. El Santo Profeta (lpbD) dijo: “¡Devuélveselos!” En otra versión del mismo incidente se dice que alguien había quitado dos pajaritos del nido y el Santo Profeta (lpbD) dijo que no se debería hacer sufrir jamás a una madre a causa de sus hijos. No era solamente un asunto de pájaros y pajaritos sino una cuestión de valores humanos y su relación con la vida.
En otra ocasión el Santo Profeta (lpbD) contó lo siguiente a algunos compañeros: “Un hombre que estaba en el desierto tenía mucha sed y buscando agua, encontró un pozo. Trepó hacia abajo y pudo beber todo lo que quiso. Al salir del pozo observó que había un perro jadeando y medio muerto de sed. Volvió al pozo, llenó su zapato con agua y aguantándolo con sus dientes subió otra vez y dio de beber al perro”. El Santo Fundador dijo: “Dios me ha dicho que perdonó a este hombre todos sus pecados”. En otra narración se dice que fue una prostituta la persona del relato. Su vida estaba llena de pecados pero consiguió el perdón de Dios por un acto de bondad hacia un animal.
Uno de sus compañeros preguntó si tendrían alguna recompensa por actos de misericordia hacia los animales. Contestó: “Sí. Todos los animales que tienen hígados ´húmedos´.” La palabra “húmedos” en árabe significa blandos o sensibles. Lo he traducido literalmente, pero la connotación es cualquier animal con sensibilidad de algún tipo debe ser tratado con amabilidad y Dios recompensará por esos actos de amabilidad.
En una ocasión vio a alguien ordeñando a una cabra y le preocupó ver si quedaba leche para sus crías. Prohibió a sus seguidores que mataran cualquier pájaro o animal sin necesidad. Dijo: “Tendréis que responder ante Dios por matar sin necesidad ni justificación”. Cuando le preguntaron qué podría justificarlo, dijo: “Si tenéis necesidad de carne, podéis matar.” Era entonces cuando les recordó que incluso al matar es necesario evitar la crueldad; es decir, hay que matar de modo que el animal sienta el menor dolor posible. Algunos áhmadis me preguntan si la forma actual de matar es islámica, primero atontando al animal y luego degollándolo. Afirmo que es perfectamente islámico. No estoy de acuerdo con los intelectuales musulmanes ortodoxos, que dicen que este sistema era desconocido en las primeras etapas del Islam, y por lo tanto no se debe emplear. Los instrumentos que sirven hoy día para aliviar el dolor de los animales no estaban disponibles entonces. Sin embargo, el principio de que incluso al matar a un animal, uno debe evitar cualquier sufrimiento innecesario, fue pronunciado por el Santo Profeta (lpbD) mismo.
Ahora quiero hacer referencia a uno de los temas más polémicos de hoy en día, el de la blasfemia. Vaya donde vaya en el mundo, esta pregunta me persigue. Me preguntan por el edicto de muerte de Jomeini contra Salman Rushdie. Respondo que el Islam que conozco no prescribe ningún castigo en absoluto por blasfemia. No habla de pena de muerte ni de otro posible castigo. Y en este contexto, cito un episodio en la vida del Santo Profeta (lpbD) que también está recogido en el Sagrado Corán. Antes de la llegada del Santo Profeta (lpbD) a Medina, un hombre emergía por unanimidad como dirigente de todas sus tribus y diferentes religiones. Se llamaba Abdul-lah Bin Obey Bin Solul. Después de la llegada del Santo Profeta (lpbD) a la ciudad, la situación cambió paulatinamente, y fue Muhammad y no Abdul-lah, quién fue elegido por unanimidad como la máxima autoridad en Medina. Abdul-lah llegó a mostrarse muy celoso, y no dejaba de expresar su malestar. Tal era su comportamiento que los musulmanes empezaron a referirse a él como jefe de los “munafiq” ó hipócritas. En una ocasión, durante la vuelta a Medina de una expedición que había sido un fracaso y después de la cual todos se sentían decepcionados y cansados, Abdul-lah eligió este momento para lanzar su reto más atrevido a la autoridad del Santo Profeta (lpbD). Manifestó a un grupo de personas, que en la vuelta a Medina “el más noble echaría al más desgraciado”. Todo el mundo entendió perfectamente el significado de este mensaje. Cuando Umar se enteró, pidió permiso al Santo Profeta (lpbD) para matar a este hombre. El Santo Profeta (lpbD) se lo denegó. Se dice que el propio hijo de Abdul-lah bin Obey, Yulabin Obey Bin Solul, se dirigió al Santo Profeta (lpbD) de la siguiente manera: “¡Oh Mensajero de Dios! Si usted permite a alguien matar a mi padre, al ser yo su hijo, es posible que guarde rencor y luego sin querer busque venganza sobre su asesino y de este modo incurriría en un grave pecado. Mi padre merece este castigo por el grave insulto que ha lanzado contra usted. Por lo tanto pido su permiso para matarle yo mismo.” El Santo Profeta (lpbD) sonrió y dijo: “¡No, olvídalo! No hay ningún castigo”. Todos volvieron a Medina y durante muchos años este hombre vivió bajo la protección del Santo Fundador de Islam contra quién había pronunciado esta blasfemia. Cuando murió, el Santo Profeta (lpbD) decidió dirigir las oraciones en su funeral. Para algunos de sus compañeros esto era más de lo que podían soportar. Umar, contó que cortó el paso del Santo Profeta (lpbD) y le dijo: “Pero, ¿no es este hombre el jefe de los hipócritas? ¿No es este el hombre sobre el cual Dios ha dicho que incluso si usted pidiera setenta veces perdón para él, no sería perdonado? Entonces, ¡oh Profeta de Dios!, habiendo recibido esta revelación, ¿por qué ha decidido dirigir las oraciones fúnebres?” El Santo Profeta (lpbD) contestó: “¡Apártate Umar! Si tuviese la esperanza de que rezando por este hombre más de setenta veces, conseguiría así su perdón, lo haría.” Así era el carácter del Santo Profeta (lpbD). Era un hombre de una gran compasión, un hombre de principios, un hombre que pasó su vida adhiriéndose siempre a la verdad y nada más que la verdad.
Cuando se dio cuenta de que se acercaba el momento del reencuentro con su Señor, el Santo Profeta (lpbD) se dirigió a los musulmanes. Esta ocasión fue “el último peregrinaje”, Hayyat-ul-Wida, el último viaje que realizó el Santo Profeta (lpbD) a la Meca. Delante de la más grande asamblea de fieles jamás reunida durante su vida, indicó que aquel día su mensaje iba dirigido no sólo hacia los musulmanes sino a toda la humanidad de todos los tiempos. Se dirigió a ellos diciendo: “¡Oh Seres Humanos!”. No dijo “¡Oh musulmanes!” sino “¡Oh Seres Humanos! Todos sois iguales. No existe superioridad de un árabe sobre uno que no es árabe o de un hombre blanco sobre uno negro. Todas las personas, sea cual sea la nación o tribu a la que pertenecen, o sea cual sea su rango en la vida, son iguales. La única distinción que se puede admitir es la medida en que uno es temeroso de Dios”. Al final dijo: “¡Decidme si yo he comunicado el mensaje!” Todos le contestaron al unísono: “¡Sí, Oh Profeta de Dios! Sin duda alguna ha transmitido el mensaje!” Entonces dijo: “Prometedme que haréis llegar este mensaje a los últimos rincones del mundo. Los aquí presentes debéis comunicar este mensaje a los ausentes, y así hasta el final de los tiempos”.
El racismo es un tema muy polémico hoy en día. Y aunque hay muchas naciones que intentan minimizar los efectos del racismo en sus propias culturas, mi experiencia después de muchos viajes por el mundo, me hace pensar que es un fenómeno existente en cada pueblo en todo el mundo. No es sólo una cuestión de los blancos sintiendo una especie de superioridad sobre los negros, sino también de los negros sintiendo una clase de superioridad vengativa sobre los blancos. Continúa siendo la más peligrosa corriente en el pensamiento humano. Bajo las explícitas instrucciones del Santo Profeta (lpbD), os comunico este mensaje de igualdad racial. Siendo todos criaturas de Dios, compartiendo los mismos antepasados, ¿cómo podemos permitir hundirnos hasta tal punto, que cuestiones de superioridad racial se apoderen de nosotros?
Cuando el momento de dejar esta vida se le acercaba, Dios le concedió la opción de bien volver hacia Él o bien pasar algunos años más en este mundo. Su repuesta fue: “Fi Rafiqil Ala”.“Prefiero volver a mi querido Señor”. Estas fueron las últimas palabras que pronunció antes de pasar a la vida eterna.
Si a ustedes les parece un hombre falso entonces era un Profeta falso. Al contrario, puedo asegurarles que un hombre verdadero no puede llegar a ser un Profeta falso. Es imposible. Es la estrechez de entendimiento lo que transforma las cosas en lo que no son. Es el hombre el que convierte la realidad en mito y leyenda. Algunas leyendas se crean motivadas por el amor; este proceso termina elevando la posición del hombre más allá del límite humano, a veces incluso hasta el nivel de Dios. Esto ha ocurrido en la mayoría de las religiones del mundo. También observamos el efecto inverso. De la figura del Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, se hizo una leyenda de odio que ha durado muchos siglos y desafortunadamente esta leyenda aún no ha desaparecido del todo. Por favor, cuando juzguen a las personas no formen su opinión basándose en leyendas sino en su realidad.
¡Que Al-lah Les bendiga! La paz de Dios sea con ustedes. Gracias.
Discurso pronunciado por Hazrat Mirza Tahir Ahmad, el 15 de octubre 1989 en Heathland School, Hounslow, Londres.

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1 comentario:

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