Trump, payaso internacional
La risa debiera tornarse en una mueca de espanto, mientras el ridículo anaranjado sigue desgobernando a los Estados Unidos y llevándose al traste al resto del orbe
Foto propiedad de: Internet“Ayer vino el diablo aquí, ayer estuvo el diablo aquí, en este mismo lugar. ¡Huele a azufre todavía esta mesa donde me ha tocado hablar! Ayer señoras, señores, desde esta misma tribuna el señor presidente de los Estados Unidos, a quien yo llamo el diablo, vino aquí hablando como dueño del mundo.” Hugo Chávez, Asamblea de la ONU. Septiembre 21, 2006
Desde ese discurso de Hugo Chávez, presidente de Venezuela, en la Asamblea de las Naciones Unidas hace ya doce años, ningún otro líder de Estado había logrado captar tanta atención de sus homólogos como lo hizo Trump con su reciente participación en dicha tribuna. Bastó un minuto de perorata para que explotaran las risas de más de cien líderes mundiales y de sus delegaciones. Ni siquiera por el lugar, el decoro o su alta investidura, los jefes de gobierno y demás diplomáticos pudieron contener la carcajada.
Trump dijo que “no esperaba esta reacción, pero que estaba ‘ok’...”. Seguramente “no se reían de él, sino con él.” Lo cierto es que su ego sufrió una humillación en la cual participaron sus pares y todos los que hemos sido testigos de su bufonada. Él que pedía no tener un “hazmerreír por presidente” (refiriéndose a Obama en un tweet de 2014), ha logrado ser eso mismo en la palestra más importante a nivel mundial.
Blofear con la afirmación de que en menos de dos años él ha logrado más que los 44 presidentes anteriores de su país, sobrepasó los límites de lo políticamente correcto, de la historia y mostró una soberbia más larga que su corbata. Podrá decirlo en auditorios llenos de sus típicos seguidores del centro de Estados Unidos, pero no en la Asamblea de las Naciones Unidas. Menos aún cuando su discurso es amenazar (y proceder) con tarifas comerciales y no saber diferenciar entre las tácticas de una empresa y la estrategia de una nación.
Sin embargo, el problema de la risa no es la risa en sí misma. En realidad es que Trump (al igual que el ejecutivo de este lado de la frontera) simplemente no entiende que no entiende.
No entiende que un déficit en algunos rubros o en el total de la balanza comercial no necesariamente es malo. No entiende que si sigue fastidiando a China, pronto tendrá un problema MAYÚSCULO con la deuda gringa que posee el sonriente dragón asiático. Tampoco entiende que, de seguir con sus aranceles, no sólo enfrenta a otros países, en muchos casos también a sus propios productores. Su cabeza no carbura cómo ha crecido la economía estadounidense y que el libre comercio ayuda a disminuir la migración que tanto detesta.
Es cierto, como todo, ese comercio no es la panacea a los problemas mundiales, pero ayuda a solventar diferencias entre naciones y a reducir costos para el consumidor. Fortalece las competencias y ventajas comparativas de los países, e integra procesos más allá de los idiomas, ideologías y politiquerías, logrando productos que satisfacen las demandas de los usuarios y disminuyendo sus precios.
El problema es que Trump está rompiendo a diario el fino equilibrio mundial, impulsando las energías sucias, incentivando la producción de carbón, permitiendo la importación de marfil y especies en peligro de extinción como trofeos de caza.
Y, de esta manera, la risa debiera tornarse en una mueca de espanto, mientras el ridículo anaranjado sigue desgobernando a los Estados Unidos y llevándose al traste al resto del orbe. El guiño desdeñoso de su cara nos recuerda lo cerca que tiene el botón nuclear. Ahora sí, ¿alguien se sigue riendo de ese payaso internacional?
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