Se derrumba, de manera estrepitosa, el “teatro” financiero y fiscal que diseñaron “los hombres del presidente” para tratar de resolver el entuerto del Nuevo Aoeropuerto de México, NAIM.
¿Por qué?
Porque los tenedores de bonos –los privados que compraron los bonos que harían posible el nuevo aeropuerto–, rechazaron la propuesta del gobierno mexicano; recomprar los bonos a precio castigado.
En pocas palabras, el ingenuo gobierno de López Obrador les dijo a los inversionistas foráneos que ofertaba su pérdida; en lugar de que pierdan cien, anímense y sólo pierdan 50.
Como era de esperar, la “supuesta oferta” fue rechazada de manera tajante. ¿Por qué? Porque los inversionistas saben que si no es con en el actual gobierno, cobrarán con jugosos intereses al siguiente gobierno. Y si no, al que siga del siguiente.
En pocas palabras, México siempre estará donde está mientras que el nuevo gobierno –el de AMLO–, se tendrá que ir en algún momento; por qué perder un solo centavo de su inversión si con el tiempo pueden ganar más con la pérdida de hoy.
Lo que no entiende el inexperto y hasta bobo gobierno de Andrés Manuel López Obrador es que los grandes capitales, tenedores de los bonos del NAIM, nunca pierden frente a la deuda de un gobierno. ¿Por qué?
Porque, como ya se dijo, tarde o temprano algún gobierno del país llamado México tendrá que pagar, con intereses y todo lo que cueste el dinero en el tiempo.
El problema, entonces, es de nuevo para el gobierno de López Obrador, cuyos bobos funcionarios –sobre todo el titular de la SCT, Javier Jiménez Espriú–, fueron atrapados “con los dedos en la puerta”. ¿Y ahora quién podrá salvarlos?
La inexperiencia los llevó a poner todos los huevos en una sola canasta y, una vez que se rompió la canasta, se qudaron sin… alternativas.
Por lo pronto, los responsables de la obra anunciaron que al no poder para los trabajos del NAIM, muy pronto empezará “el colado” de las torres y la bóveda de las grandes naves del nuevo aeropuerto. ¿Y luego qué harán con esa obra monumental?
La respuesta deja helados a propios y extraños; “Ya veremos, esa infraestructura puede ser usada para algún proyecto ecológico…” Así la irresponsabilidad de jugar con el dinero de los mexicanos y con el futuro de miles de trabajadores; con el futuro de México.
Mientras tanto, el escándalo ya supera el costo del Fobaproa de Salinas y Zedillo.
¿Por qué?
Porque el Fobaproa se construyó para rescatar a los bancos y, con ello, los ahorros de particulares y empresas. Para ello la deuda privada se convirtió en deuda pública. Y ahí están los bancos y el dinero de los ahorradores.
Pero en el caso del NAIM –que no es otra cosa que el Fobaproa de AMLO–, se pretende convertir la deuda privada en dinero público que pagaremos todos con nuestros impuestos. ¿Y qué vamos a obrtener?
Nada; una chatarra inservible. ¿Dónde van a meter la cabeza los 30 millones que votaron por AMLO?
Se los dije.