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miércoles, 2 de enero de 2019

El turismo, objetivo de impacto

Louisa Vesterager Jespersen y Maren Ueland murieron a manos del IS el 17 de diciembre en un valle del Atlas (Marruecos). RITZAU SCANPIXREUTERS
Los atentados terroristas en zonas turísticas tienen como fin generar alarma y dañar la economía
Justo cuando Egipto empezaba a recuperar visitantes tras siete años languideciendo en las guías de viaje, el terrorismo ha vuelto a golpear en una zona turística. Las razones por la que los grupos terroristas eligen objetivos turísticos son múltiples. Por un lado, se garantizan así que sus crueles acciones generen un gran impacto internacional. Por otro, debilitan la credibilidad de los Estados donde tienen lugar esta clase de atentados, minando la confianza en su seguridad de cara al exterior y desestabilizándolos en última instancia política y económicamente.
El ejemplo más reciente de este negro impacto lo hemos visto en Marruecos hace menos de 15 días con la decapitación de dos turistas escandinavas en el Atlas, reivindicada por una célula afiliada al grupo yihadista autodenominado Estado Islámico (IS). Era la primera vez que esta organización actuaba en el país vecino, que había escapado relativamente al zarpazo del IS, aunque no se había librado de atentados en zonas turísticas como el de Marraquech, en 2011, con 16 muertos. Se espera que la amenaza de un IS actuando en Marruecos ralentice el flujo de viajeros europeos. El sector, que alcanzó cifras récord en 2017, con más de 11 millones de visitantes, representa el 10% del PIB y es el segundo empleador del país.
Así ha ocurrido también en Túnez, donde en 2015 los atentados contra el Museo del Bardo, en la capital (en marzo), y contra turistas en una playa de Port el Kantaoui (Susa), en junio, vaciaron el país de extranjeros. En el Bardo, un grupo de terroristas penetró en el edificio y mató a 22 personas, entre ciudadanos tunecinos y turistas (entre ellos, dos españoles). En Susa, la matanza de 39 turistas provocó un éxodo masivo y la retirada de todas las reservas. Tras años de perfil bajo, este 2018, los turoperadores han vuelto a ofertar paquetes en Túnez, que va recuperando un sector que representa el 8% de su PIB y del que dependen muchos puestos de trabajo.
Fatalidad e inestabilidad
En mayor o menor medida, un ataque terrorista es un lastre para los países que viven del turismo. Si esta fatalidad se combina con la inestabilidad política, el impacto puede ser mayor. Turquía atrajo en 2014 a 42 millones de turistas extranjeros y se posicionó como el sexto destino mundial más popular. Sin embargo, la tumultuosa esfera interna en los años siguientes, que tuvo su punto culminante en el intento de golpe de Estado en julio de 2016, al que le siguió el atentado del IS en la discoteca Reina de Estambul la Nochevieja de ese año, con 39 muertos, redujo esta cifra a la mitad.
En Egipto, el atentado más impactante contra una zona turística tuvo lugar en 1997 en el templo de Hatshetsup, en Deir el Bahari (Luxor). Murieron 62 personas, la mayoría suizos. Seis terroristas irrumpieron a plena luz del día en el complejo con armas automáticas y disfrazados como miembros de las fuerzas de seguridad. Tras matar a los guardias, dispararon sistemáticamente contra los turistas atrapados en el recinto durante 45 minutos. El atentado fue instigado por el grupo islamista local Yamaa al Islamiya. El turismo en la zona resultó gravemente afectado durante años.
Pero los turistas siempre vuelven. En 2010, Egipto consignó un récord de visitantes, con más de 14 millones de turistas. Pero la irrupción de la revolución, que en 2011 acabó con el régimen de Hosni Mubarak inauguró una época de inestabilidad de la que parecía recuperarse este 2018. Entre tanto, el terrorismo salpicó de sangre cada atisbo de tranquilidad. En 2015, una bomba contra un vuelo que despegó del balneario de Sharm el Sheij rumbo a San Petersburgo, reivindicada por un grupo afiliado al IS, acabó con la vida de 224 personas. Ese mismo año, ocho turistas mexicanos y sus cuatro guías egipcios fueron tiroteados por helicópteros militares que les confundieron con terroristas en pleno desierto.
Así, al año siguiente, sólo cinco millones de personas se atrevieron a hacer turismo en el país. Este 2018, el sector había recuperado el 80% de sus ingresos. Los ránkings de las revistas de viaje volvían a incluir a Egipto en sus listas de paraísos por visitar, pero el golpe de ayer ya resuena en sus museos y templos.
Un informe del Foreign Office británico confirmaba este enero la pesadilla de todo servicio de seguridad: que los destinos turísticos más visitados del mundo son precisamente los que presentan un "mayor riesgo" de sufrir ataques terroristas. Desde el paradisíaco Bali a un mercadillo navideño de Berlín, los ataques indiscriminados han golpeado los lugares predilectos para pasar las vacaciones. Aunque en el Global Terrorism Index copan los puestos más altos países donde el turismo es una quimera: Irak, Afganistán, Nigeria, Siria y Pakistán.

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