La indignidad del presidente mexicano no tiene límites.

Pero tampoco tiene fronteras.

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Y es que en abierta violación a la Constitución –la misma que juró cumplir y hacer cumplir–, López Obrador convocó a México a los más sanguinarios dictadores del continente, a quienes colmó de elogios.

No le importó al mandatario mexicano que las tiranías de Venezuela, Cuba, Nicaragua y otras, no respetan los derechos humanos, no existe libertad de expresión y el Estado autoritario reprime disidentes y encarcela opositores.

Y fue tal la indignidad de AMLO que se atrevió a elogiar los 60 años de la dictadura cubana y de exigir el fin de del espantajo llamado “bloqueo”, cuando hace apenas un par de meses el dictador Miguel Díaz-Canel apaleó, censuró y encarceló a miles de cubanos que en las calles exigían “libertad”.

El bodrio del presidente mexicano se produjo en la conmemoración de la independencia mexicana; festejo que terminó el grotesca caricatura luego que el dictador cubano habló de libertad e independencia, cuando en Cuba no hay ni libertad y menos independencia.

Pero el ridículo y la indignidad del presidente mexicano –de llevar al dictador cubano a los festejos patrios–, era solo el principio.

¿Por qué?

Porque una vez concluidos los festejos del “Grito de Independencia”, se llevó a cabo el encuentro regional de la Celac –cumbre organizada en México y para el elogio de las dictaduras–, en donde “el invitado sorpresa” fue nada menos que Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela.

En efecto, México dejó con la boca abierta a propios y extraños con la “sorpresiva” visita de Maduro; dictador que viola derechos humanos de millones de venezolanos, mantiene presos a opositores, persigue a disidentes y cancela libertades como las de expresión, libre tránsito y la libre asociación.

Sin embargo, la indignidad de López Obrador fue aún mayor cuando los presidentes de Uruguay y Paraguay, respectivamente, pusieron en su sitio a los sátrapas Díaz-Canel y Maduro, durante la inauguración de la Celac.

Así, por ejemplo, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle, dijo lo siguiente: “Con el respeto debido, cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, cuando no se respeta la división de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para callar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, nosotros, en esta voz tranquila pero firme que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”.

Pero antes ya el presidente de Paragua, Mario Benítez, había iniciado las críticas a los sátrapas dictadores de la región, como Nicolás Maduro.

Así lo dijo: “mi presencia en la Celac en ningún sentido representa un reconocimiento al gobierno de Nicolás Maduro. Es de caballeros decirlo de frente”. 

El invitado especial del gobierno de AMLO, el criminal Maduro sólo pudo responder con una maroma al estilo lopista; llamó a los mandatarios de Uruguay y Paraguay, a un diálogo sobre democracia.

Sí, de risa loca.

Pero ahí quedó la desvergüenza y la indignidad del presidente López Obrador, quien con su silencio no solo avaló sino que solapó a los tiranos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

¿Por qué?

Porque ni López ni su gobierno se atrevieron a una sola crítica a los crímenes cometidos por las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Ni una sola crítica a la violación de los derechos humanos, al control de la prensa, a la censura, a la cancelación de libertades básicas, como la de expresión; ni una sola crítica a la represión de las protestas a favor de la democracia y la libertad, ni una sola crítica al encarcelamiento de opositores y disidentes, ni una sola crítica contra las dictaduras.

Y es que en el México, igual que en Cuba, Venezuela y Nicaragua, en el gobierno de AMLO los críticos son perseguidos, los medio son controlados, los disidentes con callados, los opositores son encarcelados y no se respetan los derechos humanos.

Sí, en México la CNDH ha muerto, la división de poderes no existe, los grandes medios son sometidos y la violencia criminal es el arma principal del terror oficial contra los ciudadanos.

Y todo ello en medio de la muerte de la verdad.

Y es que el gobierno de AMLO impuso la mentira como la principal política de Estado.

Así el indigno gobierno de López Obrador; indignidad y desvergüenza sin límite y sin fronteras, propias de un dictador, como sus invitados especiales.

Se los dije.