¿Y si la Virgen rompe el cerco de Gaza?
70 mujeres se preparan para desafiar el bloqueo a bordo del barco 'Mariam', bautizado en honor a una figura sagrada para el Cristianismo y el Islam
Entre las pasajeras, de 15 nacionalidades diferentes, hay desde monjas hasta abogadas, pasando por enfermeras, estudiantes y amas de casa
Samar el Hajj, responsable del 'Mariam', posa en su 'cuartel general' de Beirut. (Mónica G.Prieto)
Khalida, inmortal en árabe, lleva varios minutos enfrascada en la redacción de una carta que pretende desafiar el significado de su nombre. Se trata de la misiva que recibirán sus hijos y nietos si algo le ocurre a esta mujer velada que roza la sesentena, ataviada con ropa oscura, de dulces maneras y mirada cansada. “Prefiero no traducirla, es demasiado personal”, se resiste Khalida tras reflexionar unos minutos la petición de la periodista, pero ante la insistencia hace un resumen de su manuscrito. “Pido a los míos que me comprendan, que entiendan mi decisión de tomar ese barco. Y les pido que repartan mis bienes entre los pobres”.
El barco al que Khalida se refiere es la última arma pacifista que pretende combatir el cerco de Gaza, la próxima y terrible amenaza que ya ha disparado las alarmas en Israel. Esta vez, un asalto armado contra la nave no generará las dudas que Tel Aviv intentó crear sobre el Mavi Mármara, el carguero turco con más de 10.000 toneladas de ayuda y casi 600 pasajeros asaltado en plenas aguas internacionales por comandos de elite israelíes. Porque el Mariam, la nave en la que Khalida y otras 70 mujeres, 40 libanesas y 30 extranjeras de 15 países diferentes, entre ellos España, desafiaran el bloqueo contra la franja sólo estará tripulada por féminas desarmadas de entre 24 y 70 años. “No habrá ni un cuchillo, todos los cubiertos son de plástico”, explica Samar el Hajj, responsable de la misión y otra de las viajeras. “No vamos a hacerle a Israel el regalo de resistir por la fuerza”.
Eso debería disuadir al Ejército israelí de llevar a cabo una agresión contra el Mariam, pero dados los testimonios de los responsables hebreos, que estos días comparecen ante la comisión interna que investiga la muerte de nueve humanitarios a bordo del Mavi Marmara, es improbable que cambien su actitud. Su máximo responsable, el general Gabi Ashkenazi, ha defendido la actuación de sus soldados y ha lamentado su estrategia en la cubierta del carguero humanitario. “Deberíamos haber utilizado tiradores de precisión para neutralizar a quienes trataban de obstaculizar a nuestros soldados”, afirmó antes de añadir que si en el futuro hay una situación similar, usará francotiradores.
El 'Mavi Marmara'. (Freegaza)
Máxime si el barco que se dirige hacia Gaza, territorio sometido a un bloqueo ilegal según la legislación internacional desde que, en 2006, el movimiento islámico Hamas ganara democráticamente las elecciones palestinas, no proviene de un país amigo como Turquía, sino de un declarado enemigo como el Líbano.
La pasada semana, el portavoz del Gobierno hebreo Mark Reguev dejaba claro a la agencia nacional israelí que “no hay limitación en los bienes que entran en Gaza, así que cualquier barco que intente llevar la denominada ‘ayuda’ será considerado una provocación”.
De ahí que, desde el anuncio del plan de viaje del Mariam y de la nave que le acompañará en su difícil travesía, el Naji al Ali -bautizado así en memoria de famoso caricaturista palestino- y compuesto por 40 periodistas y activistas libaneses, el ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, haya pedido a sus homólogos europeos, entre ellos Miguel Angel Moratinos, que convenza a la autoridades libanesas de que impidan a la flotilla salir a alta mar ya que, como escribía el diario Haaretz, “Israel ve los barcos como una provocación y hará a Beirut responsable” de lo que ocurra.
La presión europea es uno de los motivos por los que los barcos, anunciados en junio, no terminan de zarpar. “Hemos tenido muchos problemas. Al principio, los dueños del primer barco que tratamos de comprar se arrepintieron. Luego, fue la tripulación la que dijo que le había salido un trabajo mejor”. Samar el Hajj está convencida de que todo fueron “maniobras del enemigo” para retrasar la partida. Ahora, la libanesa está a la espera de los últimos documentos legales que le permitan zarpar, y de que las autoridades grecochipriotas le autoricen a atracar en su puerto para volver a salir de allí rumbo a Gaza, porque un viaje directo -”que no nos llevaría más de unas horas”, recuerda- sería considerado como un acto de guerra y por tanto Israel tendría derecho a repeler las barcas con violencia.
No queremos darles ningún motivo para atacar. Estamos respetando la legalidad, cumplimos todas las condiciones que nos ponen para que no haya motivo ninguno para negarnos el permiso para zarpar. Por eso nos parece inadmisible que los grecochipriotas nos nieguen la entrada en sus aguas territoriales sin haber visto nuestra carga. Que nos controle Naciones Unidas, así podrán comprobar que no somos terroristas sino un grupo de mujeres cargadas con medicamentos”.
Las dificultades no parecen minar la voluntad de estas aguerridas féminas. “Somos doctoras, abogadas, periodistas, universitarias, religiosas, diseñadoras, peluqueras, amas de casa… Todas unidas por la misma frustración: el cerco ilegal contra Gaza y la connivencia de la comunidad internacional con Israel”. La idea surgió del círculo de Samar tras el asalto a la flotilla de la libertad. En una cena con un grupo de amigas, la agresión israelí monopolizó la conversación. “Es que parece que hemos cambiado las leyes: resulta que el cerco de Gaza es legal y los palestinos no pueden acogerse a la carta de Derechos Humanos. ¿Por qué se admite haber convertido Gaza en un Guantánamo y no que alguien intente llevar ayuda a las mujeres y niños? Tenemos el derecho de hacerlo y la fe en que podemos lograrlo”.
Imagen del ataque contra el Mavi Marmara.
La profunda religiosidad de buena parte de las integrantes de la misión, suníes, chiíes, cristianas, drusas e incluso budistas, les llevó a bautizar el barco con el nombre de Mariam (María en árabe) en honor a la virgen para los cristianos y a la madre del profeta Issa para los musulmanes, una figura sagrada en la Biblia y en el Corán. En su simbolismo reside su única defensa contra el Ejército israelí. La idea fue de Rima Faraj, cristiana maronita, quien durante la conversación no cesaba de exclamar “¡La virgen María!”. Lo que al principio iba a ser un reducido pasaje, prácticamente las integrantes de la cena de amigas, fue cobrando dimensiones espectaculares a medida que la salida se retrasaba por problemas, presiones y papeleos. Samar el Hajj ha recibido hasta 500 peticiones de mujeres de todo el mundo.
“Una de ellas es una mujer de Tartus (Siria) de 70 años de edad. Su familia era de Gaza, y afirma que su sueño es abrazar a una palestina de la franja. Le hemos intentado convencer de que no venga, pero asegura que prefiere morir en el intento que morir en su cama”, continúa. Las organizadoras sí lograron disuadir a otra mujer, embarazada de siete meses, que quería participar en la misión. “Los médicos que nos acompañan lo desaconsejaron”. Se quedará en tierra, junto al equipo encargado de respaldar la misión desde Beirut, liderado por Rima Faraj. “Una vez que zarpen, no sabremos qué ocurrirá. El barco dispone de recursos para ser autónomo durante una semana”.
Las voluntarias extranjeras están listas para ser movilizadas y volar en cuanto desaparezcan los escollos a Beirut. Las libanesas, entre ellas la cantante Mai Hariri, no ven el momento de zarpar. En su cuartel general, la sala de reuniones de un hotel beirutí, las voluntarias apilan botiquines en un rincón y atienden gestiones burocráticas mientras llegan o no los permisos. Y hablan de lo que ocurre en Gaza.
“Las libanesas sabemos muy bien quiénes son los israelíes. Desde hace 60 años sólo hemos visto masacres, Qana 1 y Qana 2 [localidad sureña bombardeada por Tel Aviv en 1996 y 2006 pese a la presencia de Naciones Unidas]”, argumenta Khalida, la abuela de dos críos de seis y cuatro años que les escribía una carta de despedida. Ella fue quien pintó el cuadro de la virgen María que cuelga en la pared y que ha inspirado el logotipo de la misión, y una de las más entusiasmadas. “Que qué vamos a hacer si llegamos a Gaza? Para mí es suficiente con poder secar las lágrimas a sus niños”, suspira.
En realidad el objetivo es menos prosaico: repartir 1.700 toneladas de medicación para el cáncer, equipos de primeros auxilios, material educativo, pañales, leche infantil y algunos juguetes. Afirman que todo ha sido comprado por una persona, la misma que ha pagado las facturas de los barcos, los sueldos de las tripulaciones, el alquiler de la sala de actos donde trabajan y quien financiará los vuelos y los hoteles de las extranjeras que vuelen a Beirut si desaparecen las dificultades.
El empresario sirio-palestino, mecenas de la misión, Yasser Kashlek. (Mónica G. Prieto)
Cuando Samar el Hajj y sus amigas decidieron poner en práctica su idea, lo primero que hicieron fue contactar con el empresario Yasser Kashlak. Hijo de refugiados palestinos aunque nacido en Siria, Yasser admite poseer una notable fortuna que le permite trabajar por los suyos: en concreto, fletando barcos que intenten romper el cerco de Gaza. Ya lo hizo con las dos anteriores expediciones libanesas: ambas fueron repelidas por Israel. En la segunda, sus tripulantes fueron detenidos y llevados a territorio israelí.
“Mi objetivo es que, de forma indirecta, el mundo sepa lo que está haciendo Israel. No está contra los palestinos: si niega medicinas y comida a civiles desarmados y cercados es que está en contra de la Humanidad”, argumenta.
Yasser lo considera una obligación. “Desde que era un niño sólo he pensado en ayudar a Palestina”. Cuando creció, se formó y heredó la fortuna familiar que había amasado su abuelo, comenzó a militar en diferentes ONG, hasta que decidió crear la organización Palestina Libre con el objetivo de defender a su pueblo. Y la iniciativa de Free Gaza de desafiar el cerco con barcos humanitarios le dio la idea de hacer lo mismo desde el Líbano. Él viajará en el segundo barco, el Naji al Ali, y parece tan decidido como sus compañeras de travesía.
“No estamos dispuestas a cambiar nuestro rumbo ni a abandonar la misión. A Mariam no se le puede abandonar porque ella nunca abandonó a la Humanidad, en ninguna religión. ¿Que nos quieren bombardear? Adelante, pero este es el barco de María, no de Hizbulá”, interviene Samar. Eso, a pesar de que la campaña mediática israelí vinculó inicialmente al Mariam y al Naji al Ali con el Partido de Dios. “¿Tenemos pinta de militar en Hizbulá?”, se pregunta Yasser, musulmán suní, generando una carcajada general entre las escotadas mujeres, ninguna con velo salvo Khaleda, que recorren la sala.
La prensa de Tel Aviv ha reproducido una fotografía donde se puede ver a Samar el Hajj con su marido, el general Ali el Hajj -arrestado durante cuatro años por su supuesta vinculación con el magnicidio de Rafic Hariri y exonerado del caso en 2005- siendo recibidos por Hassan Nasrallah semanas antes del ataque contra el Mavi Marmara para transmitirles su apoyo por la detención ilegal, pero la sugerencia de que está siendo utilizada por Hizbulá enerva a la mujer. “Las circunstancias me han entrenado en los últimos cuatro años para combatir las injusticias. Estaríamos muy orgullosas de ser respaldadas por Hizbulá, pero no es el caso. No tenemos nada que ver con el Partido de Dios, y si fuera al contrario no lo ocultaríamos. Hizbulá no hace nada a escondidas”.
Estas mujeres no parecen motivas por la política sino por la ineficacia de los políticos. “Yo decidí participar porque es necesario hacer algo y no podemos confiar en nuestros dirigentes. Los americanos son Israel, y los regímenes árabes trabajan para agradar a los americanos. Así que sólo nos queda hacer una resistencia civil”, explica Nasreen, de 39 años, chií y periodista de televisión. Ella es más realista que el resto. “No creo que tengamos ninguna posibilidad de llegar, pero esta vez el ataque será más difícil para Israel, y por eso están tan nerviosos. Pero, incluso si no llegamos, el mensaje ya estará dado: hay gente que no teme a la muerte y que es capaz de confrontar a Israel con la ley de su lado. Y eso extenderá el ejemplo”.
Samar y Yasser asienten con la cabeza. “Claro que no podemos contar con los políticos, es la sociedad civil la única que puede cambiar las cosas”, coincide la organizadora del Mariam. “Y si atracamos a Gaza tendremos que pedir disculpas por haber llegado tan tarde. ¿Por qué lo arbitrario está tolerado mientras se ignora el Derecho Internacional? Si no pueden proteger el Mariam ni a la gente de Gaza, que los políticos evacúen Naciones Unidas. Menudo escándalo”.
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