El lupanar del Gran Medio Oriente
La primavera árabe es una suma de eventos y de realizaciones que deberían analizarse a la luz de las vastas estrategias imperiales que se proyectan en términos de decenios y no propiamente de años.
ALVARO LOPERA URIBE | LaPluma.net | 25-10-2011 a las 23:42 | 505 lecturas | 13 comentarios
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Palestina pierde su territorrio desde 1946-2008 El término Medio Oriente obedece a una visión que por años se ha mantenido en el argot de la geopolítica, el cual hace referencia a varias naciones cercanas a la península arábiga y las cuales están irrigadas por algo casi común a todas: el petróleo, el conflicto árabe-israelí y los intereses estratégicos de las grandes potencias pues baña a este territorio el Mar Rojo y el Mediterráneo siendo además, para su infortunio, un gran vecino de la vieja Europa.
En el gobierno de Bush II, el vocablo y la perspectiva se ampliaron a nuevas naciones del norte de África y del Asia, añadiéndose a las anteriores que eran Egipto, Arabia Saudita, Yemen, Omán, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrein, Irán, Iraq, Siria, Líbano, Israel, otras naciones tales como Libia, Argelia, Túnez, Marruecos, Mauritania, Afganistán y Pakistán, y llamándose ahora, en la jerga imperialista, Gran Medio Oriente. Esa delimitación y enorme crecimiento del concepto tiene que ver con el marco teórico del dominio de las naciones que son la entrada a Europa y que manejan recursos nucleares e hidrocarburos además de pertenecer al Tercer Mundo y en ellas permanecer como una flor perenne el conflicto palestino-israelí, epicentro de casi todos los conflictos mundiales.
El control de esa superficie supondría una gran ganancia y una postergación de dolores de cabeza geopolíticos. La primavera árabe es, en consecuencia, una suma de eventos y de realizaciones que deberían analizarse a la luz de esas vastas estrategias imperiales que se proyectan en términos de decenios y no propiamente de años.
Crisis energética mundial: una de las claves
La crisis energética mundial, de la cual bastantes camadas de intelectuales han hablado lo suficiente y en contra de ella, como si la amenaza desapareciera por la ignorancia de tan importante asunto, es una realidad que pisa los talones del mundo actual. La sociedad moderna capitalista ha llevado a los límites del paroxismo el consumo estelar del petróleo y ello no puede combatirse alegremente como lo dicen "los verdes", esto es, con inversión a dos manos por cabeza en energías alternativas, pues, entre otras, es un poco tarde para ello.
La tecnología actual del transporte y de toda la industria es altamente energo-dependiente, y lo es de veras de ese líquido negro matizado en café, que es el petróleo. Es imposible pensar, con el actual desarrollo de los motores y de la tecnología, en cambiar abruptamente al uso de celdas fotovoltaicas, a turbinas eólicas, a la energía nuclear o a otro tipo de energía que no sea la derivada del oro negro. Esa transformación sugiere decenas de años y el cenit de la producción petrolera está en marcha. Lo que a mediados del siglo pasado representaba un bajo costo en la producción de un barril de energía, pues se requería la décima parte de éste para sacarlo a la superficie terrestre, hoy en día, con el agotamiento de las reservas superficiales, el costo para producir el mismo barril se aproxima al barril de energía, y ese esfuerzo, que en términos termodinámicos significaría trabajo cero, nos debe llevar a reflexionar lo suficiente.
El oro negro no es infinito. Es una reserva que no es renovable. Se agota día a día, así se encuentren nuevos yacimientos en Venezuela o en el Ártico, sitio este que está lejano de ser explotado por las temperaturas tan bajas y las grandes profundidades de los yacimientos, además de lo que potencialmente representa para la humanidad el originar una hecatombe ecológica allí similar a la que ocasionó la British Petroleum en el golfo de México, pues los daños generarían efectos climáticos enormes y los efectos los sufriría todo el planeta. Y lo peor: serían irreversibles. De todas maneras es importante denunciar el hecho de que las transnacionales esperan con impaciencia el derretimiento de los polos para proceder en consecuencia, convirtiéndose ello en toda una paradoja que lleva en su seno casi que la aceptación de la desaparición de la especie humana, pues el hecho de la existencia de estos tiene que ver directamente con la regulación de la temperatura y de las corrientes marinas a nivel planetario.
Para los planes imperialistas de dominación mundial, la energía juega un papel de primer orden. La actual recesión también tiene visos de energía, pues estamos en la época de la energía cara, lo cual significa un golpe demoledor a uno de los principios básicos del mercado el cual abreva en el concepto de los bajos precios de las materias primas. Algunos teóricos del cénit aseguran que la verdadera cara de la actual crisis económica capitalista es la crisis energética mundial. Cada día que pasa se terminan las reservas de muchos de los pozos en explotación, y surgen algunos nuevos en distintos países, o simplemente mejoran la recuperación de las trazas restantes después de la explotación exhaustiva de ellos, lo cual nos lleva casi que a un empate estratégico convirtiéndose lo anterior en algo parecido a caminar en el filo de una navaja.
Dándose el caso hipotético de una recuperación de la economía y suponiendo que el crecimiento mundial se sostuviera en un promedio del 2% anual por espacio de 40 años, la producción actual de petróleo, en consonancia con el crecimiento de la producción mundial, tendría que crecer cerca del 200%, lo cual es un imposible físico, en tanto estamos casi en el declive de la curva de la oferta posible. A estas alturas del desarrollo económico mundial, nos aproximamos a un clímax de producción diaria de 85 millones de barriles, fallando por veces los países productores en el cumplimiento de esta meta.
No podemos ingenuamente creer ni en las reservas ni en la capacidad productiva de Estados Unidos y de Europa, pues el primero tiene menos reservas que Libia y para la segunda, el Mar del Norte y Noruega están muy lejos de satisfacer su demanda. Ellos, los países del Primer Mundo, dependen firmemente de la Península Arábiga y de Rusia para impulsar su economía. Estados Unidos que es la excepción fundamental, y que consume casi la tercera parte de la demanda mundial, depende de demasiados países pero fundamentalmente de Canadá, Medio Oriente y Venezuela.
Venezuela ha encontrado y certificado un nivel enorme de reservas en el subsuelo del Orinoco, concretamente en su franja, algo que había negado la Cuarta República cuando esas reservas estratégicas se las había endilgado a las petroleras yanquis aduciendo que la riqueza allí presente era de sólo productos altamente bituminosos, esto es, aseguraban que lo único que existía allí era brea. De todas maneras, la casi totalidad del petróleo allí involucrado es de una calidad lejana a la del petróleo liviano de la península arábiga, y ello significa que no permitirá baja inversión de energía en su conversión a otras fuentes que alimentan la voracidad del transporte y de la industria. Eso implica, en consecuencia, mayor contaminación y menor rentabilidad del negocio.
La energía nuclear y su proliferación se halla en entredicho, en tanto los recientes sucesos de Fukushima en el Japón desnudaron la mentira de la supuesta alta seguridad escondida tras bambalinas en esta tecnología de calentamiento de agua a presión, y es que tras ella, las fallas y los episodios de inseguridad son tan frecuentes ahora como hace treinta años, lo cual sigue siendo una amenaza a la vida del planeta por la potencialidad de emisiones tipo Chernobil en Ucrania, Three Miles en Usa, o la reciente de Japón que arrojó y sigue vertiendo millones de toneladas de aire y agua contaminados.
A lo anterior se suma el manejo odioso de los residuos nucleares, pues el tiempo de vida media más pequeño de ellos se aproxima a los 24.000 años, alcanzándose topes de hasta 4.000 millones de años. Lo anterior significa que después de haberse usado exhaustivamente esa energía contenida en la materia y haberse agotado tras su utilización, quedarían los residuos con altísima capacidad para hacerle daño a la humanidad, además de los materiales que quedan en el camino mientras se enriquece ese uranio que calienta el agua a presión y mueve las turbinas para generar la energía eléctrica del voraz capitalismo.
El nivel de consumo de energía con grandes visos de derroche que se respira en la sociedad capitalista, no sólo nos ha puesto contra la pared en esto del calentamiento global que amenaza la vida sobre la tierra, sino que ha empezado a golpear seriamente las reservas internacionales de los materiales que nos proveen calor, luz y movimiento por fuera de nuestro sol. Lo que La Tierra procesó y acumuló por espacio de cientos de millones de años bajo la superficie terrestre, este sistema de producción en tan solo ciento cincuenta años lo llevó a menos de la mitad de su reserva.
En Estados Unidos y Europa el consumo de energía per cápita equivale hasta veinte veces lo que consume un ciudadano del Tercer Mundo, sin contar a China, país que se aproxima lentamente a un consumo total de energía similar al de Estados Unidos. Sin embargo el consumo per cápita chino es bajo en comparación con el de las potencias occidentales.
La estrategia de dominio mundial no puede soslayar estos argumentos que son parte fundamental de su quintaesencia. En unos cuantos años veremos, de acuerdo a la teoría de Olduvai(1), apagones eléctricos, problemas en el suministro de gasolina, altos costos de los insumos energéticos y precios exorbitantes en la medida en que la demanda supere en creces a la oferta y por consiguiente disturbios, hambre y mayor desestabilización de estas sociedades. Y si a lo anterior se le suma el calentamiento global, pues los consumos en los países del Norte van a aumentar progresivamente hasta reventar las posibilidades de un precio bajo y de una paz orbital.
Israel: la segunda clave del enigma
Obviamente no podemos quedarnos en el discurso facilista de justificarlo todo a partir del petróleo, como tampoco podemos recurrir a la carta de la conspiración para explicar desde un sólo vértice la crisis en el Norte del África, parte nueva de ese Gran Medio Oriente que tiene que ser modernizado a costa de cualquier sacrificio, según la novísima visión norteamericana. Para penetrar en ese bosque oscuro de la geopolítica tenemos que aterrizar el discurso en el terreno de los hechos en ese Medio Oriente, volcán cercano a la erupción total.
Por años hemos escuchado la negra noche del surgimiento de Israel en ese territorio. Un país que nace en el seno de una Organización de Sociedades que salieron triunfantes en la Segunda Guerra Mundial, pero que había sido proyectado desde el mismo siglo XIX, no tanto por las llamadas "Viejas Escrituras" como por el pensamiento de Theodor Herzl, padre del sionismo, y por los poderosos banqueros judíos artífices de la economía necesaria para la primera guerra mundial; el imperio Británico, uno de los actores más importantes de esa guerra y uno de sus grandes deudores, por medio de la declaración Belfour del 2 de noviembre de 1917 decía cosas tan deterministas como: "El gobierno de Su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y hará cuanto esté en su mano para hacer realidad ese objetivo"(2).
Cayó pues el imperio Otomano, el mismo de la masacre de millón y medio de armenios, y se alzó en el Medio Oriente ese imperialismo británico, rapaz como ninguno, que impuso a sangre y fuego una nueva doctrina de avasallamiento de los pueblos árabes de la mano del sionismo que alcanzaba a ser su fuerza de choque en contra del pueblo palestino. Antes de la segunda guerra mundial, el capital sionista ya había visualizado su futura "patria", la cual rechazaría a cualquier ciudadano que no fuera judío. Y lanzó desde antes del Holocausto judío en la Europa ocupada por la bota nazi, la consigna: "Un pueblo sin tierra requiere una tierra sin pueblo: Palestina", lo cual estaba basado en una mentira histórica, pues muchos siglos antes esa tierra estaba habitada por el pueblo palestino oprimido por el imperio otomano hasta los inicios del siglo XX. En el año 1947, la histórica Palestina contaba con más de setecientos cincuenta mil habitantes.
Como remate de lo anterior, el padre del sionismo en 1904 había establecido que Israel debía encontrarse entre los límites del Nilo y el Éufrates, lo cual significaría una colonización enorme en todo el eje del Medio Oriente, pues esto planteaba casi que la ocupación de Jordania, Siria, Irak, Líbano y por supuesto, Palestina. La actual bandera judía explica, con sus dos líneas azules en los extremos, los dos ríos que son frontera de estos territorios y la estrella de David en el centro simboliza la dominación sionista
"La tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra era en realidad un país en ebullición contra el yugo colonial británico que sobrevino después de la derrota del imperio otomano. El propio ex-premier británico Balfour fue brutalmente explícito en memorandums dirigidos a los funcionarios, a pesar de sus declaraciones cara a la galería sobre los “derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías (sic) de Palestina": «Con razón o sin ella, bueno o malo, el sionismo está arraigado en necesidades presentes y esperanzas futuras de importancia mucho más profunda que los deseos de los más de 700.000 árabes que actualmente ocupan el antiguo país»".(3). Es importante anotar que en 1931 sólo había en tierra palestina 174.616 judíos.
El imperialismo mundial se había lanzado por el mundo entero en procura de colonias que abastecieran sus ingentes necesidades de materias primas para el desarrollo de la sociedad capitalista moderna, la cual había comprendido que una de las formas de desarrollar y acrecentar la acumulación de capital era haciendo la guerra imperialista. África, América Latina y el Asia sufrieron los embates mucho antes de dispararse la segunda guerra mundial. Se necesitaba afianzar las colonias allende los mares para asegurar las guerras de rapiña futuras, máxime que había aparecido en 1917 un enemigo de grandes quilates: la nación socialista soviética.
El mundo árabe fue pues, como otros mundos, un objetivo estratégico, y efectivamente en la segunda guerra imperialista, la soldadesca nazi e italiana se batieron en duelo con sus oponentes británicos en célebres batallas como las del Alamein. La bota inglesa se distinguió por ejercer una opresión sangrienta sobre el pueblo árabe en general y sobre el palestino en particular. Desde la declaración Balfour se preparó el sionismo con sus mejores hombres para así, después de ser derrotado el imperio nazi, salir como los hijos del holocausto, contra el cual ni siquiera sus mejores hombres lucharon como lo aseguran estudiosos del mismo fenómeno. Está demostrado históricamente que los sionistas se opusieron a cualquier migración de judíos a otros países americanos o europeos para salvar su vida y casi que no hicieron esfuerzos por proteger comunidades enteras de los hornos crematorios nazis. El objetivo casi que era el darwinismo social, aplicando la máxima de que sólo llegarían a la nueva tierra de Israel los más jóvenes y fuertes pues del resto se ocuparían las hordas alemanas.
"El sucio secreto de la historia sionista estriba en que el sionismo se sentía amenazado por los propios judíos. Defender al pueblo judío de la persecución implicaba organizar la resistencia a los regímenes que les amenazaban. Pero esos regímenes encarnaban el orden imperial que abarcaba a la única fuerza social que quería o podía imponer una colonia de ocupación al pueblo palestino. Por tanto, los sionistas necesitaban la persecución de los judíos para convencer a los judíos de que se convirtiesen en colonizadores de lejanas tierras, y necesitaban a los perseguidores para patrocinar la empresa"(4)
Después de múltiples masacres, actos terroristas y crímenes de lesa humanidad cometidos por las bandas sionistas del Irgún y Haganah, el imperio inglés le entregó a ese capital sionista en bandeja de plata las tierras árabes que había jurado defender de "cualquier atentado en contra de su soberanía", cuando solicitó muy explícitamente la participación de los señores feudales palestinos en la lucha de liberación contra el imperio otomano en la primera guerra mundial. Asimismo dejó un legado militar muy grande, pues esas milicias fascistas quedaron fuertemente armadas. Del lado árabe sólo había desolación, impotencia, falta de preparación militar y de unidad además de demasiada ingenuidad para acometer la tarea de defender lo que alguna vez fue suyo: aquella tierra que siempre acogió a los judíos como hermanos.
La desigualdad de fuerzas y el sostenido apoyo del imperialismo norteamericano y europeo a su bastión del Medio Oriente, llevó no sólo a la al-Nakba, o "desastre palestino" en 1948-llamado así por los innumerables genocidios y desplazamientos de población palestina realizados por las bandas terroristas sionistas-, sino a tomarse paso a paso todas las tierras de lo que había dejado la ONU, o sea el 46% del territorio inicial de 18.000 km², para fundar allí la nueva patria palestina. Ben Gurion formulaba muy claramente la estrategia sionista en un discurso suyo en 1938: «Cuando nos convirtamos en una fuerza con peso como resultado de la creación del estado, aboliremos la partición y nos expandiremos a toda Palestina. El estado será sólo un estadio en la realización del sionismo y su tarea es preparar el terreno para nuestra expansión. El estado tendrá que preservar el orden, no predicando sino con ametralladoras. »(5)
"A pesar del éxito del proyecto sionista en el año 1948, al ocupar la tierra y ahuyentar a la mayoría del pueblo palestino por la fuerza de las armas y cometiendo grandes y pequeñas matanzas, cambiando los rasgos naturales y demográficos de la tierra, destruyendo 417 aldeas para demostrar que nosotros no habíamos estado nunca aquí ni habíamos existido, que no tenemos presente ni pasado, ni memoria... A pesar de ello, la verdad palestina sigue viva en la búsqueda por los árabes de su identidad y de su existencia en la historia. Sigue viva en el empeño de los pueblos subyugados en liberarse. Y esto es así gracias a nuestra firmeza corporal y cultural, a la conservación de nuestra memoria colectiva y nuestra dimensión árabe y humana"(6), escribía con el corazón en la mano el gran poeta palestino Mahmud Darwish.
Sobrevinieron innumerables guerras de desgaste, casi todas con un contenido expansionista como la llamada "de los seis días", en junio de 1967, innumerables tomas de tierras de parte de los colonos en Cisjordania, Jerusalén, Gaza, hasta convertir ese territorio inicial en una multitud de bantustanes, o territorios segregados que hacen casi imposible la creación de un nuevo estado
Es tan insostenible la situación del actual territorio palestino, que casi se puede asegurar que entre esos sectores aislados que muestra el mapa y que conforman la totalidad de la actual superficie, no existe una comunicación directa, pues al expandirse el estado de Israel de la forma en que lo hizo, rompió la unidad del territorio y ahora casi todo funciona por medio de Check Points, o espacios de control, los cuales son puestos militares por donde tiene que pasar la población palestina cuando se desplaza de un sitio a otro. Y ustedes se imaginarán en qué consiste el tener que mostrar la identificación a toda hora a los soldados sionistas, los cuales tienen claro que los palestinos son "bestias de dos patas" tal como tratan a éstos los generales sionistas en sus escritos y órdenes militares.
El sionismo aplica una política racista, antiárabe, etnocida y sobre todo, una política de un profundo odio a todo lo que huela a cultura árabe. El estado fascista de Israel se autodenomina la única democracia del Medio Oriente, cosa que no es cierta, pues allí los extremismos políticos, económicos y religiosos son los que en últimas dominan el entorno del poder asociado a los intereses de la gran máquinaria militar-industrial gringa. Israel es la chispa que a toda hora enciende la reseca pradera del Medio Oriente.
En los últimos años y después de haber intentado expulsar a ese pueblo que aún resiste con dignidad el atropello, se han cometido muchas violaciones a los derechos humanos. Baste decir que en 2008 se inició una embestida militar contra Gaza denominada "operación plomo fundido" en donde con las armas más modernas y muy cómodamente, estuvieron por espacio de casi tres semanas acabando con la población y la infraestructura civil de esta franja sin que nadie en el mundo hiciera nada por detener el genocidio de más de 1.500 palestinos y el uso de armas prohibidas por la convención de Ginebra como el fósforo blanco, el cual no lo apaga el agua cuando cae en el cuerpo humano. En esa guerra sucia, también probaron nuevas armas elaboradas con metales raros, las cuales estallaban antes de llegar al suelo y destrozaban los miembros de las personas tal como si una cuchilla muy afilada pasara por su cuerpo. Para esos daños no había en los destruidos hospitales de Gaza, ningún tipo de medicina que aliviara el dolor o sanara la herida.
Este enclave sionista ha sido utilizado no sólo contra el pueblo árabe. Israel, potencia nuclear con más de doscientas bombas atómicas, fue el gran aliado del Apartheid de Suráfrica, de los regímenes genocidas del cono sur; gran amigo de Anastasio Somoza Debayle, el dictador de Nicaragua botado al basurero de la historia por el Frente Sandinista de Liberación. Participó activamente en la guerra civil salvadoreña en el bando proimperialista y en cuanto conflicto llevaba implícito la violación de los derechos humanos en el mundo. Es el gran aliado de Colombia en cuestiones militares y de inteligencia, hasta el punto de haber impulsado a decir al actual presidente, cuando era ministro de defensa del gobierno Uribe, que sentía mucho orgullo que llamaran a Colombia el Israel de América.
Uniendo varios conceptos y deduciendo la estrategia imperialista
Leyendo un análisis del señor René Naba, estudioso del tema que nos ocupa, la idea central de su ensayo es la de hacernos caer en cuenta del peligro al cual estamos expuestos si reducimos el análisis a la típica visión occidental de la historia. Este académico convoca a mirar el real poder detrás de muchas de las situaciones que se están dando en la historia contemporánea del Nuevo Medio Oriente que quiere inaugurar el imperialismo mundial.
En su escrito, dice lo siguiente: "Más allá de las fuertes críticas basadas en los defectos del poder sirio, la desestabilización de Siria tiene los objetivos de compensar la inclinación de Egipto al campo de la protesta árabe y de romper la continuidad estratégica entre los diversos componentes del eje de la resistencia a la hegemonía israelí-estadounidense cortando las vías de suministro de Hizbulá en el sur de Líbano.
El efecto secundario es desviar la atención de la fagocitosis de Palestina por parte de Israel con la complicidad de los Estados occidentales. Israel y Siria no comparten los mismos intereses. El Estado hebreo pretende constituir un cinturón de estados vasallos a su alrededor y Siria busca librarse de la soga deslizada alrededor de su cuello para obligarla a rendirse." (7)
De acuerdo al libro de Ralph Schoenman, en el capítulo concerniente a la estrategia de la conquista(8), este autor afirma que el sionismo piensa de la siguiente manera del mundo árabe: «Éste mundo con sus minorías étnicas, sus fracciones y crisis internas, asombrosamente autodestructivo, como podemos ver en el Líbano, en el Irán no árabe y ahora también en Siria, es incapaz de abordar con éxito sus problemas fundamentales.» Y miremos la forma como visualizaban para la década de los ochentas del siglo pasado a ese mundo que ellos pretendían ayudar a desmoronar, puesto que de acuerdo a su apreciación: «La disolución total del Líbano en cinco provincias sirve de precedente para todo el mundo árabe, incluidos Egipto, Siria, Irak y la península arábiga, en un proceso que ya se está desarrollando. La disolución de Siria e Irak más tarde en áreas étnicas o religiosas uniformes, al igual que en el Líbano, es el objetivo fundamental de Israel en el frente oriental a largo plazo, en tanto que la disolución del poder militar de esos estados juega el papel de principal objetivo a corto plazo.»(9)
Y hablando de Siria, actual país en ebullición, y en donde la mano negra del sionismo y del imperialismo parece que no existiera, miremos detenidamente lo que Mass Bermont, en su libro "The Zionist Plan For the Middle East, 1982, escribía del pensamiento estratégico israelí citando al sionista Oded Yinon: «Siria se romperá siguiendo su estructura étnica y religiosa dando lugar a varios estados como sucede hoy en el Líbano, de modo que habrá un estado chiita alauita en la costa, un estado sunita en el área de Alepo, otro estado sunita en Damasco hostil a su vecino del norte y los drusos que establecerán un estado, tal vez incluso en nuestro Golán (los Altos del Golán fueron ocupados por Israel en 1967) y desde luego en el Haurán y en el norte de Jordania. Este estado de cosas será la garantía de la paz y la seguridad en el área a largo plazo, y ese objetivo está ya hoy a nuestro alcance.»
Con todo lo anterior vamos armando el rompecabezas que nos lanzaron al rostro estos enemigos de la humanidad. Vemos cómo la base de la dominación en esos territorios ahítos de petróleo y tan bien ubicados geográficamente, es la división a ultranza de sus sociedades, o mejor, la atomización extrema para de esa manera no poder presentar resistencia al avance expansionista del sionismo y de los intereses imperialistas en la región. Pero sigamos analizando el susodicho artículo de Naba: "Siria e Irak constituyen los dos únicos Estados del mundo árabe impulsados por una ideología laica. Irak ha sido desmantelado por los estadounidenses con el resultado de la constitución de un enclave autónomo pro israelí en el Kurdistán iraquí, el esquema que preludió el desmembramiento de Sudán con la constitución de un enclave pro israelí en el sur de Sudán en el curso del Nilo. Después será más fácil denunciar la intolerancia de los países árabes debida a su presunto integrismo".
La tesis central vuelve a girar en torno al lento avance estratégico de Israel y por ende de los intereses imperialistas en Asia y África. Haber destruido el régimen de Saddam Hussein y haber montado allí un gobierno títere además de un enclave propiamente pro-israelí como el kurdo, dio paso a otra serie de acciones en el seno del continente africano, del cual ya aflora un Sudán del Sur proclive al dominio sionista. El lento trajinar del sionismo no sólo ha afectado severamente al pueblo palestino, pueblo al cual le tienen proyectado otro territorio distinto al histórico, sino que también ha golpeado severamente las bases científicas y humanas de naciones tales como Irak e Irán.
A lo largo de estos sangrientos ocho años de invasión en Irak, aquellos que nos hemos acercado a las páginas de la resistencia iraquí, hemos leído diariamente acerca del asesinato de científicos y estudiosos de aquel país. La Mossad sionista ha ultimado a centenares de científicos. El resultado del plan terrorista es claro: hasta el 17 de agosto de 2011 el número de docentes universitarios asesinados aparentemente en actos por fuera de la guerra había sido de 317(10). "Sencillamente es lo que exige Israel. El objetivo no es otro que asegurar que nadie pueda reconstruir y que Iraq salga del caos. La situación de los profesores universitarios es que o bien cooperan con EEUU y se van a trabajar allí o terminan bien enterrados en un país árabe o bien asesinados. Es así de sencillo."(11)
Lo propio ha venido haciendo con relativo éxito en Irán: allí ha matado a varios científicos nucleares sin que nadie le ponga cortapisa a esta situación. La amenaza de guerra contra este país ha ocupado las páginas de los principales periódicos de la derecha y la izquierda en el mundo, pues allí se puede dar origen al verdadero Leviatán contra la humanidad.
La disgregación de las sociedades árabe, persa y africana, es la condición sine qua-non del sio-imperialismo para imponer el dominio sobre ellas. El expansionismo se va implementando con una estrategia soterrada, que de todas maneras se encuentra a ojos vistas, primero dividiendo el hogar árabe hasta arribar al golpe maestro de la imposición de modelos occidentales. La exportación de los modelos de "democracia occidental" son evidentes en todos los actos de invasión; mas no por ello debemos ponernos del lado de esas pretendidas tareas que sólo buscan afianzar la estrategia de dominio mundial.
África: la nueva vedette
Con todos los precedentes anteriores, y teniendo en cuenta la actual situación del capitalismo orbital, no debemos perder de vista la enseñanza leninista sobre el motivo de las guerras, pues uno de los considerandos importantes de la obra de Lenin, " El imperialismo, fase superior del capitalismo", es que las guerras imperialistas, punta de lanza del capital financiero, son todas guerras de rapiña y repartición que se dan aupadas por las crisis cíclicas de ese modo de acumulación de capital que requiere de nuevas colonias para reimpulsar a toda hora ese modelo en permanente proceso de avance y disolución. " El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulacion financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países "avanzados". Este "botín" se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón), que, por el reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo." (12)
Al no darse una guerra de cometido mundial pero sí como un fenómeno que está inscrito en el devenir de ese modo de permanecer en el mundo, de llevar a efecto un desatino como forma inhumana de seguir en lo que parece una eterna fuga hacia adelante, no quiere ello decir que el contenido no es el mismo que tradicionalmente se ha tenido en este tipo de agresiones. África y la novedosa nueva guerra, es la continuidad de esa forma de hacer política a los cañonazos. Las nuevas definiciones geoestratégicas que conllevan a asociaciones múltiples de países y de propósitos, apañados por esa cúspide de la estupidez humana llamada la ONU, no se apartan de los viejos propósitos de ese mundo que por ratos parece que por fin se despeñara hacia la fase terminal de su desarrollo, como ahora Immanuel Wallerstein lo dice cuando afirma: "Lo que estamos viendo es la crisis estructural del sistema. Una crisis estructural que comenzó en la década de los setentas del siglo XX y que mantendrá sus nefastos estertores por diez, veinte o cuarenta años. No es una crisis a resolver en el curso de un año o un momento. Se trata, pues, de la mayor crisis de la historia. Estamos en la transición a un sistema nuevo y la lucha política real que se ha desatado en el mundo con el repudio de la gente, no plantean el nuevo curso del capitalismo, sino sobre el sistema que habrá de reemplazarle”. Y agrega, en esa interesante entrevista que los periodistas rusos le hicieron: “Jamás estuvimos en una situación similar en la historia mundial, pero es posible. La otra perspectiva es mantener el sistema de explotación, que es inequitativo, desigualitario porque polariza la desigualdad. El nuevo sistema podría no ser el capitalismo. Capitalismo es eso que vemos caer. Pero hay asimismo alternativas peores que dentro del capitalismo”.(13)
Aún así, y con la carga de realidad que lleva en su seno la actual crisis capitalista mundial, el estertor va para largo, y mientras se produce la debacle, asociaciones imperialistas seguirán como si la realidad que se encuentra ante sus ojos no los tocara. Es así, como en la segunda década del presente siglo, las otroras colonias allende los siglos, vuelven a ser buscadas para paliar esa insaciable sed de riqueza y poder que a los ojos de la humanidad no pareciera que tuviera contención. Por ello, y llamo de nuevo la atención, no podemos ver con ojos de liberación, lo que corresponde más bien a una jugada estratégica para atender la distanasia, que aunque lenta, es la que ha elegido este sistema para sostenerse artificialmente hasta el final. La prolongación de la agonía, de su propia desaparición como sistema, ha elegido a las colonias como corderos de sacrificio, en procura de hacer casi que imposible, lo que por naturaleza económica es dable y mejor, imparable.
Las revoluciones de primavera árabes, tienen pues el tinte de movimientos de liberación nacionales, y, justo es decirlo, son fenómenos que la misma historia los puso ante el altar de lo inevitable. No podían quedarse incólumes tantas tiranías y miserias de decenios de años en un mundo que requiere cada vez de renovación so pena de pasar al cuarto de los trastes viejos de la historia. Pero abrevar en estos actos de masas sin mirar el entorno que cobija dichos fenómenos y la visión que en Occidente se tiene de ellos, es un acto suicida para todos. No basta gritar en el seno de la oligarquía proimperialista, váyanse ya, si el terreno de la política y el devenir histórico no están acompañados de los argumentos necesarios para sostener ese cambio pretendidamente dialéctico.
Cuando se está en medio del barullo revolucionario, la pregunta que deviene para el análisis pormenorizado es: ¿Cuál es el objetivo estratégico del movimiento? ¿Es acaso una primavera espontánea nacida de la necesidad sin que existan fuerzas políticas que se conviertan en pilares de la revolución? ¿Cuáles son nuestros aliados y cuáles son nuestros enemigos principales? ¿El cambio está acompañado por un movimiento mundial de solidaridad y los pueblos juegan allí su principal papel? ¿Qué fuerzas dirigen el movimiento?
El octubre de la revolución rusa fue acompañado por una guerra imperialista, una opresión centenaria y el hambre atroz de las masas rusas. Las relaciones sociales implantadas por el viejo modelo militar-feudal zarista, estaban atrancadas con las nuevas clases que habían ascendido a la palestra política y que no permitían que se regresara a esa vieja concepción de estado. Y la clase obrera y el ejército ruso tenían un gran desarrollo político, imparable para ese entonces. Además surgía una nueva forma de hacer negocios: el imperialismo y la cadena financiera y corporativa surgía de entre las cenizas del imperio de Bismarck. Era pues un mundo joven y expectante que también estremecía los cimientos ideológicos de ese capitalismo que para entonces ya tenía una edad de casi doscientos años, es decir, era aún un tierno adolescente que se debatía entre el nacimiento de una nueva forma de llevar a efecto la acumulación de capital y la muerte de esa vieja forma de asociaciones libres de capital o el capitalismo primigenio de Adam Smith.
En pleno siglo XXI, África, Asia y América Latina siguen siendo, de acuerdo al plan milenario e imperial, las que tienen que hacer los aprovisionamientos primarios de materias primas, o sea, las que deben procurar el suero al grave paciente que amenaza con acabar el resto de recursos del planeta para su sobrevivencia. Y allí tenemos ante nuestros ojos un preclaro movimiento en las naciones elegidas para hacer parte de ese novedoso Nuevo Medio Oriente. Santiago Alba Rico, escritor y filósofo español, ha defendido con su pluma la raigambre de estos movimientos, que él mismo asegura que son propiedad de esos miles y miles de hombres y mujeres que optaron por levantarse contra la vieja opresión. Y es cierto. Los títeres Ben Alí de Túnez, Moubarak de Egipto, la familia Al-Khalifa de Bahrein; el repulsivo Ali Abdallah Saleh de Yemen, la casa de Saud en Arabia Saudita, y todo el conglomerado de jeques y reyecitos del Medio Oriente, incluido el anciano Gadafi, hacen parte de la fauna envejecida y tiránica que explica en parte el dominio que Europa y Estados Unidos tienen en ese sector del planeta. Luego las luchas de liberación son justas, en principio.
Vimos en este año nacer movimientos multipolares en ese sector, en Europa y ahora en América. Surgieron hombres jóvenes que empezaron a señalar con su acción, con su terquedad, en donde se encontraba la cueva del terror. Los cimientos de la opresión en el Medio Oriente se sacudieron: salió Ben Alí, es decir, huyó. Mubarack se precipitó a la cárcel, y todo allí se quedó igual, o por lo menos eso pretenden los nuevos mandamases egipcios. Bahrein, y su cerca de 90% de población chiíta salió a las calles y fue masacrada por los Al-khalifa aupados por Arabia Saudita y los Estados Unidos que tienen su V Flota atracada en su puerto. En Yemen, con sus innumerables muertos y detenidos, el pueblo musulmán también le señaló con el dedo por dónde tenía que salir el sangriento dictador aupado por el águila saudita, el cual se resiste a desaparecer de la escena. Y mejor, o peor, pasó lo que en Libia ya sabemos: fue derrocado y asesinado el viejo líder revolucionario, que dirigió la jamahiriya libia laica, y que en su contemporáneo devenir decayó en un remedo seudorrevolucionario, al pasarse pragmáticamente en los últimos años, con su accionar, al bando de las naciones imperialistas.
Un ejercicio de debate: ¿hacia dónde apuntan los alzamientos árabes?
El caso libio, que de acuerdo a Santiago Alba corresponde a la misma chispa revolucionaria, debe ser mirado de acuerdo y con base en la dialéctica que nos ayuda a no equivocarnos en el análisis que queramos hacer al respecto. El filósofo de marras aduce que el levantamiento se circunscribe en las luchas por la liberación nacional en el marco de una tiranía y que cualquier ayuda que se hubiera requerido era válida, en tanto el dictador Gadafi amenazaba con bañarla en sangre. Demuestra con hechos temas de difícil comprensión para los latinos que desde hace un buen número de años hemos simpatizado con la "revolución socialista" libia. Revisamos los indicadores de vida, el sistema de llevar a efecto esa vida que todos anhelamos y la deseamos buena o por lo menos aceptable, el sistema educativo y el analfabetismo presente en el país; el uso del agua y la reivindicación de su soberanía; también miramos las proclamas al África y al mundo entero solicitando soberanía y respeto para con ella y tenemos pues que reconocer que el tema de la "lucha por salir de un tirano" o lo que en apariencia parece ser, no va a encontrar de primera mano mucho eco en el mundo.
En un artículo intitulado "Libia, el caos y nosotros"(14), Santiago Alba se explayó en razones para apoyar el levantamiento del pueblo libio y la caída del dictador: "La última semana de agosto, tras la entrada de los rebeldes en Trípoli, el mundo árabe estalló en un grito de alivio y júbilo. En Yemen y Siria las manifestaciones populares contra las dictaduras de Ali Saleh y Bachar Al-Assad multiplicaron su número e intensidad al calor de esta victoria que todos los pueblos de la región vivieron como propia. En Túnez, los días 22 y 23 de agosto, refugiados libios y ciudadanos tunecinos celebraron en las calles de la capital, pero también en Sfax, Gabes y Jerba, la caída de Gadafi. Los propios partidos de izquierda se sumaron a la celebración". Y agregaba: "Así el Partido Comunista Obrero de Túnez, de Hama Hamami, uno de los opositores más perseguidos por el régimen de Ben Ali, difundía el 24 de agosto un comunicado en el que felicitaba “al hermano pueblo de Libia por su victoria sobre el despótico y corrupto régimen de Gadafi, confiando en que ahora el pueblo libio pueda decidir su propio destino, recuperar sus libertades y derechos y construir un sistema político basado en la soberanía que le permita regenerar su país, movilizar sus riquezas en favor de todos los ciudadanos y establecer profundas relaciones de hermandad con los pueblos vecinos”. Durante los últimos seis meses, en todas las capitales árabes donde la gente protestaba contra los dictadores locales, a menudo jugándose la vida, se han celebrado manifestaciones de solidaridad con el pueblo libio; nos guste o no, aún tratándose de una de las zonas más anti-imperialistas del mundo, no ha habido ninguna protesta contra la intervención de la OTAN".
Esto último que casi llega a manifestarlo con mucha decisión y no sé si con alegría, nos previene y nos pone a la defensiva, pues las premisas de este corto ensayo muestran direcciones contrarias a las que se manifiestan en su escrito. Sin embargo, y como lo dije arriba, tenemos que allegar a puntos de encuentro o por lo menos de debate sin destrozarnos, puesto que Santiago Alba es un connotado luchador español por los derechos de los pueblos y para información de todos, vive desde hace muchos años en Túnez, o sea, ha vivido, como solía decir José Martí de su residencia en los Estados Unidos, en "las entrañas del monstruo".
Hace aseveraciones que uno siente que abofetean la visión tradicional de la lucha antiimperialista: "Mientras la izquierda occidental se intercambiaba bofetadas en torno a la intervención de la OTAN, los pueblos árabes, acompañados por una izquierda regional a la que ni Europa ni América Latina han escuchado, se dedicaban y se dedican a combatir las dictaduras con medios y en condiciones que ningún análisis marxista habría previsto y probablemente tampoco deseado. El caso es que tampoco las potencias occidentales habían previsto ni deseado lo ocurrido y el resultado de su improvisación chapucera, tan hipócrita como diligente, es aún una incógnita. Uno de los errores del esquemático análisis de un sector de la izquierda occidental (tan occidental en esto como occidentales son las bombas de la Alianza Atlántica) es el de llamar la atención sobre los intereses euro-estadounidenses en Libia, como si esos intereses no hubieran estado asegurados bajo Gadafi y como si, en cualquier caso, de una enumeración de intereses se desprendiese necesariamente una intervención".
Y continúa: "No se interviene donde y cuando se quiere sino donde y cuando se puede. Los intereses interesan, sin duda, pero no hacen posible una intervención militar. En el caso de Libia, a mi juicio, son dos los factores que la han hecho posible: El primero es que se trataba, como reconocieron enseguida los pueblos y las izquierdas árabes, de una causa justa. El segundo factor tiene que ver con el aislamiento del régimen de Gadafi. Aparte de Nicaragua y Venezuela, muy alejados del escenario, los únicos amigos que tenía Gadafi en el mundo eran unos cuantos dictadores africanos y unos cuantos imperialistas occidentales.
Gadafi y su régimen no representaba nada en la región. Al contrario, todos los intereses, también los políticos, lo volvían vulnerable: más que el petróleo, entre los factores desencadenantes de la intervención de la OTAN hay que incluir las presiones de Arabia Saudí sobre unos EEUU muy renuentes y la oportunidad para Francia de "represtigiarse" en su “patio trasero” natural, el norte de Africa, tras el batacazo sufrido en Túnez y Egipto, donde el apoyo a Ben Alí y a Moubarak (con el escándalo de las vacaciones pagadas de sus ministros) habían dejado a Sarkozy completamente fuera de juego. Los pueblos y las izquierdas árabes, jugándose la vida sobre el terreno, han comprendido enseguida la imposibilidad de escapar a la incomodidad analítica si querían derrocar a sus dictadores. Han sabido que había que afirmar muchos hechos al mismo tiempo, algunos contradictorios entre sí. En el caso de Libia, esos cinco o seis hechos son los que siguen: Gadafi es un dictador; la revuelta libia es popular, legítima y espontánea; la revuelta es enseguida infiltrada por oportunistas, liberales pro-occidentales e islamistas; la intervención de la OTAN nunca tuvo vocación humanitaria; la intervención de la OTAN salvó vidas; la intervención de la OTAN provocó muertes de civiles; la intervención de la OTAN amenaza con convertir Libia en un protectorado occidental".
Y remata con una sentencia que condensa su escrito: "Así, si sólo afirmamos la intervención de la OTAN, con sus crímenes y amenazas, nos vemos enseguida obligados, por una pendiente lógica que nos aleja cada vez más de la realidad, a negar el carácter dictatorial de Gadafi y afirmar, aún más, su potencial emancipatorio y anti-imperialista; a negar el derecho y espontaneidad de la revuelta libia y afirmar, aún más, su dependencia mercenaria de una conspiración occidental. Lo malo de este ejercicio de monismo es que deja fuera precisamente los datos que más importan a los pueblos árabes y a las izquierdas árabes y los que más deberían importar a los anti-imperialistas de todo el mundo: la injusticia de un tirano y la reclamación de justicia del pueblo libio". (el subrayado es mío).
Santiago Alba en su ensayo, el cual no se deja de reconocer que es brillante, asegura que la primavera árabe era amenazada por el éxito de Gadafi, en tanto este había afirmado que el paso a seguir sería el exterminio a los rebeldes libios y en primera instancia había apoyado a Mubarak y a Ben Alí. Además denunció cómo el régimen gadafista desde hacía muchos años se había alejado de los intereses populares y había caído en brazos de Occidente, habiendo ayudado a las campañas de la CIA norteamericana en el apresamiento y tortura de innumerables "enemigos" de los Estados Unidos.
El tema de "la injusticia de un tirano y la reclamación de justicia del pueblo libio" de que habla Santiago Alba no puede dejar de ser considerado. Pero la pregunta fundamental es: ¿Con base en la actual situación de crisis mundial imperialista, a quién le conviene, además del pueblo libio, la caída de un régimen que se había opuesto al Africom, que había propuesto una sola moneda para el África, el dinar de oro, que había impulsado la tecnología propia y hasta préstamos sin contar con el FMI y el Banco Mundial para todo el África?
Otras preguntas que nacen del artículo de Santiago Alba son: ¿Sí es posible considerar a la OTAN y a las agencias de inteligencias europeas y americanas, organizaciones no conspirativas para el caso que nos ocupa, a sabiendas que este tema ha sido documentado hasta la saciedad por Thierry Meyssan, director de la red voltaire y por Pepe Escobar, gran escritor del Asia Times?(15) ¿Los fondos libios y la apropiación de ellos de parte del imperialismo yanqui y europeo, no es algo sospechoso, en un mundo en crisis financiera? ¿Sí es posible citar el tema de la guerra civil española como algo emblemático en eso de pedir ayuda a Occidente, so pena de la derrota de la II República, y ponerla frente a nuestros ojos como un paradigma nuevo que nos serviría como receta para derrocar tiranuelos, obviamente no proimperialistas? ¿El caso de Libia no tiene un gran parecido con el caso Iraquí, en donde a Saddam Hussein lo acusaron hasta la saciedad de ser un dictadorzuelo, además de poseer armas de destrucción masiva?
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