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sábado, 14 de abril de 2012

Creencia y Devoción: Primera Palabra

Creencia y Devoción: Primera PalabraCada raíz de una planta o una brizna de césped, cada semilla o fibra recita bismillah
13/04/2012 - Autor: Bediüzzaman Said Nursi - Fuente: www.svida.com
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Bediüzzaman Said NursiBismillah (En el nombre de Dios) encabeza cada acción buena así como todo asunto trascendente y por ello, hemos de comenzar diciendo: «En el nombre de Dios». Esta locución bendita y piadosa es el lema del Islam, una frase que se halla en boca de todas las criaturas para recordar a Dios.

Si realmente quieres conocer la tremenda e inagotable fuerza que posee esta frase, si deseas llegar a saber su bendición sin igual, entonces pon mucha atención al escuchar la siguiente alegoría:

Se sabe desde tiempos antiguos que un beduino que se dirige de un lugar a otro en el desierto, y que circula libremente, debe tener a un jefe tribal como protector para estar a salvo de los bandidos y de esta manera, poder cumplir con sus asuntos y llevar a cabo sus tareas. De no ser así, el beduino permanecerá sólo y siempre preocupado por la posible aparición de innumerables enemigos.

Imaginemos, pues, que hay dos personas 3 que se hallan de viaje por el desierto. Uno de ellos posee un carácter modesto, mientras que el otro es arrogante. El humilde se halla bajo la protección de un jefe tribal del desierto mientras que el vanidoso rechazó dicha protección. Ambos transitan por el desierto, la persona humilde, que tiene el respaldo del jefe tribal, al entrar en la tienda de cualquier beduino que se encuentra en su camino es recibido con gran respeto y admiración por el solo hecho de pronunciar el nombre de su jefe tribal. Si algún asaltante le sorprende, el hombre modesto ha de decir: «Me hallo bajo la tutela del jefe...», y por tal razón se le deja en paz y no se le molesta.

En cuanto al vanidoso, no le queda más remedio que afrontar los más duros y cruentos problemas y desastres, puesto que a lo largo del viaje se encuentra indefenso y sin protección, sufre de interminables miedos y de continuas tensiones, es humillado y sucumbe en la mendicidad al solicitar siempre aquello que necesita.

¡Alma vanidosa! Tan sólo has de saber que eres igual que aquel viajero beduino, el desierto es este mundo y asimismo eres muy pobre y tienes numerosos enemigos. Ya que la cuestión se explica por sí misma pide auxilio del verdadero Dueño de este Mundo y Su eterno Soberano, invoca su nombre para así librarte de la humillación y el temor de los desastres. Esta bendita frase —Bismillah («En el nombre de Dios»)— es un gran tesoro que nunca se desvanece. Tu pobreza se halla ligada a una inmensa y absoluta misericordia. Tu infinita debilidad y necesidad depende de un magnífico poderío que es también absoluto y es en Su poder donde se encuentran las riendas de todo lo existente, desde los átomos hasta los planetas. Tu pobreza y tu necesidad son, pues, intermediarios aceptables ante el Poderoso, el Clemente y el Merecedor de toda la Gloria.

La persona que siempre tiene presente esta frase en su vida y la criatura que medita pronunciando la misma, o aquella persona que la recita mañana y tarde, todos son como soldados cumpliendo con el servicio militar y actuando en nombre del estado y de la ley, no temen a nadie y de este modo, ejecutan todo y se mantienen firmes ante todas las posibilidades.

¿Cómo puede «todo» recitar bismillah a través de su verdadero modo de existencia? Supongamos que un forastero llega a una ciudad y convoca a la gente para que se dirija a un lugar en concreto y les ordena realizar tareas diferentes. Tú de inmediato vas a estar seguro de que este individuo no se representa a sí mismo ni tampoco dirige las masas en virtud de su nombre y su fuerza, sino que él es un soldado que realiza todo en nombre del estado y se encuentra amparado por la fuerza de la ley vigente. De la misma manera, las criaturas de Dios cumplen con sus funciones en Nombre de Dios. Las semillas más pequeñas acarrean albergan consigo —gracias al Nombre de Dios— futuros árboles grandiosos y tremendos pesos como montañas. Cada árbol pronuncia bismillah y se encuentra lleno de frutos procedentes del Tesoro Divino y nos es ofrecido a nosotros. Cada jardín, cada huerto recita bismillah y a consecuencia de ello, se convierte en un «recipiente» de la gran «cocina » del poderío de Dios, en donde son cocinadas distintas variedades de comidas deliciosas.

Cada animal bendito, sea camélido, bovino u ovino pronuncia bismillah y al decirlo, se convierte en una fuente de leche fresca y gracias a Aquél que proporciona el sustento —Dios— recibimos el más puro y fresco de los alimentos que es el agua de la vida. Cada raíz de una planta o una brizna de césped, cada semilla o fibra recita bismillah y por ello son ablandadas todas las superficies sólidas, siendo traspasadas con suavidad.

Contemplar las ramas de un árbol extendidas en el aire, llevando sobre sí las frutas, saber que las raíces se extienden a través de las rocas y almacenan su alimento en lo más oscuro y profundo de la tierra. Ver como las verdes hojas soportan elevadas temperaturas y son azotadas por el calor abrasador del Sol y pese a ello, permanecen tiernas y magnificas... todo esto, pues, irrita y desconcierta a los materialistas que son siervos de las causas y efectos. Es un grito en sus rostros que les indica:

«Sabed que la razón de vuestro comportamiento jactancioso, que hace acto de presencia en vuestra supuesta fortaleza, no es tal, ya que nada dentro de vosotros se mueve o actúa por sí mismo sino que recibe órdenes del Único —Dios— Quien hizo que las diminutas y suaves fibras de las raíces de las plantas fueran como el báculo de Moisés, que hendió las rocas tras recibir una orden: «... y entonces os dimos misericordia diciendo a Moisés: “¡Golpea con tu bastón las rocas!”»

(Corán, 2:60)
Las blandas y delicadas hojas, finas como el papel, son como los miembros corporales de Abraham — la paz sea con él— aquellos miembros que recitaban frente al calor del fuego:

«Mas hicimos que el fuego fuera frío y saludable, y no dañara a Abraham».

(Corán, 21:69)
Todas las cosas en el universo pronuncian para sus adentros bismillah, y obtienen así las Mercedes de Dios, que nos son otorgadas. Por ello también tenemos que pronunciar bismillah, para de este modo dar y tomar en Su nombre y debemos rechazar todo aquello que recibamos de las personas que no nombran a Dios al dárnoslo.

Pregunta

Pagamos a las personas por cualquier cosa que nos traigan, y al mismo tiempo respetamos y veneramos a Quien a través de él somos agraciados. ¿Qué es lo que pide de nosotros nuestro Creador Quien en verdad es el dueño y merecedor de las Mercedes y las dádivas?

Respuesta

Sabed que el Otorgador Verdadero —Dios— nos pide, como pago por las mercedes otorgadas tres cosas: Az-zikr — «La Remembranza»—, Al-shukr —«El Agradecimiento»— y Al Fikr —«El Pensamiento», «la reflexión»—. Pronunciar bismillah («En el Nombre de Dios») al comienzo es una remembranza del Mismo. Decir al concluir al-hamdu lillah (Gracias y alabanzas a Dios) es un modo de agradecimiento.

Lo que se halla entre ambas expresiones de devoción es el pensamiento y la meditación en cuanto a las maravillas otorgadas por Dios y que dichas maravillas pertenecen al poderío del Único Eterno, son obsequio de Su Misericordia que Todo lo abarca. Esta meditación es pues un pensamiento loable.

Pero, ¿no están de acuerdo conmigo que quien besa los pies de un pobre hombre, por el mero hecho de haberle llevado un regalo del gobernante, es una persona lerda que comete un craso error? ¿Qué pasa entonces con aquél que alaba aquello que produce beneficio, y olvida al Otorgador verdadero? ¿Acaso no es mil veces más lerdo que aquél que besaba los pies del enviado pobre?

¡Alma! si no quieres ser como dicho lerdo, entonces da y toma en Nombre de Dios, comienza y actúa en el Nombre de Dios, que esto te será suficiente.

Nota
3. El Corán declara: «Y su Señor respondió a sus ruegos, aclarándoles que Él no descuida la recompensa de todo aquel que hace buenas obras, sea hombre o mujer, pues el hombre viene de la mujer y la mujer del hombre» (3:195). Está claro que el Islam no discrimina entre hombres y mujeres en cuanto a la responsabilidad religiosa. Cada género comparte la mayor parte de las responsabilidades, pero asimismo cada uno tiene ciertas responsabilidades que son particulares del mismo. El Corán por lo general usa el tratamiento masculino, ya que esta es una de las características del árabe. En casi cada lengua, la forma masculina es empleada para un grupo que comprende tanto a hombres como a mujeres, como la palabra en castellano humanidad, que aunque de género femenino incluye tanto a hombres como a mujeres. De este modo, los creyentes comprenden tanto a creyentes masculinos como femeninos, los fieles, pues, son hermanos y hermanas. Sin embargo, con el fin de mantener el texto original y evitar la repetición, habitualmente no mencionamos las formas femeninas en la traducción. (Nota de los Editores)

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