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martes, 24 de abril de 2012

¿Qué puede ofrecer el Islam en América Latina?

¿Qué puede ofrecer el Islam en América Latina? Febrero 13, 2010 | Por kamel | # Enlace permanente Reflexiones en torno a un nuevo aniversario de la Revolución Islámica de Irán Por Kamel Gomez kamelmdp@gmail.com Desde hace algún tiempo, vemos con intensidad el acercamiento de algunos países latinoamericanos a Irán y viceversa. Este interés, encabezado por Bolivia y Venezuela, tiene un carácter tanto político como económico bien marcado. La alianza de estos tres países puede fundamentarse en sus fuertes posturas anti-imperialistas, anti-sionistas, anti-capitalistas, y en especial entre Bolivia e Irán, con un discurso anti-occidental. Efectivamente, el Occidente que se repudia es el Occidente Moderno que nace en Europa, se desarrolla en su extremo en Estados Unidos y se ha infiltrado en todo el mundo, proceso propio de su carácter proselitista y espíritu de conquista que, en nombre de la “libertad”, obliga a todo el planeta a imitarlo. Existe una pasividad generalizada, una “occidentósmosis” que se desarrolla en todos los ámbitos, en especial en las principales urbes y, Latinoamérica toda, no es la excepción. Hay unos pocos que resisten y que, por supuesto, son bombardeados y considerados parte de la “barbarie”, la respuesta “irracional”. En efecto, se conjugan en nuestro continente dos procesos revolucionarios: -Un renacimiento indígena, con una cosmovisión muy destacada: el “Vivir Bien”, en especial con la Pachamama, o la Madre Tierra, que debe ser liberada de las cadenas del Capitalismo, el lujo del Consumismo y de la cultura de la muerte. Los pueblos indígenas son parte de la vanguardia de la defensa de la Naturaleza y de la vida. Además, las raíces culturales Andina y Amazónica, luego del ataque europeo de cinco siglos, se levantan emancipadas de la cultura occidental. -El proceso de Socialismo del Siglo XXI, que en general es definido en forma negativa: anti-imperialista y anti-capitalista. Hay, digámoslo de una vez por todas, cierto vacío teórico que invita a “crearlo”, permitiendo así no depender de experiencias pasadas, y reelaborar una teoría nueva: es interesante destacar que este socialismo no es ateo por definición. Alejados de las cosmovisiones de occidente y del materialismo europeizante, el “socialismo del siglo XXI” enunciado por estos procesos populares, toma justamente su denominación de la búsqueda de construir una sociedad radicalmente más justa y equilibrada sin retomar caminos ni reflotar doctrinas que han significado un estrepitoso fracaso para las aspiraciones revolucionarias de los pueblos del mundo. Estos dos procesos se identifican también culturalmente con el proyecto de la Revolución Islámica en Irán. Esta última, anclada en una espiritualidad que nace con el hombre mismo, reivindica con el mensaje de su fundador, el Imam Jomeini, la lucha de todos los oprimidos del mundo. Además, posee en su mensaje la excelencia de la espiritualidad por sobre cualquier otra cualidad en el hombre. Dijo el imam Jomeini: “Nuestra gran Revolución Islámica es más bien una revolución moral y espiritual que política y social.” Vemos cómo la revolución islámica, se refugia en la tradición de todos los Profetas y Mensajeros de Dios, quienes emancipan y liberan a los hombres de los males del politeísmo social, la opresión y la explotación en cualquiera de sus formas. Los Profetas inculcaban el amor a Dios y la afirmación de Su unidad para liberar a los hombres de la perversión moral y de la injusticia, consecuencia del politeísmo que Occidente ha establecido. Es nuestra intención en estas palabras, destacar las coincidencias y el rol positivo que pueden tener los musulmanes en nuestra lucha por la libertad. Precisemos algunas características de la comunidad islámica en nuestras tierras: Los musulmanes de América Latina tienen una invitación a participar de estos dos procesos. Sin embargo, y siendo realistas, la comunidad islámica sólo aparece en relación a conflictos ubicados en el Mundo Árabe (Palestina, Líbano, Iraq, etc.), tomando entonces características de una colectividad. Sin duda, ese carácter ajeno a la realidad de nuestro continente indo-afro-latinoamericano se debe principalmente a dos razones: -Los dirigentes de la Comunidad Islámica Latinoamericana en general, son árabes o de origen árabe y mantienen estrechas relaciones con sus países de origen (Siria, Líbano, etc.). La introducción del Islam en América Latina y en particular en nuestro país, la República Argentina, está sujeta a las sucesivas oleadas inmigratorias, fundamentalmente de familias árabes –sirio libanesas en su gran mayoría o palestinas en el caso de Chile, por ejemplo-. Ahora bien, no podemos dejar de decir que el modelo inmigratorio tuvo sus éxitos y sus límites, tuvo la privilegiada misión y altísima virtud de poner en nuestras manos el Islam y desarrollar nuestra fe y prácticas en el camino del conocimiento de Dios. Agradecemos a todos aquellos que abonaron con mucho esfuerzo y sufrimiento este trabajo por nuestra tierra, la humanidad y el Islam. Pero, convencidos del agotamiento de dicho proceso, creemos que su extensión en el tiempo, al no dar lugar al advenimiento de un nuevo proceso ordenado y planificado por los más fervientes y comprometidos creyentes, apoyados por quienes como la Revolución Islámica, cargan hoy y por mérito propio, con todo el peso de la responsabilidad ante Dios y los musulmanes del mundo, no sólo pone en peligro la esencia del Mensaje Profético en nuestra región, sino que pone en riesgo la existencia misma del Islam en el continente, reduciendo al Islam (en los hechos, mas nunca en las intenciones) a la categoría de “tradición nacional” de los antepasados nacidos en otras tierras. -Los nuevos musulmanes, que gracias a Dios son cada vez más, generalmente se arabizan (no tienen otra forma de relacionarse si quieren permanecer dentro de la comunidad) o toman “localismos” propios de otros países, transformándose así en embajadores de éstos antes que difusores del Islam en nuestro continente y conformar así una identidad nueva, propia de la Comunidad Islámica Latinoamericana. Quienes ingresan al Islam desde fuera del círculo árabe desarrollan una especie de “complejo de inferioridad religioso” con respecto a las familias árabes –cuyo sentimiento de “superioridad” los hace parecer acreedores del Islam en nuestro continente- y por consecuencia, también respecto de otras comunidades del mundo islámico, en especial, las del Mundo Árabe. Como expresión en este sentido, podremos encontrarnos con que cada “comunidad nacional” tiene un Islam genuinamente representativo e imbricado en su especificidad nacional (los árabes, los persas, los turcos, los paquistaníes, incluso los europeos, por ejemplo), con una consecuente ausencia de un “Islam Latinoamericano”. Es entonces este artículo una invitación a toda la comunidad islámica a entregarse de lleno a las necesidades de nuestras tierras y gentes, pues el mismo Profeta Muhammad nos ha enseñado: “El amor a la patria es parte de la fe”. Por supuesto, la invitación no incluye a los musulmanes de los dos extremos: por un lado, encontramos a los formalistas, wahabíes a la cabeza, y, por el otro, a los (pseudo) sufíes, ambos alejados por definición de la realidad social y sumergidos en un mensaje individualista: los primeros y los segundos coinciden por su extrema preocupación por los pormenores de la Tradición. Los primeros, reducen el Islam a un mensaje estrictamente legalista y, los segundos, lo transforman en un moda new age. Unos se parecen a los tele-evangelistas, los otros, magnifican lo insignificante. Unos adoran a Arabia Saudita, otros toman localismos de tal o cual país o maestro. Por lo tanto, esta invitación es para musulmanes shíes y sunníes que levantan la bandera de la Revolución Islámica, de Hezbollah y de Hamas; teniendo como eje principal las enseñanzas de “Az-zaqalain”, los dos tesoros del Islam: El Corán y Ahlul Bait (la Familia del Profeta Muhammad). Citando al Imam Jamenei: “las diferentes tendencias de los musulmanes tienen todas afecto por Ahlul Bait y aceptan su elevada posición en lo concerniente a su conocimiento y accionar, sólo que los shiítas son aquellos… conocidos por seguir y corroborar a los Imames y son quienes conocen sus rangos espirituales y su posición en la comunidad islámica, aceptando su condición de sucesores del Profeta”. La derrota del 2006 a manos de Hezbollah (musulmanes shíes) en el Líbano, sumada a una humillación más dura aún para los criminales de guerra de la entidad sionista ejecutada por Hamas (musulmanes sunníes), merece también un interrogante: ningún “analista” ve la unidad de los musulmanes ante el agresor imperialista- sionista. Es una pena que insistan con una tesis vinculada a las necesidades del Pentágono, en donde se retuerce la realidad para ver siempre lo que se necesita: facciones enfrentadas entre sí por supuestos intereses religiosos, y no unidad ante el invasor, la agresión y el colonialismo. Los musulmanes debemos trabajar internamente en pos de la unidad, y externamente en los procesos revolucionarios de nuestro continente. Retomando a la idea del Socialismo del siglo XXI, debemos dejar en claro algunas consideraciones preliminares. En primer lugar, la desconfianza que se presenta algunas veces entre los musulmanes y los militantes de estas ideas. Por supuesto, aquí dejamos afuera, porque no nos interesa compartir absolutamente nada, a los sectores que hablan del Socialismo “marxistoide”, que tienen sueños con bolcheviques, fundamentalistas que no se permiten ver en el Islam y en las cosmovisiones indígenas una realidad que no sea material. También consideramos inadecuados, por ser muestra del triunfo del ego, a aquellos que, influidos por la civilización occidental, sólo ven las cosas desde la política, porque “respiran política”. Debemos entender que ha llegado, como lo señala Evo Morales, el momento de una revolución ética y moral. Efectivamente, nos sumamos a esta frase perteneciente al indigenismo: “Derecha e izquierda adoran al desarrollo y progreso, es decir la destrucción ilimitada de la Naturaleza y los pueblos”. También: “Capitalismo y Comunismo no sólo se parecen, se complementan. Aquél despoja a los pueblos de su habilidad para alimentarse, vestirse, alojarse, educarse, curarse, divertirse, vivir por sí mismos. Prepara la ecuación comunista: más pequeños e inhábiles los pueblos, más grande y poderoso el gobierno. El partido sabe y manda, la masa aprende y obedece”. Sin embargo, existen ciertos prejuicios. Los prejuicios de algunos militantes en relación al Islam son principalmente los relacionados con la religión en sí misma, y una justa crítica a sectores cristianos que, por inducción, aplican a todos los musulmanes. O sea, lo que hicieron/hacen algunos cristianos (no todos), lo hacen por culpa de la religión, el Islam es una religión, entonces los musulmanes hacen lo mismo. Dejamos aquí sin desarrollar si el Islam es una religión, y qué entendemos por esta palabra. Los musulmanes somos conscientes de que el hombre occidental se jacta de su herencia judeo-cristiana cuando le molesta la presencia de otras religiones. Por lo menos, el secularismo las reconoce en la historia porque el presente de estas religiones, hoy ancladas en la modernidad y sus “beneficios”, es el del opio de los pueblos y el del acompañamiento de la empresa imperialista occidental. De más está decir que los verdaderos judíos antisionistas y los verdaderos cristianos seguidores del mensaje del Cristianismo son escondidos, negados y rechazados por el occidental y se los tendrá en consideración sólo ante la “amenaza del Islam”. También los musulmanes sabemos las dificultades del Cristianismo con la Tradición Indígena. Citando a Humberto Cholango, hermano Kichua del Ecuador: “En nuestros días, muchos europeos y eurodescendientes, quienes se pretenden “tradicionales”, debido a una lectura amateur de carácter ideológico de la obra magistral y providencial de René Guénon y sin vivencia ni ningún compromiso tradicional (salvo su jactanciosa pertenencia a ciertas “organizaciones fraternales”), nos presentan como si fuéramos enemigos de la tradición cristiana, hecho que es totalmente falso: la verdad más bien es que somos intransigentes con el “cristianismo moderno” y sus actuales manifestaciones (católica, protestante, anglicana, para-cristiana o neo-cristiana), a las que consideramos como agentes vectores del espíritu occidental moderno que es completamente antitradicional.” Otro prejuicio bien establecido es el de la mujer, aquí penosamente los sectores que se suman a la idea del Socialismo del Siglo XXI se tragan el verso de Occidente. Es cierto también que a veces más que prejuicios los musulmanes tenemos un gran debate en relación al rol de la familia, al rol de la mujer en la sociedad, etc. Debemos sepultar a Occidente de nuestros corazones, y en esto el Islam tiene una gran experiencia. Ese debate, como el de la Naturaleza, es junto a los hermanos indígenas el debate a ganar a aquellos que quieren ser occidentales en vida. Aquí merece la pena señalar que muchos “progresistas”, enamorados de las ideas de “los pueblos originarios”, que antes soñaban con viajar a Cuba y hoy lo hacen con viajar a Bolivia, padecen las mismas deficiencias y vicios que Occidente vende, ese Occidente que hace ver los defectos humanos como virtudes a desarrollar. No podemos olvidar que el hombre moderno le declara la guerra a la Divinidad en todos sus frentes. Sin embargo, en este afán de negar el ámbito religioso, Occidente nos ha llenado de ídolos incuestionables y ha desarrollado dogmas en cantidad, en nombre de la “libertad de pensamiento”. Así, nos hemos convertido en cultores de la imagen y de la forma: en nombre de la igualdad de género adoramos el cuerpo de las mujeres, nos esclavizamos con el dinero, la promiscuidad, las drogas, el juego, las modas, el consumismo, todo en nombre de la libertad del individuo. Es que la Civilización Moderna multiplica las necesidades artificiales que nunca acaban, se nos excitan los sentidos en todo momento y utilizamos todos los medios disponibles para adquirir las satisfacciones materiales, reduciendo la vida a una multiplicidad de placeres para el cuerpo atado a la cantidad de cosas que, lejos de llenarnos, nos ahuecan. Todas estas ilusiones crecen y se reproducen en cantidad como es propio de la naturaleza inestable y cambiante de la mente occidental. Siguiendo a la Tradición Indígena: “El denominado siglo de las luces de Occidente ha caducado y ya no es ninguna opción para la humanidad”. En segundo lugar, no podemos descuidar que una enorme cantidad de musulmanes escuchan palabras como socialismo y piensan que es el proyecto político del ateísmo. Podemos estar seguros que este no es el caso. Por su parte, los musulmanes, que sufren como pocos el estereotipo que prolifera por la constante tergiversación llevada a cabo por medios de comunicación, somos receptáculos pasivos para aceptar todas las mentiras que se dicen en relación al tema que nos compete. Nos duele en el alma cada vez que escuchamos a algún musulmán criticando a Evo y/o a Chávez por lo que leyeron en algún medio occidental, en vez de reivindicarlos por su coraje al haber echado a toda la diplomacia israelí luego de la masacre terrorista de los sionistas en Gaza. Algo que muchos países árabes y musulmanes no hicieron. Basta recordar las palabras de Seyed Hasan Nasrallah, quien públicamente ha reivindicado a Chávez con su visión revolucionaria y ha criticado a países como Egipto por su postura en la causa palestina. Es más, nos dice el Imam Jamenei de Evo Morales: “Su espíritu popular, su atención a las capas pobres y desfavorecidas y su labor por servir a la nación. Es un espíritu valioso el cual honra a los pueblos”. El Socialismo del siglo XXI, debe ser creado, y citando a Chávez, se deben encarar cinco frentes: -El territorial -El político -El económico -El social -El moral y espiritual. En general, se destaca el rol del pueblo como protagonista, generando auto-gobiernos, entregándole el poder a los oprimidos. También, el papel del estado en la sociedad, subordinando al sector privado. Además, establecer iguales derechos, destacando la importancia de la educación, desarrollando una sociedad “culta”, pues como enseñó Bolívar, un pueblo ignorante se condena a la propia destrucción. Los musulmanes estamos de acuerdo con tales ideas. Ahora bien, estamos convencidos que es en el frente moral y espiritual donde los musulmanes tenemos una batalla muy dura. Nuestra Tradición es rica en contenidos para perfeccionar al alma de sus vicios y defectos. Tenemos una enorme cantidad de material y maestros que pueden encaminar a sociedades perdidas, sin rumbo, ahogadas en la ignorancia materialista. Todos los sistemas occidentales nacidos de sistemas individuales de algún que otro europeo, han rendido examen y todos han desaprobado. Enviar a Occidente a la Historia, tarea a largo plazo, exige la necesidad de depurar prejuicios y estereotipos fundados en la ignorancia y, luego, invitar a transformar nuestra realidad a través de una revolución que comprenda un compromiso dual, queremos decir: una revolución externa y, principalmente, una revolución interna. Ambas interactúan y se fomentan. Dicha revolución dual debe estar presente en un nuevo paradigma que establezca las relaciones del hombre con el hombre, del hombre con la sociedad, del hombre con la naturaleza y del hombre con la Divinidad. Cuando decimos revolución interior nos referimos a proponernos nosotros mismos realizar un viaje espiritual profundo, que seamos espejos que reflejen los valores éticos y la verdad que afirmamos. En este sentido, el compromiso es total. Debemos practicar lo que decimos y ser un ejemplo para las generaciones venideras. Nuestros modelos son los Profetas y Enviados de Dios. Entre ellos, Moisés, Jesús y Muhammad. Es necesario estudiar sus vidas y enseñanzas para que nuestros corazones sepulten a Occidente y se llenen de amor a Dios y sus Mensajeros, guías para la Humanidad. Los Profetas son quienes nos guían a las tres grandes Revelaciones que deben armonizar en nuestro interior. Hablamos, en primer lugar, del Libro de la Naturaleza y el Universo, el cual debe ser contemplado, descifrado pero nunca conquistado; luego, el Libro Interior de nuestra Alma, el cual nos invita a luchar en todo momento contra nuestros defectos y vicios; por último, la Revelación de las Escrituras Sagradas, como es el Noble Corán en el Islam, que ayudan hoy a las mentes confundidas en la búsqueda de guía y amor, son enviadas por Dios por medio de su Misericordia y contienen las claves para la lectura de los primeros dos libros. Todas estas revelaciones deben acompañarnos en la conformación de una cosmovisión que incluya al Ser Humano integralmente. Para así, luego de conocer todas sus necesidades verdaderas (que no son las que nos vende Occidente), trabajar en el desarrollo de una sociedad justa. En palabras del líder de la Revolución Islámica de Irán, el Imam Jamenei: “Se debe saber que la misericordia y asistencia divinas dependen del movimiento y esfuerzo de la persona creyente y de sus buenas acciones. Debemos estar presentes en la escena y no debemos olvidar el sentido de la responsabilidad y la lucha; lucha que en los diferentes planos es nuestra función y garantiza nuestro progreso y victoria. En el plano político también hay lucha. En el plano cultural también hay lucha. En el plano social también hay lucha, la lucha no es sólo la militar. Los diferentes y diversos ámbitos de la vida humana son ámbitos de lucha.” Los musulmanes nos entregaremos a cuatro caminos: el sudor, las lágrimas, la tinta y la sangre, para cumplir in sha Allah, con la máxima del General San Martin: “Seamos libres, y lo demás no importa nada”. 1 Comentario Compartir Sin votos Reportar este Posteo LA IMPORTANCIA DE RENDIRSE CUENTAS A SÍ MISMO Octubre 20, 2009 | Por kamel | # Enlace permanente Qué he hecho hoy en el sendero de Dios? La importancia de rendirse cuentas a sí mismo. Por Kamel Gomez kamel@argentina.com www.islammdp.blogspot.com El Islam, guía de Dios para la humanidad, nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos y examinar nuestros pensamientos, sentimientos, intenciones y acciones. Entre los musulmanes hay una práctica muy recomendada que a veces descuidamos y no la hacemos, además, algunos de nuestros hermanos la desconocen. Sin embargo, sus beneficios son muy importantes. Nos referimos a la práctica de la “Muhasaba”. ¿Cómo definirla? Es sencillamente tomarnos unos minutos al final del día para meditar sobre nuestras actividades. Nos enseña nuestra Tradición: “hasibu anfusakom qabla an tuhasibu”; es decir: “ríndanse cuentas a sí mismos antes de que se las rindan”. Por ejemplo, en mi caso particular y como buen argentino, en las noches preparo mi pava de mate y me hago estas preguntas: . ¿Qué he hecho hoy en el sendero de Dios? . ¿He estudiado los principios de mi Tradición? . ¿He practicado correctamente mis deberes y obligaciones? . ¿Cómo me relacioné hoy con mis seres queridos, mi familia, mis amigos, mis hermanos musulmanes y mis hermanos no musulmanes? . ¿He sido un fiel reflejo de las enseñanzas del Noble Corán? . ¿He colocado al Profeta Muhammad como modelo en mis acciones? Nos enseña el Imam Alí, en el Nahyul Balaga o Cimas de Elocuencia, lo siguiente: …”Ante vosotros está el ejemplo del Sagrado Profeta para que lo sigáis; es suficiente para que seáis guiados el hecho de que ha censurado este mundo y de que ha explicado completamente sus males, corrupciones y vicios. Sus placeres y vicios no eran para él, sino para los enemigos de Dios y el hombre. No disfrutó los placeres de la vida ni se engalanó con su pompa y gloria. Si queréis estudiar las vidas de los grandes hombres, ahí tenéis la vida de Moisés ante vosotros. Siempre rezó ante Dios: ‘Señor, tenía realmente necesidad de los que me has amablemente otorgado. ¡Por favor Señor!, no me dejes’. De hecho, estaba rezando por una hogaza de pan ya que habitualmente comía vegetales y vivía de hierbas comestibles. Vivió por tanto tiempo de vegetales verdes (sin cocinar ni sazonar) que su piel (en determinados lugares) tomó un color verdoso. Si os gusta, ahí tenéis ante vosotros el ejemplo de David, el dulce cantor del Paraíso, a quien le fueron revelados los Salmos. Acostumbraba a hacer cestos de las hojas de la palmera datilera, a venderlos y vivir de lo que conseguía de este modo (aunque era un rey y tenía a sus órdenes un gran ejército). Podéis imitar el noble ejemplo de Jesús. Usaba una piedra como almohada y se ponía ásperos vestidos. El hambre fue la única salsa que usó siempre. Sólo la luna iluminaba sus noches y sólo el sol le dio algún calor durante los inviernos. Sus postres (frutas) eran aquellos vegetales que también comían los animales. No tuvo esposa que lo atrajera hacia los caminos mundanales ni hijos cuyo amor pudiera interponerse entre él y el deber; no tuvo riqueza, cuyo logro y protección pudieran haberle apartado los pensamientos del próximo mundo. No fue avaro, por consiguiente nunca se humilló. Sus vehículos eran sus piernas y sus servidores sus manos. Si os gusta, podéis seguir su ejemplo. Pero el mejor ejemplo para vosotros es seguir a nuestro Sagrado Profeta. Seguidle fiel y sinceramente… … Nuestro Sagrado Profeta hizo uso de las cosas mundanas sólo para las necesidades más básicas de la vida y nunca pensó en obtener ningún confort o comodidad en la vida ni siquiera temporalmente. Comía poco y generalmente estaba hambriento. Cuán a menudo los placeres del mundo le fueron presentados y él rehusó aceptarlos. Su voluntad era la voluntad de Dios. Detestaba aquellas cosas que Dios detestaba, despreciaba aquellas que son despreciadas por Dios y aquellos hechos que Dios desdeña… … Nuestro Sagrado Profeta acostumbraba a tomar sus comidas mientras estaba sentado en la tierra, y acostumbraba a sentarse como una persona ordinaria (como un pobre no como un rey o un noble); reparaba sus propios zapatos, lavaba sus propios vestidos, y cabalgaba sin montura sobre un burro; e incluso (si había carestía de monturas) llevaba a otro cabalgando detrás de él… …Odiaba sinceramente el esplendor y pompa de este mundo y había apartado los deseos de sus placeres de su mente. Despreciaba y odiaba las ostentaciones de la vida lujosa para que no pudieran tentarle ni pudiera pensar en este mundo como una morada permanente o un lugar en el que regocijarse en lujuria y opulencia. No tenía en absoluto inclinación por una vida de confort y comodidad; esto no tenía encanto para él ni lugar en su corazón. Incluso la simple conversación acerca de ello era abominable para él; odiaba verlo alrededor y oír acerca de sus halagos en su sociedad, como una persona que odiaba ver a su peor enemigo y despreciaba oírlo en su sociedad…” Estas hermosas palabras, sin duda, nos señalan la piedad de los profetas y la importancia de tomarlos como modelos en nuestras vidas cotidianas. Por supuesto, el musulmán no puede descuidar su compromiso con la sociedad en la que vive, y con el mundo. Por eso nuestro amado Profeta Muhammad nos enseña: “Quien observe un acto execrable que lo rechace con su mano si es que puede hacerlo; si no puede así que lo rechace con su lengua; y si tampoco puede de esta manera que lo rechace con su corazón” Esta tradición nos destaca la importancia del compromiso de los musulmanes con sus sociedades. Todos nosotros somos conscientes de esta delicada etapa que le toca transitar a la humanidad. El Noble Corán lo define así: ¡Por la era! Que es cierto que el hombre está en pérdida (camina hacia su perdición). Pero no así los que creen, llevan a cabo las acciones de bien, se encomiendan la verdad y se encomiendan la paciencia. (Cap. 103) En general, mucho de nosotros hemos estudiado, lo que llamamos “signos menores”. Nuestros sabios coinciden en que todos, en mayor o en menor medida, están presentes. Sin embargo, nuestra actitud hacia éstos puede ser pasiva o activa. Queremos decir, a veces repetimos los signos menores criticando la sociedad actual y nos pasamos horas charlando lo que vemos en nuestro día a día. A esto llamamos actitud pasiva y la interpretamos de dos maneras: una individual y otra social. La individual se relaciona también a nuestra Muhasaba, es decir: ¿Cuántas veces nos preguntamos hasta qué punto participamos en los signos menores y somos incluso adictos a estos? La interpretación social tiene que ver con que muchas veces, criticando a otros por lo que hacen, nos olvidamos de que tenemos la obligación de ayudarlos, de indicarles el camino, de señalarles la importancia de la espiritualidad. Analicemos un ejemplo concreto. Nos enseña el Profeta Muhammad: “Llegará un tiempo para mi comunidad en el que se apegarán a cinco cosas y olvidarán otras cinco: se apegarán al mundo y olvidarán el más allá; se apegarán a la riqueza y olvidarán el cómputo (del día del Juicio); se apegarán a las mujeres y olvidarán a las huríes (del Paraíso); se apegarán a las mansiones y olvidarán los sepulcros; y se apegarán a sí mismos y olvidarán al Señor; esos se desentienden de mí, y yo me desentiendo de ellos.” Aquí nuestro amado Profeta, misericordia para los mundos y ejemplo dotado de un carácter magnánimo, nos advierte de cinco grandes amores, que nos hacen olvidar otras cinco cosas importantes en la conciencia del creyente. Es interesante que, en los valores que están en boga, lo que se vende por todos lados sean estas cinco características. Esta narración no deja de ser también una excelente descripción del mundo moderno. Pensemos en los “ídolos” de hoy, y veremos cómo poseen estas cinco cosas. Reflexionemos ahora activamente. ¿Hasta dónde nuestros corazones reflejan estos amores, o incluso, quizás hasta los cinco apegos en nuestro interior? Luego, ¿qué hacemos con aquellos hermanos a los que hemos perjudicado al tener estos apegos y opresiones? ¿Y qué hacemos por ayudar al resto de los hombres sea con el consejo (nasiha) o, aquellos que poseen piedad (taqua) y conocimiento (ma’rifa), con la guía (irshad)? Otra vez la tradición nos ilumina: “La opresión es de tres formas: una opresión que Dios, Imponente y Majestuoso, perdona; una opresión que no perdona, y una opresión cuyo perdón está supeditado al perdón de otro. En cuanto a la opresión que no perdona es atribuir asociados a Dios, Imponente y Majestuoso; la opresión que Dios perdona es aquella que el hombre comete contra sí mismo y que acontece entre Dios y la persona; y en cuanto a la opresión cuyo perdón está supeditado al perdón de de otro, es aquella que acontece entre los siervos.” Indaguemos los cinco apegos de la tradición del Profeta en forma más detallada. …” se apegarán a la riqueza y olvidarán el cómputo (del día del Juicio)”… Nos advierte el Noble Corán, entre otras aleyas: Y es tenaz en su amor por los bienes (Cap. 100:8) Dice: he disipado grandes riquezas (Cap. 90:6) Y en el capítulo 104, leemos: (1)¡Perdición para todo aquel que murmura y difama! (2) Ese que acumula riqueza y la cuenta. (3) Cree que su riqueza lo va a hacer inmortal. Si, siguiendo Tafsir Al Mizan, leemos las aleyas de atrás para adelante, entendemos que el hombre, como piensa que la riqueza lo hará inmortal, es que la acumula y la cuenta. Y es para proteger esa riqueza, que murmura y difama. Y el Imam Ali Rida nos señala las causas de la riqueza: “La riqueza no se reúne sino por cinco cosas: una avaricia intensa, una larga esperanza, una codicia dominante, cortar el vínculo con los parientes, y preferir la vida mundanal a la del más allá.” Sin duda, el tema del hisab, del cómputo, es fundamental en el Islam y en la vida del creyente. Ya citábamos antes las tres opresiones. Dijo el Profeta (BPD): “¿Sabéis quien es indigente entre vosotros?” Contestaron: “El indigente entre nosotros es aquel que no posee dinares ni dirhames. (Es decir, quien no posee dinero en efectivo)” El les dijo (BPD):”No. El indigente es aquel que el Día del Juicio se presentará con el ayuno, la oración, la peregrinación, la caridad obligatoria y muchas de las acciones buenas, en tanto que peleado con uno, ha insultado a otro, traicionó a otro y murmuró contra otro. Entonces se tomará de sus obras buenas para ellos (en compensación por lo que les hizo), hasta que no le quede nada a su favor. Luego se tomarán de las acciones malas de ellos y se pondrán sobre él. Después será arrojado al Fuego.” En la recopilación de narraciones que hace Ibn Arabi, encontramos esta hermosa tradición de nuestro Profeta Muhammad: “Dos hombres de mi comunidad hablaban sentados frente al Señor Todopoderoso y uno de ellos decía: ’Oh Señor, hazme justicia por el perjuicio que me ha causado mi hermano’ Dios (exaltado sea) dijo (al acusado): ‘Ofrece a tu hermano algo para resarcirle’ ‘Oh Señor, respondió, no me queda ninguna buena acción para cederle’ ‘Entonces que acarree mis pecados’, replicó el demandante. Los ojos del Enviado de Dios se llenaron de lágrimas, y dijo: ‘Será un día terrible aquél en que los hombres tengan necesidad de que una parte de sus pecados le sean acarreados’ Después prosiguió: Dios dirá al demandante que levante la cabeza y mire los jardines del Paraíso. Él levantará los ojos y exclamará: ‘Oh señor, veo ciudades de plata y palacios de oro engastados de coronas de perlas. ¿A qué profeta, a qué mártir pertenecen?’ ‘A aquel que Me lo pueda pagar’, dijo Dios. ‘¿Y quién puede pagártelo?’ ‘Tú, tú puedes’ ‘¿Y cómo, Señor? ‘Perdonando a tu hermano’ ‘Ya lo he perdonado’ Dios proseguirá: ’Toma la mano de tu hermano y hazle entrar en el Paraíso’. El enviado de Dios añadió: ‘Temed a Dios y Haced las paces entre vosotros, ya que ciertamente Dios establecerá la Paz entre los creyentes el Día de la Resurrección.’ …” se apegarán a las mujeres y olvidarán a las huríes (del Paraíso); se apegarán a las mansiones y olvidarán los sepulcros”… Shakespeare dice: “¡Oh poderoso amor!, que transformas a las bestias en hombres… y a los hombres en bestias”. En nuestra sociedad, la sexualidad ha sido reducida a un mero objeto de consumo, en donde la ética y la moral no tienen lugar y lo único importante es tener sexo la mayor cantidad de veces con la mayor cantidad de personas y si, es posible, publicarlo o realizarlo en presencia de otras personas… en fin, el estado decadente de la civilización moderna es conocido por todos. Por eso el Islam señala que el casamiento es la mitad de nuestra religión. La sexualidad, que el Islam invita a disfrutar plenamente, debe darse en el marco del matrimonio. Es increíble como hoy las relaciones casuales y sin ningún tipo de responsabilidad están en auge. Un libertinaje sexual que crece por doquier, y que encima, va acompañado del crecimiento de la prostitución y de la esclavitud sexual. En nuestro país, está lleno de lugares en donde mujeres secuestradas especialmente de Paraguay son obligadas a prostituirse. Y todavía no mencionamos el grave problema de las violaciones, abusos sexuales y pedofilia, tan común hoy en nuestras noticias… Sin duda, el tema de los palacios y las grandes construcciones arquitectónicas están muy relacionados con la enseñanza profética de aquellos beduinos que harán rascacielos. Ni hablar de las tradiciones que hablan de las hermosas mezquitas, pero vacías de adoración. Dice el Noble Corán: “La rivalidad sin sentido por obtener mayores bienes materiales os mantendrá distraídos. Hasta que os llegue el momento de visitar las tumbas” (Cap102:1-2). Y del Imam Ali: “Cuántos desgraciados hay quienes les ha llegado la hora de la muerte y aún se afanan en procurar lo mundano”. En un cuento nos llega esta enseñanza: El Profeta (PBd) estaba sentado como de costumbre entre la asamblea. Sus compañeros, formando un círculo alrededor de él, le rodeaban como el engaste de un anillo. Mientras tanto entró un musulmán que era un hombre pobre y con ropa harapienta. Conforme a la tradición islámica, según la cual, entrando en una asamblea, debe uno, sea cual sea su rango, sentarse allá donde haya un espacio vacío, sin pretender un sitio especial bajo el pretexto de que su rango lo exige así, este hombre miró a su alrededor con atención y viendo un lugar vacío, fue a sentarse allí. Así fue a instalarse al lado de un hombre rico, que recogió sus prendas y se puso aparte. El Profeta (PBd), que vio su comportamiento, se volvió hacia Él y le dijo: - ¿Tienes miedo de que algo de su pobreza se pegue a ti? - ¡No, oh Enviado de Dios! - ¿Tienes miedo de que algo de tu riqueza le contamine? - ¡No, oh Enviado de Dios! - ¿Tienes miedo de que tus ropas se ensucien y se ajen? - ¡No, oh Enviado de Dios! - ¿Entonces por qué lo has evitado y te has apartado? - Reconozco que he cometido un error y en expiación de mi pecado, estoy ahora dispuesto a dar la mitad de mis bienes a este hermano musulmán. - Pero yo no estoy dispuesto a aceptar -contestó el hombre de los harapos- Porque tengo miedo de que un día me llene de orgullo y me comporte ante un hermano musulmán de la misma manera que esta persona lo ha hecho conmigo. Hay también una interesante enseñanza que nos deja Saadi. Cuenta que vio en el Paraíso a un Rey, y en el Infierno a un sufí. Le preguntó al sufí el por qué de su situación, y el sufí respondió que era a causa de recorrer palacios y visitar reyes. Entonces, le preguntó también al rey por qué estaba en el paraíso, a lo cual respondió: esto se debe a estar siempre reunido con hombres sufíes… …“se apegarán a sí mismos y olvidarán al Señor”… Dice el Noble Corán: Y no seáis como aquellos que olvidaron a Dios y Él los hizo olvidarse de sí mismos. Esos son los descarriados. (Cap.59:19) Nos enseña el Imam Ali: “Quien se considera sí mismo grande, es insignificante ante Dios”. “¡Oh! Cómo amo, respeto y venero a aquellas personas que son mejor conocidas y respetadas en el Paraíso que en la Tierra”. Hay una interesante explicación que nos entrega Ibn Ayiba: “Debes saber que el Real-exaltado sea-, en Su Sabiduría, ha establecido a Satanás, al ego (nafs) y a la gente como guardias que impiden al acceso a Su Presencia. Nadie accede a ella sin superarlos y abrirse paso a la fuerza porque están estacionados ante Su Puerta y Él les ha encomendado guardarla diciéndoles: ‘No dejéis que nadie entre, excepto quien os venza’. Así cuando viene alguien que quiere entrar se le oponen las criaturas haciéndole ver los defectos de la vía para que le disguste; si las vence se presenta Satanás indicándole que le llevará mucho tiempo alcanzar la apertura (espiritual), haciéndole temer la pobreza, y diciéndole cuando alcanza la apertura de Dios: ‘¿Será o no será?’. Y si lo vence se presenta el ego que le dice: ‘¿Cómo vas a abandonar tu vida, tu rango, y tu dignidad por algo que no sabes si existe o no?’. Y cuando lo vence dice el Altísimo: ‘Bienvenido seas ’…” Sobre lo que dice la gente, el Imam Ali viene en nuestra ayuda y nos enseña: …”Pertenezco a un grupo que no se preocupa de ninguna crítica por la causa de Dios. Las caras de aquéllos que pertenecen a este grupo indican claramente su sinceridad, honestidad y veracidad. Su plática es del modelo de la plática de personas pías y virtuosas. Pasan sus noches en oración a Dios, y sus días actuando como guía de los que buscan la verdad. Siguen fielmente el Corán, reviven la religión revelada por Dios y las tradiciones del Sagrado Profeta. No son vanos ni orgullosos, ni ambiciosos ni deshonestos, ni envidiosos ni maliciosos, ni crean disensión ni falacia. Sus mentes están llenas de amor al Paraíso y sus cuerpos se afanan por alcanzarlo”. Sobre la gente con la que debemos relacionarnos, nos llega del Mensajero de Dios: Le dijeron los apóstoles a Jesús: “Oh espíritu de Dios, ¿A quién debemos frecuentar?”. Respondió: “A aquél que os haga recordar a Dios cuando le veáis, cuyas palabras incrementen vuestro conocimiento, y cuyas acciones os hagan anhelar el más allá”. Sin duda la importancia de los hermanos es trascendental. El Profeta también nos enseña que “el creyente es espejo del creyente” y el Imam Yafar Sadiq nos indica: “El más querido de mis hermanos para mí es aquel que me regala mis defectos (me los hace notar y en buena manera)” Recogemos de otra tradición: “Cada creyente tiene 30 deberes para con su hermano en el din, de los cuales no se puede excusar, debiendo cumplirlos u obtener la disculpa (por no hacerlo, de su hermano). Son: perdonar sus errores, ser compasivo y amable con él cuando está en un país extraño; guardar sus secretos; darle la mano cuando está por caer; aceptar la defensa que se hace de él; rechazar las calumnias (o chismes) en su contra; persistir en darle buen consejo; cultivar su amistad; satisfacer su confianza (en uno); visitarlo cuando está enfermo; estar con él en el momento de su muerte; aceptar sus invitaciones y regalos; devolver sus favores de la misma manera; agradecerle por sus favores; ser agradecido por su ayuda; proteger su honor y su propiedad; ayudarlo a satisfacer sus necesidades; hacer un esfuerzo para resolver sus problemas; decirle ‘Dios te bendiga’ cuando estornuda; guiarlo hasta la cosa que ha perdido; responder sus saludos; tomarlo al pie de la letra (no malinterpretar lo que dice); aceptar sus dádivas; dar veracidad de sus juramentos; ser amigable con él, no antipático y hostil; ayudarlo si está siendo injusto o víctima de una injusticia (en cuanto a ayudarlo cuando está siendo injusto, significa librarlo de serlo, y para cuando es víctima de una injusticia, queremos decir ir en auxilio de sus derechos); reprimir el sentirse aburrido o hastiado de él; no desampararlo en medio de sus problemas; querer para él de bueno lo que se quiere para sí; y disgustar que a él le toque lo que a uno le disgusta.” Podemos citar también esta tradición que aparece en la recopilación de Ibn Arabi: Dios dirá en el Día de la Resurrección: “¡Oh hijo de Adán! He estado enfermo y no Me has visitado”. El hombre responderá: “Oh Señor, ¿cómo podría visitarte, si eres el Señor de los mundos”. Dios dirá: “¿No sabías que Mi siervo fulano, cayó enfermo? Y sin embargo tú no le visitaste, y ¿no sabías que si le hubieras visitado Me hubieses encontrado a su lado”. “¡Oh hijo de Adán! Te he pedido de comer y no has querido alimentarte”. El hombre responderá: “Oh Señor, ¿cómo te hubiera podido dar de comer , si eres el Señor de los mundos”. Dios dirá: “¿No sabías que Mi siervo fulano te pidió de comer? Y sin embargo no le diste de comer ¿No sabías que si le hubieras dado de comer, hubieras encontrado lo necesario en Mí? “¡Oh hijo de Adán! Te he pedido de beber y no has apagado mi sed”. El hombre responderá: “Oh Señor, ¿cómo hubiera podido apagar Tu sed, si eres el Señor de los mundos” Dios dirá: “Mi siervo fulano te pidió de beber, y sin embargo no le diste de beber. Si le hubieras dado de beber, hubieras encontrado lo necesario en Mí” El Imam Al Baquir nos enseña también, algo muy importante para la purificación del nafs, valorando la importancia del ayuno: Cuando Dios creó al intelecto (al-`aql) le preguntó: “¿Quién eres tú y Quién soy Yo?”, y el intelecto le respondió: “Tú eres mi Señor, y yo soy tu siervo fiel”. Y Dios le ordenó: “¡Retrocede!”, y luego le ordenó: “¡Aproxímate!”, y juró Dios: “¡Por mi Poder y mi Majestad, no creé nada más amado para Mí que tú, y sólo te perfeccionaré en quienes ame!: Por ti juzgaré, y por ti recompensaré y castigaré”. Y cuando Dios creó al alma le preguntó por dos veces,: “¿Quién eres tú, y Quién soy Yo?”, y el alma respondió: “Yo soy yo, y Tú eres Tú”, y se manifestó separada de su Señor, y cada vez Dios la sometió a la prueba del fuego, durante un ciclo, y a la del ayuno, por otro, para finalmente extraerla de la abstención, y preguntarle por tercera vez: “¿Quién eres tú, y Quién soy Yo?”, y el alma reconoció: “Tú eres mi Señor, y yo soy tu sierva fiel”. Llegamos a la última parte de la Tradición que hemos decidido comentar. …“se apegarán al mundo y olvidarán el más allá”… Quisimos dejar para el final esta advertencia de nuestro Profeta. Nos dice el Imam Ali: “El ayuno de los deleites del mundo, es el mejor de los ayunos” Y del Imam As-Sadeq: “El amor a la vida mundanal es la causa de toda falta” “Aquel cuyo corazón se vincula a la vida mundanal, se habrá vinculado a tres cosas: una preocupación interminable, un deseo imposible, y una esperanza que no es alcanzada”. En una aleya del Generoso Corán encontramos: “Conocen una parte superficial de la vida del mundo pero viven despreocupados de la Otra Vida (hum gafilun)” In sha Allah, trataremos de dar algunas precisiones sobre el término que utiliza el Corán. ¿Qué entendemos por “gafla”? En nuestra ayuda, aparece una máxima de Ibn Ata Allah que dice así: “El distraído (gafil) amanece pensando que hará, el juicioso (aqil) pensando que hará Dios con él” Ibn Ayiba comenta: “El distraído es el ignorante de Dios aunque abunde en Su recuerdo con la lengua, y el juicioso es el sabio en Dios aunque escasee en él el Dikr verbal… Pues en el distraído su alma está presente y sus esperanzas son enormes, comienza así el día observando qué va hacer consigo mismo, y dispone sus asuntos y objetivos conjeturando con su inteligencia porque le gusta ver todas las cosas preparadas a su alrededor, pero cuando la predestinación le impone algo que le importuna y destruye sus esperanzas se encoleriza y entristece disputando con su Señor y pervirtiendo su adab…El juicioso en cambio, el sabio que ha realizado en su corazón la grandeza de su Señor reunificándose en Él, ve resplandecer en su corazón los soles de la gnosis y ya no ve a los seres. No tiene noticias de su alma y cuando amanece observa que hará Dios con él…” La actitud contraria al distraído es la de aquel que está unido y presente en el Dikr. Dice la súplica de Kumail: “ia manis muhu daua, uadikruhu shifa, oh quien Su nombre es remedio, y Su recuerdo curación”. No nos referimos al “dios ausente”, apenas presente en las lenguas, o como nos señala el Corán: “iaquluna bi al sinatihim ma laisa fi qulubihim, dicen con su lenguas lo que no hay en sus corazones” El Corán también nos señala (Cap. 33:4): “Dios no puso dos corazones en el interior del hombre…” Y del Imam Yafar Sadiq: “El corazón es el recinto sagrado de Dios, así pues, no alojes en el recinto sagrado de Dios a otro fuera de Él” En la sentencia de Ibn Ata Allah leemos: ¿Cómo puede brillar un corazón en cuyo espejo están grabadas las imágenes de los seres? ¿O cómo viajará hacia Dios estando encadenado por sus pasiones? ¿O cómo ambicionar entrar a la presencia de Dios sin haberse purificado de la inmundicia de sus distracciones (gaflat)? ¿Y cómo espera comprender las sutilezas de los secretos no habiéndose arrepentido de sus faltas? Explicación dada por Ibn Ayiba: El corazón es el “lugar” de la manifestación de lo divino, pero ese lugar debe estar vacío y libre y su espejo bruñido para que resplandezcan en él las realidades espirituales. “El espejo, que es algo que cuanto más bruñido está más aumenta su poder de reflejar lo que está frente a sí, ejemplifica aquí a la basira, el ojo del corazón…Dios hizo que el corazón del hombre sea como un espejo bruñido en el cual se refleja lo que tiene enfrente y que tiene una sola dirección…”. Ibn Ayiba menciona al respecto los hadices del Profeta: “Todo tiene un pulidor, y el pulidor del corazón es el recuerdo de Dios”, y también: “Cuando el siervo peca aparece en su corazón un punto negro; si él se aleja (del mal) y pide perdón es pulido (borrado), pero si vuelve sobre esa falta aumenta el tamaño del punto negro hasta cubrir su corazón”. “…No pueden ingresar a la Presencia sagrada sino los purificados, pues está prohibido que el corazón impuro por relación sexual (yanaba: condición de impurificación después de la relación sexual, de la cual sólo es posible purificarse con el baño completo) penetre en la mezquita, y su impurificación es la distracción (gafla) respecto de su Señor, como dice el Altísimo: ¡Creyentes!, no os acerquéis a la oración estando ebrios hasta que sepáis lo que decís, ni tampoco impurificados -salvo de viaje- hasta que os bañéis (4:43), es decir: no os acerquéis a la oración de la presencia ebrios con el amor al mundo…hasta que despertéis ( de esa inconsciencia) y meditéis lo que decís en presencia del Soberano, ni tampoco impuros por el ayuntamiento con la distracción hasta haberos purificado con el agua de lo invisible…” Dice el Noble Corán: “…Hombres a los que ni el negocio ni el comercio les distraen del recuerdo de Dios…” (Cap. 24:36) En esta aleya, no sólo entendemos que en el momento de realizar las obligaciones que demanda nuestra Tradición, debemos abandonar nuestras tareas. También, y aún más importante, se refiere a aquellos que en el momento que desarrollan sus actividades, son conscientes del recuerdo de Dios, sin estar nunca distraídos. Para finalizar, citamos esta hermosa súplica que nos llega del Imam Zainul Abidin: “Letanía de los Recordantes” اِلهي لَوْ لاَ الْواجِبُ مِنْ قَبُولِ اَمْرِكَ لَنَزَّهْتُكَ مِنْ ذِكْري اِيّاكَ ilâhî laula-l uâÿibu min qabûli amrika la nazzahtuka min dhikrî ‘îâka, ¡Señor mío! Si no fuera por lo obligatorio de obedecer Tu orden te consideraría exento de que te alcanzara mi recuerdo (Tú nos has dicho: ¡Recuérdenme, que os recordaré!) عَلى اَنَّ ذِكْري لَكَ بِقَدْري لا بِقَدْرِكَ وَما عَسى اَنْ يَبْلُغَ مِقْداري حَتّى اُجْعَلَ مَحَلاًّ لِتَقْديسِكَ ‘alâ anna dhikrî laka biqadrî lâ biqadrika, wa mâ ‘asâ aî iabluga miqdârî hattâ uÿ‘ala mahal·lal litaqdîsika, Si bien mi recuerdo de Ti se corresponde con mi rango y no alcanza a Tu Jerarquía; además ¿qué grado puede llegar a alcanzar mi condición para ser dispuesto como sitio de Tu Glorificación. وَمِنْ اَعْظَمِ النِّعَمِ عَلَيْنا جَرَيانُ ذِكْرِكَ عَلى اَلْسِنَتِنا وَاِذْنُكَ لَنا بِدُعاَئِكَ وَتَنْزيهِكَ وَتَسْبيحِكَ wa min a‘dzamin ni‘ami ‘alainâ ÿaraiânu dhikrika ‘alâ alsinatinâ, wa idhnuka lanâ bidu‘â’ika wa tanzîhika wa tasbîhika, Entre las grandes mercedes que nos has brindado, está el hecho de que Tu recuerdo fluya por nuestras lenguas, y Tu anuencia para que pudiéramos suplicarte, glorificarte y alabarte. اِلهي فَاَلْهِمْنا ذِكْرَكَ في الْخَلاَءِ وَالْمَلاَءِ وَاللَّيْلِ وَالنَّهارِ وَالاِْعْلانِ وَالاِْسْرارِ وَفي السَّرّاَءِ وَالضَّرّاَءِ ilâhî fa alhimnâ dhikraka fi-l jalâ’i wa-l malâ’i, wa-l laili wa-n nahâri, wa-l i‘lâni wa-l asrâri, wa fi-s sarrâ’i wa-d darrâ’i, ¡Señor mío! Inspíranos Tu recuerdo en la soledad y en la compañía, así como en la noche y en el día, en lo manifiesto y en lo oculto, en la felicidad y en la adversidad وَآنِسْنا بِالذِّكْرِ الْخَفِيِّ وَاسْتَعْمِلْنا بِالْعَمَلِ الزَّكِيِّ وَالسَّعْيِ الْمَرْضِيِّ wa ânisnâ bi-dh dhikri-l jafîî, wasta‘milnâ bi-l ‘amali-z zakîî was sa‘îi-l mardîî, ¡Haznos gustar de la compañía del recuerdo sigiloso (de Ti)! ¡Haz que nos ocupemos de acciones sinceras, puras y de esfuerzos elogiables! وَجازِنا بِالْميزانِ الْوَفِيِّ wa ÿâzinâ bi-l mîzâni-l wafîî, ¡Retribúyenos en una copiosa medida! اِلهي بِكَ هامَتِ الْقُلُوبُ الْوالِهَةُ وَعَلى مَعْرِفَتِكَ جُمِعَتِ الْعُقُولُ الْمُتَبايِنَةُ ilâhi bika hâmati-l qulûbu-l uâlihatu, wa ‘alâ ma‘rifatika ÿumi‘ati-l ‘uqûlul mutabâîinatu, ¡Señor mío! Por Ti son cautivados los corazones apasionados y por conocerte concuerdan los intelectos contrapuestos. فَلا تَطْمَئِنُّ الْقُلُوبُ اِلاّ بِذِكْراكَ وَلا تَسْكُنُ النُّفُوسُ اِلاّ عِنْدَ رُؤْياكَ falâ tatma’innu-l qulûbu il·lâ bidhikrâka, wa lâ taskunu-n nufûsu il·lâ ‘inda ru’iâka, No se sosiegan los corazones excepto por Tu recuerdo y no se serenan las almas sino al contemplarte. اَنْتَ الْمُسَبَّحُ في كُلِّ مَكانٍ وَالْمَعْبُودُ في كُلِّ زَمانٍ anta-l musabbahu fî kul·li makâniw, wa-l ma‘bûdu fî kul·li zamâniw, Tú eres el Alabado en todo lugar (los cielos y la tierra), el Adorado en toda época, وَالْمَوْجُودُ في كُلِّ اَوانٍ وَالْمَدْعُوُّ بِكُلِّ لِسانٍ وَالْمُعَظَّمُ في كُلِّ جَنانٍ wa-l mauÿûdu fî kul·li auâniw, wa-l mad‘ûû bi kul·li lisâniw, wa-l mu‘adzdzamu fî kul·li ÿanâniw, el Presente en todo momento, el Invocado en todo lenguaje y el Enaltecido en todo corazón وَاَسْتَغْفِرُكَ مِنْ كُلِّ لَذَّةٍ بِغَيْرِ ذِكْرِكَ وَمِنْ كُلِّ راحَةٍ بِغَيْرِ اُنْسِكَ wa astagfiruka min kul·li ladhdhatim bi gairi dhikrika, wa min kul·li râhatim bi gairi unsika, (¡Señor mío!) Me arrepiento de todo placer que no haya provenido de Tu recuerdo y de toda comodidad que no haya surgido de Tu compañía, وَمِنْ كُلِّ سُرُورٍ بِغَيْرِ قُرْبِكَ وَمِنْ كُلِّ شُغْلٍ بِغَيْرِ طاعَتِكَ wa min kul·li surûrim bi gairi qurbika, wa min kul·li shuglim bigairi tâ’atika, de toda alegría que no haya sido motivada por Tu cercanía y de toda ocupación que no sea la obediencia a Ti! اِلهي اَنْتَ قُلْتَ وَقَوْلُكَ الْحَقُّ يا اَيُّهَا الَّذينَ امَنُوا اذْكُرُوا اللّهَ ذِكْراً كَثيراً وَسَبِّحُوهُ بُكْرَةً وَاَصيلاً ilâhî anta qulta wa qaulukal haqqu, «iâ aîîuha-l ladhîna âmanû-dhkuru-l·lâha dhikran kazîraw, wa sabbihûhu bukrataw wa asîlan», ¡Señor mío! Tú lo has dicho y Tu palabra es verdad “¡Creyentes recordad mucho a Dios! ¡Glorificadle mañana y tarde!” (Sura 33:41) وَقُلْتَ وَقَوْلُكَ الْحَقُّ فَاذْكُرُوني اَذْكُرْكُمْ wa qulta wa qaulukal haqqu, “fadhkurûnî adhkurkum”, Lo has dicho y Tu palabra es verdad “¡Recordadme, que os recordaré!” (Sura 2:152) فَاَمَرْتَنا بِذِكْرِكَ وَوَعَدْتَنا عَلَيْهِ اَنْ تَذْكُرَنا تَشْريفاً لَنا وَتَفْخيماً وَاِعْظاماً fa amartanâ bidhikrika, wa ua‘adtanâ ‘alaihi an tadhkuranâ tashrîfal lanâ, wa tafjîmaw wa i‘dzâmaw, Entonces, nos has ordenado recordarte y nos prometiste recordarnos cuando lo hiciéremos, a fin de ennoblecernos, honrarnos, y elevarnos; وَها نَحْنُ ذاكِرُوكَ كَما اَمَرْتَنا فَاَنْجِزْ لَنا ما وَعَدْتَنا wa hâ nahnu dhâkirûka kamâ amartanâ, fa anÿiz lanâ mâ ua‘adtanâ, y aquí estamos ¡recordándote! Tal como nos exhortaste; por ello, ¡Cumple Tu promesa! يا ذاكِرَ الذّاكِرينَ وَيا اَرْحَمَ الرّاحِمينَ iâ dhâkira-dh dhâkirîna, wa iâ arhamar râhimîna, ¡oh, Recordante de los recordantes! ¡oh, el más Compasivo de los Misericordiosos! Nota: este artículo nace de las reflexiones que compartimos en las noches de laitatul qadr del mes de Ramadan pasado, junto con la jutba pronunciada en Aid El Fitr, en la ciudad de Mar del Plata. Bibliografía empleada: -El Noble Corán. Utilizamos dos traducciones: la de Navio y la de González Bornez. Esta última está disponible en internet en el sitio www.libros.ir y www.islamoriente.com . -Cimas de Elocuencia. Los discursos, cartas y dichos de Hadrat Ali. También disponible en internet en www.biab.org. -Un Ramo de Flores. Del jardín de las tradiciones del Profeta y Ahlul Bait. Para descargarlo de internet: www.islamelsalvador.com y www.islamoriente.com . -El tabernáculo de las luces. Ibn Al Arabi. Ed. Sufi. Colección Generalife. 1998, Madrid. - Revista “Al- hikma”, números 3 y 5. Ambos números dedicados a los Hikam de Ibn Ata Allah con los comentarios de Ibn Ayiba. Traducción: Hasan Bize - Revista “Irfan”, número 2, Director: Mahmud Husein. -“Aliul kalan”, Palabras Sublimes. Máximas de Amirul muminin Ali Ibn Abi Taleb. Recopilación y traducción: Yasin Kamel Selmán. -Además de las páginas web antes citadas, también: www.webislam.com , www.musulmanesandaluces.org, www.senderoislam.net y www.islammdp.blogspot.com Sin Comentarios Compartir Sin votos Reportar este Posteo Filosofía Islámica Octubre 8, 2009 | Por kamel | # Enlace permanente Filosofía Islámica – Reorientación o Recomprensión .fullpost{display:inline;} por Seied Husein Nasr El hombre se convierte en el reformador de todas las cosas, pero nunca de sí mismo. Uno de los rasgos que caracterizan al hombre moderno es que siempre quiere reformarlo todo, desde las instituciones sociales y económicas hasta las tradiciones filosóficas y religiosas, pero raramente está dispuesto a reformarse a sí mismo. Sin poner en orden su casa interior, trata de ordenar y dar forma al mundo que lo rodea. Esta persistente actitud, que se manifiesta hoy en día en casi todos los aspectos de la vida, se basa en último término en el supuesto -adoptado consciente o inconscientemente- de que el hombre tal como es hoy no es básicamente imperfecto; antes bien, las instituciones y tradiciones que perennemente han guiado y nutrido al hombre en su vida terrena son imperfectas, porque ya no se adecuan a la naturaleza del hombre moderno. De este modo, el tiempo y el espacio y el mundo material que esta determinado por ellos se convierten en el criterio de la verdad, de forma que aquello que no se conforma a lo que se llama «los tiempos» es rechazado por anticuado. Toda esta actitud, según la cual el hombre se convierte en el reformador de todas las cosas, pero nunca de sí mismo, y las condiciones terrenales se convierten en el criterio para juzgar la verdad, es una herencia del Renacimiento europeo, en el que el hombre -en su «naturaleza terrena» o en lo que en términos islámicos se llama bashar, y no en su naturaleza universal o insan- se convierte en la «medida de todas las cosas». Según este humanismo, que está en la base de una parte tan grande del pensamiento europeo moderno, es el hombre terrenal y su naturaleza lo que determina el valor y la validez de las cosas. En consecuencia, no existe un modelo transcendente e inmutable con arreglo al cual se pueda juzgar al hombre y la sociedad. Es en este clima mental como se plantea habitualmente la cuestión de la reorientación de la filosofía islámica. Sin embargo, hay una evidente contradicción en los términos cuando esta cuestión se enfoca de ese modo. Reorientar significa poseer ya un conocimiento de la meta que se ha de perseguir y luego dirigir los propios esfuerzos y orientarse uno mismo hacia esa meta. Pero el conocimiento de la meta que hay que perseguir debe ser en sí mismo el fruto de una filosofía y de una concepción del mundo. ¿Con arreglo a qué filosofía vamos a reorientar la filosofía islámica si no es en función de aquellas limitaciones e inclinaciones subjetivas que en su totalidad constituyen nuestro entorno inmediato, con arreglo al cual tratamos de reformar todas las cosas? Y esta actitud es precisamente resultado de ese humanismo y relativismo que caracterizan a gran parte del pensamiento moderno. Queremos determinar una meta con nuestro entendimiento humano y luego reorientar hacia ella el pensamiento religioso, admitiendo con ello, ya sea consciente o inconscientemente, la primacía de lo humano sobre lo divino. Considerada de esta manera, la posibilidad de reorientar simplemente la filosofía islámica implica el hacer concesiones con respecto a los principios mismos de esa filosofía, y surge la pregunta de si lo que debemos es reorientar o re-entender la filosofía islámica. El hombre llega a conocer la verdad no reorientándola, sino reorientándose a sí mismo de modo que pueda hacerse digno de ser su receptor. La palabra orientar trae a la mente toda la doctrina ishraqi o iluminacionista de Sohrawardi sobre el simbolismo del espacio. Sabemos que en las lenguas europeas «orientar» encierra el doble significado de referencia al Este y de volverse hacia la dirección correcta. En realidad, el Este no es tanto aquí una orientación geográfica como el «Oriente de Luz», o sea el mundo espiritual que trasciende al mundo de las formas materiales. Es también la morada de semejante luz espiritual que nos ilumina y a través de ella recibimos el verdadero conocimiento. Orientarse, en el sentido verdadero, significa, por tanto, volverse hacia ese Centro y Origen del que las cosas surgen realmente, ese Este que es también la dimensión interior y espiritual de las cosas. Significa asimismo una penetración dentro de nosotros y una reintegración. Aplicada a la filosofía islámica, esta manera de pensar significa entonces una repenetración en su contenido espiritual e interior y una absorción de sus verdades esenciales, o, en otros términos, una recomprensión en el sentido más profundo de esta palabra. Cuando acudimos a la filosofía islámica, encontramos que está llena de inmensas reservas de sabiduría que hoy permanecen relativamente desconocidas para la mayoría de los musulmanes contemporáneos. Llegamos a darnos cuenta de que gran parte del conocimiento que buscamos en otras partes ya existe en su forma pura e inadulterada en medio de nosotros, aunque prácticamente hemos ignorado su existencia. «Todas las civilizaciones han decaído, pero los modos difieren: la decadencia de Oriente es pasiva y la de Occidente es activa. El error del Oriente decadente es que ya no piensa; la del Occidente decadente es que piensa demasiado y mal. Oriente duerme sobre verdades; Occidente vive en errores» F. Schuon. La filosofía islámica, aunque es rica en muchos campos, se basa sobre todo en la metafísica, y casi todos los tratados sobre filosofía tradicional tratan del origen y el fin transcendentes de todas las cosas. Los filósofos islámicos fueron los primeros en considerar la discusión del ser como piedra angular de la filosofía y buscaron relacionar toda cosa viviente con el Ser Puro, que es el origen de toda existencia. Además, desarrollaron en la metafísica una filosofía de la naturaleza inserta en una concepción general del mundo cuyo propósito era crear una estrecha relación entre las diversas formas y ramas de las ciencias y relacionar la multiplicidad con la unidad. Los filósofos islámicos desarrollaron un sistema ético basado no solo en la «ética racional», sino también en las enseñanzas específicas del Corán. En la ética islámica, la Voluntad Divina no aparece de una manera abstracta, sino en mandatos concretos contenidos en la Ley sagrada o Shari’ah. Esta Ley ayuda a la inteligencia humana a superar las limitaciones que le imponen las pasiones y a ver la naturaleza buena y mala de las cosas en su verdadera perspectiva. La metafísica, por otra parte, nunca está divorciada de la ética y del aspecto práctico de la religión, en el sentido de que, en cuanto haqiqah, es la dimensión interior de esta misma Shari’ah que determina la vida y la conducta del hombre sobre la tierra. De modo similar, los filósofos islámicos desarrollaron una estética altamente refinada y estrechamente vinculada con la metafísica. Dado que el espíritu del Islam esta basado en la inteligencia y el discernimiento, toda manifestación auténtica de él posee un aspecto de belleza y armonía. Los filósofos islámicos -si, naturalmente, entendemos por filósofos a los hukama o «sabios»- basaban su concepto de la belleza en la noción de armonía y sobriedad, y concebían la belleza no como el lujo que hoy se considera, sino como una condición necesaria de una existencia verdaderamente humana. La naturaleza de la verdad, según ellos, es tal que es bella. Y por esta razón la expresión de la filosofía islámica -especialmente la metafísica- se combina con la belleza del lenguaje y con formas de expresión altamente artísticas. Antes de dar ningún otro paso debemos re-explorar y reentender completamente estos y muchos otros aspectos de la filosofía islámica. Naturalmente, hay quienes dirán que, a pesar de toda esa riqueza, esta filosofía noda una respuesta a los problemas de hoy. A esta objeción responderíamos que o bien losproblemas de hoy son problemas reales, en el sentido de que atañen a la naturaleza de las cosas y a la situación del hombre en el esquema general de la existencia, en cuyo caso no son realmente problemas nuevos, sino problemas perennes que han sido ampliamente tratados en las fuentes islámicas tradicionales; o bien éstos son problemas que – como tantos otros con los que se enfrenta el hombre moderno- son creados por preguntas planteadas de forma incorrecta o por el tozudo intento del hombre de «vivir sólo de pan». En este caso, aun si las fuentes tradicionales no ofrecen una respuesta, su estudio revelará para empezar que no hay tal problema. Por último, incluso si se decide rechazar la filosofía islámica, primero hay que entenderla. Difícilmente se puede rechazar lo que no se conoce. La recomprensión de la filosofía islámica, por tanto, no incumbe, cualquiera que sea la dirección que deseemos seguir en el futuro. En cualquier dirección en que se quiera ir, hay que empezar por donde uno se encuentra. Y por último queda el hecho de que las enseñanzas islámicas tradicionales están expresadas en un lenguaje que los hombres contemporáneos no comprenden fácilmente, sobre todo los que han recibido una educación moderna. Los antiguos tratados generalmente fueron escritos en un lenguaje silogístico que hoy ya no es corriente. Lo que hay que hacer es desembarazar el contenido de la filosofía islámica del lenguaje que ahora no es bien recibido y presentarlo en términos más adecuados al horizonte intelectual de nuestros contemporáneos. Lo que se necesita esencialmente es una nueva presentación de todo el cuerpo de la sabiduría islámica en un lenguaje contemporáneo. Así, los que buscan para diversos problemas la solución ofrecida por esta forma de sabiduría, la encontrarán sin la barrera del lenguaje o la estructura de pensamiento poco familiar. Los principios de la filosofía islámica deben ser dados a conocer tanto por las soluciones que ofrecen a las cuestiones perennes como en cuanto base y línea de aproximación para solucionar los problemas que acosan al hombre moderno como resultado de las condiciones peculiares y, podríamos decir, anómadas del mundo moderno. Una completa re-comprensión y re-presentación de la filosofía islámica «orientará» por sí misma nuestro pensamiento al clarificar el fin último de la existencia humana y la meta final del viaje terrenal del hombre. El hombre es un ser teomórfico y no puede escapar a las profundas exigencias de su naturaleza interior. Sólo puede sobrevivir aquella civilización y aquella forma de pensamiento que se conforma a la entelequia del hombre y a la naturaleza esencial de las cosas. La recomprensión de la filosofía islámica nos revelará una vez mas ese fin hacia el que el hombre y el cosmos están en definitiva orientados y hacia el que todas las cosas avanzan. Nos permite, de ese modo, descubrir la meta de la vida y el pensamiento. Al revelarnos la verdad, nos pone en situación de reorientarnos a nosotros mismos y a nuestros pensamientos en dirección a ella, en ese camino real cuyo final es la unión con la Verdad. La cuestión de la reorientación de la filosofía islámica se reduce, pues, a una recomprensión de ella y al descubrimiento de la meta hacia la que nuestros pensamientos y esfuerzos deben dirigirse. El hombre llega a conocer la verdad no reorientándola, sino reorientándose a sí mismo de modo que pueda hacerse digno de ser su receptor. Revista Kauzar http://www.islamoriente.com/ Sin Comentarios Compartir Sin votos Reportar este Posteo Filosofía Islámica | Por kamel | # Enlace permanente Filosofía Islámica – Reorientación o Recomprensión .fullpost{display:inline;} por Seied Husein Nasr El hombre se convierte en el reformador de todas las cosas, pero nunca de sí mismo. Uno de los rasgos que caracterizan al hombre moderno es que siempre quiere reformarlo todo, desde las instituciones sociales y económicas hasta las tradiciones filosóficas y religiosas, pero raramente está dispuesto a reformarse a sí mismo. Sin poner en orden su casa interior, trata de ordenar y dar forma al mundo que lo rodea. Esta persistente actitud, que se manifiesta hoy en día en casi todos los aspectos de la vida, se basa en último término en el supuesto -adoptado consciente o inconscientemente- de que el hombre tal como es hoy no es básicamente imperfecto; antes bien, las instituciones y tradiciones que perennemente han guiado y nutrido al hombre en su vida terrena son imperfectas, porque ya no se adecuan a la naturaleza del hombre moderno. De este modo, el tiempo y el espacio y el mundo material que esta determinado por ellos se convierten en el criterio de la verdad, de forma que aquello que no se conforma a lo que se llama «los tiempos» es rechazado por anticuado. Toda esta actitud, según la cual el hombre se convierte en el reformador de todas las cosas, pero nunca de sí mismo, y las condiciones terrenales se convierten en el criterio para juzgar la verdad, es una herencia del Renacimiento europeo, en el que el hombre -en su «naturaleza terrena» o en lo que en términos islámicos se llama bashar, y no en su naturaleza universal o insan- se convierte en la «medida de todas las cosas». Según este humanismo, que está en la base de una parte tan grande del pensamiento europeo moderno, es el hombre terrenal y su naturaleza lo que determina el valor y la validez de las cosas. En consecuencia, no existe un modelo transcendente e inmutable con arreglo al cual se pueda juzgar al hombre y la sociedad. Es en este clima mental como se plantea habitualmente la cuestión de la reorientación de la filosofía islámica. Sin embargo, hay una evidente contradicción en los términos cuando esta cuestión se enfoca de ese modo. Reorientar significa poseer ya un conocimiento de la meta que se ha de perseguir y luego dirigir los propios esfuerzos y orientarse uno mismo hacia esa meta. Pero el conocimiento de la meta que hay que perseguir debe ser en sí mismo el fruto de una filosofía y de una concepción del mundo. ¿Con arreglo a qué filosofía vamos a reorientar la filosofía islámica si no es en función de aquellas limitaciones e inclinaciones subjetivas que en su totalidad constituyen nuestro entorno inmediato, con arreglo al cual tratamos de reformar todas las cosas? Y esta actitud es precisamente resultado de ese humanismo y relativismo que caracterizan a gran parte del pensamiento moderno. Queremos determinar una meta con nuestro entendimiento humano y luego reorientar hacia ella el pensamiento religioso, admitiendo con ello, ya sea consciente o inconscientemente, la primacía de lo humano sobre lo divino. Considerada de esta manera, la posibilidad de reorientar simplemente la filosofía islámica implica el hacer concesiones con respecto a los principios mismos de esa filosofía, y surge la pregunta de si lo que debemos es reorientar o re-entender la filosofía islámica. El hombre llega a conocer la verdad no reorientándola, sino reorientándose a sí mismo de modo que pueda hacerse digno de ser su receptor. La palabra orientar trae a la mente toda la doctrina ishraqi o iluminacionista de Sohrawardi sobre el simbolismo del espacio. Sabemos que en las lenguas europeas «orientar» encierra el doble significado de referencia al Este y de volverse hacia la dirección correcta. En realidad, el Este no es tanto aquí una orientación geográfica como el «Oriente de Luz», o sea el mundo espiritual que trasciende al mundo de las formas materiales. Es también la morada de semejante luz espiritual que nos ilumina y a través de ella recibimos el verdadero conocimiento. Orientarse, en el sentido verdadero, significa, por tanto, volverse hacia ese Centro y Origen del que las cosas surgen realmente, ese Este que es también la dimensión interior y espiritual de las cosas. Significa asimismo una penetración dentro de nosotros y una reintegración. Aplicada a la filosofía islámica, esta manera de pensar significa entonces una repenetración en su contenido espiritual e interior y una absorción de sus verdades esenciales, o, en otros términos, una recomprensión en el sentido más profundo de esta palabra. Cuando acudimos a la filosofía islámica, encontramos que está llena de inmensas reservas de sabiduría que hoy permanecen relativamente desconocidas para la mayoría de los musulmanes contemporáneos. Llegamos a darnos cuenta de que gran parte del conocimiento que buscamos en otras partes ya existe en su forma pura e inadulterada en medio de nosotros, aunque prácticamente hemos ignorado su existencia. «Todas las civilizaciones han decaído, pero los modos difieren: la decadencia de Oriente es pasiva y la de Occidente es activa. El error del Oriente decadente es que ya no piensa; la del Occidente decadente es que piensa demasiado y mal. Oriente duerme sobre verdades; Occidente vive en errores» F. Schuon. La filosofía islámica, aunque es rica en muchos campos, se basa sobre todo en la metafísica, y casi todos los tratados sobre filosofía tradicional tratan del origen y el fin transcendentes de todas las cosas. Los filósofos islámicos fueron los primeros en considerar la discusión del ser como piedra angular de la filosofía y buscaron relacionar toda cosa viviente con el Ser Puro, que es el origen de toda existencia. Además, desarrollaron en la metafísica una filosofía de la naturaleza inserta en una concepción general del mundo cuyo propósito era crear una estrecha relación entre las diversas formas y ramas de las ciencias y relacionar la multiplicidad con la unidad. Los filósofos islámicos desarrollaron un sistema ético basado no solo en la «ética racional», sino también en las enseñanzas específicas del Corán. En la ética islámica, la Voluntad Divina no aparece de una manera abstracta, sino en mandatos concretos contenidos en la Ley sagrada o Shari’ah. Esta Ley ayuda a la inteligencia humana a superar las limitaciones que le imponen las pasiones y a ver la naturaleza buena y mala de las cosas en su verdadera perspectiva. La metafísica, por otra parte, nunca está divorciada de la ética y del aspecto práctico de la religión, en el sentido de que, en cuanto haqiqah, es la dimensión interior de esta misma Shari’ah que determina la vida y la conducta del hombre sobre la tierra. De modo similar, los filósofos islámicos desarrollaron una estética altamente refinada y estrechamente vinculada con la metafísica. Dado que el espíritu del Islam esta basado en la inteligencia y el discernimiento, toda manifestación auténtica de él posee un aspecto de belleza y armonía. Los filósofos islámicos -si, naturalmente, entendemos por filósofos a los hukama o «sabios»- basaban su concepto de la belleza en la noción de armonía y sobriedad, y concebían la belleza no como el lujo que hoy se considera, sino como una condición necesaria de una existencia verdaderamente humana. La naturaleza de la verdad, según ellos, es tal que es bella. Y por esta razón la expresión de la filosofía islámica -especialmente la metafísica- se combina con la belleza del lenguaje y con formas de expresión altamente artísticas. Antes de dar ningún otro paso debemos re-explorar y reentender completamente estos y muchos otros aspectos de la filosofía islámica. Naturalmente, hay quienes dirán que, a pesar de toda esa riqueza, esta filosofía noda una respuesta a los problemas de hoy. A esta objeción responderíamos que o bien losproblemas de hoy son problemas reales, en el sentido de que atañen a la naturaleza de las cosas y a la situación del hombre en el esquema general de la existencia, en cuyo caso no son realmente problemas nuevos, sino problemas perennes que han sido ampliamente tratados en las fuentes islámicas tradicionales; o bien éstos son problemas que – como tantos otros con los que se enfrenta el hombre moderno- son creados por preguntas planteadas de forma incorrecta o por el tozudo intento del hombre de «vivir sólo de pan». En este caso, aun si las fuentes tradicionales no ofrecen una respuesta, su estudio revelará para empezar que no hay tal problema. Por último, incluso si se decide rechazar la filosofía islámica, primero hay que entenderla. Difícilmente se puede rechazar lo que no se conoce. La recomprensión de la filosofía islámica, por tanto, no incumbe, cualquiera que sea la dirección que deseemos seguir en el futuro. En cualquier dirección en que se quiera ir, hay que empezar por donde uno se encuentra. Y por último queda el hecho de que las enseñanzas islámicas tradicionales están expresadas en un lenguaje que los hombres contemporáneos no comprenden fácilmente, sobre todo los que han recibido una educación moderna. Los antiguos tratados generalmente fueron escritos en un lenguaje silogístico que hoy ya no es corriente. Lo que hay que hacer es desembarazar el contenido de la filosofía islámica del lenguaje que ahora no es bien recibido y presentarlo en términos más adecuados al horizonte intelectual de nuestros contemporáneos. Lo que se necesita esencialmente es una nueva presentación de todo el cuerpo de la sabiduría islámica en un lenguaje contemporáneo. Así, los que buscan para diversos problemas la solución ofrecida por esta forma de sabiduría, la encontrarán sin la barrera del lenguaje o la estructura de pensamiento poco familiar. Los principios de la filosofía islámica deben ser dados a conocer tanto por las soluciones que ofrecen a las cuestiones perennes como en cuanto base y línea de aproximación para solucionar los problemas que acosan al hombre moderno como resultado de las condiciones peculiares y, podríamos decir, anómadas del mundo moderno. Una completa re-comprensión y re-presentación de la filosofía islámica «orientará» por sí misma nuestro pensamiento al clarificar el fin último de la existencia humana y la meta final del viaje terrenal del hombre. El hombre es un ser teomórfico y no puede escapar a las profundas exigencias de su naturaleza interior. Sólo puede sobrevivir aquella civilización y aquella forma de pensamiento que se conforma a la entelequia del hombre y a la naturaleza esencial de las cosas. La recomprensión de la filosofía islámica nos revelará una vez mas ese fin hacia el que el hombre y el cosmos están en definitiva orientados y hacia el que todas las cosas avanzan. Nos permite, de ese modo, descubrir la meta de la vida y el pensamiento. Al revelarnos la verdad, nos pone en situación de reorientarnos a nosotros mismos y a nuestros pensamientos en dirección a ella, en ese camino real cuyo final es la unión con la Verdad. La cuestión de la reorientación de la filosofía islámica se reduce, pues, a una recomprensión de ella y al descubrimiento de la meta hacia la que nuestros pensamientos y esfuerzos deben dirigirse. El hombre llega a conocer la verdad no reorientándola, sino reorientándose a sí mismo de modo que pueda hacerse digno de ser su receptor.

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