Palestina dividida: 66 años de una injusticia
Por: Ernesto Gómez Abascal
El 29 de noviembre de 1947, durante su II
Período de Sesiones, la Asamblea General de la ONU, aprobó la Resolución
181 (II), que disponía la división del territorio de Palestina en dos
estados, uno árabe y otro judío. Esta decisión fue la culminación de un
complicado y a veces sangriento proceso que se había iniciado mucho
antes, cuando en 1917, Gran Bretaña como potencia mandataria, favoreció
mediante el documento conocido como “Declaración Balfour”, la creación
en ese territorio árabe de lo que llamó “un Hogar Nacional” para el
pueblo judío. Su objetivo, enmascarado en argumentos falsos, era
establecer una base propicia a sus intereses colonialistas en el Medio
Oriente.
El debate en torno a la partición de
Palestina en la recién creada ONU, fue turbulento y lleno de presiones y
maniobras. La votación fue de 33 países a favor, 13 en contra y 10
abstenciones. Cuba estuvo entre los que se opusieron.
El representante de Cuba en ese momento
en la Asamblea General, el Dr. Ernesto Dihigo, importante intelectual
que fue también prestigioso profesor de Derecho Internacional en la
Universidad de La Habana, no se dejó presionar y adoptó una posición
justa y digna, sujeta a la más estricta legalidad internacional. Hoy, a
66 años de aquellos acontecimientos, queremos recordar los argumentos
básicos de su discurso, pues pone de relieve los antecedentes de una
injusticia que tuvo su origen en intereses colonialistas y cuyas
sangrientas consecuencias parecen no tener fin y constituye la base del
conflicto del Medio Oriente.
Por su extensión, solo reproducimos partes esenciales de su discurso:
“...consideramos que la partición de
Palestina es contraria al derecho y a la justicia…la base inicial de
toda reclamación es la Declaración de Balfour, causante de todo el
problema que hoy tenemos ante nosotros; y la Declaración de Balfour, a
juicio nuestro, carece por completo de valor legal, pues el gobierno
británico ofreció en ella una cosa de la cual no tenía derecho a
disponer, porque no era suya(…)en ella prometió a los hebreos un Hogar
Nacional en Palestina, dejando a salvo los derechos civiles de la
población árabe, pero no ofreció un estado libre, cuya creación
forzosamente afectará esos derechos que se trató de salvaguardar.
(…) mal puede interpretarse que esos
derechos no resultan perjudicados cuando va a arrebatarse a los nativos
más de la mitad de su territorio y varios cientos de miles de árabes
quedarán sometidos al gobierno hebreo y colocados en una situación
subordinada allí donde antes eran los dueños.
(…) se está disponiendo de la suerte de
una nación, privándola de su suelo nacional, del suelo que ha tenido
durante muchos siglos, sin que se haya consultado para conocer su
opinión. (La partición) va contra la libre determinación de los pueblos
(…) la paz verdadera y el mundo de justicia (…) no dependen de que
ciertos principios fundamentales se inscriban en las convenciones y
tratados y allí queden como letra muerta, sino de que se cumplan por
todos y para todos, grandes y pequeños, débiles o fuertes.
¿Por qué no se ha procedido de modo
democrático consultando la voluntad de todo el pueblo de Palestina?
(...) el proyecto es, además, injusto.
El pueblo árabe ha tenido
ininterrumpidamente durante muchos siglos, el territorio de Palestina, y
por los datos oficiales que se nos han presentado, al terminar la
Primera Guerra Mundial, constituía casi el 90% de toda la población de
ese país. Por medio del Reino Unido, como potencia mandataria, y el
cumplimiento de lo resuelto por la Liga (de las Naciones), abrió sus
puertas a una inmigración extranjera, ofreciéndole un lugar en que
pudiera vivir y desenvolver su existencia conforme a sus deseos, con
libertad religiosa y sin discriminaciones humillantes, y ahora esos
individuos pagan la generosa hospitalidad de quienes les acogieron,
quitándoles por la fuerza la mitad de su suelo natal.
Hemos dicho inmigración extranjera de
modo consistente, pues con todo respeto hacia la opinión de los hebreos,
ellos son, a juicio nuestro, extranjeros en la tierra de Palestina. En
efecto, durante los debates de la Comisión se adujeron datos para probar
que los antepasados de un gran número de los hebreos que ya han ido o
que aún quieren ir a Palestina jamás estuvieron en esa región; pero aun
en el caso de que los remotos antecesores de todos ellos hubieran nacido
allí, es indudable que abandonaron dicha tierra hace tanto tiempo –para
establecerse en otros países- que sus descendientes han dejado de
pertenecer a Palestina; del mismo modo que nosotros, hombres de América,
nacidos de emigrantes que vinieron de todos los rincones de la Tierra,
no podemos considerarnos con ningún derecho a la patria de nuestros
padres en el viejo continente.
El íntimo y ferviente anhelo de los
hebreos de volver a Palestina, tal vez por tradición, tal vez por
razones místicas u obsesión religiosa, es algo que puede tener toda
nuestra consideración y simpatía sentimental, pero no constituye, en
nuestra opinión, un título para que se les entregue lo que no les
pertenece, mucho menos si para ello hay que despojar por la fuerza a
otro con más derecho.
No se nos diga que a veces hay que
aceptar una solución política aunque sea injusta, pues sobre la
injusticia nunca podrá asentarse la paz y la cordialidad entre los
pueblos.
Por estas razones, tendremos que votar
en contra del plan de partición (...) a pesar de las gestiones y
presiones que se han hecho en torno nuestro.”
El discurso de Dihigo fue
premonitorio, la injusticia cometida por intereses colonialistas e
imperialistas ha provocado numerosas guerras y continúa alimentando uno
de los más peligrosos conflictos internacionales.
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