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miércoles, 12 de febrero de 2014

Descubren petroglifo del dios-jaguar en Argentina

Descubren petroglifo del dios-jaguar en Argentina






Reyna Paz Avendaño | Cultura | Fecha: 2014-02-11 | Hora de creación: 23:25:03 | Ultima modificación: 23:25:03

Vestigios. El petroglifo se encontró en la colina de Kawsay, de los Valles Calchaquíes, en la provincia de Salta. En la imagen, una de las estructuras de la zona arqueológica.


Arqueólogos mexicanos y argentinos identificaron un petroglifo del hombre-jaguar o dios–jaguar que podría asociarse a un ritual de sacrificios en Argentina. El hallazgo se sitúa en la colina de Kawsay, de los Valles Calchaquíes, en la provincia de Salta y al poniente de la zona arqueológica Potrero de Payogasta, sitio que podría ayudar a entender cómo fue la conquista y el dominio inca en el noroeste de Argentina.
“Kawsay es una colina sagrada con numerosos petroglifos que habíamos visitado en el 2012, pero este grabado rupestre en particular, aunque pequeño, resulta interesante porque el dios-jaguar junto con un ayudante llevan en andas a un tercer hombre sobre una litera. El dios-jaguar lleva un cuchillo de sacrificio, por lo que es muy posible que el tercer hombre sea una víctima a la que van a sacrificar”, señala Luis Alberto Martos, arqueólogo del INAH y responsable del proyecto.
 Para el investigador, este hallazgo es evidencia de que en Kawsay se llevaban a cabo distintos rituales, incluyendo quizá alguna ceremonia iniciática para los individuos que se convertirían en jefes o caciques, pues esta figura de dios-jaguar parece provenir de la llamada cultura de La Aguada, que se desarrolló en la vecina región de Catamarca y la Rioja (600 d.C.), en donde esa imagen es muy común.
“El dios-jaguar está presente en Argentina desde culturas muy tempranas y se fue expandiendo desde principios de la era cristiana hasta la época colonial. Todavía en el siglo XVII hay menciones en la región de un personaje llamado el Runa Uturunkú; se trataba de un hombre-chaman muy nocivo, pues en las noches se convertía en jaguar y atacaba tanto a hombres como a los rebaños”, comenta Martos.
 CONQUISTA. La colina de Kawsay, explica, fue un sitio sagrado desde antes del imperio incaico (hacia el año 1440 d.C.) porque existen 329 petroglifos con diseños muy tempranos quizá desde los años 300 d.C. y 500 d.C. y siguió siendo un lugar activo años después de la llegada inca.
 La evidencia de ocupación en esta colina, asegura, podría indicar que fue un importante lugar sagrado o “huaca” de la Quebrada de Potrero, en los Valles Calchaquíes, incluso –añade– hay un altar construido en la cima de Kawsay, en donde es muy posible que se realizaran sacrificios.
— ¿Quiénes habitaban en los Valles Calchaquíes antes de la conquista inca?
— Muchas culturas, por ejemplo, los calchaquís, quilmes, diaguitas, tolombones, ocloyas, yocaviles y pulares, entre otras etnias.
— ¿Qué se sabe de la conquista?
— No mucho. Los incas tenían dos formas de conquista: una pacífica, otra con guerra. Con la primera, mandaban embajadores a las zonas para conquistar invitando a los señores para unirse en paz al Tawantinsuyu (las cuatro regiones del mundo inca), si la cultura local  accedía, se integraban y se les otorgaban beneficios y regalos, de lo contrario, se iban a la guerra y podía ser muy cruda e incluso hubo casos en que acabaron con la población y sólo dejaron  vivos a los niños.
“Se sabe que los pobladores de los Valles Calchaquíes eran belicosos y en los tiempos de la conquista española, el sitio se caracterizó por la hostilidad de las culturas, es decir, a finales de siglo XVII no acababan de pacificar los españoles esta zona. Por eso, el que hayan sido belicosos nos hacen pensar en que la ocupación inca pudo haber sido precedida de una guerra”, detalla.
 TRABAJOS. Luis Alberto Martos platica que de recibir recursos este año podría regresar a los Valles Calchaquíes, pues además de la colina de Kawsay, existen más zonas por explorar: Potrero de Payogasta, complejo residencial-ceremonial,  y Cortaderas, una zona con edificaciones de tipo administrativo y habitacional.
 El año pasado, expresa, restauró junto con arqueólogos de Argentina, parte del ushnu, un altar ubicado en el sector norte de Potrero de Payogasta y el cual es la estructura más sagrada del complejo, ya que representa la unión del cielo, tierra y el mundo de abajo.
“Ahí se subía el curaca (gobernante) a presidir ceremonias, bailes, rituales, desfiles y daba audiencias en donde trataba asuntos de gobierno. También se realizaban ofrendas líquidas de chicha (bebida sagrada hecha a partir de la fermentación del maíz) y es un lugar relacionado con la ofrenda a la Pachamama, la madre tierra”, resalta.
 Estos trabajos de restauración iniciaron en 2012 cuando el arqueólogo obtuvo financiamiento de National Geographic y hoy, asegura, la estructura de 1.80 de alto con dos escaleras laterales está completamente visible.
 En diciembre pasado, con el apoyo del INAH y de la Dirección de Patrimonio de la Provincia de Salta,  pudieron restaurar algunas secciones de las colcas o almacenes redondos en donde los pobladores guardaban granos y ropas. Este tipo de construcciones se ubican tanto en Portero de Payogasta como en el sitio de Cortaderas, al sur del valle.
 Para este año, comenta, le gustaría explorar la kallanka, una casona con techo a dos aguas -y también ubicada en Potrero de Payogasta-  que las culturas locales usaban para hospedar guarniciones militares o para el desarrollo de reuniones de los señores. Esta estructura, acara, mide 40 metros de largo, 8 de ancho y 8 de alto, dimensiones que la hacen única en la región.
 Actualmente, platica, se conserva uno de sus muros que tuvieron oportunidad de restaurar en 1998, pero “si la exploramos encontraremos los cimientos, hay una parte en donde los muros conservan 1.80 metros de alto, si la logramos explorar y exponer será muy atractiva junto con los patios y los complejos perimetrales compuestos”.
CÉRAMICA.  Durante los diversos trabajos, Luis Alberto Martos pudo identificar material cerámico que reitera el poblamiento temprano de los Valles Calchaquíes.
“Del material encontrado, sólo cerca del 22% es inca, predominan los del año 900 d.C. al 1000 d.C. y se asocian a la etapa de los llamados “Desarrollos regionales argentinos”, es decir, cuando se configuraron una serie de cacicazgos o señoríos regionales de características locales y anteriores a la llegada inca”, destaca.
 ¿En qué parte hallaron más material cerámico?
 En la residencia del curaca, es cerámica muy bien hecha, muy sonora y está decorada. En otras partes sobresale cerámica doméstica: ollas y jarras para almacenaje de agua o para preparar alimentos. Se ve que una sola parte de las personas tenían acceso a materiales más finos importados desde otras regiones del señorío inca.
 ¿Encontraron alguna ofrenda en el sitio?
 En la casa del curaca hay huesos de llama; seguramente sacrificaron una para erigir la casa, pues en una esquina había muchos huesos de llamas y pucos, unos cajetes o platitos incas. Y en la kallanka encontramos dos vasijas miniatura con huesos de codorniz que los ofrendaron  cuando la construyeron.
“Quizá a través de los materiales y de encontrar vestigios anteriores podemos saber más del sitio. Nos hace falta sondear, excavar más y ver si hay construcciones anteriores abajo de lo inca. Quizá todo eso nos ayude a saber cómo fue la conquista, si hicieron un pacto o si hubo guerra. Sólo los trabajos intensivos nos pueden ayudar a resolverlo”, concluye.

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